29/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
OTOÑO
Alicante, ciudad donde asoma el sol antes que en el resto de la península, sigue en un
verano tardío; solo cuatro gotas caídas presagian la llegada de la estación más romántica
del año, Otoño. Digo romántica porque fue la preferida de Gustavo Adolfo Bécquer.
Sus odas, sonetos y cartas hablan más del otoño que de la primavera, quizás por su
delicado estado de salud, esa romántica enfermedad, la tisis, que en el siglo XIX
padecían los místicos y los llenos de hambres sin aplacar. Para mí es la estación más
melancólica del año.
Aquí persisten las calores, eso sí, con mucha humedad, seguro que se mantendrán las
temperaturas hasta el final del otoño y sin aviso alguno, ni entremedias, nos llegará el
invierno, tan generoso y poco frío en estas latitudes.
Los primeros días de septiembre, paseando la mañana por la arena, al borde mismo de
las olas, que, espumosas rompen sobre la orilla y, mientras andamos, veo en la lejanía
un fondo azulado, el horizonte recorta el contorno de las montañas que llegan hasta la
mar, siempre o casi, hay una neblina que no deja ver no nitidez la sierra que baja hasta
la isleta de Benidorm, noto el agua tibia que lame mis pies que van dejando huellas de
efímera vida, y la siguiente ola borrará la figura impresa en la arena.
Hago esta reflexión porque, cada año cuando ya huele a membrillo la huerta, las
jacarandáes echan sus últimos racimos de bellas flores y el rojo de las granadas deja
sitio a los ásperos membrillos en los puestos de fruta; mi memoria olfativa rememora
ese olor tenue que perfumaba mi niñez, el del membrillo maduro. Las ropas guardadas
en la cómoda por mi madre, ropas impolutas que, al cambiar las sábanas de las camas,
expandían su olor en toda la habitación, era como entrañable y familiar. Imagino que las
casas entonces, casi todas, olerían igual que la mía, no se habían inventado aún esos
aparatos que difunden olores diversos en las casas. Usábamos lo que la naturaleza ponía
a nuestro alcance, el de las yerbas aromáticas quemadas en los braseros y pebeteros y el
del membrillo, con sus dos aprovechamientos, el de perfumar en el oscuro cajón de los
armarios y cómodas las ropas y posteriormente degustarlo hervido con azúcar para
postre.
Hay gentes que dicen se debe de mirar para adelante, al porvenir o a lo por venir, pero
yo creo que, sin la memoria de las cosas y las vivencias, todo lo que está por llegar, no
servirá de nada, sin el recuerdo de lo que marcó tu vida en la niñez. Lo actual, la
modernidad de las cosas y formas de vivir, no deben de ocultar, ni tapar a las
generaciones venideras, como fue la vida de entonces.
Cuando entonces, quizás, vivíamos sin comodidades, éramos cutres y sencillos a la vez,
pero gozábamos de pleno la vida con todas sus carencias de: comida, vestidos, vivienda
y esas mil pequeñas cosas que hacen que hoy día fácil la vida de las amas de casa, como
son: lavadora, cocina de gas, los aparatos eléctricos que hacen a las labores de la casa y
la amplitud de la vivienda, muchas ya con aire acondicionado.
Solo los mayores de sesenta y cinco años, me comprenderán cuando lean esto, si es que
lo lee alguien. Viajar al tiempo pasado es volver a la niñez. El recuerdo en mi memoria
olfativa de los olores, de entonces, en las cocinas corrientes, sencillas, bien aderezadas
con los condimentos clásicos, azafrán, comino, pimentón, ajo y cebolla; los simples
estofados de patatas sin carne, “viudas” le decía mi padre, pero gozosas al paladar, o el
gazpacho de jeringuilla inventado por mi madre, solo agua y aliños, aceite, echado con
cuenta gotas, vinagre y sal. El lebrillo lleno hasta arriba del líquido elemento y unos
trozos de cebolla, tomate y pepino nadando a sus anchas en las casi claras aguas
punteadas de ojos de aceite virgen.
En su contra, digo bien, están las comidas rápidas de hoy día, un telefonazo y le llevan,
al alma joven de la casa, una pizza o unos bocatas de plástico, o han comprado en el
supermercado comidas para calentar, insípidas, supongo, ya que yo no he comido nunca
nada de eso, afortunadamente. Si comemos fruta está recolectada antes de madurar, su
sabor es a madera. Un melocotón de hace cincuenta años perfumaba la mesa, hoy día, ni
los que llaman de secano huelen. Eso sí, comes todo el año lechugas, cogollos, tomates
y demás verduras, pero, todas, de invernadero, de diseño, sin sabores naturales.
Recuerdo aquellas lechugas criadas en nuestras huertas, eran enormes, de hojas
aceitosas y grato sabor a diferencia del cogollo, más concentrado, o la escarola de fuerte
contextura. Hoy todas las verduras tienen el mismo sabor: no tienen.
Recuerdo aquellos cardos, pencas, que aporcaban los hortelanos y tras veinte días
enterrados los recolectaban blancos y apetitosos para guisar en esparragado, o en el
estofado de judías, sabían a gloria, o aquellos pepinos olorosos de fuerte sabor y los
pimientos que perfumaban los huevos fritos hechos en el mismo aceite, gustosos de
comer. El único producto de huerta que se mantiene hoy día son las patatas, que las
puedes encontrar en el mercado de calidad. Las legumbres, alubias, lentejas, y
garbanzos de procedencia con denominación de origen, así como algunos arroces son
buenos y los aceites de Cooperativas comprados en ellas, porque los comercializados
por las grandes empresas, están todos manipulados, y aunque son medianamente
buenos, carecen de sabor amargo que tienen los de primera prensa.
Todos estos olores se mezclan en mi memoria. Antes en los patios de casas de vecinos,
al pasar por una u otra puerta podías oler, y sabías, que comería aquel día cada familia.
Hoy pasas por la puerta del vecino y huelen, todas, o casi todas, igual, al
recalentamiento de comidas descongeladas, algo así como humedad secándose. Y no
digamos de la comida basura que le meten las madres a sus hijos, bollería hecha con
grasas animales, hamburguesas, que sabe Dios que llevan dentro, salchichas hechas
posiblemente con los despojos y pitracos de las carnes y mil porquerías mas que han
llegado a saturar colesterol a niños hasta de cinco años. Una vergüenza que debiera
corregir la administración y evitar se fabriquen tantas porquerías, aunque, la verdad, los
responsables son los padres, que dedican su tiempo a trabajar los dos, para tener más
cosas, “vivir mejor” dicen ellos, pero que dejan la educación en todas sus facetas a as
guarderías y colegios. Es una verdadera aberración llevar a un bebé de cinco meses a
una guardería, el niño se criará sin ese cariño que da el calor de la madre a tenerlo en su
regazo mientras le da el pecho y al amor que se le debe tener a la criatura, fruto de sus
entrañas, hoy no, hoy los dejan en manos de las cuidadoras, a veces ineptas y
malintencionadas, así que el amor filial que debe incubar el niño hacia sus padres nunca
será profundo y duradero. Perdonar mis referencias a otros temas, pero es que por
asociación e ideas me salen, comparándolas con las de antaño, las costumbres malas de
ahora.
El otoño aquí no se nota, ni cuando entra, ni cuando sale; en la tierra que me vio nacer,
cuando tenía uso de razón, o algo parecido a conocer cosas y valorarlas, con las
primeras lluvias, los chiquillos que vivíamos en los barrios periféricos de Córdoba,
como estábamos pegados al campo, lo teníamos casi en la puerta; olíamos la tierra
mojada después del reseco verano, magnífico, agradable. La tierra es generosa cuando
la lluvia la humedece; en su seno, las semillas que han dormido durante meses germinan
es, como su las fecundaran esa simbiosis hace que nazca la nueva vida vegetal; en pocos
día empezarán los tiernos tallos de yerba a colorear los campos de un verde fuerte, vivo,
y en las mañanas frescas, cuando el sol asoma hace cintilar las gotas del rocío caído en
la noche dando bellos destellos.
Las raíces de matorral y arboleda empiezan a nutrirse del líquido elemento que irá
enriqueciendo, durante todo el otoño y posteriormente invierno, la savia, sangre de
todas las plantas. Desde el otoño hasta la primavera, las plantas y los árboles de hoja
perecedera viven como los plantígrados: en su cueva invernan, mientras, sus raíces se
alimentan del agua generosa hojas nuevas y flores que darán en su día, semillas, que
perpetuaran su especie.
En Andalucía, con los primeros chaparrones y tan pronto como salía el sol, aparecían las
aludas. Esas hormigas aladas que recogíamos en frascos de cristal para usarlas como
cebo en las trampas para cazar pajaritos, (aquí no las he visto nunca). Por cierto que los
ecologistas modernos, de pacotilla muchos, ya que conocen el campo porque lo han
visto dos veces, me dirían que cazábamos despiadadamente a los pobres pajarillos
indefensos para comérnoslos.
Pues sí, lo hacíamos para comer, mi madre los echaba al arroz, a las patatas o
simplemente fritos, pero con tantos pajaritos como se cazaban, los campos estaban
repletos, ni las águilas zorzaleras, ni todas las aves depredadoras conseguían
descastarlos, había, y se criaban, para todos los depredadores, empezando por los
hombres. En cambio hoy día con los pesticidas que echan a los sembrados junto a los
abonos prefabricados, han conseguido que la fauna volátil vaya desapareciendo poco a
poco, hasta el extremo de que, pronto a los gorriones, pichorrubios o zorzales habrá que
declararlos especies protegidas en vías de desaparición.
En mi niñez, y aún juventud madura, vi en los otoños pasar al caer la tarde bandadas
enormes de estorninos. Estos aparecían cuando los fríos apretaban en el norte de
Europa, inundaban los olivares de la provincia de Jaén y Córdoba y Sevilla. Los había
por millones, durante un día iban de olivo en olivo comiendo aceitunas y al caer la tarde
buscaban donde dormir, la mayoría lo hacía en los cañaverales que circundan las
lagunas y embalses de la Subbética, volaban cada día más de doscientos kilómetros de
frente por cincuenta o cien metros de profundidad. Los zorzales, estorninos y charlas
entraban al mismo tiempo pero no se agrupaban como los estorninos, además solían
dormir en los mismos olivares sin desplazarse a otros lugares. Se afincaban en las
provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla, por la gran cantidad de olivares que hay, acudían
tantos pájaros a dormir a las lagunas que los dueños subastaban cada año dichos
cañaverales para recoger la aceituna. El estornino cuando regresa al lugar escogido para
dormir, coge una aceituna en cada pata y otra en el pico, al ir a posarse en la caña que
pasará la noche, suelta necesariamente para agarrarse las que porta en las patas: por la
mañana, mujeres contratadas por el que había adquirido, en subasta, el terreno, recogían
las aceitunas caídas la noche anterior, eran toneladas y toneladas de aceituna que
llevaban a la almazara, productores sin olivar y, por favor no es exageración de andaluz,
podréis encontrar cazadores de mi edad que recuerden perfectamente estos
desplazamientos de millones de estorninos.
Con estas grandes bandadas de aves migratorias venidas del Norte, así como las tórtolas
y palomas en la primavera, han acabado los productos para fumigar y abonar las tierras,
echados indiscriminadamente a los campos de España. Lo que más arriba cuento, creo
que lo ignoran los ecologistas modernos, más políticos que ecologistas, no vivieron los
años de escasez en que los hombres, en los pueblos y ciudades cercanas a la sierra se
tiraban al campo para cazar pájaros de todas las clases, bien para alimentarse o para
sacarse un jornal, y aún siendo castigados con las artimañas más diversas para
conseguirlos, como eran: las perchas, trampas, redes, la liria, garlitos, mochuelos y
alcaudones. En aquellos años nunca se vio descender el número de aves, ni autóctonas y
las migratorias, pues que su capacidad de reproducción es enorme, en cambio la vida
moderna, con las barreras que están poniendo, que son las autopistas, autovías y esa
gran barrera que es la vía del Ave. Junto a las alambradas que llenan los campos, han
conseguido borrar el dicho de “quien pone puertas al campo” ahora las tiene, además de
diezmar las especies. En mi juventud andábamos cazando todo el día sin encontrar una
simple alambrada, se conocían las lindes por algún árbol marcado, un mojón o
simplemente una cañada partía el terreno de dos heredades. Hoy es imposible pasar de
una finca a otra, sin tener que saltar una cerca o alambrada peligrosa, algunas incluso
electrificadas, donde van a morir muchas especies de nuestras sierras.
Me he salido un poco del otoño en Córdoba, al día siguiente del primer chaparrón, como
decía, salíamos con un escardillo o espicha, a escarbar los hormigueros para coger las
aludas, o a coger los gusanos que se crían en las cañas de los cardos borriqueros, cada
una cría un gusanito que también usábamos como cebo en las costillas.
Las primeras aguas las celebrábamos con alegría. Para los chiquillos entraba una nueva
etapa de juegos, los largos veranos nos hacían impacientes por ver llegar la lluvia, así
que, con las primeras gotas, una vez escampaba, salíamos a los cercanos campos a
pasear, al pisar el pasto reseco todo el estío nos llegaba un olor grato que mezclado con
el de la tierra húmeda nos recordaba otoños pasados.
Arriba, en lo alto, todos los árboles de hija perecedera empezaban a desnudarse, como si
quisieran quedarse rapados para recibir las aguas sobre sus ramas y quedar limpios del
polvo acumulado en el verano.
En otoño, por las polvorientas carreteras que van a morir en Córdoba, en los años
cuarenta- cincuenta, se veían, al caer la tarde, los piconeros con su carga, la mayoría de
los profesionales traían tres sacos de cisco recién hecho aquel día, bajaban por el
Brillantes o par la de Trassierras son su paso cansino junto al burro de andares lentos, al
que de vez en cuando arreaban con la voz, seguida de un picotazo con la vara de olivo
en los ijares. Otros, los modestos o no profesionales, los necesitados, también iban a
hacer picón, bajaban, las carreteras, con el saco cargado a la espalda, sujeto con un par
de cuerdas que salían de los dos picos de abajo del saco y que terminaban con una
especie de pala ancha de trapo o cuero sobre la frente, mientras que con las dos manos
ayudaban al equilibrio de la carga y, encima de ésta, el hocino de cortar el monte, y la
cubera para el agua que les ayudó a apagar el fuego. Estos, por su economía, no podían
comprarlo, así que para calentarse en invierno, ya a las puertas, subían a la sierra,
ahorrando un dinero que no tenían.
Las primeras lluvias limpiaban la atmósfera; el cielo se hacía como más transparente, el
sol brillaba sobre las hojas que empezaban a colorear perdiendo el verdor, mantenido,
durante todo el estío. En la España de entonces no había prácticamente continuación, ya
que el parque móvil era pequeño, incidiendo poco en ella, aparte de que, las fábricas,
muchas, calentaban sus caldearas con carbón vegetal menos pernicioso que el petróleo y
aun existían fábricas de harina que usaban la fuerza motriz del agua y los cielos eran
cruzados por pocos aviones. Hoy día, una ciudad como Madrid, contamina en diez
horas más que antes, todas las industrias y vehículos de España en un año.
El otoño era el final de los puestos de melones en las calles; los higos, tomates y demás
frutas, por la lluvia, empezaban a agrietarse. Los chiquillos cambiábamos nuestros
juegos. Las noches alargaban, los días quedaban pequeños, los más avispados subían a
la sierra a por las primeras bellotas, aún pintonas, sin madurar del todo y a por castañas,
los erizos abiertos dejaban ver los frutos marrones, sin madurar del todo, pero brillantes
y tensas sus cáscaras relucientes al sol.
Si las lluvias habían sido generosas, el campo se otoñaba, los olivos estaban ya
dispuestos a dar sus primeros frutos para el verdeo, las madroñeras tenían sus frutos
verdes, algunos empezando a amarillear y veías las cigüeñas preparar su partida a su
tierra cálida, las últimas tórtolas volaban a África. Aparecían los primeros zorzales y la
chiquillería cercana a los campos preparaba sus trampas de alambre para la caza de
pajarillos.
En las calles aparecían los primeros vendedores de alhucema y romero para perfumar
casas y aromar ropas, enseguida los esparragueros hacían su acopio de amargueros que
vendían por las calles o en el mercado y las calles con arboleda se cuajaban de hojas
marchitas, maldición de barrenderos, ya que parecía que nunca se caerían todas, se
desprendían poco a poco, si barrían por la mañana, a la tarde estaba el suelo otra vez
lleno. Los olmos dejaban ver sus troncos de recia corteza y ramas oscuras, las acacias
enseñaban sus púas y los plátanos, esos árboles tan familiares en las ciudades,
enseñaban sus manchas blancas y grises en sus troncos. Los de hoja perennes, con la
lluvia, lucían su verde oscuro, sobre todo el naranjo de ciudad, tan sucias sus hojas en
verano por la acumulación de polvo.
El otoño cambia la vida de las plantas y las costumbres. En las tardes los nenes nos
recogíamos temprano, ya no jugábamos hasta tarde en la calle, el aire fresco o la lluvia
nos quitaba de en medio. Un fastidio para las madres, que tenían que aguantar a la
patulea de hijos, todos metidos en pocos metros cuadrados sin espacio para jugar y sin
juegos aparentes, generando, por un quítame las pajas, peleas incruentas; las tensiones
de la madre, salían a reducir con algún sopapo a los más revoltosos.
Aquí, donde nace el sol, las gentes, muchas, desconocen las bellotas, el romero y la
alhucema para perfumar y hasta hace pocos años ni siquiera la mesa-camilla. Muy
pocos el brasero de cisco y las enjugaderas, usadas en aquel tiempo, para secar ropas en
los meses lluviosos y fríos cuando el sol se ve poco y hay que disponer de ropa interior
limpia para mudarse. Ya ni en mi tierra, supongo, se usan estos artefactos, y si los hay,
como en casa, son eléctricos, más prácticos, pero menos románticos y afables, pues
menar el picón, removiendo con la paleta o badila, las ascuas, tenía su encanto de
novela tipo Regenta.
Antes la familia estaba apiñada alrededor del brasero, con las faldas encima de las
piernas, compartiendo las cosas sencillas de la vida: las escaseces de todo, las
necesidades más urgentes en la casa, el dinero para la compra de mañana o viendo la
manera de ahorrar un duro para, adquirir lo más urgente, un vestido para la mayor o
unos zapatos para el niño, que va que da pena con los dedos al aire en las alpargatas de
goma y en invierno, ya se sabe, no se puede ir por ahí mojándose los pies. Curar una
gripe en casa de un pobre en aquellos años, salía más caro que unos zapatos.
Pasear una tarde de otoño con viento fuerte del norte azotándote la cara y alguna hoja
que da en tu rostro, ver como barre el aire los campos arrastrando algún jaramago seco,
ver volar las semillas de las biznagas, que son como pompones de seda. Pisar el suelo
ya húmedo por las lluvias y arriba las nubes corriendo una tras otra que van, Dios sabe
donde, a descargar sus aguas, todo esto por una carretera orlada de álamos y acacias, era
una delicia.
En las pequeñas capitales de provincia cercanas a la sierra, cuando andabas diez
minutos, te encontrabas en pleno campo, y donde empezaba éste, solo veías campos,
unos labrados, otros yermos, llenos de yerbas secas y sobre éstas sobresaliendo las
bastones de las biznagas y de los cardos, y árboles, árboles por todas partes, cunetas
llevas de charcos y barro en las suelas de los zapatos. Hoy día sales de cualquier ciudad,
y siempre estás saliendo, nunca estás en el campo propiamente dicho, pues las cercanías
de todas las ciudades están llenas de urbanizaciones horrorosas por su fealdad, de
adosados que las gentes llaman chalets. Nunca terminas de salir, pues a treinta
kilómetros de todas las capitales, aún hay barriadas, más o menos modestas y casitas de
campo con pretensiones, así que para estar en plena naturaleza debes andar muchos
kilómetros y saber dónde buscar, porque el campo lo han llenado de todo, menos de
campo, que es lo que teníamos en los años cincuenta para atrás. Afortunadamente aún
quedan pueblos en las sierras de España, son pequeños, de pocos habitantes, inmersos
en plena naturaleza. Durante muchos años he ido a cazar a varios de esos pueblos
deliciosos, tranquilos, en los Montes de Toledo, Los Navalmorales, Navahermosa,
Polan y Las Ventas con Peña Aguilera, están en medio del campo.Cuando yo voy de
caza, suelo ver conejos en las mismas paredes y cercados del pueblo comiendo
tranquilamente, sin que les moleste el ruido de los coches que andan la carretera.
Aunque sus gentes, sobre todo los jóvenes, están al loro de la vida moderna, sus formas
de vida son las mismas que las de un chaval que viva en Madrid o cualquier otra gran
ciudad, pero en sus comportamientos, en cuanto a la naturaleza, están concienciados del
medio en el que viven.En 1941, cuando edificaban la Barriada, “Patronato de San
Rafael”, o “Casas Baratas”, Córdoba, a cincuenta metros de donde vivía, vi más de una
vez pasarse la liebres de una haza a otra, cruzando por los huecos donde pondrían las
puertas de las cuatro hileras de viviendas que se construían. Hoy día es impensable que
eso pueda suceder, nos hemos comido la naturaleza y eso nos pasará factura algún día,
yo lo siento por mi nieta y todos los niños que hoy día juegan con ordenadores, porque
se están perdiendo lo mejor de la niñez, jugar y estar en los campos de España, ver su
flora y árboles de los que tenemos un buen catálogo, el olivo milenario que nos sustenta
con su líquido, la encina, noble fagácea, los magníficos olmos negros y blancos y las
mil especies que pueblan nuestras sierras, se los cuida poco, las talas poco selectivas y
los incendios, dentro de poco no habrá donde mirar en los campos para sentarse a la
sombra de un noble árbol. En mis tiempos daba igual cualquier estación del año para
pasearse por ellos. Si alguna vez lee esto la generación que acaba de nacer, creerán que
es ciencia- ficción, y resulta que estamos a menos de cien años de los que cuento y que
lo viví plenamente en mi niñez, no tan lejana.No se porqué otoño es cuando las gentes
se acuerdan, nos acordamos, de los familiares y amigos idos y, también por qué, a los
mayores se nos dice que entramos en el otoño de la vida. O sea, que nos falta poco para
hacer el último viaje además, por qué nos embalan vestidos cuando la ropa no nos hace
falta ya, con tanto indigeste que va casi desnudo por ahí. He pedido que me incineren
porque así podré contribuir a la generación de la tierra con el poco aporte de mis
cenizas. Con estos tópicos, porque es un tópico recordar a nuestros finados solo en
otoño, cuando, si fueron seres queridos habría que recordarlos siempre, recordar es
memoria viva del cariño o afecto que se tuvo en la convivencia con ellos.Los otoños ,
con el cambio climático, cada vez serán menos románticos, terminará la humanidad por
no saber cuando sale una estación ni cuando entra la otra, pues el tiempo tenderá a
desequilibrios constantes y lo mismo hará calor en diciembre que frío en agosto. El
siglo XXI ha entrado con desórdenes climáticos y esto solo es el principio.Como les
decía antes, aquí no huele a tierra mojada ni a membrillos maduros; de estos olores
guardo el recuerdo de mi tierra cuando las hojas son arrastradas por el viento.
02/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
02/09/2016- Nuestra compañera M. J. Ortega nos envía el siguiente trabajo:
29/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
OTOÑO
Alicante, ciudad donde asoma el sol antes que en el resto de la península, sigue en un
verano tardío; solo cuatro gotas caídas presagian la llegada de la estación más romántica
del año, Otoño. Digo romántica porque fue la preferida de Gustavo Adolfo Bécquer.
Sus odas, sonetos y cartas hablan más del otoño que de la primavera, quizás por su
delicado estado de salud, esa romántica enfermedad, la tisis, que en el siglo XIX
padecían los místicos y los llenos de hambres sin aplacar. Para mí es la estación más
melancólica del año.
Aquí persisten las calores, eso sí, con mucha humedad, seguro que se mantendrán las
temperaturas hasta el final del otoño y sin aviso alguno, ni entremedias, nos llegará el
invierno, tan generoso y poco frío en estas latitudes.
Los primeros días de septiembre, paseando la mañana por la arena, al borde mismo de
las olas, que, espumosas rompen sobre la orilla y, mientras andamos, veo en la lejanía
un fondo azulado, el horizonte recorta el contorno de las montañas que llegan hasta la
mar, siempre o casi, hay una neblina que no deja ver no nitidez la sierra que baja hasta
la isleta de Benidorm, noto el agua tibia que lame mis pies que van dejando huellas de
efímera vida, y la siguiente ola borrará la figura impresa en la arena.
Hago esta reflexión porque, cada año cuando ya huele a membrillo la huerta, las
jacarandáes echan sus últimos racimos de bellas flores y el rojo de las granadas deja
sitio a los ásperos membrillos en los puestos de fruta; mi memoria olfativa rememora
ese olor tenue que perfumaba mi niñez, el del membrillo maduro. Las ropas guardadas
en la cómoda por mi madre, ropas impolutas que, al cambiar las sábanas de las camas,
expandían su olor en toda la habitación, era como entrañable y familiar. Imagino que las
casas entonces, casi todas, olerían igual que la mía, no se habían inventado aún esos
aparatos que difunden olores diversos en las casas. Usábamos lo que la naturaleza ponía
a nuestro alcance, el de las yerbas aromáticas quemadas en los braseros y pebeteros y el
del membrillo, con sus dos aprovechamientos, el de perfumar en el oscuro cajón de los
armarios y cómodas las ropas y posteriormente degustarlo hervido con azúcar para
postre.
Hay gentes que dicen se debe de mirar para adelante, al porvenir o a lo por venir, pero
yo creo que, sin la memoria de las cosas y las vivencias, todo lo que está por llegar, no
servirá de nada, sin el recuerdo de lo que marcó tu vida en la niñez. Lo actual, la
modernidad de las cosas y formas de vivir, no deben de ocultar, ni tapar a las
generaciones venideras, como fue la vida de entonces.
Cuando entonces, quizás, vivíamos sin comodidades, éramos cutres y sencillos a la vez,
pero gozábamos de pleno la vida con todas sus carencias de: comida, vestidos, vivienda
y esas mil pequeñas cosas que hacen que hoy día fácil la vida de las amas de casa, como
son: lavadora, cocina de gas, los aparatos eléctricos que hacen a las labores de la casa y
la amplitud de la vivienda, muchas ya con aire acondicionado.
Solo los mayores de sesenta y cinco años, me comprenderán cuando lean esto, si es que
lo lee alguien. Viajar al tiempo pasado es volver a la niñez. El recuerdo en mi memoria
olfativa de los olores, de entonces, en las cocinas corrientes, sencillas, bien aderezadas
con los condimentos clásicos, azafrán, comino, pimentón, ajo y cebolla; los simples
estofados de patatas sin carne, “viudas” le decía mi padre, pero gozosas al paladar, o el
gazpacho de jeringuilla inventado por mi madre, solo agua y aliños, aceite, echado con
cuenta gotas, vinagre y sal. El lebrillo lleno hasta arriba del líquido elemento y unos
trozos de cebolla, tomate y pepino nadando a sus anchas en las casi claras aguas
punteadas de ojos de aceite virgen.
En su contra, digo bien, están las comidas rápidas de hoy día, un telefonazo y le llevan,
al alma joven de la casa, una pizza o unos bocatas de plástico, o han comprado en el
supermercado comidas para calentar, insípidas, supongo, ya que yo no he comido nunca
nada de eso, afortunadamente. Si comemos fruta está recolectada antes de madurar, su
sabor es a madera. Un melocotón de hace cincuenta años perfumaba la mesa, hoy día, ni
los que llaman de secano huelen. Eso sí, comes todo el año lechugas, cogollos, tomates
y demás verduras, pero, todas, de invernadero, de diseño, sin sabores naturales.
Recuerdo aquellas lechugas criadas en nuestras huertas, eran enormes, de hojas
aceitosas y grato sabor a diferencia del cogollo, más concentrado, o la escarola de fuerte
contextura. Hoy todas las verduras tienen el mismo sabor: no tienen.
Recuerdo aquellos cardos, pencas, que aporcaban los hortelanos y tras veinte días
enterrados los recolectaban blancos y apetitosos para guisar en esparragado, o en el
estofado de judías, sabían a gloria, o aquellos pepinos olorosos de fuerte sabor y los
pimientos que perfumaban los huevos fritos hechos en el mismo aceite, gustosos de
comer. El único producto de huerta que se mantiene hoy día son las patatas, que las
puedes encontrar en el mercado de calidad. Las legumbres, alubias, lentejas, y
garbanzos de procedencia con denominación de origen, así como algunos arroces son
buenos y los aceites de Cooperativas comprados en ellas, porque los comercializados
por las grandes empresas, están todos manipulados, y aunque son medianamente
buenos, carecen de sabor amargo que tienen los de primera prensa.
Todos estos olores se mezclan en mi memoria. Antes en los patios de casas de vecinos,
al pasar por una u otra puerta podías oler, y sabías, que comería aquel día cada familia.
Hoy pasas por la puerta del vecino y huelen, todas, o casi todas, igual, al
recalentamiento de comidas descongeladas, algo así como humedad secándose. Y no
digamos de la comida basura que le meten las madres a sus hijos, bollería hecha con
grasas animales, hamburguesas, que sabe Dios que llevan dentro, salchichas hechas
posiblemente con los despojos y pitracos de las carnes y mil porquerías mas que han
llegado a saturar colesterol a niños hasta de cinco años. Una vergüenza que debiera
corregir la administración y evitar se fabriquen tantas porquerías, aunque, la verdad, los
responsables son los padres, que dedican su tiempo a trabajar los dos, para tener más
cosas, “vivir mejor” dicen ellos, pero que dejan la educación en todas sus facetas a as
guarderías y colegios. Es una verdadera aberración llevar a un bebé de cinco meses a
una guardería, el niño se criará sin ese cariño que da el calor de la madre a tenerlo en su
regazo mientras le da el pecho y al amor que se le debe tener a la criatura, fruto de sus
entrañas, hoy no, hoy los dejan en manos de las cuidadoras, a veces ineptas y
malintencionadas, así que el amor filial que debe incubar el niño hacia sus padres nunca
será profundo y duradero. Perdonar mis referencias a otros temas, pero es que por
asociación e ideas me salen, comparándolas con las de antaño, las costumbres malas de
ahora.
El otoño aquí no se nota, ni cuando entra, ni cuando sale; en la tierra que me vio nacer,
cuando tenía uso de razón, o algo parecido a conocer cosas y valorarlas, con las
primeras lluvias, los chiquillos que vivíamos en los barrios periféricos de Córdoba,
como estábamos pegados al campo, lo teníamos casi en la puerta; olíamos la tierra
mojada después del reseco verano, magnífico, agradable. La tierra es generosa cuando
la lluvia la humedece; en su seno, las semillas que han dormido durante meses germinan
es, como su las fecundaran esa simbiosis hace que nazca la nueva vida vegetal; en pocos
día empezarán los tiernos tallos de yerba a colorear los campos de un verde fuerte, vivo,
y en las mañanas frescas, cuando el sol asoma hace cintilar las gotas del rocío caído en
la noche dando bellos destellos.
Las raíces de matorral y arboleda empiezan a nutrirse del líquido elemento que irá
enriqueciendo, durante todo el otoño y posteriormente invierno, la savia, sangre de
todas las plantas. Desde el otoño hasta la primavera, las plantas y los árboles de hoja
perecedera viven como los plantígrados: en su cueva invernan, mientras, sus raíces se
alimentan del agua generosa hojas nuevas y flores que darán en su día, semillas, que
perpetuaran su especie.
En Andalucía, con los primeros chaparrones y tan pronto como salía el sol, aparecían las
aludas. Esas hormigas aladas que recogíamos en frascos de cristal para usarlas como
cebo en las trampas para cazar pajaritos, (aquí no las he visto nunca). Por cierto que los
ecologistas modernos, de pacotilla muchos, ya que conocen el campo porque lo han
visto dos veces, me dirían que cazábamos despiadadamente a los pobres pajarillos
indefensos para comérnoslos.
Pues sí, lo hacíamos para comer, mi madre los echaba al arroz, a las patatas o
simplemente fritos, pero con tantos pajaritos como se cazaban, los campos estaban
repletos, ni las águilas zorzaleras, ni todas las aves depredadoras conseguían
descastarlos, había, y se criaban, para todos los depredadores, empezando por los
hombres. En cambio hoy día con los pesticidas que echan a los sembrados junto a los
abonos prefabricados, han conseguido que la fauna volátil vaya desapareciendo poco a
poco, hasta el extremo de que, pronto a los gorriones, pichorrubios o zorzales habrá que
declararlos especies protegidas en vías de desaparición.
En mi niñez, y aún juventud madura, vi en los otoños pasar al caer la tarde bandadas
enormes de estorninos. Estos aparecían cuando los fríos apretaban en el norte de
Europa, inundaban los olivares de la provincia de Jaén y Córdoba y Sevilla. Los había
por millones, durante un día iban de olivo en olivo comiendo aceitunas y al caer la tarde
buscaban donde dormir, la mayoría lo hacía en los cañaverales que circundan las
lagunas y embalses de la Subbética, volaban cada día más de doscientos kilómetros de
frente por cincuenta o cien metros de profundidad. Los zorzales, estorninos y charlas
entraban al mismo tiempo pero no se agrupaban como los estorninos, además solían
dormir en los mismos olivares sin desplazarse a otros lugares. Se afincaban en las
provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla, por la gran cantidad de olivares que hay, acudían
tantos pájaros a dormir a las lagunas que los dueños subastaban cada año dichos
cañaverales para recoger la aceituna. El estornino cuando regresa al lugar escogido para
dormir, coge una aceituna en cada pata y otra en el pico, al ir a posarse en la caña que
pasará la noche, suelta necesariamente para agarrarse las que porta en las patas: por la
mañana, mujeres contratadas por el que había adquirido, en subasta, el terreno, recogían
las aceitunas caídas la noche anterior, eran toneladas y toneladas de aceituna que
llevaban a la almazara, productores sin olivar y, por favor no es exageración de andaluz,
podréis encontrar cazadores de mi edad que recuerden perfectamente estos
desplazamientos de millones de estorninos.
Con estas grandes bandadas de aves migratorias venidas del Norte, así como las tórtolas
y palomas en la primavera, han acabado los productos para fumigar y abonar las tierras,
echados indiscriminadamente a los campos de España. Lo que más arriba cuento, creo
que lo ignoran los ecologistas modernos, más políticos que ecologistas, no vivieron los
años de escasez en que los hombres, en los pueblos y ciudades cercanas a la sierra se
tiraban al campo para cazar pájaros de todas las clases, bien para alimentarse o para
sacarse un jornal, y aún siendo castigados con las artimañas más diversas para
conseguirlos, como eran: las perchas, trampas, redes, la liria, garlitos, mochuelos y
alcaudones. En aquellos años nunca se vio descender el número de aves, ni autóctonas y
las migratorias, pues que su capacidad de reproducción es enorme, en cambio la vida
moderna, con las barreras que están poniendo, que son las autopistas, autovías y esa
gran barrera que es la vía del Ave. Junto a las alambradas que llenan los campos, han
conseguido borrar el dicho de “quien pone puertas al campo” ahora las tiene, además de
diezmar las especies. En mi juventud andábamos cazando todo el día sin encontrar una
simple alambrada, se conocían las lindes por algún árbol marcado, un mojón o
simplemente una cañada partía el terreno de dos heredades. Hoy es imposible pasar de
una finca a otra, sin tener que saltar una cerca o alambrada peligrosa, algunas incluso
electrificadas, donde van a morir muchas especies de nuestras sierras.
Me he salido un poco del otoño en Córdoba, al día siguiente del primer chaparrón, como
decía, salíamos con un escardillo o espicha, a escarbar los hormigueros para coger las
aludas, o a coger los gusanos que se crían en las cañas de los cardos borriqueros, cada
una cría un gusanito que también usábamos como cebo en las costillas.
Las primeras aguas las celebrábamos con alegría. Para los chiquillos entraba una nueva
etapa de juegos, los largos veranos nos hacían impacientes por ver llegar la lluvia, así
que, con las primeras gotas, una vez escampaba, salíamos a los cercanos campos a
pasear, al pisar el pasto reseco todo el estío nos llegaba un olor grato que mezclado con
el de la tierra húmeda nos recordaba otoños pasados.
Arriba, en lo alto, todos los árboles de hija perecedera empezaban a desnudarse, como si
quisieran quedarse rapados para recibir las aguas sobre sus ramas y quedar limpios del
polvo acumulado en el verano.
En otoño, por las polvorientas carreteras que van a morir en Córdoba, en los años
cuarenta- cincuenta, se veían, al caer la tarde, los piconeros con su carga, la mayoría de
los profesionales traían tres sacos de cisco recién hecho aquel día, bajaban por el
Brillantes o par la de Trassierras son su paso cansino junto al burro de andares lentos, al
que de vez en cuando arreaban con la voz, seguida de un picotazo con la vara de olivo
en los ijares. Otros, los modestos o no profesionales, los necesitados, también iban a
hacer picón, bajaban, las carreteras, con el saco cargado a la espalda, sujeto con un par
de cuerdas que salían de los dos picos de abajo del saco y que terminaban con una
especie de pala ancha de trapo o cuero sobre la frente, mientras que con las dos manos
ayudaban al equilibrio de la carga y, encima de ésta, el hocino de cortar el monte, y la
cubera para el agua que les ayudó a apagar el fuego. Estos, por su economía, no podían
comprarlo, así que para calentarse en invierno, ya a las puertas, subían a la sierra,
ahorrando un dinero que no tenían.
Las primeras lluvias limpiaban la atmósfera; el cielo se hacía como más transparente, el
sol brillaba sobre las hojas que empezaban a colorear perdiendo el verdor, mantenido,
durante todo el estío. En la España de entonces no había prácticamente continuación, ya
que el parque móvil era pequeño, incidiendo poco en ella, aparte de que, las fábricas,
muchas, calentaban sus caldearas con carbón vegetal menos pernicioso que el petróleo y
aun existían fábricas de harina que usaban la fuerza motriz del agua y los cielos eran
cruzados por pocos aviones. Hoy día, una ciudad como Madrid, contamina en diez
horas más que antes, todas las industrias y vehículos de España en un año.
El otoño era el final de los puestos de melones en las calles; los higos, tomates y demás
frutas, por la lluvia, empezaban a agrietarse. Los chiquillos cambiábamos nuestros
juegos. Las noches alargaban, los días quedaban pequeños, los más avispados subían a
la sierra a por las primeras bellotas, aún pintonas, sin madurar del todo y a por castañas,
los erizos abiertos dejaban ver los frutos marrones, sin madurar del todo, pero brillantes
y tensas sus cáscaras relucientes al sol.
Si las lluvias habían sido generosas, el campo se otoñaba, los olivos estaban ya
dispuestos a dar sus primeros frutos para el verdeo, las madroñeras tenían sus frutos
verdes, algunos empezando a amarillear y veías las cigüeñas preparar su partida a su
tierra cálida, las últimas tórtolas volaban a África. Aparecían los primeros zorzales y la
chiquillería cercana a los campos preparaba sus trampas de alambre para la caza de
pajarillos.
En las calles aparecían los primeros vendedores de alhucema y romero para perfumar
casas y aromar ropas, enseguida los esparragueros hacían su acopio de amargueros que
vendían por las calles o en el mercado y las calles con arboleda se cuajaban de hojas
marchitas, maldición de barrenderos, ya que parecía que nunca se caerían todas, se
desprendían poco a poco, si barrían por la mañana, a la tarde estaba el suelo otra vez
lleno. Los olmos dejaban ver sus troncos de recia corteza y ramas oscuras, las acacias
enseñaban sus púas y los plátanos, esos árboles tan familiares en las ciudades,
enseñaban sus manchas blancas y grises en sus troncos. Los de hoja perennes, con la
lluvia, lucían su verde oscuro, sobre todo el naranjo de ciudad, tan sucias sus hojas en
verano por la acumulación de polvo.
El otoño cambia la vida de las plantas y las costumbres. En las tardes los nenes nos
recogíamos temprano, ya no jugábamos hasta tarde en la calle, el aire fresco o la lluvia
nos quitaba de en medio. Un fastidio para las madres, que tenían que aguantar a la
patulea de hijos, todos metidos en pocos metros cuadrados sin espacio para jugar y sin
juegos aparentes, generando, por un quítame las pajas, peleas incruentas; las tensiones
de la madre, salían a reducir con algún sopapo a los más revoltosos.
Aquí, donde nace el sol, las gentes, muchas, desconocen las bellotas, el romero y la
alhucema para perfumar y hasta hace pocos años ni siquiera la mesa-camilla. Muy
pocos el brasero de cisco y las enjugaderas, usadas en aquel tiempo, para secar ropas en
los meses lluviosos y fríos cuando el sol se ve poco y hay que disponer de ropa interior
limpia para mudarse. Ya ni en mi tierra, supongo, se usan estos artefactos, y si los hay,
como en casa, son eléctricos, más prácticos, pero menos románticos y afables, pues
menar el picón, removiendo con la paleta o badila, las ascuas, tenía su encanto de
novela tipo Regenta.
Antes la familia estaba apiñada alrededor del brasero, con las faldas encima de las
piernas, compartiendo las cosas sencillas de la vida: las escaseces de todo, las
necesidades más urgentes en la casa, el dinero para la compra de mañana o viendo la
manera de ahorrar un duro para, adquirir lo más urgente, un vestido para la mayor o
unos zapatos para el niño, que va que da pena con los dedos al aire en las alpargatas de
goma y en invierno, ya se sabe, no se puede ir por ahí mojándose los pies. Curar una
gripe en casa de un pobre en aquellos años, salía más caro que unos zapatos.
Pasear una tarde de otoño con viento fuerte del norte azotándote la cara y alguna hoja
que da en tu rostro, ver como barre el aire los campos arrastrando algún jaramago seco,
ver volar las semillas de las biznagas, que son como pompones de seda. Pisar el suelo
ya húmedo por las lluvias y arriba las nubes corriendo una tras otra que van, Dios sabe
donde, a descargar sus aguas, todo esto por una carretera orlada de álamos y acacias, era
una delicia.
En las pequeñas capitales de provincia cercanas a la sierra, cuando andabas diez
minutos, te encontrabas en pleno campo, y donde empezaba éste, solo veías campos,
unos labrados, otros yermos, llenos de yerbas secas y sobre éstas sobresaliendo las
bastones de las biznagas y de los cardos, y árboles, árboles por todas partes, cunetas
llevas de charcos y barro en las suelas de los zapatos. Hoy día sales de cualquier ciudad,
y siempre estás saliendo, nunca estás en el campo propiamente dicho, pues las cercanías
de todas las ciudades están llenas de urbanizaciones horrorosas por su fealdad, de
adosados que las gentes llaman chalets. Nunca terminas de salir, pues a treinta
kilómetros de todas las capitales, aún hay barriadas, más o menos modestas y casitas de
campo con pretensiones, así que para estar en plena naturaleza debes andar muchos
kilómetros y saber dónde buscar, porque el campo lo han llenado de todo, menos de
campo, que es lo que teníamos en los años cincuenta para atrás. Afortunadamente aún
quedan pueblos en las sierras de España, son pequeños, de pocos habitantes, inmersos
en plena naturaleza. Durante muchos años he ido a cazar a varios de esos pueblos
deliciosos, tranquilos, en los Montes de Toledo, Los Navalmorales, Navahermosa,
Polan y Las Ventas con Peña Aguilera, están en medio del campo.Cuando yo voy de
caza, suelo ver conejos en las mismas paredes y cercados del pueblo comiendo
tranquilamente, sin que les moleste el ruido de los coches que andan la carretera.
Aunque sus gentes, sobre todo los jóvenes, están al loro de la vida moderna, sus formas
de vida son las mismas que las de un chaval que viva en Madrid o cualquier otra gran
ciudad, pero en sus comportamientos, en cuanto a la naturaleza, están concienciados del
medio en el que viven.En 1941, cuando edificaban la Barriada, “Patronato de San
Rafael”, o “Casas Baratas”, Córdoba, a cincuenta metros de donde vivía, vi más de una
vez pasarse la liebres de una haza a otra, cruzando por los huecos donde pondrían las
puertas de las cuatro hileras de viviendas que se construían. Hoy día es impensable que
eso pueda suceder, nos hemos comido la naturaleza y eso nos pasará factura algún día,
yo lo siento por mi nieta y todos los niños que hoy día juegan con ordenadores, porque
se están perdiendo lo mejor de la niñez, jugar y estar en los campos de España, ver su
flora y árboles de los que tenemos un buen catálogo, el olivo milenario que nos sustenta
con su líquido, la encina, noble fagácea, los magníficos olmos negros y blancos y las
mil especies que pueblan nuestras sierras, se los cuida poco, las talas poco selectivas y
los incendios, dentro de poco no habrá donde mirar en los campos para sentarse a la
sombra de un noble árbol. En mis tiempos daba igual cualquier estación del año para
pasearse por ellos. Si alguna vez lee esto la generación que acaba de nacer, creerán que
es ciencia- ficción, y resulta que estamos a menos de cien años de los que cuento y que
lo viví plenamente en mi niñez, no tan lejana.No se porqué otoño es cuando las gentes
se acuerdan, nos acordamos, de los familiares y amigos idos y, también por qué, a los
mayores se nos dice que entramos en el otoño de la vida. O sea, que nos falta poco para
hacer el último viaje además, por qué nos embalan vestidos cuando la ropa no nos hace
falta ya, con tanto indigeste que va casi desnudo por ahí. He pedido que me incineren
porque así podré contribuir a la generación de la tierra con el poco aporte de mis
cenizas. Con estos tópicos, porque es un tópico recordar a nuestros finados solo en
otoño, cuando, si fueron seres queridos habría que recordarlos siempre, recordar es
memoria viva del cariño o afecto que se tuvo en la convivencia con ellos.Los otoños ,
con el cambio climático, cada vez serán menos románticos, terminará la humanidad por
no saber cuando sale una estación ni cuando entra la otra, pues el tiempo tenderá a
desequilibrios constantes y lo mismo hará calor en diciembre que frío en agosto. El
siglo XXI ha entrado con desórdenes climáticos y esto solo es el principio.Como les
decía antes, aquí no huele a tierra mojada ni a membrillos maduros; de estos olores
guardo el recuerdo de mi tierra cuando las hojas son arrastradas por el viento.
02/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
Mi
amigo Federico, perdón por lo de amigo, cuando un productor de letras y
pensamientos profundos hablo o escribo de él, siempre digo mi amigo, que ojalá
hubiera vivido aquel tiempo sosegado y lleno de peripecias en su segunda visita
a Córdoba Lorca escribió:
San
Rafael Arcángel,
muchachito
de azafrán,
migo
de los que navegan,
por
la tierra y por el mar.
Él
fue poeta de nacimiento, dentro llevaba el corazón del pueblo, le gustaba
garbear por calles, callejuelas y pueblos de pobreza y sol. Hoy 18 de agosto hace 80 años que canallescamente
fue asesinado, una persona que ni siquiera pisó un insecto, sí de verdad existe
el infierno, algo mucho que dudar, en las llamas estarían quemándose sus
asesinos toda la eternidad.
Aunque
muy joven empecé a leer, cundo cogí el trabajo de viajante el año 57, en la
soledad de las pensiones y hoteles leía, leía muchos autores que me ayudaban a
gastar los tiempos muertos con sus historias de pueblos, una forma de conocer
el mundo, sus gentes y costumbres y sobre todo la poesía con la que aprendes a
soñar.
El
tema de escribir me gusta, sé que lo hago medianamente mal y con faltas ortográficas
y a veces desconectadas con la rima por el
seseo que uso por mi cerrado hablar, herencia de una tierra sin par. También
que una cuartilla la relleno en diez minutos y por mi minusvalía y rapidez tardo
en corregir medianamente bien más de una hora.
Por
suerte poseo de Lorca un libro “García Lorca en Córdoba” del que hablo
poco, pero si leo; su autor fue Antonio Ramos Espejo, un granadino nacido en
Alhama de Granada en 1943, fue director
del Diario Córdoba de 1986 hasta 1998 y recogió la visita de Federico a mi Ciudad,
en dicho libro menciona en su página 122/23 a buena gente que conocí, uno fue
mi amigo Carreño, empleado del Servicio Nacional del Trigo, era eventual y solo
trabajaba en los veranos, él fue el que me enseñó a leer algo diferente a
tebeos y novelillas. Me contó que acompañó en dos visitas todos los días a Lorca
por las calles de Córdoba y sus tabernas que tanto le gustaban, otro de sus
amigos fue Paco Valverde y tuvo la deferencia de hablar acompañado de Albariño
en el quiosco de Antonio Gracia, era cojo de nacimiento y vendía los periódicos
en un portal de la céntrica calle Gondomar, con el que a pesar de la distancia
en edad, hice bástate amistad, ya que
cada día compraba la prensa para la oficina y mis tebeos o novelillas del oeste;
aunque al final no me cobraba nada, me los
prestaba y se los devolvía una vez leídos sin estropearlos. Antonio Gracia
persona humana donde las haya lo apreciaba mucho, fue el que me inició y
después de Carreño en lecturas mejores, me regaló un librito de Poemas de Petrarca; y Gracia cuando
apareció La Escalera una abra, la
primera que leí de teatro, me dijo la comprara, así empecé a leer algo mejor
que las novelillas de aventuras.
Lorca
al quiosco de Gracia iba cada día a por la prensa La Voz, en la que trabajaba Albariño,
íntimo amigo de Lorca, releyendo hoy trozos de este libro rememoro, lo que su
autor dijo un día de Federico “Córdoba
traza el camino de Góngora lo
reafirma Lorca en un “ensueño de lejanía” lo que el poeta convirtió en un
legado literario y amoroso. Escribió “Córdoba es la gozosa quietud. Pero antes de
poseerla, hay que recorrer el itinerario del jinete desesperado, convertirse en
ángel e incluso traspasar las fronteras de la muerte. Más allá está la Córdoba
de los dioses que Federico logró habitar. “Pero él soñó a Córdoba, Guadalquivirillo
arriba, bajo la sombra de los muchachos en flor”, lo escribió en el libro que
tengo en mi poder Vicente Núñez cuando presentó dicho libro.
La
primera vez que lo leí me emocionó lo que el autor pone en la página antes
mencionada escribió “Recuerdo que bromee
con Alvariño oír que llevaba puesta
una corbata roja. Y Antonio Gracia es también otro testigo excepcional de
aquella amistad poderosa que nació entre ambos poetas. El quiosco ya dije dónde
estaba y Albariño trabajaba en los talleres de la Voz en la calle Fray Luías de
Granada.” Federico lo esperaba ojeando
revistas en mi quiosco hasta que llegaba Alvariño. Una noche me dibujó
un banderillero con las manos en alto dispuesto a colocar un par….Tenga para pared
me dijo, recordaba a Antonio Gracia que Pasó con aquel dibujo? Antonio Gracia
guarda un breve silencio cuando le formulamos la pregunta, luego manifiesta ¨Lo
hicimos desaparecer teníamos miedo”.
En una conversación reciente con Antonio Gracia, que mantiene una sorprendente
lucidez a sus 83 años (julio 1998), seguía recordando aquella escena…y sigue…”todo
lo que pongo en negrilla es copia de dichas páginas del libro: lo que sigue es lo que le quedó
dentro de nuestra Córdoba:
Jaca
negra, luna grande
y
aceitunas en mi alforja.
Aunque
sepa los caminos
Yo
nunca llegaré a Córdoba
Sé
que sus años idos ya a las colinas del cementerio compartido por personas anónimas
asesinadas cruelmente sin motivos para ello, no sea recordado dicho día ni por
la RAE, ni los muchos eruditos (que dicen ellos lo son) que habitan y usan las
letras del idioma Español.
Fimia
al recuerdo de un gran poeta que no se fue, sino que lo asesinaron.
02/09/2016- Nuestra compañera M. J. Ortega nos envía el siguiente trabajo:
ALGO POR
DECIR… (QUIZÁS YA DICHO)
¿Qué es una novela de ficción? Creo
que es una composición o forma literaria, en la que la realidad es
transformada con elementos que la hacen
diferente, nueva e insólita, ya que, dotada de su parte ficticia, deja de ser la “bomba
de relojería” que se nos mostraría, como novela real. El escritor de novela
de ficción enmascara realidades -o suyas o ajenas-.
Es
una verdad con tules la novela de ficción. Una verdad difícil de deducir porque
hay que observar por debajo de esos
tules y cuesta esfuerzo y mucha sagacidad, descubrir las fantasías y las
realidades de quien nos la quiere transmitir en el libro que tenemos en
nuestras manos.
Me
gustan las novelas “testimoniales”, en las que se ven los adentros de la sociedad
en que vivimos, con lo que aporta de bueno y de malo, y, teniendo en cuenta en que
todos somos un mundo diferente para los demás. Las sensaciones, los afectos,
discrepancias, con, para, por…, los otros, nos hacen madurar día a día y van
buscando una cosa, algo… que se llama: LIBERTAD.
Llegar
a ser libres, cuesta mucho. Creo que casi nunca se consigue, ser del todo
libre. Hay muchos condicionantes alrededor, que nos dan una batalla constante
para que no lo consigamos: Los prejuicios de los demás. También nosotros mismos
no nos ayudamos a veces y pasamos por la vida, sin enterarnos demasiado debido
a nuestros propios prejuicios y nuestra superficialidad personal.
En
las novelas de ficción, si sacamos el
trigo de la paja, tendremos una realidad –aunque la realidad no sea
siempre: verdad-. En nuestra vida
personal sucede igual.
A veces, para nosotros al leerles, hacemos un
análisis comparativo de nuestra propia vida, con el que se nos presenta, en
algún personaje de ficción… Analizamos sus conclusiones. Las conclusiones del
autor.
¿Se
repite, como si le hubiésemos contado al autor, algún evento de nuestra vida?
¿Cómo
sabe este o aquél novelista lo qué nos pasó o les ocurrió a personas que
conocemos?
¿Es
la vida del protagonista más interesante o activa que la nuestra, sencilla y anodina, en la que
nunca pasa nada especial?
¿Necesitamos
a un psicólogo especialista que nos saque del aturdimiento que nos producen las
diferencias de los otros con nosotros y de nosotros con los demás?
¿Necesitamos
de parábolas o cuentecillos, breves pero elocuentes, que nos hagan ver una
realidad oculta?
A
veces encontramos en alguna secuencia de una novela de ficción, nuestra historia.
Quizás solo en una frase.
El
protagonista o la protagonista, tiene otro nombre, otro ámbito, otro tiempo…,
pero, es la nuestra, nuestra historia. No es ficción. Es una realidad personal hecha
ficción, que puede sorprendernos, ayudarnos y nos hace pensar que no somos ni
representamos un mundo extraño, sino que a pesar de la evocación ficticia,
somos y estamos en un mundo real.
SANTURDE DE RIOJA 24/08/2016
Mª Jesús Ortega Torres
01/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
Queridos
Contertulios:
Beethoven dijo:
“Lo que tengo en mi corazón debe salir
fuera. Es la razón por la que compongo”.
Servidor es una de
las razones por las que escribo, sí, amigas y amigos no soy Séneca y mucho
menos Góngora, ya quisiera yo haberles podido limpiar las botas de piel de
cabra. El pasado día 18 del presente mes, hoy aún es agosto; se cumplieron 80
años del vil y asqueroso asesinato de Federico García Lorca, leí algo en dos
periódicos, los demás y las revistas esas que llaman del corazón y que escriben
encubriendo la verdad de las ocultas vidas de sexo y droga de artistas y
actores importantes o memas y memos de las telebasura, creo que algunas ni
saben quién era. Ya veis, hasta mi
admirado Vargas Llosa anda liado a sus años con la ex mujer de señores
conocidos y adinerados. La verdad es que ignoro que ha visto un escritor tan
Nobel en esa mujer, en fin es su problema, yo si pudiera me liaría con una
verdadera musa de menos de cuarenta.
A lo que voy, creo
es la falta de memoria de las personas de letras o quizás que Lorca consiguió
más que un escribidor actual de los que escriben cada mes un libro gordo y
nunca llegará a ser rememorado en muchos años. En una revista de Córdoba, suelo
escribir, precisamente empecé el mismo día dieciocho sobre Lorca, ya que en mi
poder hay un libro “GARCIA LORCA EN CÓRDOBA”, lo escribió un granaino, Antonio
Ramos que fue director de Diario Córdoba y lo publicó dicho diario, se lo dedicó
a Pablo García Baena, el último poeta
vivo del grupo Cántico. En él se nombran
a varias personas que conocí en mi pubertad y con algunas tuve bastante amistad
como el tal Carreño y Antonio Gracia.
En nuestra
Andalucía, al poeta amante de nuestra tierra y sus cosas, siempre se le recuerda tal
como lo hace María Fimia, hija de un primo hermano mío, que en el Casino de Cádiz
actúa de secretaria de la Pepa, la Constitución
de 1812. Cuando murió mi primo
el 28 de octubre de 2014 en el recordatorio escribió lo siguiente:
Córdoba
Jaca negra, luna
grande,
y aceitunas en mi
alforja.
Aunque sepa los
caminos
yo nunca llegaré a
Córdoba
Espero que cuando
volvamos a la tertulia, alguna o alguno de nuestros rapsodas nos declamen uno de sus versos para que nunca nos olvidemos del
sentimiento que llevaba en su corazón y nos regaló con sus letras.
01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
II
01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
ASÍ LA DESEO
Cuando el sol
empieza y
ya no quedan
estrellas
tu recuerdo
aviva mis
adentros, los
rescoldos
arden, pero si
miro tus
brillantes
ojos, son llamaradas
que abrazan mi
cuerpo al tuyo…
…y si al caer
la tarde, arriba
aletea en la
rama la filomena
despierta el
lucero de la tarde
con su ultimo canto
mi corazón
bailará con
ritmo de amante,
Entonces veré
tu cara lúbrica
y pura con los
senos de duro
estaño…
Fimiosky
II
La última luz
del día trae el lucero que
anuncia la
noche, la luna preciosa
viene camino
del azul cuajado; por
el sendero
con el silencio caminan
mis ansias de
tenerla, para que
su terso cuerpo
alimente mi fuego
y al amanecer
sea el relax del día.
III
En los más
altos picos de mi sierra
le haría una
estatua donde en
la soledad
adoraría su cuerpo y
por tálamo
usaría la generosa
tierra sembrada
de caídas hojas
del árbol de la
vida, la suya amada
por la mía
hasta que el tiempo
se acabe y las
cenizas juntas las
paseen los
vientos levantinos…
01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
AL RIO GRANDE
Mi rio Guadalquivir, baja al mar
entre laderas
de olivos y naranjos,
sus aguas
riegan adelfas y juncos.
en las riberas.
¡Ay musa mía
te fuiste sin
decir adiós!
Corren sus aguas
fertilizando
hermosas
huertas y jardines
donde florece
la vida amor.
¡Ay mi amor
desapareciste
entre nubes!
En tiempos romanos
navegaron
hasta la risada
mar, antes fue
engrosada por
el Genil granadino,
donde se miran
castillos y lomas.
¡Ay diosa del
amor,
que solo me
dejaste!
¡Quien me va a decir
que el agua
lleva fuego,
y gritos
lastimeros!
¡Ay que triste
dejaste
mi vida, corta
ya!
Tus aguas las perfuman
el azahar y jazmín cordobés,
mientras de
noche florece
la dama y el
clavel
¡Ay amor te
fuiste
por los aires-
af.!
Af.
Fimiosky
01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
A LAS MUSAS DIOSAS DE MIS SUEÑOS
Las noches se deshacen en la madrugada
cuando el subconsciente me tira del sueño a la oscuridad,
entonces empieza mi calvario, pensar en ella, en la Musa, la que al final de
mis años encontré cruzada en mitad de mis caminos.
Desde muy joven leí poesía, el primero fue
Petrarca, de lo oscuro de los tiempos pasé al romántico Bécquer y de ahí a la
poesía de la mujer la que inspira cuando las veía en las calles, paseos y
jardines fueron las inalcanzables para mis sueños, pues siempre creí que la
mujer es la Musa, lo más importante en la vida y que a ella le debe el mundo la
vida, el amor, los cariños, los gozos sin sombras y la pasión de amar y ser
amado y también el desencanto, el dolor y los recuerdos amargos.
Pasaron los tiempos de mujeres sencillas de
hablar, crudas de lenguaje y dominadoras con su belleza, otras, al parecer sin
aspavientos de actitudes sumisas y recatadas, pero en el fondo dominador y
engreído pero dentro llevan el crisol donde nacen las
vidas, base de la humanidad, pozo de sentimientos, cariño y amor.
Por mi trabajo de viajante recorrí sendas,
veredas, anchos caminos, carreteras y a veces autopistas, en todas partes
encontré mujeres afables, de miradas penetrantes y gestos corporales
insinuantes, otras recatadas, tímidas por fuera y fogosas por dentro. Conocí
durante tiempo amigas de corazón con las que se engendra un amor fraternal,
compañeras de ideas y a veces sueños imposibles. Alguna vez tuve que apaciguar
un deseo, un placer efímero, el que no deja huella, escogí con ellas la amistad
íntima por su inteligencia, para mi muy valorada, pues que el sexo es efímero,
en cambio preferí sus conocimientos de la vida y sobre todo su sincera amistad.
A las que lean esto deseo que sus días
estén llenos de logros y sus no ches de
sueños. La persona que no ha amado apasionadamente ignora lo más bello de su
vida.
af.
2005
29/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
UN DÍA EN LA JARALA
Desde que hube de dejar la escopeta, siempre suelo recordar las fincas,
cotos y sierras en las que cacé, hay
madrugadas que antes apunte el sol por la mar suelo acordarme de los amaneceres
en la finca, ya que bastante antes que la luz que vendrá empezara a clarear el
Este por encima del coto vecino, era
hora de escuchar los cantos de las aves madrugadoras, entraba a la casilla,
solía coger la escopeta que no usaba por no tener necesidad de carne para
comer, así que pisando las yerbas humedecidas por el relente bajaba hacía el pozo de los peces, una laguna
pequeña rodeada de adelfas, le duraba todo el año el agua, aunque la lluvias
hubieran sido pobres. A mi paso en los
claros solía ver correr a los conejillos que aun sin hacer ruido, al pisar intuían mi presencia.
No dejaré, mientras viva, de recordar los buenos momentos que estuve, con y
sin amigos en la finca y los silencios con la compañía de Jesús el Uvero, así que
en casa, algunas noches solía soñar despierto con los ruidos y sonidos de la
noche, aunque los no adaptados a La Naturaleza suelen no entender ni saber quién o quienes los producen. Una noche pensé
Ver las mujeres jóvenes que anduvieron en tiempos por los campos: escribí
Sal ya del chozo, mi pastorcilla;
déjalo, regalo y gloria mía;
ven conmigo que en levante
alumbra el día, pronto el sol
con sus rayos dorará los montes.
Vente a mi vera y abraza
este pecho que te adora, tráeme
con tu persona la alegría.
¿Por qué tardas y desconfías?
¡Ven y consuela mi pesar amor!
Tengo un ramo de flor de jara
para dártelo cuando llegues,
te esperaré cantando con
mil amores, mí bien;
Y tú amorosa me darás un beso
blando y cariñoso…
Así se va enamorando el zagal, cazador y cabrerillo de la mujer que
pastorea ganado bajo el sol, en mitad de los montes con la soledad de su
corazón que arde aun en las frías noches
de invierno y cuando la nieve blanca pone su manto sobre las cimas en las que los pajarillos callan sus cantos y no
volverán a trinar hasta que las brisas sean suaves en la primavera: Otra vez
llegará mayo puerta del ferviente estío que robará las flores, pero ¡ah! un día volverán a lucir esas flores que como tú otra vez hermosa zagala y el amor acrecentará
tus deseos de gozar la vida...
Fimiosky.
Un día volveré a mi retiro;
A las solanas abierta al sol,
al valle silencioso donde
hallé mis deseos venturosos,
y pude gozar la quietud bajo
la sombra del verde lentisco,
y en la desmayada tarde huye
la luz del cárdeno occidente
con pasos sosegados…
Jamás el tiempo borrará el placer de la vida tranquila,
donde no hay pantallas que mirar, ni ruidos molestos mientras pienso en la
plenitud que regala nuestra madre Naturaleza mirando a los cielos por los que
navegan espumosas nubes.
fimiosky
29/7/2016- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía el siguiente poema:
“…Va de gatitos”
Carita de “Luna” tiene mi gato.
Carita de “Luna” tiene mi gata,
y se llevan muy bien.
Si no se arañan…: Se lamen y se aman.
Maúllan y luchan por la sardina,
también, por la ratita sabia
…, pero luego se frotan
y su electricidad va a unirlos
y por ella, porque la sienten, se aman.
Carita, caritas de Luna…,
patitas almohadilladas
para correr sigilosos,
sin que se oigan sus pisadas.
Verdes ojos. Tan brillantes
que hacen día de la noche.
Miran fijo, te hipnotizan
y con ellos magnetizan.
¡No podemos resistir!
Nos conquista su mirada
que domina y siempre gana
Siete vidas tienen todos,
se salvan sin medicinas.
Hemos de imitar su magia:
¡Cerraremos las boticas!
Caras, caritas de Luna,
tienen “Sesé” y “Sesina”.
Alicante 26/07/2016
Mª Jesús Ortega Torres
20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
Carita de “Luna” tiene mi gato.
Carita de “Luna” tiene mi gata,
y se llevan muy bien.
Si no se arañan…: Se lamen y se aman.
Maúllan y luchan por la sardina,
también, por la ratita sabia
…, pero luego se frotan
y su electricidad va a unirlos
y por ella, porque la sienten, se aman.
Carita, caritas de Luna…,
patitas almohadilladas
para correr sigilosos,
sin que se oigan sus pisadas.
Verdes ojos. Tan brillantes
que hacen día de la noche.
Miran fijo, te hipnotizan
y con ellos magnetizan.
¡No podemos resistir!
Nos conquista su mirada
que domina y siempre gana
Siete vidas tienen todos,
se salvan sin medicinas.
Hemos de imitar su magia:
¡Cerraremos las boticas!
Caras, caritas de Luna,
tienen “Sesé” y “Sesina”.
Alicante 26/07/2016
Mª Jesús Ortega Torres
20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
¿Me recordarás alguna
madrugada?
Lo sabré cuando esté en el camino
de la nada con silencio, y al llegar:
me preguntaré: ¿ cómo es el infierno?
Mi voz callada por la muerte estará
murmurando palabras sin
sentido.
Mi corazón seguirá
hablando sdentro.
Mi memoria verá los
brillos de tus ojos,
El inicio de una
sonrisa, labios por besar,
pómulos rosados y marfil
blanco…
el cimbreo corporal y los
clisos negros
como endrina al viento
levantino.
Allá, cerca del tormento
será
lo imposible de volver a
amar, pero
mi corazón seguirá
hablándote…
af.
20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
Queridos compañeros/as:
20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
Sé que andáis
todos dispersos por esos mundos, aunque algunas y otros andamos ya usados por el tiempo y las gabelas que llegan con
las calores, yo os pediría por favor que cada uno haga un pequeño relato de sus
vacaciones, es una forma de compartir conocimientos dentro de la amistad y los sentimientos, sé que a
pesar de la distancia y el despego provisional seguimos apreciándonos con
nuestras virtudes y defectos:
Yo me duelo de vuestra fe
este cordobés andaluz, troyano,
griego y árabe que ahora
por cosas de la vida
dejó de la que gozó
cuando niño y jugó sin
aspirar los silencios de
la noche ni el azahar
en primavera. Siempre
vuelve a su mente aquella
Córdoba y está dentro,
pues ni allí podrá nunca
Leteo borrarla, ahora espero
convertirme en ceniza que
reposará en mis sierras;
mientras sioñaré con ella pero
nunca llegaré al sepulcro,
vagaré por los bosques
junto a Tapio mi dios…
Fimiosky
Espero que los pequeños desazones no perturben vuestra
tranquilidad, unas letras de mi amigo Cervantes os calmará el tedio. Saludos y buen verano.
Fimiosky
20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
CAE LA TARDE
El sol se pasea por el ramaje del alcornocal,
arriba, los riscos son besados por perezosas nubes cargadas de intenciones, más
que de agua. La primavera dejó los prados llenos de fresca yerba, que en las
solanas empieza a amarillear.
La riqueza
del agua brincando sobre las piedras a medio asomar, hace que en los remansos la verdina brille como esmeraldas.
El sendero
que pisa el caminante es silente, se pierde por los entresijos del matorral, ¿A
dónde irá?, se pregunta el caminante mientras va soñando en la luz del día motivado por la
honda belleza del entorno; bajo sus pies siente el humus esponjado del
suelo regado por las primeras lluvias
del Otoño. Sus ojos maravíllense viendo las últimas florecillas de la
primavera.
Arriba,
sobre el collado un pino solitario desafía los aires que al pasar sus agujas
llevan al valle su olor resinoso, desparramándolo sobre el monte bajo. Las límpidas aguas, en las que se miran las
adelfas, sonríen al ver sus ramas doblarse sobre ellas. Con gusto las besarían
como a enamoradas impacientes.
La madre Naturaleza, en su día creó túrgidas
lomas y enhiestos cerros, los que al caer la tarde si los miras resaltan sobre
el horizonte cuando el astro rey empieza a desaparecer lento y perezoso, hay
unos segundos en los que la enorme bola del sol parece no querer irse,
iluminando con sus últimos rayos llenos de fulgurante brillo el canchal.
A
nuestro amigo, sentado sobre la hierba
en la orilla del arroyo, le asoman ramalazos de un tiempo que se fue, una vez
más rememora el brillo de sus ojos, la
bella sonrisa y el perfume de la cálida mujer de enhiestos pechos que el goce
estéril endurece: sus desnudos hombros
y espalda que fueron besados por los soles dejando su piel sonrosada. Añora su
presencia, su voz suave, melodiosa, sus rizados y negros cabellos flotando al
viento de la noche, de aquella noche lejana ya, cuando el oscuro manto
misterioso arropó su primer amor, ahora perdido…
Él sabe,
que cuando la noche sea oscura, el otillo cante y las brisas se enfríen, las
estrellas enviarán sus rayos vivos de luz a las remansadas aguas del arroyo, en
las que cabrillearan saltando de onda en onda, y entonces sus dolorosos
recuerdos serán apaciguados con los
sueños…
Un día,
los vientos del tiempo rugirán sobre las cumbres nevadas, enterrando bajo la
fría capa helada la impaciencia del apasionado enamorado, enamorado de su
Sierra, de sus recuerdos con aquella mujer. Ahora, lejos de sus cañadas,
regajos y veneros los recrea en su mente y hasta percibe el fino olor del torvisco
en flor. Son memoria de andares por fincas y lagares desde El Maromo hasta
el Cerro del Trigo, testigo del primer rayo de sol. Sus
laderas abajo se humedecen en el río más serio y hermoso de Sierra Morena, el
Guadiato, que defendido por zarzales y perfumado por las adelfas lo festonean y engalanan sus orillas aromando
sus aguas antes de engrosar las del río Grande.
Af.
20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
SONETOS
I
Para
que calle el murmullo
de
mis lágrimas, esperanza
de
amor vivo y de silencio:
me
frena sin con ella hablo,
pienso o creo que sueño,
menos
si escribo la pasión.
Sé
que solo me escucha
el
viento en la noche, cada
vez
que el amor me lleva
solo confió en mi llanto
y
describo mis cuitas.
Aquí
va el verso de mi pena.
II
Cuento
como sus grandes y risueños
ojos
que encendieron con inmoral rayo
mi
corazón, como su coralina boca
y sus relucientes cabellos perfumados,
con
la paz de sus divinos miembros me
enseñaron al fin a soñar con amor.
III
¡Así días enteros en un largo e incierto
sueño
gimo! Pero luego, cuando la oscura
noche
llama al cielo, a la luna y los astros
y
el frío viento se cubre de mudas sombras;
donde
el llano es selvático y más desierto
entonces
vago lento, y una a una palpo
las
llagas de mí mala suerte Amor y el mundo
ha
abierto mi dolido corazón.
Cansado
me apoyo sobre un tronco,
o
postrado donde rompen con fragor olas,
y
con esperanza hablo solo y delirio, más
por
ti las iras del destino a menudo olvido,
y
a ti, mujer, susurro; luz de mis ojos.
¿Quién
de mi te esconde?
IV
Aunque
podría olvídate dignamente,
ahora
grito a los agitados vientos
que
baten mis sierras y llanos rociando
los
sordos campos verdeando.
Esperaré
porque los dioses me traerán
a mi soledad recuerdos de la ciudad
donde
pasas tus días suspirando los
días
floridos.
Seguiré
esperando que el tiempo
y
los peligros de los duros suelos
que
anhelante cruzo y los bosques
lóbregos
dónde como animal duermo.
Espero curen mi sangriento corazón;
¡vana
esperanza! Ya que entre sombras
Infernales
Amor será inmortal, omnipotente.
V
Tú
en los poemas tendrás vida eterna
en
la orilla de la mar que te saluda
con
sus olas, que en las noches brillan
con
luz de estrellas a la sombra que huye.
Desde
el cerro ves la ola asustada,
done
la gaviota sumerge su cabeza
sin
mirar al poeta altivo pero dolido
mesclando
amor con deseos…
Mi
querida musa en feliz ilustre orilla
dónde
camina con graciosos pies, la
que
con verdadero porte de diosa miro.
Me
volverá sus bellos ojos, mientras
yo
siento que de su agitada cabellera
de
oro, aspira la ambrosia de sus
auras
enamoradas.
LO QUE CADA UNO ES
Hay veces que me cuesta plasmar palabras comprensibles a
los sentimientos, una vez leí a una poetisa que dijo “adoptar una idea te
sientes fuerte” pensó que ¡si los
calamares supieran escribir! Madre mía, cuantos poetas habría en el mundo, hay
miles de versos y poemas que llevan dentro sentimiento y amor, en cambio,
millones que son inanes, expresan pensamientos erráticos sin
base ni cultivo, la palabra amor está llena de palabras y sinónimos de memeces y necedades cotidianas…
Sí, pero solo algunos y algunas suelen sacar a los aires
el secreto de su vida, me refiero al verdadero, ése que un día en la soledad de
las noche y con los silencios del corazón su cuerpo se enerva con el recuerdo de una noche con algún amante, un beso robado
o quizás un deseo incontenible, los humanos deberíamos comportarnos como los
animales en su tiempo de celo. Hay millones de seres humanos que se refugian en
sus religiones los respeto porque es un calmante para los deseos de ser y vivir
al final una vida placida, llena de amor espiritual ¿…? Siempre me pregunto si
existen los dioses desde los que adoraban al dios Ra o a las fugaces estrellas, es una forma de
conformar la vida por dura que sea, pero el cielo y el infierno siempre se ha
dicho, está aquí donde pisamos tierra o pavimentos, unos viven en la gloria de
tener todos los caprichos, otros, o se
mueren de hambre o no tienen lo preciso para existir.
Algún día, quizás dentro de mil años, la humanidad será
toda como el mundo feliz, inane y sin sueños ni esperanzas, pero eso sí, sin
dar un golpe al agua como los
jefes sindicalistas que solo defienden su buena vida y
paga que no merecen.
Fimiosky
20/6/2016- Nuestro compañero J. Padilla nos envía el siguiente relato:
CARTA DE LIDIA A IRENE
Tú no me conoces, pero durante mucho
tiempo sabía de ti, de tus movimientos, algo de tu vida y de las
tribulaciones que, por mi causa, adivinaba que debías haber pasado.
Mi nombre es Lidia y he sido la compañera
sentimental de tu padre. Te pido comprender el sentido de este escrito que
deseaba dirigirte desde hace ya meses, desde que también tu madre falleció.
Tal vez pienses que este puede ser un
escrito exculpatorio por el hecho de que fui la causante de la ruptura entre
tus padres; una tentativa de aplacar un sentimiento de culpa que nunca he
creído experimentar, aunque, para serte sincera, sí sufría un cierto sobresalto
cuando en, alguna ocasión, podía contemplarte desde lejos, preguntándome cuáles
podrían ser tus sentimientos hacia mí, qué me hubieras dicho si nos hubiéramos
encontrado.
Intento, para comenzar, explicarte cómo
ocurrieron mis encuentros con tu padre. Ya sé que cuando una decisión se toma y
daña a otro, el causante es el culpable de esa situación. No quisiera hurtar
ante ti la idea de mi responsabilidad, solo quisiera poder explicarte, y tal
vez explicarme a mí misma, por qué tomamos un camino, y no otro, que nos
conduce a un final que no teníamos previsto.
No puedo evitar la imagen de la mariposa
que atraída por la llama acaba por consumirse entre el fulgor que le atrae. Yo
era alumna de tu padre, acudía a la facultad a escuchar sus lecciones. Para
todos sus alumnos era como una bendición haber encontrado un comunicador como
él, primero con la Historia y luego con sus tesis sobre la evolución del
pensamiento político. A nuestro deseo juvenil de aprender se unía ahora el afán
de acumular cada vez más conocimientos sobre aquellas materias, abriendo
nuestras mentes a un mundo cuyos límites inacabables nos ayudaba a traspasar.
Nuestro profesor había convertido en un verdadero pugilato nuestra
participación en los debates que él fomentaba y que nos arrastraba a dedicar
muchas horas de nuestro tiempo al estudio. Incluso acudíamos en grupo a su
despacho. Sabíamos que pasaba allí muchas horas y aprovechábamos esta
circunstancia para aclarar nuestras dudas. Éramos los pequeños satélites que
giraban alrededor del astro rey, que no sabían vivir sin el calor que
irradiaba.
Un año después de finalizar mis clases,
hube de acudir a él para pedirle su ayuda. Mi tesis de fin de carrera demandaba
un tutor; accedió gustoso y establecimos un plan de trabajo. Era metódico y
afable, y entre nosotros se estableció pronto la complicidad que une a los que
comparten un tarea. El camino de los humanos está lleno de atajos, lugares
donde, según los moralistas religiosos, se ocultan los diablos que nos tientan.
Todo parecía tan sencillo, tan “a la mano”. El final de la ruta se mostraba
como mi oportunidad, porque no era sólo el hombre el que allí me encontraba,
era el ideal del héroe que mi exaltada juventud había creado. Luego estaba mi
inexperiencia y mi fragilidad.
Cuando pienso en aquel tiempo, me
digo que en lugar de culpables fuimos víctimas de nuestras debilidades,
de ese egoísmo que nos impulsa a buscar la felicidad, pagando un precio
elevado, aunque, en realidad, sean los otros quienes deben soportar el costo
nuestros yerros.
Y no te lo digo en vano. Tu padre no fue
nunca enteramente feliz, salvo en los comienzos de nuestra relación, en los que
la pasión le cegaba, olvidándose de todo lo demás. Yo comencé a navegar por ese
mar incierto de una relación que no era la que yo había imaginado. Alguien dijo
que no tenemos derecho a estar tristes cuando no se ha hecho todo lo necesario
para ser feliz. Te aseguro que luché con todas mis fuerzas para conseguirlo,
pero ante mí se elevaba la montaña de una voluntad férrea, difícil de
modificar. En una relación como la nuestra todas la barreras deben caer, porque
la intimidad lo impone, pero ni siquiera en este terreno él estaba dispuesto a
sincerarse, reservando parcelas de su alma a mi observación. Los
caracteres no se pueden cambiar, con un poco de suerte aceptan un
retoque.
Debo decirte que tú fuiste la herida
abierta desde el comienzo. Prácticamente, no volvió a verte ya que pagaste la
consecuencia de la ruptura entre tus padres. Tu madre, dolida
comprensiblemente, se negó en permitir que te viera; sabía que sería doloroso,
muy doloroso para él, y así pensaba resarcirse del dolor y de la
humillación femenina ante un abandono de este tipo. Solamente, pienso, no
estimó debidamente tus sentimientos, obligándote a renunciar al amor y al
apoyo de tu padre.
Debiste pensar que él valoraba en poco tu
cariño. Las mujeres no acabamos de entender que en los hombres los sentimientos
están condicionados por su actividad. Tu padre no era una excepción, mantenía
una actividad docente e intelectual muy intensa y estaba absorto en mil
detalles, porque, tú debes saberlo sin duda, como ideólogo, además, mantenía
una actividad constante. Te cuento esto para que no creas que te había
olvidado, y sufría por este distanciamiento. Yo sentía su afecto hacia ti en
los pequeños detalles que surgían en nuestras conversaciones. Solo que tu
imagen se había congelado, quedando en su retina la niña que no había crecido
con el paso del tiempo, continuando siendo su “pequeña”, una expresión que él
utilizaba lleno de ternura.
Tú eres ya una mujer y te costará
comprender que en tanto tiempo no hubiera encontrado un hueco para hacerte
participe de sus sentimientos. Pero, para ello es preciso conocer la clase de
persona que era tu padre. Había en él tanta pasión, tanta ansia por aprender y
de abarcar todo el universo del saber que el tiempo era un valor muy relativo,
que se le escapaba a su pesar. En este sentido, su voluntad permaneció
intacta hasta su final prematuro.
Cuando alrededor de él se concentró
un grupo de discípulos, pretendiendo crear una escuela de pensamiento político,
todavía se implicó más en el proyecto, se hizo más hermético. Más
escéptico. Y en las pocas ocasiones en que bromeaba, aseguraba que creía en muy
pocas cosas, que, por no creer, ya no creía ni en los Reyes Magos. Estaba en un
momento en que se mostraba contradictorio, alardeando de estar
acumulando un cierto cinismo, alejándolo de algunas convicciones.
Lo sentía cada vez más lejano. Fue
entonces cuando por su comportamiento y por sus últimos escritos me di cuenta
de que pretendía “construir” su propia biografía, proyectando el interior de un
yo desconocido para mí, con la pretensión de diseñar un perfil acomodaticio.
Era la vanidad que arrollaba a la inteligencia… Si siempre fue activo, de
repente se desató en él como una necesidad imperiosa de estar en todas partes,
como si presintiera que el tiempo se le acababa; aceptaba todas las
invitaciones que se le hacía, acudiendo a los lugares más dispares y dictando
hasta tres conferencias diarias.
Corrí a su lado cuando una llamada me
alertó del percance que había sufrido durante una de sus charlas. Ni siquiera
pudimos despedirnos, cuando llegué estaba muerto y de su rostro había
desaparecido todo rastro de vida.
He creído que debías conocer estos
detalles y que te gustaría conservar esta fotografía tuya y de tu madre, que
siempre llevó encima.
Creo que la vida nos jugó una mala pasada,
y que a ambas nos tocó representar dos papeles antagónicos en esa absurda
representación en la que intervinimos. Sin duda fue un error mayúsculo del
autor de este drama, aunque no me cueste admitir mis equivocaciones. Tal vez mi
aceptación logre redimir algunas de mis culpas.
Me sentiría muy feliz si tú también lo
aceptaras.
JUAN PADILLA COLOMA
PASANDO
En los rincones de mi
cabeza,
quietos y silenciosos
duermen
desnudos, muchos hijos de mis fantasías
esperando ver asomar
caras y cuerpos
nacidos en sueños o
quizá reales.
¿Dónde estuve, por qué
veredas y estrechas
sangraron mis pies?
¿Fue dolor de mi alma
rota, o por andar
por extensos
secarrales?
Aprendí de sabios
consejos sobre papel,
y los vientos con sus
cantos llenaron
mis sueños de futuro…
Crucé por lomas y ascendí
a las cumbres,
pero solo vi el infinito del cielo azul, y
en la noche el parpadeo de las estrellas…
Dejé atrás la tierra
que me vio asomar,
recuerdo siempre sus silencios mientras piso
arenas llegando por
campos sin hojarasca…
¡Muchas caras conocí
sin guardar en la memoria!
Tal vez algunas fueron
sueños, otras sinceras
que engatusaron mi ser…
Seré tenaz en mi empeño
antes de
que llegue el día de
coger el camino
sin regreso por las
lomas donde el sol
Af.
NACIO…
…Coya en la laguna con voces
mudas de sueños con dulce voz.
Sus
pies pisando cristal azul celeste,
cual
limpio cielo al amanecer.
Su
diosa le enseñó en la laguna
del
agua palabras de ruda escuela,
de
vida resplandeciente de Coya
para
amar a quien en las tierras
engarzadas
de bellas perlas, que
como
lágrimas de lujo relucientes
son los cristales de un venero,
ésa
fue su cuna…
Fimiosky
27/5/2016- Nuestro compañero Juan Padilla nos envía el siguiente trabajo:
EL ARTISTA Y LA MORAL SOCIAL
Jean- François Millet
Al final del día se produce un instante
mágico: el atardecer, ese momento en que todo se impregna de serenidad y el
reflejo del sol parece dorar los rastrojos tras la recogida de la mies. El
momento de los contraluces en el que los últimos rayos traspasan los chorros de
agua, convirtiéndolo en un prodigioso haz de estrellas, mientras los ojos
pretenden apoderarse de esos minutos de eternidad.
Jean-François Millet plasmó ese momento en “La
hora del Angelus”. Hay recogimiento y devoción en los dos personajes del primer
plano, concentrados en la oración, tras un trabajo agotador. Al fondo, en el
horizonte lejano, la pequeña torre de una iglesia
-- añadida con posterioridad, cuando cambia el título inicial “Oración
por la cosecha de patata”--, y pretende elevarse como
testimonio de la idea suprema de la existencia de Dios. Se ha escrito que la
escena sugiere algo de sagrado.
En la
obra de Millet está presente siempre el campo, la naturaleza y, lo que parece
inevitable, la sumisión de las gentes al rudo trabajo, una verdadera lucha por
la supervivencia. El pintor afirma “sentir en la naturaleza más de lo que los
sentidos le daban”. Su obra parece monotemática,
es realista y conlleva una clara denuncia de la pobreza de las gentes del
medio rural. La burguesía no pareció mostrar gran entusiasmo por sus cuadros.
Cuando presenta en una exposición “Las espigadoras”, un tema que
venía trabajando durante años, el del “espigueo, el derecho secular de las mujeres pobres y de los niños de llevarse
el grano abandonado en los campos, después de la cosecha”, el “Salón “lo acoge
con hostilidad.
Curiosamente, con ocasión de la venta de “El
Ángelus” se produce un hecho que marcará el destino de muchos artistas: es la
norma recogida por el derecho francés denominada “droit de suite” que pretendía
compensar a los artistas o a sus herederos cuando una obra se
revendía.
Esta obra fue vendida varias veces, pasando de
mano en mano a precios muy módicos. Diez años después de la muerte de Millet, se
produjo un aumento del interés por el cuadro, inusitado. Compradores de Francia
y Estados Unidos pujaron por la obra, alcanzando por fin los
800.000 francos oro. El hecho de que el último vendedor hubiera percibido un
beneficio desmesurado hizo que por este “droit de
suite” los herederos de Millet, que vivían en la miseria, percibieran un
porcentaje sobre la suma percibida.
Se
sentaban las bases del derecho de autor, siendo
recogido posteriormente por la Convención de Berna.
La conciencia social adormecida parecía
despertar.
Juan Padilla Coloma
27/5/2016- Nuestra compañera Mª Jesús noe envía el siguiente relato:
“OF” “ON”
El
viaje se hizo en un soplo. En un “plis-plas”, en un “abrir y cerrar de ojos”. Sin
saber cómo, por qué y cuándo, pues solo había leído tres páginas de mi libro de
turno, ya nos habíamos plantado en Santa Pola con esa “carraca” de autobús habitual,
que marcha a trompicones, pero…, sin darme ni cuenta.
De
Alicante a Santa Pola hay veinte minutos de tiempo que cubren la etapa. Habíamos
hecho el camino muy veloz, insospechadamente rápido… Era un viaje extraño,
insólito, sorpresivo. ¿Sideral acaso?
Vencido
el tiempo de la Tierra, nuestro planeta se había acogido a otra de sus formas,
porque yo sabía que sus fracciones y cómo van pasando, lo hacen ser otro,
diferente y con otra denominación. ¿Sería este, un nano-tiempo?
A
veces mi tiempo me había parecido “pesado” si escuchaba música dodecafónica
—que apenas me gusta—, música aleatoria o a un orador con un discurso sin
sentido; era también pesado, el tiempo del dolor.
Liviano
era el tiempo de la diversión, del amor, de la amistad grata… De la alegría, y,
además, siempre queriéndolo prolongar para que siga.
Yo
era consciente de que, en mi viaje a Santa Pola, había habido otra clase de
tiempo. Nuestro planeta lo había adaptado a mi estado anímico en ese momento. A
mi estado personal y particular, pues era mío ese tiempo. Estaba segura que era
mío ese tiempo, de nuevas sensaciones, que parecía distinto; parecía así porque
yo estaba abstraída. Solo había dormido la noche anterior cuatro horas. Me
faltaba una hora para mi colmo de sueño habitual. Me había quedado como ausente.
Me había quedado en “of”. No dormida, solo congelada en el tiempo y en esa
circunstancia me había creído encontrar en otra fase distinta de tiempo y
espacio habituales.
Desde
mi ventanilla vi el cielo. En él había, como dibujadas, una hilera de nubes que
flotando parecían desafiar a la gravedad. Al pegarse, unidas, formaban una
cadena. Ahora las miraba…, pero las había sentido.
Yo
había subido hasta allí. De hecho, estaba en mi asiento de autobús, recién
bajada y colocada, desde una de esas nubes. De una nube ¿de sueño? ¿Una nube de
abstracción, de ausencia, de cristalización, de aislamiento…?
El
“on” fue mi choque con la realidad.
GUARDAMAR DEL SEGURA 8/05/2016
Mª Jesús Ortega Torres
20/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
AMOR Y RIQUEZA
El amor es como el dinero,
dura más el tiempo.
Ambicionar caudales
daña el alma.
Amar toda la vida
rompe esquemas.
La avaricia estriñe.
es dura de digerir.
Amar toda la vida
cría telarañas.
El exceso de riqueza
limita la ambición.
Si el amor dura mucho
empalaga.
Vivir rico sin vivir,
es mejor ser pobre.
Hay que amar con
pequeñas dosis.
El dinero no se come,
el amor se degusta.
El rico nació en cueros
y murió lo mismo.
El amor es un tesoro,
no hay que usarlo mucho
No merece la pena vivir pobre
para ser el rico del cementerio
A veces las veo, no son mujeres
son rosas rojas…
AF.
20/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
MI
SIERRA
Mi
memoria es ahora el matorral,
aquel
campo de prados de yerbas
sombreados
por recios mestos,
donde
en sombrías noches, alumbrado
por
millones de rayos soñaba, sí
soñaba
con los frutos de sus senos
y
del cuerpo tronco, prieto como roca
de
campesina tras piara de cabras
en
solanas laderas triscando olivos.
Y
los días de mil colores de oro
llegado
de oriente aljófar, quitando
su
cenefa que en sáxea fuente
se
baña el jilguero con gula carnal.
Yo
áspero como aulagas sin flor
aguardo
la primavera llena de aromas
que
de amor me llena…
Ahora
ya el recuerdo no acuna
mis
deseos de ver cañadas, lomas
y
valles donde saltarinas aguas bajan
alimentando
adelfas rojas y blancas
Solo
eso, recuerdos de tiempos idos
ya
a la memoria del olvido…
Fimiosky
20/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
PIENSO
EN SUEÑOS…
Que
me gustaría ser como Ulises quedar cautivo en el tiempo junto a Calipso y en
los silencios dorados de la noche gozar del perfume que emanaría su terso y
bello cuerpo junto a mí, tendido en el alfaque relajados tras la noche bajo las
rutilantes estrellas.
Ella,
mi admirada Venus de la que me enamoré un día de primavera al caer la tarde;
quedé ensimismado cuando vi sus relucientes ojos brillantes como las yerbas de
un prado al amanecer despidiendo los rayos que el sol acaricia el llanto de la
noche: aquel instante quedó dentro, muy dentro de mi alma anhelando que un día
me cautivé con hechizos para el resto de mi tiempo, tal cual hizo Calipso…
…cuando
se aleja la primavera cavilando en el tálamo, arropado en defensa del frío
ambiente, desearía tenerla para aplacar los escalofríos de mi cuerpo, sé que
será imposible alcanzarla, no es presa para un ajado cazador de ilusiones y
sueños por conseguir, arrugado por los años idos en venturas gozosas que se quedaron
en la memoria. No ignoro que ando ya cerca de mi acabamiento y que solo las
aventuras vividas en la primera juventud y posterior madures podrían llenar
miles de páginas en miles de libros llenos de horas apacibles, llenas de
belleza en las sierras que patee, a veces oteando paisaje desde la altura de
una loma o ladera de verde valle, otras veces sentado bajo un recio alcornoque
o encina aspirando el pernicioso humo del cigarro…
…ahora
los sueños que Venus me regala cuando ante mis ojos aparece la luz de unos ojos
que me acarician con sus rayos, pienso que la vida me dio satisfacciones, golosinas
de amor, arrebatos acelerados de momentos cálidos y que un me quedan sus bellas
imágenes cuando ente mi pasea una mujer de garbosos andares y estirado cuerpo,
cual diosa…
Fimiosky
12/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
UNO
RETAZOS
(crudos)
Aquel hombre mordía las madrugadas soñando con amores imposibles, vivió
para morir dejando rosas rojas que se marcharon con él.
Un día vio salir el sol, amagaba con requemar las tierras donde algunos
años se criaron amapolas, solo la grama seca las sobrevivió.
El desaliento, como el leve viendo no mata, la dureza del contrario sí.
Rompe los esquemas del corazón.
Un día caminaba por los campos floridos, el hombre pensaba y pensaba en sus
cosas, mientras, los trinos del jilguero acompañaban su andar, su cabeza fue
blanqueándose sin haber nevado. Aquel día murió su ilusión.
El globo del mundo se paró, dejó de andar por espacios vacíos, las
estrellas lo abandonaron. Solo quedaron las ilusiones que flotaban como nubes
vacías de lluvia.
Caminado por estrechas calles, mordisqueaba una raíz, se había equivocado,
le dolía el pensamiento, pero sintió un sabor, era agridulce.
Ya de mayor andaba con la sinrazón de la vida, la banalidad de las gentes
le marcaba el ritmo. Nunca recibió, al final de sus días recompensa alguna.
De su alma brotaban semillas, pero caían en yerma tierra, él las aventaba
para criar flores rojas, nunca llegaron a florecer.
Ella se contoneaba con sus andares firmes, a veces titubeantes como sus
pensamientos, solo dejaron un rastro de perfume.
El hombre camina por la vida. Unos, siempre a lo que salta, otros buscando
la sustancia de la misma, pero... el corazón manda sobre la testa.
Cavilando siempre en las sinrazones del azar miraba a lo lejos, donde ya no
había distancias, solo la cercanía de la meta. No suspiraba, porque los
suspiros son síntomas de debilidad. Él quería las cosas limpias, aseadas en las
formas, porque ella, había calado hondo en su ser, era un amor irrealizable.
Las engañosas situaciones equivocan, la verdadera realidad está soterrada
en los comportamientos de ella. Aparenta amar lo que no ama, engaña al iluso
enamorado. La realidad es que ama en secreto (y no es amada), a otro por el que
bebe vientos y tempestades. Así el destino castiga los engaños del amor. Cuando
siembras sentimientos falsos eres maltratado por la vida. La verdad sale
siempre a flote.
Andares en vida, caminos trillados y cimas conquistadas, vientos
bonancibles cruzan por su singladura. Él sabe que cuando esté cercano el puerto
del Estigia, su corazón descubrirá la luz, una luz que entrará en su alma, la
apaciguará y amansará, pero al no encontrar amarre en el puerto se vuelve perdiéndose
en el proceloso océano del amor.
Un día, mirando a la montaña soñó, soñó que allá en todo lo alto, encima de
los roquedales, se criaban pequeñas flores de sutil perfume, anduvo escogiendo
la más bella y, cuando iba a cortarla sintió dolor en el alma. No la cortó,
dejó que viviera en la soledad de las alturas donde los vientos peinarían sus
pétalos...
En su testamento Abderramán III Al
Nasir, en uno de los mejores párrafos escritos con el sentimiento por el
hombre, dijo” ... “Fui rey durante
cincuenta años de la ciudad más hermosa del mundo, y, por si algún esplendor le
faltaba, junto a ella construí otra aún más hermosa: la fulgurante joya de
Medina Azahara. Amé a la mujer más bella de la Tierra (la divina Azahara), y
ella me amó. A mi corte se acogieron los filósofos más profundos, los poetas
más sutiles, los más alados músicos...” Y solo fui feliz catorce días... ¡No
seguidos!".
Siempre, en mis desesperanzas y angustias pienso en aquel testamento: ¿cuánto
se es feliz unos segundos, cuanto se enaltece el corazón con una mirada, un
suspiro o una sonrisa? Y, si tus pensamientos están cerca, y percibes el
perfume de su cuerpo... ¡La gloria!
Quizá, de vuelta ya de las veredas y trochas aprovechadas en la vida, solo
queda el consuelo de amar a una flor pequeña, no dúctil, porque está rodeada de
espinas que hieren, no la piel, sino las entretelas del alma. Y, quizás fue el
caminante, feliz unos segundos en su dilatada y azarosa vida.
Días diáfanos anteceden a mis oscuros pensamientos, hoy miré arriba, al
cielo azul, estaba raso, completamente limpio de nubes. Allá, en el fondo,
pegado al cerro alto, una gaviota planeaba sobre las doradas piedras del
castillo. Miré su reposado vuelo con la envidia de mi desazonado espíritu y pensé
todo lo difícil que es la vida en la soledad de los pensamientos.
De mayores, todos, o casi, rememoramos la infancia y juventud perdida, y
aquel tiempo pasado en las fincas, sobre todo en la preferida. Pensó que antes
de que se fuera con él su último suspiro, quería ver, una vez más la salida del
día desde lo alto del riscal en el que tantas y tantas veces en soledad
compartida por la naturaleza, pensaba en amores y desamores de mujeres ya
perdidas en el tiempo y, de las que solo le quedaban algunos ramalazos de
historia.
Con los luceros alumbrando aun los campos, subió lentamente por las laderas
del cerro, se lo sabía de memoria, tampoco precisaba la luz del día para llegar
a la cima. Antes que vislumbrara la primera claridad quedó quieto, tranquilo en
lo más alto del peñascal. Desde allí apenas veía la umbría y la silueta de la
larga loma de la que descendía la tierra hasta abajo, al abierto valle. Ni
siquiera le llegaba el ruido cantarín de la corriente por los meandros del
arroyo, creados en su día por el correr turbulento de las aguas.
Una brisa suave lamía su cara, a lo lejos sonó el cencerro del semental
pastoreando con la manada.
Por el Este vio un atisbo de luz, y poco a poco las estrellas fueron
apagándose quedando solo el lucero, vivo, reluciente aun, con la claridad que
venía diseñando los cerros, las lomas y sobre todo el valle. Miró al pico más
alto a su derecha y vio como un rayo, el primero de sol que rebotó en el poste
de teléfonos. A su izquierda la umbría metida en oscuridad solo enseñaba su
tupida maleza y los alcornoques que sobresalían sobre la espesura.
Una tórtola arrulló la mañana, fue la señal para que los miles de
pajarillos se desataran en pleno celo y empezaran sus cantos de amor y
acercamiento a las parejas. Otro rayo le dio en los ojos, casi le cegó su
fuerza. Con detenimiento fue bajando la vista recorriendo la ladera a sus pies,
en el matorral había rodales de piedras sueltas, parecían calvas en una cabeza,
abajo la ladera se suavizaba hasta llegar a los chopos que festonean el arroyo.
A continuación, el prado verde rezumaba lagrimas del rocío caído en la noche,
done las vacas pastaban, o rumiaban la comida del día anterior.
Estaba sereno, alegre de ver una vez más, quizás la última, su valle
querido y todo el entorno de la finca que tantas satisfacciones le dio. El
campo no traiciona nunca, está ahí para que lo disfrutes. No te pide nada, ni
te reprime las sensaciones.
Iba creciendo el día en la mañana de primavera..., de pronto percibió que
el aire se espesaba, miró arriba, en el cielo una nube oscura, deforme, amenazó
la paz de la sierra, oscureció los cerros cercanos, el viento arreció. Mientras
observaba este cambio en la atmósfera, pensó que su alma estaba al principio
como el alborear del día, pero que sus pensamientos se oscurecieron con el amor
perdido, el amor, su amor era, al principio como un amanecer bello y alegre,
pero que con el paso de las horas se hacía cada vez más penoso, más duro de
aguantar y, no podía, no podía llorar porque tampoco el campo lloraba por haber
pedido en minutos el benéfico sol que vivifica las plantas y alegra a los
animales salvajes que pueblan la sierras.
Así recordaría en el tiempo a su
valle, y a la única mujer que después de más de treinta años sin amor, había
amado de verdad, en los retales de su ya cercano fin.
Aquel día la vio, era la luz…
Y en esa luz me estoy quemando;
pero no sé porque arde,
tampoco quien la alimenta.
Así son mis noches, como la yerba que ensucia las eras de una huerta. En la
quietud del amanecer, la conciencia descansa del dolor. Ratos de duermevela
hacen pasar las horas en él reloj de mi vida.
En el intelecto encuentro la sinrazón, no es posible desligar el amor /
pasión de lo sensato. ¿Dice que no es
posible? ése/si, nunca estuvo enamorado. El amor nunca es sensato.
En el dial suena una música “... esperaré a que sientas lo mismo que
yo...”, él se identifica con ella, en sueños se forjan las ilusiones. Al
despertar la flor roja se ha roto...
Dentro hay una hoguera que alimenta
la esperanza. Arde continuamente y seguirá quemándose en el crematorio.
Un día, por las rejas de su corazón se coló un cuchillo de sol, era
primavera, en su rosal una mañana apareció un capullo, llegó la rosa, roja como
la sangre. Su cuido no evitó la muerte dolorosa, imprevista.
Aquel hombre era oloroso en años, sus olores se confundían... amores
diferentes, livianos, insensatos y de doloridos al final del tiempo.
Con traje completamente negro, estaba en la noche junto a mi dormitorio,
cantaba y cantaba su canción de amor– ¿No se cansa ése señor de cantar? –No, es
pertinaz en su canto porque está enamorado, y se llama grillo–
Una fogarada prendió en los adentros. Su llama siguió ardiendo dejando
dentellado su vientre, consumido ya por el decurso del tiempo.
¿Seré infortunado? ¿Nadie anda por ahí que piense en mí?
Al final creeré que soy una gota pegado a una idea, y por mi poca densidad
nadie me ve. Ni siquiera mi sombra sobre el asfalto destaca. La pisotean.
El domingo anduvo por la playa buscando el cuerpo. Pensó: que, si algún día
se bañó, en sus aguas quedará algo de su perfume ¡Qué iluso!
Anduvo buscando abrazos en las gentes ¿Dónde hay un amigo?
La soledad llena los amplios espacios que solo el viento pasea.
Quisiera parar el tiempo y crecer la esperanza ¿Dónde estás esperanza?
Sus silencios rompen el día, al tiempo que acortan mi mente... También son
urentes, me duelen, hacen mucho daño.
Habla consigo mismo, mientras el aire que lo envuelve hace bailar las
amapolas. Sus noches, en los sueños endulzan su atrofiado pensamiento y las
mañanas le traen telarañas enmarañadas de sensatez.
La soledad amarilla
un color solo me ofrece.
Solo. Un color
O la muerte
¿La soledad no es mi vida?
¡Lo amarillo fue mi fuerte!
¿Solo? ¿Un color?
¿O la muerte?
Que lo amarillo me diga:
“Tu soledad... Bien la entiendes.
Solo. Un color.
O la muerte
Que la soledad me diga:
“¿Tu color?... ¡Aquí lo tienes!
Un color. Solo.
O la muerte.
Solo con la siempre mía,
Solo con el mío siempre
(Que están solitos los dos)
Solo. Un color
Yo. Y la,
muerte-
J.R.J.
Volvió a la cima, al roquedal donde vio la florecilla que no quiso cortar.
Su corazón saltó en pedazos, estaba calcinada por los soles. La belleza no es
eterna el amor sí.
Mis angustias se están consumiendo, día a día arde la hoguera de un amor
tardío. Lo últimos coletazos de la vida se irán en suspiros y anhelos, así como
deseos no conseguidos. Si llevó una vida alegre, la cercana muerte será triste
y dolorosa, así dijo aquél hombre en el atardecer de su existencia.
Sus angustias lo retrotraen a las letras de las canciones melodiosas,
dulces, de su juventud, como aquella de Machín que decía...
“... No ve vayas a engañar ni en la verdad ni él lo justo, a lo mejor...”
Más que el silencio la incertidumbre de no saber ¿qué pasa, se lo merece?,
Me refiero a la mudez de su voz y escrito. Creo que es desmesurado
comportamiento, no hay derecho a ser tan cruel. La vida debe ser muelle,
relajada. Nunca existió tanto castigo por un indeseado querer.
¡Quizá se lo merezca y es castigo de dioses!
Cuando la vida llega al lubrican, es hora de hacer el petate para el viaje eterno.
En el zurrón no se lleva nada, está lleno de desolación y miserias que lo
acompañarán, quizá, al templo de los dioses paganos.
El hombre tenía una rosa roja creía que era inmarcesible. Se equivocó,
murió sin llegar a perfumarlo.
Un amigo, hace años que me dice ¡la vida es un timo!
Pienso que talvez tenga razón y uno anda rompiéndose las entrañas en amores
imposibles y sin esperanzas. AF: 2.006
1ª Parte
DOS
RETAZOS
(Reflexión)
Caminando por la arena, al fondo, la calima velaba el cerro campana, a ésa
hora poca gente hace ejercicio andando, más tarde es imposible. Pensaba, el
hombre siempre les da vueltas a los pensamientos, creía que el verano podría
aplacar sus ansias, solo debería vivir de los recuerdos, pequeños momentos que
le dieron placer; una mirada de soslayo, una sonrisa o una palabra amable.
Se dio un baño corto y, al salir, de espaldas vio un cuerpo, se sobresaltó,
creyó era el de ella, porque siempre ha pensado que deberá tenerlo
aproximadamente como aquella mujer.
Al haberla
observado siempre que pudo, ha imaginado que lo tiene, el cuerpo, bien
dibujado, proporcionado, de vientre plano con ombligo perfecto, los senos de
regular tamaño, quizás algo flojos, las caderas pronunciadas, algo redondeadas
y los glúteos sobresalientes con el gracioso pliegue que se hace donde terminan
y empiezan las piernas. Siempre imaginó que estaba hecha con cuatro pinceladas
bien dadas, como sus dibujos parvos, delicados.
Cavilaba, su imaginación no se daba descanso, querría
saber dónde se bañaría, en qué lugar de la playa, para, desde una distancia
discreta observarla, verla andar en bañador, o, ¿quizás usa bikini o top-lees?
Lo ignora.
Sentado bajo la sombrilla veía pasar las gentes que
van y vienen como en una noria, observa los cuerpos de las mujeres, los hay de
mil formas y maneras, pero perfectos, lo que se dice perfectos, pocos, a las
que le sobran cartucheras, les falta pecho, a las que sus glándulas mamarias
les rebosan, están escurridas de caderas. Se admiraba de las que van sin parte
alta. Había, cuando fue andando, una mujer, sentada en una silla baja, junto al
marido o compañero que, tenía los pechos pequeños con los pezones amoratados,
tiesos como el rabillo de una pera, y con una orla, morada muy grande. Él,
pensó; si yo fiera mujer y tuviera esos pechos, no me los dejaría al aire. Es
mejor que uno se las imagine tersos y duros a verlos como las tetas de una
oveja recién ordeñada.
Otra, había dos, una los tenía perfectos casi, aunque
el resto del cuerpo no le acompañase, la compañera poseía unos melones, más
bien sandias flácidas, caídas como las tetas de una vaca recién ordeñada. Todo
esto le divierte al hombre, que solo piensa en cosas pequeñas y bien
construidas. Ello, le hace sentirse feliz y alegre, por haberse enamorado de
algo sutil, pequeño y bien proporcionado o ¿si algún día lo ve, ése cuerpo que
cree glorioso, lo decepcionará?
¡Quién sabe!
El domingo repite la playa con el deseo de buscarla
para verla, anda media playa arriba y abajo. Se desoja mirando, pero
conociéndola algo sabe que debe de estar en Top-les y con tanga, así que solo
se fija en las mujeres tendidas o en hamacas de cuerpos estilizados y pelo
negro largo que están con el pecho al aire Hay mujeres a montones de cuerpos
deformados, observa una muy obesa, los senos sobresalen del pequeño sujetador y
se mueven al andar como flanes, son enormes y flácidos, otra casi no tiene, son
puros botones al aire, negros como la noche.
Mira y remira pero no la ve, a la altura de las Torres
Blancas hay una mujer más o menos como podrá ser ella con la que siempre sueña, en tanga y sin sujetador,
el corazón le da un vuelco, esta tendida sobre la arena, con la cara vuelta, el
pelo similar al suyo pero mojado: sentada en una silla una joven, piensa que
puede ser su hija, así que apresura le paso hasta llegar al recodo donde acaba
la playa, y vuelve enseguida, cuando está a su altura se atreve a entrar por
entre las sombrillas, le mira la cara, una decepción, no es ella.
Piensa
constantemente en ella en las noches con desvelos, siempre con su cuerpo y la
imagina cómo será exactamente. Regresa a su sombrilla se baña y, cuando marcha
para la ciudad, lo hace, para coger la prensa, por la zona donde cree vive
ella. Él creía que la mañana lo había apaciguado, pero al pasar por donde cree
que vive el corazón se le acelera.
En la comida, con bastante vino va serenándose, la
siesta lo aplaca y al despertar piensa en la música que tiene el dial y no
siente nada más. Pero... Al regreso que se siente relajado por el denso tráfico
y la caravana en la cuesta del río Seco, empieza, sin saber cómo a notar un
pellizco fuerte con su recuerdo. Por la tarde paseando por el puerto solo ve
yates y gentes, su mente anda revoloteando por los espacios del cielo.
Después, en la madrugada recuerda aquel dolor y
malestar en su cuerpo, piensa que lo sensato sería buscar una aventura
pasajera, para serenarse y ver si poco a poco, que solo quedase la amistad.
Sabe que debe de apaciguarse. Ella tendrá otros amores, y los habrá tenido
fugaces y esporádicos, ella es así, pero con él nunca llegará a nada. Así que
tendría que irse haciendo a la idea de no pensar en una gloria por llegar.
También puede soñar, eso no cuenta nada, en que un día, en un arrebato ella lo
haga feliz una hora, que le puede durar el resto de su vida ¿...?
Analiza el amor, ese amor tan creciente a su edad, no
se lo explica, por más que lo piensa, no tiene idea de cómo quitárselo de
encima.
Quisiera tener
una persona intima, como él mismo, para confesarle sus desazones y amarguras
por un amor que no es deseado, que le roe las entrañas cada día y mucho más con
sus silencios, seguro los hace adrede. Quizá alguien la ha aconsejado, cree que
mal, podrá ir a quitándoselo de la cabeza con sus conversaciones y su
raciocinio, el amor imposible, pero con las ausencias y desdenes, lo que está
haciendo, es mucho peor. Debería hablar más con él, razonándole cara a cara la
verdad del imposible enamoramiento que, si lo mira y analiza, sabe que es una
cosa de locos de atar.
Solo hablando ella con él y haciéndole razonar, con su
amistad y apoyo, podrá desasirse de la insensata pasión. No tiene con quien
desahogarse contándole sus cuitas, solo ella puede comprenderlo y a ella solo
se confesará y hará caso, pues no tiene a nadie con quien compartir Es
consciente de su edad y de que no pude llegar a nada, pero ¿cómo ha sido
posible enamorase así, y más de una mujer joven que tendrá varios amantes o
habrá tenido y que, aunque es liberal, no le gusta andar en amores con un
hombre, aun activo, pero mayor?
Piensa, en la madrugada, serenamente que no se ha
hecho la miel para su boca y que deberá empezar a buscar soluciones, bien con
otra mujer, que le anule el enamoramiento o con una solución rápida, aunque
sabe positivamente que este amor tardío le durará hasta la muerte, que no
tardará en alcanzarle. Mientras, no debería de pensar más en ella ¿Pero, ¿cómo
se hace eso? Si es incapaz de borrar los pensamientos cuando le afloran y
siempre, siempre siente el pellizco en él estomago al recordarla, bien por su
aptitud de desdén y silencios o por la dejadez de la amistad ¿qué raro, ¿no?
Antes hablaba alguna vez por teléfono y en mensajes y ahora ni contesta
siquiera, sino un revés en las parcas y duras palabras.
El hombre, de
andar por esos mundos es desahogado, habla abiertamente, pero cree, que no lo
hace para dañar a las gentes y hasta se imagina que les cae bien, pues hasta la
fecha, nadie le paró los pies, dado que siempre que habla, aunque sea con doble
intención, no quiso dañar nunca, ni molestar, lo hace dentro de la
caballerosidad que se debe de tener con una mujer o con cualquier persona. Pues
como Don Juan, ha subido a los palacios y bajado a los chozos.
Estos rollos que anda poniendo en los archivos, o se los lee ella, o se
quedaran dentro del disco duro y, quien sabe, si un día alguien abre los
archivos y se divierte leyendo, cómo un abuelo se enamora de una mujer con
tanta pasión, tan locamente, que ni los más grandes poetas del romanticismo
imaginaron pudiera ser real. También él cree que es una manera de ir
desgranando sus penas y dolores sobre la pantalla, es una terapia buena. No
quiere sentirse más herido, pues ella lo hiere por el simple hecho de no
ponerle un correo o unas palabras en mensaje.
Él está siempre pensando en una oferta que le hizo, ¿la cumplirá? Ella es
mujer de palabra, al parecer, aunque haya cambiado los chips, por motivos que
vaya Ud. a saber y el narrador de esta historia espera ver, no el final, que
solo se acabará con la muerte del enamorado, sino antes, cuando el tiempo
cumpla sumisión. Porque el tiempo socava la inteligencia, arruga el entendimiento
y deja las rosas secas y sin aroma...
Pasaron dos días de angustias un poco más mitigadas, pero siempre con el
sentimiento de la dejadez en que esta y que, solo los pequeños detalles que
tuvo ella, algún momento, un día, lo mantienen alerta. Ha llegado el día, el
momento en que, después de casi un mes, una carta que le escribió y que no
envió en su día, contestado a su amable, de junio, por fin se ha decidido a
enviársela por correo ordinario, no tiene Internet y lo hace en papel, antes le
avisa que se la enviará, pero ella no contesta, sus silencios le duelen más que
los reproches.
Él, se va acostumbrado a no recibir noticias, lo mantienen los recuerdos y
le gustaría tener algo de ella, un regalo que le hiciera patente, que una vez
hubo una amistad cariñosa entre los dos, no amor, al menos afecto por su parte,
sería algo así como un recuerdo que aplacase sus sentimientos y que, engañándose,
asimismo, se creyera que un día se lo regaló en prueba de cariño, ya que no de
amor. Algo le consolaría en sus momentos de soledad.
Sus amores se están ensarmentando bajo tierra, no para olvidarlos, sino
para sacarlos de sus raíces algunas veces. Y recordar que, un día pudo ser
feliz en las últimas esquinas de su vida con aquella mujer que lo hizo sentirse
joven a tan avanzada edad.
Cree, en su constante cavilar y pensar en aquella mujer que, es un florecer
de huesos de una primavera tardía en la que, se enamoró de una rosa roja, la
cuidó, mimó cada día y vio crecer desde el apretado botón, hasta cuando sus
pétalos empezaron a ser arrugas del tiempo.
Antes, hacía más de seis días que envió un correo, no tuvo contestación
alguna y le extrañó, porque ella le habló de ética y buenas maneras y resulta
que, no es ético dejar sin contestar preguntas... En fin, tiene la potestad de
hacerlo, así es y así hay que admitirla. Han pasado los días y ya más sosegado,
no como dice San Juan de la Cruz “... su casa quedó sosegada...” Es otro
sosiego el del amor de la mujer que idealiza San Juan al de él, que es más
carnal que espiritual. Y está más tranquilo, aunque si algo inquieto por saber
el final de la historia ¿qué pasará? ¿Dónde están sus promesas? ¿De amistad de
cotidianidad en sus trabajos de escritura?
Él ha dejado mucho tiempo atrás, las vivencias de ahora, aunque cortas, que
le dejaran un aroma, que podrá aspirar dentro de dos o tres años, no cree que
le queden más y que cuando piense en ése aroma de recuerdos con ella, se diré a
sí mismo, fui un incauto, pero fue bonito y sobre todo el recuerdo, los
recuerdos le dejaron aromas del tardío amor. Tendrá que darle gracias en la
cercanía de su final, por los días, de angustias, desazones y anhelos que le hicieron
vivir una nueva y ultima juventud. Así cree que la rememorará en sus recuerdos,
pequeña, sutil y.… bueno es un pensamiento que se reserva para el mismo.
Él esta coleccionando recortes de prensa, horóscopos dispares en sus
mensajes, pero que quizás, alguno de ellos acierte con el problema de cada uno.
Lleva tiempo observado en las predicciones, las de ella, que anda con problemas
de dineros, por exceso de gastos y apreturas, lo que le extraña, ya que
precisamente sus problemas no son monetarios. Si, quizá la enfermedad o
enfermedades que, cuando se hacen largas, son pesadas y fastidian a la persona
más templada haciendo que esta salte y rompa sus esquemas. Lo malo de ello es
que suelen pagar con otros sus cuitas y dolores.
Le dijo en un correo un día, que le enviaría una carta, después estuvo dos
días si echarla, esperaba una señal, un asomo de mensaje, al final la echó al
buzón. No sabe cómo le sentará, él le escribe cosas que no inventa, fueron
expresadas en un escrito tiempo atrás por ella decía... hago lo que quiero, me
acuesto con quien quiero y no doy cuentas a nadie...” así que espera no sienten
mal las palabras (suyas) sobre el tema.
Suele sosegarse leyendo poetas, J.R.J., Machado, Lorca y San Juan de la
Cruz, ése siempre le recuerda amores secretos en la, madrugada y cuerpos
sosegados por el cansancio de haber amado... Él, ya no sueña ni espera nada de
la vida, solo rememora pequeños detalles, una mirada de soslayo, una sonrisa, a
veces forzada, no sincera y el perfume sutil de su cuerpo.
Anda, a ratos, nervioso y pensativo
¿por qué los silencios? ¿Por qué su desdén? Piensa si ha pisado una mala yerba
que lo tiene aojado en la maldad del amor. Lo gracioso es que el horóscopo,
salvo algunos negativos, le da parabienes en el amor ¿Qué amor? Si solo en su
soledad sabe, que existe uno solo que ha reverdecido a su edad y en el que la
pasión lo consume.
A veces hay días que se ilusiona esperando ver al abrir el correo que habrá
una nota suya, él iluso se entretiene en oír “Memorias de África” porque es una
melodía que a ella le gusta y a releer algún correo amable, cariñoso incluso
rayando en una amistad firme, duradera y sentida. ¡Pobre hombre, con qué poco
se conforma!
Ahora espera, espera a que den las doce y entre un nuevo día, recuerda que
hace varios días que recibió el ultimo correo, doloroso e hiriente. Ahora
escribirá un mensaje recordándole su estado ya más calmado pero ansioso de saber,
saber porque sus silencios ¿es que la amistad era falsa? Lee, el hombre poemas
de sus preferidos y, en algunos encuentra el consuelo de amores desvalidos,
dolorosos, pero que la muerte física no llega, solo el dolor del corazón
agobia.
Y tendrá que pensar y repensar lo que le dirá, piensa ser parco en palabras
y que estas sean legibles para su pensamiento. Ella es inteligente, pero dura
de abrirse a la amistad. No tiene, el hombre, temor a que no le conteste,
quizás el tiempo lacerará su corazón y entonces quizás comprenda al que sufre
de amores desdeñados.
Un día más fue de la playa con dolor en sus ojos, se había tirado dos horas
mirando por entre las sombrillas y bañistas para ver, si estaba por allí su
cuerpo. Se preguntaba ¿dónde y que aguas humedecerán su epidermis? Se va
calmando pues ella no corresponde, y a primeras horas de la madrugada escribió,
después de varios días de pensamientos oscuros, un mensaje, que no fue
respondido.
El hombre, en su conocimiento de la vida, no se imagina como una persona
puede ser tal cruel, hasta el extremo de que, si él, fuera de otra pasta,
terminase odiando las rosas, las nubes blandas de algodón y las mansas aguas
del mar con su historia. Ese día pensaba, mirando las pequeñas olas que sus esperanzas
como ella, son cada una, diferentes a la otra, pero que todas van a morir al
mismo sitio.
Leyendo poemas, sigue con sus favoritos, imagina que la poesía lo sacará
del pozo del dolor, pero solo lo consuelan sus ampulosas palabras bien
ordenadas. En las que la solución es siempre feliz y siempre triunfa el amor,
el de verdad el que se sacrifica cada día y sufre con los silencios de la
amada.
Y, sigue recortando horóscopos, es tonto, tanto pensar y cavilar para nada.
Ya no espera amor, solo desea mantener un contacto de amistad, que ella sé de
cuenta de su presencia y aliento, lo pueden llevar a terminar sus días sabiéndose
comprendido en ese amor tardío, es mas de leyenda que de realidades, como un
cuento que revive en su memoria. Y sabe que, todos los cuentos son fantasías de
la mente que hacen feliz a los niños y a aquellos que tienen su alma cándida y
viven de la esperanza.
El hombre aquel, era refranero y, a la noche descubrió que suelen ser
verdaderos, pues hay uno que dice “Dios aprieta, pero no ahoga”, efectivamente
ya cerca de la media noche, abrió el correo y le dio un vuelco el corazón, allí
estaba ella, como siempre con sus cortos mensajes. Se ve que el remordimiento
le había hecho recapacitar, ahora empezaría, otra vez...
TRES
(Éxtasis)
Había, ¡¡¡SÍ!!! Una cita para el siguiente día, durmió deprisa, apretó el
sueño en su corazón y antes de que los gallos allá en los cortijos cantaran,
andaba ya despierto, pensando en la felicidad que sentirá al volverla a ver,
después de tanto tiempo, aunque delante de ella simulará algo de indiferencia
para que no se sienta acosada por su amor. Había cedido, no se había portado
con crueldad, sino que quería escarmentarlo, darle un castigo, con toda la
razón, pues él, se había hecho pegadizo, era como un tábano siempre ronroneando
por los aires de sus fantasías y ella, naturalmente se agobiaba.
Se siente feliz porque, en adelante la verá y de vez en cuando le enviaría
un correo, será el alimento de sus sueños, vivirá con el pensamiento aventuras
y situaciones amorosas, pero solo él las percibirá, ella ni siquiera se
enterará.
Los sueños son eso, sueños y podrá vivirlos sin trauma porque ella no
dejará de hablarle y el fuego se le aplacará con presencias y comentarios.
Mientras, él y sus pensamientos serán siempre para ella, pero las palabras se
las escribirá a otras mujeres, a dos que conoce y que son merecedoras de halagos
y piropos, pero que ellas ignoraran que están supliendo a una que para él es
imprescindible, pero que, no podrá recibir esos pensamientos hechos palabras en
una pantalla.
Llegó el tiempo de la bonanza, sus nervios y pellizcos se aplacarán,
echando toda su imaginación en dos bellezas, que son merecedoras de ser amadas,
pero que él no ama, solo que desviará sus pensamientos poéticos hechos palabras
a ellas, cuando lo son todos y le pertenecen a ella. El corazón latirá
acelerado cuando la vea, pero se guardará el dolor de no ser amado, solo para
él, para sus tripas que se retorcerán en su presencia y su rostro solo
reflejará amistad y cariño, afecto de amigo.
Ahora, cada vez que lea una oda o un poema, pensará en un amor que en su
juventud hubiera sido sublime, en el hipotético caso de que ella le hubiera
correspondido, hoy antes de la cita piensa en aquella Oda de Bécquer que dice:
¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... ¡eres tú!
Estos retazos, escritos en tres tiempos de angustias primero, de serenidad
después y de alegría al final, están dedicados, solo a una persona que espero
comprenderá y sepa que el dolor, cuando es por un sueño, merece la pena.
REFLEXIONES
El final de mes le trajo una satisfacción, anduvo parloteando con su Musa,
aunque la inspiración solo la dedica, por el momento, a sus pensamientos, esos
íntimos que tienen los enamorados si elucubran sobre sus palabras. Las dichas
por ella “... había tenido varios amantes...” (Según la forma de comentarlo,
muchos. ¿...?) Él piensa, si ha tenido
varios amantes ¿cómo fueron sus relaciones sexuales?, Sin amor, por necesidad
fisiología, por qué; ella no tiene furor uterino, bueno aparentemente
¿entonces, si ha hecho el amor con varios hombres, porque no conmigo?
O es que no quiere una experiencia con un veterano de vuelta de las
guerras.
Al siguiente día anduvo el hombre pensando en lo mismo ¿por qué, aunque no
lo ame, no le da un festival? ¿Será que no le gusta? Él sabe que no es guapo,
ni buen mozo y mucho menos un galán de cine, pero tiene la experiencia de los
años... ¿eso no cuenta para ella, o es que valora otras cosas?
Sigue serenándose, aunque su amor no se ha ido, ni se irá nunca, le durará
hasta el fin de sus días. Ahora sabe que no debe de agobiarla con correos ni
cartas, dejará, aunque sufra mucho, de llamarla o escribirle varios días a ver
si ella se le abre el alma y le pone un correo. Así pasaran días y días hasta
que ella le escriba.
Ahora está pensando ¿qué le habrá parecido su carta y sus Retazos? Con su
liberalidad, seguro comprenderá al escritor compulsivo que solo pone sobre el
papel sus desventuras de amor. Si ella supiera que, hasta los tuétanos se le
están quemando del dolor que siente, por un amor que no responde, solo con
cariño ¿Qué ve en él, para no darle un beneficio? Sería el último amor
correspondido. Podría concederle una hora, que le duraría hasta el final. Es
más cuando sus cenizas vaguen por las encinas de la sierra, estas estarán
impregnadas del ultimo revolcón y, si este hubiera sido sobre la hierba en
mitad del campo verde, cuando la primavera explosiona de colores y aromas
¡Sería estar en el Parnaso del amor!
A la mente acude un pensamiento nuevo ¿Le dará asco? Pero. Si él cuando
sabe que va a verla se ducha varias veces y se perfuma, aunque al parecer no le
fusta su perfume ¿Será por eso? La próxima vez que la encuentre, abiertamente
le hará estas preguntas. En la cara, hay confianza y ella se la da.
A la misma hora del día anterior, recordó cómo, sentados en un velador él
aspiraba, con sus cinco sentidos su presencia. No se lo dijo, pero a encontró
muy estropeada por los dos meses largos de ajetreo. Él la encontró bonita,
guapa en sus maneras, pero como siempre, ausente, reservada, solo abierta a
ciertas cosas. Los íntimos no los devela nunca. Son suyos, el hombre los
respeta, en cambio él se abre en canal. Recordaba a la tarde siguiente que, se
hubiera bebido su aliento, su sonrisa y sus ojos...
Ahora su consuelo es componer poemas, él sabe que es malo, peor, mucho peor
que con la prosa, al menos la escribe con vivencias veladas, pero en los poemas
es fatal. Bueno como son privados y están escritos para ella, no le importa,
Seguro que cuando los lea, encontrará, como siempre, faltas ortográficas y un
desastre en la sintaxis. Bueno, él espera que comprenda que ahí es donde
desahoga sus deseos y angustias.
No sabe qué hacer si escribirlos todos seguidos o irlos encajando en sucesivas
reflexiones, ahí va uno:
En este final de vida,
¿Dónde estará mi gloria?
Por caminos abiertos
busqué mi nuevo amor
y por senderos oscuros
mi alma se marchitó
¿Cómo es ella?
Su recuerdo me aprieta hondo,
su sonrisa ¿será sincera?, abre mi alna
Sus pensamientos, ¿cómo son?
Su color, el de su vida ¿cómo es?
Sus miradas... ¿encierran verdad?
Y su cuerpo, su cuerpo ¿de quién será?
La tarde se hizo corta, él miraba el reloj, ocupaciones inoportunas
malograron lo que pudo ser una velada más extensa, llena de matices, aunque la
hora, una tarde calurosa, no es propicia para muchas confidencias, mucho menos
a la luz del día, solo sus ojos animaban algo la tarde. Y después en su casa se
dedicó, una vez más, a componer (ella cuando lo lea dirá, ¡basura!)
Saca el hombre de sus adentros poemas o relatos que, quizá no encajen en
sus deseos o enamoramientos, pero que le salen de dentro, dijo en uno:
Con viento de levante,
mi corazón miraba al amar
Con mis sueños empeñados,
siempre la quiero alcanzar
Oh, rosa huidiza, como la ola del mar
retorna a la orilla, a doné te vine a buscar.
Cada día mi corazón,
se rompe al soñar
con quimeras imposibles
como las olas del mar,
vuelve otra vez a la orilla,
mi sirena por la mar.
Él siempre vuelve al campo, a sus soledades en mitad de las sierras en las
que paseó muchos años por sus cotos que bien conocía, cada cañada cada risco
cada alcornoque, y donde poder sestear bajo la encina, junto a la alberca,
ahora su corazón quisiera disfrutar, solo con el pensamiento del amor pegajoso,
el que lo llevará hasta el final. Es bonito el amor, aunque no te hagan caso,
así pensaba él y escribió:
El lubrican me acerca la noche
forjadora de sueños,
las estrellas iluminan mis ilusiones,
todas fantasías inalcanzables.
En la oscuridad recuerdo,
cómo un día me miró
encadenando mi alma,
dentro del corazón.
Ven amor en el moche
aunque solo sea ficción.
Y piensa que ya ve a los lejos:
LA LUZ
Y en esa luz estás tú;
pero no sé dónde estás,
no sé dónde está la luz.
J.R.J.
¿Es que no tiene sensibilidad?, o es que su mente, en aquel momento ella,
solo veía letras, no estaba en su esencia, ¿recordaría a otro o a otros? Así es
ella y él aun la adora.
Al siguiente día, recuerda, aquel hombre enfrascado en sus cosas y
recuerdos que había otro poema copiado de J.R.J., pero ella, al parecer leyó,
él cree que no, porque, primero que la letra es garabatosa y ni el mismo la
entiende y segundo, porque sus pensamientos, quizás volaban altos cercanos a
las nubes blancas que navegaban en el azul.
Él se conformará con las migajas de otros, un beso, una sonrisa y quizá un
abrazo fuerte, de esos, que cuando ella quiere es muy expresiva, así que este
hombre, paciente en sus pretensiones, no sabe cómo actuar ante ella. La desea,
la quiere, la ama ¿o qué?
Anda tras buscar otra Musa, otra mujer que le inspire amor, sabe que no hay
ninguna más en el resto de vida que le queda pueda suplantarla.
El poema que no leyó, no entendió o estaba en otra cosa es:
Mi vida es esta ola.
Una vez, otra y otra,
rompe en la extraña costa.
Deja su espuma sola,
Y una vez, otra y otra
vuelve por donde ahonda.
(Por si lo lee ella, extrañará si es de él: lo escribió así J.R.J.)
Impaciente espera a la aurora del día de la cita, para dejar pasar las
horas y contestarle, con el deseo de verla con su imaginación, pero ya
relajado, sabe que solo si algún día suena la flauta, como la del asno, sonará
una melodía maravillosa. ¡Qué le va hacer!
Amaneció día venturoso, él podrá contestar a su amable correo, se encuentra
relajado, aunque se siente regomeyo, aparentemente sereno hace sus tareas, lee,
escribe, come, pero..., siempre, siempre sueña. Nadie le puede quitar los
sueños a una persona, ni los mismos dioses pueden hacerlo. Son del libre
albedrío de las personas, una vez leyó...” un hombre, puede tratar a una mujer
de tal forma que ella se olvide de todo lo demás”.
Ése día dejó de echarse un rato la siesta. Costumbre arraigada en sus
comportamientos, es algo hedonista, le gusta disfrutar de las pocas cosas buenas
que tiene la vida. Porque lo demás es todo sufrimiento y lucha contra las
gentes que no comprenden que hay una vida que vivir, gozarla, incluso con
pequeñas cosas, con naderías que llenan segundos.
Ahora, siente esa forma de vivir y gozar la vida, el buen vino, la comida
las mujeres... bueno eso lo está reservando para una y quizás se muera con ese
deseo, pero al menos mientras llega o no llega, sueña, y soñar es gratificante.
Abrió el portátil, fiel a su compromiso, no enviará un mensaje hasta que
hayan pasado exactamente las 72 horas que ella lo envió. Le había prometido no
ser cargante, pesado, aunque le cuesta, las palabras se dan para cumplirlas,
incluso en el amor. Donde tanta trama rara existe. Se entretiene escribiendo
sus reflexiones, quiere que, si algún día ella las lea y comprenda que pasar
sus inquietudes y sueños a las palabras, es una forma de descargar su
desaliento por no conseguir una migaja de amor. Aunque haya cariño y amistad, él
se conformará, pero sus sueños vuelan más alto, mucho más alto. En sus
fantasías la ve idealizada en forma de Ninfa.
En la madrugada siguiente a las cinco abre el correo y
ve una cosa bonita, se la había enviado una amiga con ese cariño y afecto de
las que lo aprecian. Eran unas pinturas preciosas acompañadas de una suave
música y unos textos sabios, escritos tal vez en la paz y tranquilidad de la
edad. Una reflexión sobre la vida y sus formas, él, estaba conforme con todo,
se lo envió rompiendo la palabra de no mandarle ninguno de esos correos que
circulan, algunos molestos e incómodos. Pero..., en esas pinturas, música y
textos, estaba la vida misma, un reflejo de la suya que le brindaba con el
corazón a su Ninfa.
No sabe qué hacer, es demasiado la constante presencia en su mente de sus
maneras y formas de ser; en la ducha siempre se acuerda de ella ¿cómo será su
cuerpo desnudo, cómo se comportará y si por cualidad, alguna vez ella, en ese
estado de desnudez se acordó de él ¿...?
Cuándo lea esto, quizás no, ella
pensará que es un obsesivo, pero para
él, su constante recuerdo, su sonrisa y cuerpo, es como para el alcohólico el
vino, que precisa por la mañana al levantarse para aplacar los temblores,
producidos por la abstinencia de la noche, necesita del alcohol para serenar
sus nervios, Así funcionaba su mente,
por las mañanas el recuerdo, su recuerdo para serenar su espíritu y
saber poco a poco conforme va entrado el día la luz de sol lo hace sensato y
sabe que como no toque un ángel su
cabeza, ella nunca le dará la ambrosia de su boca. Es triste, pero es la
verdad, precisa como los drogadictos, alcohólicos y ludópatas, de la presencia
de su recuerdo para apaciguar su corazón.
Hizo un mal poema, empezó en la madrugada a escribirlo, será malo, pero son
sus sentimientos, él que transcribe sus pensamientos, no quiere corregirlo,
además, que no sabe.
En la madrugada, siempre sueño despierto.
Antes que el día despunte, sueño con ella, es
alimento para mi alma.
Cuando la luz del sol abre el día
se van borrando los sueños
y solo marañas enredadas quedan.
El encanto de la noche refuerza el ánimo
del día, pero la realidad se impone,
los sueños siempre son eso, sueños.
Hay conformismo dentro del dolor y las ausencias, él quisiera salirse del
amor ¿cómo se hace eso? Que vengan los sabios y le cuenten, él no puede.
Cuando habían pasado siete días recibió un chorreo, después nada, silencio,
es malo tanto silencio para él, que cuando descubrió su amor, no era una simple
candela en mitad del páramo, era un incendio forestal de grandes dimensiones en
un gran bosque. Ella lo ignora, o quiere ignorarlo y desviar sus pensamientos
¡Eso es imposible! Es una muestra de que nunca estuvo enamorada con
detenimiento, solo fueron escarceos de alcoba y apretones a media noche en
alguna esquina solitaria.
Él sabe que, si aprende a canalizar sus sentimientos, paliaran sus
desazones y aplacará sus nervios, tiene, lo sabe, poca vida por delante,
quisiera no perder el ultimo tranvía, pero al paso que va, cuando se le acabe
la vida, la activa, solo el recuerdo lo alimentará. Ella ignora que la vida de
él es como un arroyo que serpentea en la sierra por valles y cañadas en el que
existen verdaderas, aunque pequeñas, cataratas en las que el agua al caer en las
pozas hace remolinos, que corre por meandros sinuosos por entre matorrales de
ribera y que llega a tener remansos de paz, donde el berro crece apacible y las
ranas cantan en sus orillas. Algo así es su vida, que fluye por caminos no
trillados, con escabrosos pavimentos y en los que de vez en cuando encuentra
una sombra en la que descansar.
En sus cavilares la lleva por parajes inéditos, sus ríos los desbordará
llegando a los mares de la felicidad. No la llevó a lo alto, al cielo, porque
le hizo uno para ella sola, por eso su fuego no fue simple hoguera, sino volcán
bravío. En las noches los sueños reviven los amores, su amor por la cosita
pequeña, pero el amanecer le trae lutos. La luz del día le enseña la realidad
cruda y dura, se duele de sus ausencias, pero ¿Qué puede hacer, si los dioses
lo han dejado fuera del Olimpo?
Él quisiera besarla, con un beso que fuera todo él y quisiera que su cuerpo
se encelara de ella y que se diera a él, en lugar de darse ella a quien sea. -
Sigue pensando en pequeños adarmes de su vida, en sus quehaceres, de la casa y
en que divide sus tiempos, ¿Es vaga? ¿Activa?, no lo sabe, hay muchas cosas que
quisiera conocer, pero que no conoce. También sabe que sus reflexiones deben de
ser el olvido, que la aparte de su mente- Él está intentado buscar una mujer, o
mujeres que le alegren la vida. Ha encontrado dos, pero, aunque como hembras
son magníficas de cuerpo, presencia y simpatía, el amor no casa con ellas, Las quiere
las aprecia. Nunca habrá una chica que le haga soñar en las madrugadas y
dolores en los amaneceres, solo ella podría sacarlo del marasmo en que vive.
Todas las madrugadas, al despertar sabe que ha soñado imposibles. Sin
embargo, los sueños de la noche son como alimento para su espíritu, conforme
entra el día y va abriendo constantemente el correo y no encuentra nada, sufre
el desencanto y siente las tripas, el estómago y el hígado dolidos, Hay
momentos, que ni el corazón late.
Siempre hay una luz que brilla en sus ojos Esa luz ¡¡¡Es ella!!! No se
cansará de escribirlo. Ella pensará, ya es viejo. Él dirá, no soy viejo, soy
mayor, pero conmigo va el amor. No es sabio, pero si conoce el amor.
Juan Ramón dijo “Por la mañana barro las hojarascas de mis sueños, como el
jardinero las hojas secas” Eso es mentira, él intenta barrar sus sueños y solo
le quedan amarguras, no lo consigue, Juan Ramón debió de tener el amor más
apaciguado que él. También dijo: “El hombre debe considerarse dichoso de haber
sido contemporáneo de la rosa” Es verdad, la rosa es ella para él, además, roja
como su sangre.
Un día, el hombre al parecer dio alegría a su admirada y él recibió
recompensa, el solo hecho de estar junto a ella lo enamoró de la vida, lo
amable que es y lo encantadora que se encontraba, al parecer estaba a gusto con
él, pero en el buen sentido de la palabra no en que estuviera enamorada.
Hablaron y hablaron, él llevaba muchas preguntas y al final hizo muy pocas.
A su vera siempre siente nervios, desazón y deseos, deseos a veces de
abrazarla y besarla, pero no loase por el respeto a su persona y al qué le
dirá. Probaría un día a pasarse de rosca, besarla sin que lo espere o algo así,
pero tiene miedo a perderla por esos arrebatos que, él desea apaciguarlos.
! ¡Porque habrá descubierto el amor
tardío de su vida con ella!
Es el primer regalo que le ha hecho, además del de su presencia en contadas
ocasiones. Ahora él quiere que lea sus reflexiones, no sabe si lo hará, es dura
de pelar o “Árida” como ella se dice. Él cree más bien que se hace la dura,
aunque él va asimilando su desinterés por él de ella. Lo que sigue intrigándole
es porque, hacia el amor o ha hecho con varios ¿...? ¿Con dos, tres, veinte? Lo
ignora y con él no quiere hacerlo. Es una incógnita que no entiende.
El hombre se pregunta, si no será que él le repele, que lo encuentra sucio,
mal ataviado o que es ya mayor. No lo entiende, en la edad esta la sabiduría,
él sabe que la haría muy feliz varias veces casi sin... bueno eso se lo dirá en
persona. Sueña cada día de la semana y del mes, lo que le haría, hacerla gozar,
muy feliz, quizás como la copla que cantaba la Jurado...” ámame otra vez, ámame
otra vez...como la primeara vez...” una vez que él la amase en
profundidad.
Lo que sí la encontró y vio en ella es, que una mujer que tiene una vida
monótona, muy adocenada y falta de estímulos, salidas a bares, restaurantes
paseos, en fin, una vida social entre amigos y amigas y sobre todo sentirse halagada
cada momento del día. Eso él, cree que
no lo tiene y lo echa en falta, así que un día, se sintió feliz por estar junto
a una cotorra (cotorro) que habla y se va de un tema a otro.
No sabe lo “árida” que es, él más bien cree que es arisca reservada,
indócil, hosca, brusca. Cuando no quiere ser afectuosa, benévola, cordial,
amistosa, tierna y sobre todo mimosa. Ella sabe hacer las cosas bien, pero se
ve que tiene miedo a dar esa afectuosidad a la persona, y se muestra en sentido
contrario para no hacer creer al amigo que lo quiere. Al hombre lo usa como un
escudo contra su debilidad. Él piensa, ¿a lo mejor está enamorada y tiene
miedo? ¡¡¡NO!!!, Que va, ella es dura de amar a quien la ama.
Él, hombre sentimental que es, y romántico, le hace versos, son malísimos,
pero los hace con el corazón en la mano, pues se los envió un día y ella ni
siquiera los leyó. Que desagradecida, yo le diría a mi amigo, que lo que debe
hacer son desaires y obviarla, a ver qué pasa. En fin, él nunca hará eso por la
delicadeza que usa con ella, le dijo un día, “qué él la insultaba con cosas que
le dice o escribe” ¿...? Él, si le dice cosas y se las recuerda, son siempre
porque ella en la intimidad se las contó, nunca le diría que se ha acostado con
varios o cientos, sin que ella se lo haya dicho.
La mujer, porque es una mujer, le ha dicho ya varias veces (cuando hablan
de amor y enamoramientos) “¡si tú supieras...!” ¿Qué quiso decir con eso, que
está enamorada de dos, de tres, de uno solo? o... de él ¡NO! No lo cree, ni
mucho menos, Entonces, él que elucubra mucho ha pensado ya dos veces que a lo
mejor es bisexual y ahora anda en amores con una mujer ¿Quién será? Se
pregunta, mientras piensa en varias: con algunas de su entorno, él no las cree
merecedoras de sus caricias y con otras ni pensarlo y con varias más tampoco,
sabiendo y conociéndola algo es imposible que haya ligado. Aunque todo es
posible en Granada, como decía la copla. También pudiera ser que con alguna
chica que él no conoce.
El hombre ha estado dos días sin acudir a sus reflexiones, ha tenido una
esperanza, pero se ha quedado en eso, en esperanza; le escribió, después de
estar días y días sin saber nada de ella, y ahora al tercer día no le había
contestado aún. Creía que estaba ocupada con su hermana, pero él sabe que ella
cuando quiere madruga o trasnocha para ver el correo y cumplir, lo que ocurre
es que no quiere y no tiene ni puta idea de lo que hace sufrir al enamorado. Lo
de estar días y días sin noticias es terrible. Él piensa que ojalá algún día ella
sufra esas desazones y angustias de la espera.
Tiene, dos días ya música de los años cincuenta, en ella está todo el amor,
el dolor y la desesperación del enamorador. Él, enamorado de los goces que el
recuerdo con la música le trae, y es que nunca, nunca lo hizo feliz, solo una mirada,
un beso al aire de esos banales que dan los amigos y amigas, que más valía no
darlos, son como tener hambre y oler los manjares, no alimentan ni llegan al
paladar.
Ya lo dijo antes, hacía veinte días que la vio, pero correos no ha recibido
ninguno, parece que el hombre es un apestado ella lo obvia, seguro con sus
amores urgentes, que no su marido, anda olvidando a un desesperado. Ayer, sin
ir más lejos, por la tarde le entró un desasosiego y un dolor físico en él
estomago que creyó seria la ulcera reverdeciendo, y era su recuerdo constante y
en el olvido que lo tiene. En fin, ella cree que su terapia de ocultarse es
buena, pues ¡No, es malísima! La invitó el otro día a la reunión de las chicas
del club de la Esperanza y siquiera por educación dijo que iría, sino un ¡ya
veremos! Sin excusa alguna ni deseo, al parecer de verlo.
Romperá sus dolores y un lunes le enviará un correo a ver que contesta, si
es que lo hace, pues leyó su horóscopo de ayer decía que está necesitada de
hacer el amor y no tiene lo que precisa y quiere, así que lo andaría buscando
tras el que ella ama con locura y él la complace, seguro que, a regañadientes,
así es el amor, unos sufren por una que no lo ama y ella al que ama, él la
menosprecia, solo se da el filete, pero sin amarla en profundidad.
Miércoles doloroso, no llega respuesta, el hombre anda nervioso,
desquiciado a punto de reventar ¿qué ocurre? ¿Qué mala yerba ha pisado? No sabe
qué hacer. Si la llama, ella se
molesta, si le escribe no contesta, es la desesperación. El aún cree en la
amistad al menos eso podría quedarle, pero nada ocurre sin que su pulse deje de
acelerar.
Ella, sin él quererlo, irrumpió en su vida, dando su alegría innata y sus aficiones
a la escritura, ahora solo sabe escribir quejas de amor, desdeños de mujer y
¿quién sabe dónde andará, y con quién? Él está seguro de que anda enamorada de
quien no la merece, lo ha pensado ya varias veces y cree estar en lo cierto, El
trauma de ella será cuando el que ella ama con desenfreno, no la ame, la
abandone por otra cosa, diferente, pero que le cuadrará mejor.
Con más setenta años de penas, alegrías y sólida vida ¿qué otro sino es de él?
Tiene arrendada la vida que le queda, a la parca por ¿unos años, meses,
días...? Su cuerpo está lleno de cosas, el zurrón lo tiene repleto de palabras,
palabras de amor, de odio a la verdad. Sabe que sus silencios se quedaran rotos
dentro de su alma.
Las noches sin luna le cuesta mirar al cielo, cuando la luna luce llena
ilumina sus pensamientos, los hace amables, sinceros y anhelantes de conocer su
amor. Morirá sin haber probado el dulzor de sus besos, estaba escrito o estará
en las estrellas. Pero... hasta el final nunca debe de rendirse ¡Pero, si estar
con él un par de horas es como beber un vino añejo! Cuantas cosas se perderá
por no libar en sus labios el sabor de la vida plena.
Fimiosky
4/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente poesía:
COSAS
DE ANTAÑO
I
No
levanta la espuma del agua,
el
que ya levantó sobre el papel
bulos
con espuma, para que otro
no
presuma de conocer la verdad
sin
base alguna.
II
Las
cejas deben al panteón,
los
cabellos que cubren ojos
graves
porque las niñas son viejas.
Una
aojada fue a ver a un ciego,
hoy
dicen que va a morir.
¡Mucho me voy a reír!
III
Con las galas el indignado
ha descubierto que no le doy
perro muerto sin estar ella
En Leganés:
Cuanta verdad era Madrid
grande, lo dice bien una amiga
que es mayor gala pagar.
Para ello mucho tengo que llorar.
IV
Aunque tengo médico lego
a la menor calentura me cura,
y no siendo cura me da el olio
y
me entierra luego: lo que yo
licencia le niego, se lo conceden
de grado, un pergamino enrollado
y un engastado zafiro.
¡Mucho tengo que reír!
V
Ella trajo de dote un serafín
con casa y jardín bello, con dos
balcones
al rio y un postigo
al Valsaín: mientras pisan
el jardín las visitas y marindón
el balcón se hace espejo
y sus canas ve pardearse.
¡Mucho tengo que llorar!
El
próximo es de otro poeta
y seguro que los lectores adivinaran.
Casado
el otro de halla
Con
el cuerpo bellido,
De
quien perdonado ha sido,
Por
ser don Sancho que calla
los ojos en la muralla,
su
real ve acrecentado
de
uno y otro que entra armado
y
sale sin alborozado
por
aquel postigo mozo
que
nuca fuera cerrado.
2015
finalizando ya.
4/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
MIS COSAS
Suele haber gentes que a veces, leen libros,
no suelen comentarlos según hayan digerido lo escrito. A veces no releen un
párrafo o averiguan el significado y procedencia de una palabra. La lectura
suele ser como los cimientos de un edificio, hay quien los hace con poca base
para sostener las ideas que van creciendo gracias a la opinión en los
escritores.
Sé que el tiempo se me agota ando ya en el
reflujo de mi vida usando la sinrazón, a veces para andar nuevos caminos.
Afortunadamente desde niño aprendí a ver la vida, sobre todo en los años de las
hambrunas, la incivil guerra, la posguerra y la cruel dictadura, pero con la
suerte de ser niño y no sentir las penas de los mayores con sus estrecheces y
falta de lo más necesario para vivir; los juegos te aíslan del trajín en la
vida de los adultos.
Anduve por los suelos, subí a los cielos de
la abundancia, pero casi siempre me sentí un gandaya, patee campos de sierras
agrestes con duras temperaturas, a los que iba a cazar pajaritos con trampas, a
recoger aceitunas, algarrobas, bellotas, castañas y yerbas alimenticias:
después anduve por veredas entre grandes matorrales, fui gateando espacios y
los caminos de sierra me los aprendí en noches oscuras sin luna, en las que
andaba camino de los lagares conocidos ya, siempre con la mortecina luz de las
estrellas.
Conforme fui creciendo, no en años, sino en
conocimiento de gentes y cosas en sus diferentes formas de vida y pensamientos:
cuando dejé las veredas y trochas y empecé a pisar carreteras sobre cuatro
ruedas y con la modernidad, por autopistas, sin embargo, de niño solo monté
algunas veces en bicicleta prestada por un amiguito hijo de pudiente. Después
de tantos años sigo añorando aquel patín---único juguete--- que me hicieron con
una tabla, un palo y tres cojinetes desechados de ruedas de viejos coches, con
el gocé, seguro que mucho más que los niños de hoy día que andan mirando las
pantallitas y no saben cómo hacen las golondrinas cuando llegaban en primavera,
sus nidos o usan el que los vio salir del huevo.
Sí, los libros te enseñan, los estudios
también, pero la movida de mi vida
constante en busca del negocio y la charla con personas de diferentes
pensamientos y religiones, así como formas de vida y economía, ésa vida me
enseñó mucho más que los libros de texto y las enciclopedias por muy buenas que
sean. He aprendido hablando con personas de campo, de pequeños pueblos o aldeas
y de viajeros, más que en las clases de gramática, incluso a veces me he enterado
de cosas que en ningún libro está escrito, al menos de los que he leído.
He conocido personas con ropas de excelente
calidad, carísima, oliendo a dinero y comodidad, pero sin historias que contar por
sus vidas monótonas sin haber sufrido avatares con los que vas aprendiendo,
gozando de pequeñas glorias y, a veces desastres.
Eso ha sido para mí hasta estos últimos
restos de vida, pero gracias a escarbar en los recuerdos suelo gozar
constantemente de mi niñez, pubertad y juventud, cimientos que me han hecho ver
que el amor hay que practicarlo, la
convivencia en el mundo con sus gentes y, sobre todo que te salga de los
adentros, no lo que te digan los medios manipulados por políticos y angurriosos
personajes que por dinero están deshaciendo el mundo feliz con el que soñó
Huxley.
Sé que no puedo enseñar nada a nadie, y menos
a los sapientes que se lo creen, porque nadie es más que nadie como ser humano
y ninguno lo sabe, ni conoce todo lo que hay sobre la tierra que pisamos.
2014 Fimiosky
04/05/2016 Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
MI MUSA AFRODITA
Sueño
con ver una desorejada,
ver
su risa despertar en alegrías,
ver
sus dientes nevados,
ver
llamaradas en los rescoldos,
ver que
aparezca
con un escote
vertiginoso,
entre destellos, lleno
de
sabiduría adolescente y versos.
Miré
en mi sueño y vi a la diosa Afrodita.
Dije:
Oh tú mi amor de elevados senos
con puntas de rubíes levantados,
los
más tersos, subidos y deseados
llenos de luz y sombras, hermosos,
dulces,
mágicos, serenos y en la batalla
ardiente
erguidos, agitados y en juego ya
de
puro amor besados…
…como
gráciles corzas de dormir
morenos:
Ella estaba llena de gracia,
de inteligencia
malherida, y vi
el
fulgor de sus caderas en agraz,
su piel
manantial, chorro de
sangre
joven, apareció en la noche,
era
mi Musa, despierto digo, es
su
cerrada caverna de coral en
la que,
cabeceando ciego, perseguido,
le digo
ábrete a mi llamada,
métete
en el mismo sueño
que en
tu gruta sueñas, en
la
que tus furias rojas sueltas
me han
mordido y tú:
¿Me
escuchas en la oscuridad?
Hambriento
he bajado por
las
colinas y llegado al valle
donde
empieza el camino más duro,
ya
que todo, aunque cabellos son
espinas,
montes allí rizados
llenos
de maleza, te pregunto
¿duermes aun? ¿no sientes como
flor brillante y ruborosa tu piel
extensa
y alta, te desnudas con
labios
calientes?, de coral los tuyos
los míos rosa, así me besan tus labios.
¿por
qué estas siempre muda?
Fimiosky
A su
Afrodita, Musa del amor que nuca muere.
2/05/2016.- Nuestro compañero Rafael Torres nos envía el siguiente poema:
APUNTES DE LA PERPLEJIDAD Rafael
Torres
I
¡Hola a todos!
Soy el verdadero creyente.
Me falta sabiduría porque estuve mucho tiempo
sin nacer.
Vivo en un lugar donde sólo abren llaves
anónimas.
En estos momentos no estoy en casa;
he salido a reencarnarme en un creyente de mentira.
Si llamáis fingiré que os escucho.
II
Mi avergonzada lujuria ha descubierto pesares
hospitalizados en tu frágil
sonrisa.
Amada,nunca te abandonaré.
III
Los lirios en la soledad de los zapatos rotos,
las estoicas raíces del cañaveral,
la tentadora destrucción del hormiguero
en el fondo del cauce.
¿Quién recuerda el paso del agua?
IV
El polvo cubre al polvo.
Hay moscas muertas en una naranja aplastada.
El pañuelo está mugriento de tantos adioses.
Oh amaneceres rosados, ¿como puedo fiarme de vosotros?
Salvemos a la poesía de ahogarse en la poesía.
V
En el cubo de las goteras cantaba la lluvia:
metálica, acuosa,
preocupante…
En el tejado caían rocas
por el bien de todos.
Los clavos sobrevivieron.
Quedó el secador de papeles mojados,
papeles repletos de ADN.
¿Como guardar lo que se fue para siempre?
VI
¿Me acusáis a mí,vuestro glorioso héroe?
¡Claro que soy un violador! Un violador de espacios aéreos.
Todo lo hice por vosotros y en vuestro nombre.
La traición se esconde en
vuestros aplausos.
¿Que precio tienen mis horas perdidas?
VII
Compañeros de celda:
la paloma de la paz deja muchos excrementos.
VIII
El filo de los vidrios está desgastado y el sol estruja latas vacías,
la hierba no brota porque ignoramos su nombre.
Es inútil el clamor de los
viejos pinos.
El perro del ingeniero ladra a
los espectros.
Todos se han ido a trazar fronteras.
¿Quién arreglará los hoyos del camino?
IX
Amada, huyamos de este absurdo lugar.
Podemos cobijarnos en la
arquitectura del viento.
20/04/2016.- Nuestra compañera M.J. Ortega nos envía el siguiente trabajo:
MIGUEL
DE CERVANTES SAAVEDRA
WILLIAM SHAKESPEARE
Estos
dos genios siguen estando con nosotros gracias a la literatura. Hace ya
cuatrocientos años que no nos pueden escribir nada nuevo, ocurrente y genial
como solían hacer cada uno de ellos en su ámbito y con sus motivaciones
diversas y acordes con el tiempo que les tocó vivir, pero su huella, muy
profunda y humana, nos hace recordarles en sus efemérides, y propagando sus
enseñanzas volvemos a constatar que siguen estando vigentes.
El
ser, en esencia, no ha cambiado. Se ha llegado a la Luna y a otros planetas,
pero el hombre sigue necesitando, como antaño, de afectos que lo fortalezcan y le
hagan sentir bien, y, además de los alimentos que fisiológicamente
necesita, asumimos la importancia en el
mismo, por tanto en todos nosotros, del conocimiento, no solo el que nos brinda nuestra cultura, también el
conocimiento de las demás culturas que nos enriquece y nos hace prosperar como
personas. Todos necesitamos de todos. Cambia el tiempo de cada cual y somos
diferentes por él.
Miguel
de Cervantes
William
Shakespeare
¿Soñarían con la inmortalidad cuando escribieron
sus primeras líneas y se imprimieron para que las pudiesen leer más de una
persona?
Creo
que no. Ellos, tanto William como Miguel, lo hicieron porque en ellos habitaba...
¿En
el corazón?
¿En
la mente?
¿En
el alma?
…A veces la alegría cuando se enamoraban; otras la
tristeza, otras la rabia. También habitaban en ellos deseos de alabanza a
sentimientos, proezas, enseñanzas. Otras deseo de cambiar algo que no les
gustaba. Pasión por la equidad.
Escribiendo
no se olvida el deseo. Si lo plasmamos en una hoja en blanco: Se convierte en
algo que puede ser útil. A veces en el momento. A veces en un futuro más o
menos cercano.
Ellos, escribiendo lo que pensaban, además de identificarse,
identificaban, personajes, acciones—buenas o malas—, aunque caricaturizándolas,
nos las han hecho sentir fuera de lo común y nos han asombrado. Lo cotidiano
nos es familiar, no nos suele asombrar.
Cervantes
y Shakespeare pasaron muchas calamidades. Coincidieron en el tiempo, no en el
lugar, pero cada uno de ellos sufrió en su persona desafectos, odios, hambre,
calumnias, soledades, envidias y toda suerte de injusticias e infortunios, que
solo pueden sobrellevar quienes ya han nacido grandes.
Estos cuatro versos, son la primera
estrofa del primer soneto de William Shakespeare, de los que se conservan
ciento cuarenta y uno, pues de los ciento cuarenta y cinco que había en
principio, se descartaron cuatro que no guardaban lo establecido en la forma “Soneto”. Está tomada del trabajo
del traductor Ramón García González, cuyo estudio sobre la musicalidad y
acercamiento de las dos lenguas, ha sido el fin conseguido, a través de
diversas interpretaciones, para los sonetos del autor.
Queremos que propaguen, las más bellas criaturas,
su especie, porque nunca, pueda morir la rosa
y cuando el ser maduro, decaiga por el tiempo
perpetúe su memoria, su joven heredero.
La primera composición poética de Don Miguel
de Cervantes, de su puño y letra, dedicada a Isabel de Valois, pone punto final
a este pequeño homenaje, que rendimos cada año a la memoria de estos dos
geniales escritores y por ellos también, a este día especial de los libros.
(Ms. 373 del Fondo español de la Biblioteca Nacional de París.)
Mª Jesús Ortega Torres
18/04/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
HERRAMIENTA
Nadie trueque este
simple poema
este canto hecho
lamento;
que de él nadie se
burle
pues no es vano el
sufrimiento
de un corazón
escindido
por la ausencia; así
el tormento
desgarra en tristes
compases
las armonías de un
verso.
Si comprendes el amor
ése es el verdadero
entenderás que mi
esencia
dividida no halle el
medio
de emprender otro
camino
que no sea el de los
sueños
en el que ella. mi ella, está viva;
en el que ella, mi
élla, no ha muerto.
Aquélla que me
convirtió
en más de un mero
instrumnto
dándole cuerda a mi voz
con la pasión de su
aliento,
con acordes que
vibraban
de puro
estremecimiento
en manos de una
artesana
traductora de sentimientos.
Así me dio nueva vida
descorriendo el frío
velo
que a mi ser todo
cubria
dejándolo mudo y ciego.
Más la arrancaron de
mí,
De mi sangre y de
mi cuerpo
dejándome yerto,
esteríl;
lo que fue fértil
desierto.
Aún así no he de
borrar
ese inaudito deseo
ni la fiebre abrazadora
que me corría por
dentro
al sentirme, entre
sus brazos,
cadencia, compás y
acento;
más que una sencilla
nota,
mucho más que un
simple arpegio.
Quizá encuentre nuevos sones
Con que paliar su
destierro,
Nuevos timbres con
que hablar
De un cariño viejo y
nuevo.
Y tal vez a ser
instrumento
En manos de otra artista
Como ella. Más esto
es cierto:
---Nadie arrancará
mis notas
Como lo hacía su aliento---.
Fimiosky
0-1-04
14/04/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente "poemilla":
DEJARME
DIOSES
Consentirme
dioses tener lujuria
en
mis pasos por la vida.
Consentir
que el beso de sus labios
sea ardiente como los soles.
Consentir
que lo oscuro de sus pupilas
se
pierdan en los espacios de la noche
Consentir
que mi mano de osado enamorado
acaricie
su epidermis palpitante.
Dejar
dioses que los varones lleguen
a
las entrañas de los cuerpos desnudos.
Consentir
a los labios de la juventud
nadar
en el seno de los tersos cuerpos.
Tolerar
dioses que las doncellas que
guardan
en su seno el fuego del deseo,
que
sus
piernas de verdes tallos se mesclen
con
las llamaradas de sus sueños.
Consentir
que el matorral espeso
cual selva sea peinado por las brisas.
Consentir
que no asome el rubor
a
la escultura de su cuerpo, ni por los
contactos materiales y que los manantiales
de
procelosas corrientes se expandan
Consentir
que de sus secretas fuentes
y
de sus labios manen placeres infinitos
como caudalosos torrentes.
A TIENTAS Rafael
Torres
Llegaste a tientas.
Los recodos de la vereda,
hinchados de oscuridad, te
impedían ver
la plaga de tradiciones que
pesa sobre tu piel.
Algo te impulsa a pensar y
sentir:
el corazón y la cabeza por
fin juntos.
Sabes que dejas preguntas
sin respuesta,
que estás muy lejos de
donde querías estar.
El horizonte tranquilo, la
casa,
estrellas sobre el humo de
la chimenea,
tesoros hallados en
abrazos:
todo ha desaparecido. O
acaso nunca ha existido.
Plantaste árboles engreídos
por temor a que la tierra
trence sus redes
y el juez no encuentre
huellas de tus pasos;
cien soles se esconden en
el eclipse de tu espalda,
bandadas de pájaros huyen
de cristales en llamas,
doce nubes piden compasión
al sexo de la lluvia.
Un dios rebelde te regaló
las entrañas de la tierra
y olvidaste a esa luna
débil
que sólo alumbraba tus
fantasmas infantiles.
¿Que hiciste con tanta luz?
A tientas,tropezaste con un
vendaval de violines locos
que apagaron las antorchas
de los relevos:
el tiovivo gira devorándose
a si mismo
como una serpiente
Ouróboros
mientras la risa de los
monumentos
asfixia los gritos del
plancton.
Volviste tus ojos al mar
y descubriste la verdad del
paisaje:
criaturas sobrevivientes a la
noche
esperan a que los
principios de tu linaje
se cansen de estar de pie.
Sabes que ya no estás en
los programas del azar,
has arrancado tus viejas
páginas,
has balbuceado un adiós en
medio de un desierto sordo
mientras se desvanece el
rumor de las palabras
que pusieron nombres a tus
trofeos.
A cuestas con las soledades
del dios rebelde,
has llegado al interior
pétreo de tu homenaje.
Sembradores audaces pasan
junto a ti.
Empiezan el viaje a tientas
en busca del lugar
donde el viento deposita
semillas nuevas.
23/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía los siguientes poemas:
SENSACIONES
Al alba respiré un perfume de mujer,
con el
oro del sol su belleza recordé
Con la
imaginación, llegué muy alto, a la luz,
pero allí
no estaba, solo vi una nube azul.
BÚSCAME
Si me
buscas estaré en el sol,
porque
en la tibia luz de la madrugada
se
habrán perdido los trinos del ruiseñor.
En la
fría luz de la luna, mis ojos se perdieron
buscando
quimeras que no encontré.
PONIENTE
En noche
oscura por entre pinos
llegó
soplando el poniente, y
antes de
que llegara la luz,
mi
corazón latió sereno,
su
sonrisa allanó el recuerdo.
SOLO
La noche
está llena de vacíos,
alrededor
solo pasa el viento.
Perpleja
la luna mira la soledad,
sus
espejos reflejan mis despojos,
todo
esta dentro de mí,
lo que antes
estuvo fuera.
CALLEJÓN
De entrada,
está florido.
A los
aleros llegan aromas
de nardos,
clavellinas y jazmines
que
acompañan la esperanza.
Al fondo
dos paredes y una mujer
en la
reja, brillan sus ojos endrinos
mientras
un rayo de luna
rompe
los silencios.
SOLITARIA
Una sola
flor tiene su jardín,
está
mirando al cielo,
erigiéndose
orgullosa
sin
mirar al suelo.
VIDA
En el
devenir del tiempo,
mi vida
quedó muda.
Sin su
palabra, al aire
van mis
desvelos.
¿Qué
extraña vida me queda?
si su
alma esta comprada.
TRATANTA
Su alma
transparente,
enajenó
su cuerpo por
un
pincel, la desnudó
su
ambición y dejó de ser
pura
como la luz.
LA NOCHE
Hay en
la oscuridad
un latir
acelerado
que me
tira dentelladas.
En el
camino de mi vida,
hay
lagos profundos en
los que
se hundieron sueños.
ROSA
Un rayo
de luna rompe
la nube
y baja a besar la rosa.
Otro
día, él lo sabe, la luz
alumbra otro
asimiento.
SENDEROS
Por los
caminos del mundo
anduve
errante pero feliz.
Por los
senderos perdidos la soñaba,
y
siempre en sus laberintos
de la
noche, la esperaba.
PELO Y
MANOS
Recuerdo
sus alamares,
negros
como un tizón
cayendo sobre
su cara,
enredaron
mi pasión.
Un día
sus manos toqué
encastrándose
en mi alma
cuando con
pasión besé.
¡Allí me
enamoré!
Es sutil
y fina, delicada
como
rosa de pitiminí.
De
amplio espíritu y fuerte
saber.
Tal vez, ella
que el
mundo corrió,
ignora
que soñar no cuesta,
y que la
mente vuela libre
por los
espacios abiertos.
EL ILUSO
Creyó
que sus sonrisas
eran
aganadoras y
oyó
voces del cielo
que
alumbraban amores.
Ella
rompió su alegría,
cambiando
se ser y estar.
FELIZ
Y lo
fue, su encanto
lo
cautivó, ella,
como sus
flores, cinco,
fueron
sublimes esperanzas,
¿Es su
forma de amar?
DUDAS
¿cuidará
sus blancas rosas?
¿son
mensajes al corazón?
Ahora
sus sueños, serán…
¡más reales
¡quizás!
¿O son
nuevas quimeras,
que
quebrarán la ilusión?
FUEGO
Los
labios de mi rosa roja,
quemaron
en un suspiro
los míos
sedientos.
Fue
dicha pasajera,
no
volvieron a unirse más, ni
hoyados,
no volvió a besarlos
Su fuego
perdura, y quema
su alma que
arde en la noche,
cuando
sueña quimeras.
AGUA
Sueña el
agua en la fuente,
su
chapaleo es música celestial.
Mientras
el jardín se reposa,
se abre a la luz la rosa.
PALABRA
La palabra quebrada y temblorosa
duerme en mis viejos amores.
Hoy la palabra estéril, en mitad
de la tormenta se va al umbroso
valle del dolor.
RECUERDO
Algún
día, quizás recuerdes
arrepentida,
lo que fui para ti
y no
llegases a serlo para mí
OTOÑO
¡Cuando llegue el otoño,
cuantas hojas caerán del árbol
de mi jardín y cuanta ceniza
dejaron las que ardieron
dentro de mí!
ALEJADA
Soy para
ella como un iride,
se aparta en mi presencia,
para que no la contamine.
LA BEGONIA
sus flores sonreían.
Hoy verde, pero sin flor.
Así anda mi alma.
L ARGA ES LA NOCHE
mi mente está llena de dolor.
Hay dolores que no matan,
pero rompen la ilusión.
Despierto sueño la sinrazón,
¿cómo un amor puro degeneró?
Andar por equívocos senderos,
serán su perdición.
Mientras, se esta rompiendo,
un casto corazón que,
en las noches se desvela,
sin comprender su razón.
Copiad flores de mí,
de hace un tiempo aquí.
Antes hubo auroras,
hoy miserias por venir,
que mis sueños los rompieron,
y en las noches fui infeliz.
Tuve noches de primavera,
donde la luna brilló,
Hoy con las flemas del verano,
mi corazón se agostó.
Tengo una herida sorda
que taladra el corazón
De día hay esperanzas,
de noche desolación.
Duele mucho confesar,
que se muere por amor,
Pero más duele si ella,
te ha dejado de mirar.
Alguien
dijo: “No habrá lluvia porque los dos os cobijareis, el uno en el otro” Hay
muchas máximas del amor, de los amores, que son ilusas, máxime cuando la mujer,
las mujeres, son impredecibles, suelen amar a quien no las ama y desdeñan un.
amor sincero
Pero,
el que ama, siempre estará ahí.
Primavera/verano
2.006
20/02/2016.- Nuestra compañera nos envía el siguiente trabajo de Liliana:
Decálogo de la escritura Liliana Hecker
1) Las ganas de escribir vienen
escribiendo. Es inútil esperar el instante perfecto en que todos los
problemas han desaparecido y solo existe el deseo compulsivo de escribir: ese
instante no existe. En general, uno se sienta a escribir venciendo cierta
resistencia —salir del estado de ocio no es natural—, uno oficia ciertos ritos
dilatorios, uno por fin, con cierta cautela, escribe. Y en algún momento uno
tal vez descubre que está sumergido hasta los pelos, que todos los
problemas han desaparecido, y que no existe otra cosa que el deseo compulsivo
de escribir.
2) La primera versión de un texto es
sólo un mal necesario. Suele estar bien lejos de aquello completo e intenso que
uno difusamente ha concebido. Corregir no es otra cosa que ir encontrando a
Moisés dentro del bloque de mármol.
3) En literatura no existen
sinónimos ni equivalencias: no es lo mismo un rostro, que una cara, que una
jeta, “Dijo que estaba harto” no equivale a “—Estoy harto — dijo”. Aferrarse a una
frase o una palabra simplemente porque ha salido así del alma, es
por lo menos un riesgo: el alma, a veces, dicta obviedades. En Filosofía
de la composición, Poe cuenta que, durante la escritura de su
poema El cuervo, decidió que necesitaba un animal parlante para que
repitiera un leit motiv al final de cada estrofa. Y naturalmente el primer
animal que se le cruzó fue el loro. A veces conviene sacrificar al loro.
4) Ni la espontaneidad ni la
velocidad son valores en literatura. Tantear, tachar, descubrir nuevas
posibilidades, equivocarse tantas veces como haga falta, ir acercándose paso a
paso al texto buscado: ese es el verdadero acto creador. Lo otro es como
estornudar.
5) Cuando se escribe, no hay que
tenerles miedo a los sentimientos, pero tampoco hay que tenerle miedo a la
lucidez. Uno tiene tan pocas cualidades que no veo razón para que se despoje de
alguna de ellas para hacer literatura.
6) La realidad proporciona buenas
situaciones pero no construye obras artísticas. Tajear un hecho, distorsionarlo,
cambiarle o anularle alguna pieza, son atribuciones que un autor de ficciones
puede tomarse sin ninguna culpa. No es al acontecimiento real al que debe serle
fiel sino a la luz secreta que él descubrió en ese acontecimiento y lo tentó a
escribir.
7) No hay que empezar un cuento si
no se sabe cómo va a terminar. Se corre el riesgo de ir de acá para allá, sin
ton ni son, esperando que el final caiga del cielo. Los buenos finales no
suelen tener origen celestial: aunque no se lo note, vienen mandados desde
la primera frase.
8) Una novela requiere una escritura
y una estructura rigurosas como las de un cuento. Si tiene páginas grises, esos
grises deben estar tan cargados de tensión como lo están en el Guernica,
de Picasso. Si no, son meramente un plomo.
9) La inspiración no existe; en eso
se parece a las brujas. Entonces, cuando las palabras parecen cantarle a
uno en la oreja, y siente que todo lo que está escribiendo tiene la
música justa, el ritmo exacto, la tensión precisa que debe tener, uno puede llamar
a ese estado de privilegio como más le guste, pero lo mejor es que suelte el
freno y deje rodar la locura. Es hermoso, solo que no hay que creer que es el
único estado en que se hace literatura. Porque se corre el riesgo de no
escribir más que una página en toda la vida.
10) Hay que nutrirse de los credos y
hay que aprender a dudar de ellos. No existen reglas universales para el oficio
de escribir. Es uno mismo que a la larga, con verdades y mentiras propias y
ajenas, va estableciendo sus propios ritos, va permitiéndose sus propias
manías, va construyendo su propio credo.
14/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
¿Deseos?
Anhela
robarle besos
para aplacar su fuego,
conocer
su cuerpo lleno
de
apetitosa piel.
Ignora
de dónde sacar lágrimas,
solo
en primavera ve el sol,
el
que reflejan sus ojos.
Sabe
que el paso del tiempo
dejará
huella en sus cenizas
y
en la orilla del mar solo arena
húmeda
quedará.
Ella
vivirá primaveras y amaneceres
pero
él quedará como el musgo,
pegado
al tronco de la encina…
Fimiosky
TU VOZ ES MI DESEO
Canción,
si estas a mi lado
desde
que amanece serás
como
soy yo, nunca querrás
mostrarte
en lugar abierto y,
de
la alabanza ajena tampoco.
Ya
que amarás bastante
tendrás
como el sol que va
de loma en loma en las que
el
fuego me mal cuidaron
de
la viva piedra donde me apoyo.
Cuando
tu voz enmudece llega
al
centro de mi alma el deseo
apasionado
de tomar tu cuerpo,
alimento
básico de mi pasión…
Fimiosky
Enero016
14/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
SUBIENDO
Hay
sueños que levantan deseos
llenando los vacíos del corazón,
o
regalan ratos felices de memoria.
Su
cuerpo quedó grabado dentro,
en
el manantial del amor puro, su
sonrisa
subía a las flotantes nubes,
y
desde arriba veían su andar parco,
su
contoneo incitante y mirar bello
enamorando a la misma Venus…
f.
08/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
OFICICIOS Y TRAJINATES DE ANTAÑO EN CÓRDOBA
En el ir y
venir de mi mente suelo despertar cosas de mi niñez, recuerdos ya viejos de
vivencias que fueron desapareciendo de nuestras vidas, entre otras me parece
ver las tranquilas calles de mi Córdoba con sus empedrados en el centro y
aceras de anchas losas de piedras lisas, planas. Eran pisadas por gentes de la
tierra y venidos de afuera. Estas calles y callejuelas en las que se criaban
yerbas entre los intersticios de las piedras, debido al escaso paso de gentes,
eran transitadas desde la mañana al final del día por un pintoresco y variado
grupo de personajes típicos, artesanos y vendedores a domicilio de mil
artículos.
Pasaban los
latoneros portando una arquilla metálica llevándola pendida de una ancha cinta
que aguantaban sus hombros, llena de herramientas y un hornillo en la mano
izquierda siempre encendido en el que las ascuas del carbón de encina se
avivaban cuando tenia que calentar el rudimentario soldador. Lo mismo echaba un
culo nuevo a la cafetera que lañaban el lebrillo de solear la ropa o le ponían
con dos remaches de hierro un asa nueva al perol o a la olla. Las pocas
herramientas que usaban eran sencillas, sobre ellas primaba su destreza manual.
Estas solían componerse de un taladro de mano, compuesto por un eje central el
cual casi abajo tenia un contrapeso redondo de bronce dorado y al final la
broca que giraba gracias a dos guitas que hacían dar vuelta a la barra que, lo
mismo taladraba el vidriado que cubría el barro cocido de un lebrillo o el
hierro de un perol para ponerle un asa rota. Un soldador de hierro que
calentaban en el pequeño hornillo, una barra de estaño, un par de alicates y un
martillo le bastaban para reparar los imposibles, su habilidad rebasaba los límites
de las ciencias.
Otros eran
expertos en echar asientos nuevos a las sillas de anea. Como la anea es un
material dúctil pero endeble, con el uso las sillas se desfondaban mucho y
solía romperse con facilidad. Con una destreza y rapidez insólita tejían con
arte un nuevo asiento por un par de pesetas.
Los había que
pasaban en el otoño a varear la lana de oveja de los colchones, los que tenia
lana, pues las familias más humildes usaban borra, esta se hacía grumos; los
que dormían en ella solían clavarse los duros nudos en sus costillas. Si tenías
un patio donde hacer tal menester pues lo ejecutaban allí, pero si carecías de
local apropiado solían hacerlo en la misma calle, en la acera.
Con las
primeras lluvias andaba las calles “El paragüero” se anunciaba con una voz
peculiar pregonando sus habilidades, lo mismo arreglaba una varilla que ponía
tela nueva a un maltratado paraguas, como todos los artesanos callejeros usaba
un estribillo final diciendo... el paragüerooooooo.....
También en otoño
pasaban, casi siempre eran gitanos, vendiendo enjugadoras hechas de varetas de
olivo peladas y moldeadas en el fuego. Si por unas casuales tenías un brasero
de una medida diferente a las normales allí mismo hacía unas a tu medida. Las
enjugadoras eran esqueletos de varetas verticales cruzadas por otras
transversales en las que se ponían, en invierno, encima del brasero a secar las
ropas más precisas los días de lluvia ya que no se podían secar al aire libre
con sol. Las mesas de camilla solían tener un cajón bajo el tablero en el cual,
al menos mi madre, guardaba las tortillas o algún plato para que no estuviera
demasiado frío si llegaba tarde a cenar.
Las mujeres
tenían sus peluqueras a domicilio, andaban las profesionales por las calles con
un peine y un palito redondo para moldear, normalmente iban a horas fijadas por
la clienta, esperándolas éstas con su mañanita puesta sobre los hombros y un
espejito de mano para ver el trabajo que le hacían en los deslucidos pelos.
También iban a las casas costureras para hacer unos pantalones o una bata y las
planchadoras, éstas últimas solo iban a casas pudientes y a señoras que no
sabían plisar una falda.
Los más
clásicos, se podría decir así, eran los afiladores, todos o casi todos gallegos
de nacencia, pero universales en su andar por la España profunda. Empujaban un
artefacto mitad bicicleta y mitad complicado aparato lleno de poleas y correas
para mover las diferentes ruedas de amolar, una era grande de madera, la
motriz, movida por un pedal que hacía y siguen haciendo algunos, girar la piedra
de amolar sobre la que ponían los filos de navajas, tijeras y hachas para
hacerlas más cortantes. Su reclamo al cliente lo hacían y siguen aun, con unos
pitos parecidos a los que usan para hacer música en el altiplano en América del
Sur, pero más pequeños, a los que le sacaban una escala de sonidos muy
peculiares: Las amas de casa al oírlos sabían quien estaba en la calle,
mientras no trabajaban lo hacían sonar constantemente, sobre las prendas de
vestir llevaban un mandil de lona, algunos de cuero, para preservar sus camisas
de las chispas que a los nenes nos ilusionaba ver mientras hacían su trabajo.
Por los
pueblos, mayormente, solían pasar gitanos especialistas en trasquilar caballos,
mulos y asnos. En Córdoba también visitaban las cuadras de los almacenes que
poseían semovientes para sus carros de repartir mercancías o los señoritos que
tenían cuadras con tiros de caballos para sus calesas o coches de lujo para
pasear. Estos gitanos portaban un par de tijeras de diferentes dimensiones y
alguna cuchilla, con ellas hacían pelados primorosos a las caballerías y
verdaderas obras de arte en las crines y colas de los animales que lucían con
garbo en el paseo del real de la feria y algunos domingos soleados.
En las ferias
de ganado era muy frecuente verlos trasquilar las pelambreras a algún burro
lleno de mataduras de cara cansina, intentando darle buen aspecto para la vista
de los posibles compradores. En mi niñez me llevaba mi padre a la feria del
ganado, presencie más de un trato. Ésta costumbre, mientras viví en Córdoba y ponían
la feria en el llano de Vista Alegre la seguí manteniendo, pues ver en las
mañanas de primavera el trajín de gentes del ganado hacer tratos era una
gozada. El gitano dueño de la acémila
tenia por lo regular un ayudante que era el encargado de hacer trotar al rucio,
mulo o caballo, para ello usaba una vara corta que metían por los ijares de la
vestía y esta ante el dolor andaba con paso de joven pollino o esbelto alazán
al tiempo que le decía “pero mire usted, si es una rosa y anda con mas garbo
que la Piqué “
Rememoro
aquellas mañanas en las que el olor de la bosta mezclado con el heno y el polvo
que levantaban las caballerías trotando, unido al penetrante del aceite de
oliva refrito con que hacían los jeringos
y aguardiente peleón que expendían en los chiringuitos hechos con cuatro
tablas, ante los que se agolpaban tratantes corredores y gentes curiosas a
tomar unas copichúelas de aguardiente
de garrafa, se hacían tratos con más palabras que valía el ganado motivo del mismo, estas
transacciones en las que no había papeles ni firmas se cerraban con un fuerte apretón de manos y
unas copas de lo que fuera según la hora del día, unas veces con intervención
del corredor de turno y otras directamente entre comprador y vendedor. Aun me
parece percibir aquellos olores en los registros de mi memoria. Si pedías un
café te lo daban de maquinilla que, como decía mi padre, tenía siete sabores y
el mejor era a paja. Todas estas gentes del chalaneo y compra venta de animales
que andaban de feria en feria, solían vivir en carretas destartaladas o bajo
lonas puestas sobre la pared del cementerio de La Salud.
Es lastima que
las ferias de ganado se estén perdiendo, ya quedan pocas en la España agrícola,
pues somos un país agrícola y pecuario, la mecanización de campo ha hecho
desaparecer lo verdaderamente rural, hoy día los cortijos funcionan como una
fabrica de hacer algo, todos tienen maquinaria para todo, para sembrar, labrar
cosechar y se riega con goteo porque ningún labrador se fía ya de lo que vaya a
caer del cielo. Nada se deja a la improvisación, aquello fueron unas formas de
vida que se fueron perdiendo por el empuje de la modernidad, se ha dejado de
vivir y estar como eran la costumbre de las gentes del agro. Ahora entre las
subvenciones, las ayudas europeas y la mala conciencia de los labradores, el
campo se ha quedado en algo que se vende y se compra en bolsa.
Los apañacosas que circulaban por las
estrechas calles usaban sus voces ofreciendo trabajos, algunos tenían sus
estribillos que con más o menos gracejo pregonaban las excelencias de sus
artes. Pero lo que más abundaba en nuestras plazuelas y calles eran los
vendedores. Estaban los habituales o fijos que durante todo el año pasaban por
los barrios ofreciendo su mercancía con coplas y sonsonetes, los que
terminábamos por aprender y los de temporada que venían de afuera
periódicamente. Posiblemente el más conocido en las calles de nuestros barrios
era el de la arena. Un hombre de mediana edad, bajito, de cetrina cara y un
gran lunar o antojo rosado que le cubría toda la mejilla izquierda, andaba como
barco escorado, se cubría con una gorra ajada y al hombro portaba un saco de
fina arena para limpiar peroles, sartenes y ollas. Fue el precursor en Córdoba
del estropajo de aluminio y el detergente tan manoseado por la tele. Tenia
largas estrofas que cantaba con su música ofreciendo la fina arena. el
estribillo era “niña la arena, que la
llevo fina y buena, buena, buena pá limpiar.....”
El de las
yerbas medicinales que de un tirón relataba más de cuarenta especies y si le
preguntabas de cada una te decía que clase de enfermedad curaba, empezaba
siempre diciendo “La yerba nieta, el
podador el culantrillo, el orégano, la jara, el hinojo, el tomillo, la tila pá
los nerviosos, la cascara de nuez...” Y muchas más hierbas todas ellas
medicinales, la vecina con algún familiar enfermo solía pedirle consejo diciéndole
los síntomas de la enfermedad que le aquejaba a ella o para el enfermo. Con la
seriedad de un galeno le recomendaba la apropiada para el mal y como
administrarla. Andaba por las calles un
hombre, muy tieso, el tío de los pestiños, lo recuerdo bien andando con
pausados pasos señoriales, era alto, enjuto, vestido con sobriedad, se cubría
con sombrero cordobés, él autentico, no el escuchimizado que se ponen hoy día
los flamencos modernos en las ferias, lo usaba de alta copa terminada en cono y
ancha ala, tal y como debe ser el sombrero cordobés. Llevaba al brazo un gran
canasto de mimbre lleno de pestiños que cubría con un trapo blanco como la
nieve y limpio como una patena, con una voz recia de tenor pregonaba su
mercancía “Pestiños niña, no quiés más,
anda que están mú ricos de comer...” y seguía con sus titulillos.
Las calles eran
paseadas por cansinos rucios con grandes serones repletos de orzas, cazuelas y
ollas vidriadas. Había uno que vendía soplillos de pleita, este lo usaban mucho
las amas de casa ya que el carbón a veces muy húmedo ardía mal y costaba
trabajo encenderlo. Cuando empezó a modernizarse la España cañí se usaban unos
aparatos para guisar que ardían con petroleo y ahí empezó la decadencia de
nuestra cocina clásica, todas las ollas olían y sabían a petroleo, un asco.
Había
vendedores de menaje de cocina, paletillas, cazos, jarros de lata cacerolas,
sartenes y todos los utensilios propios para él guisoteo, estos artículos eran
de latón, de poca consistencia, hechos por manos artesanas, no estaban
fabricados en grandes talleres, pero daban el avío a las gentes humildes.
De todos los
vendedores a domicilio, los que desaparecieron antes en la vida que empezó a
ser moderna, fueron los cabreros, estos careaban una pequeña piara de cabras
ofreciendo su leche, cuando alguna vecina lo requería, el dueño con una voz o
silbido hacia parar el rebaño, la mujer sacaba un jarro, casi siempre de latón
o porcelana, solían comprar pequeñas
cantidades dado las economías débiles de las familias, compraban cuartillo o
cuartillo y medio; el cabrero tenía una sola medida, un jarrillo de lata de
medio cuartillo con el que despachaba la
cantidad solicitada, ordeñaba la cabra más cercana y cuando a ésta se le iban
quedando enjutas las ubres, cogía otra que las llevara repletas. La leche salía
caliente de los pezones de las cabras en chorros rápidos y fuertes que sonaban,
los primeros, al caer en la cubeta el líquido, hacían un ruido agradable. Yo
los conocí careando sus cabras por los barrios extremos, ignoro si mis abuelos
los vieron andado por el centro de la ciudad.
Cuando se
desprendían de los plátanos del Gran Capitán las primeras hojas amarillentas,
aparecían por las calles los vendedores de alhucema, un sahumerio natural para
aromar las casas, esta semilla del espliego quemada en el brasero nos anunciaba
el invierno, su olor me sabía a sierra a campo, despierta en mí recuerdos de
familia, de hogar cuando niño entre los míos. Desde siempre el espliego ha sido
la base de muchas colonias de las que venden hoy día a precios astronómicos. En
todas las casas, o en casi todas, al menos en la mía, la madre el día primero
de noviembre, día de todos los santos, vestía la mesa camilla, colocaba la
tarima y el brasero, se echaba, según el argot de antaño, con picón de jaras y
encima y debajo el de orujo, hecho con los huesos de las aceitunas triturados y
quemados someramente, se le echaba un puñado de alhucema, el humo que hacía
impregnaba las ropas y paredes de la vivienda. También se sacaban las ropas de
invierno que olían a membrillo maduro, esta fruta se ponía entre las ropas en
la cómoda para que al sacarlas no olieran a cosas encerradas. Hoy día hay mil
productos para perfumar las viviendas, los cuartos de baño, las ropas, los
muebles, en fin, todo y con mil diferentes aromas, lo de antes eran más
sencillo, quizás más cutre, pero mucho más agradable y natural, se puede decir
que todas las viviendas olían igual, la cocina a cocido, el comedor a espliego,
las ropas a membrillo y el retrete a eso, a retrete. Los más finolis le decían
escusado
Cuando
aparecían los primeros fríos andaban por las calles con un par de borriquillos
diminutos que soportaban cargas de gran volumen, los piconeros, vendían la
mercancía hecha por ellos mismos, no había intermediarios, iban a la sierra,
hacían el picón y lo vendían directamente al consumidor, costaba barato
adquirir un saco de unos treinta quilos el de las carbonerías salía más caro.
En Diciembre y
hasta que pasaban las fiestas de Navidad, labriegos venidos de los pueblos
pasaban por calles y plazas arreando con una larga caña un grupo de pavos y
pavas que con su cloqueo soso y monótono alegraban a las gentes, pues que
anunciaban las fiestas navideñas, dicen los melancólicos que más entrañable,
fechas únicas en la que los pobres solían disfrutar de la carne de pavo o gallo ya que durante el resto del año
no podían comprarla y en Navidades, si lo hacían, con grandes esfuerzos. Hoy día comer pollo o
pavo no es un lujo, pero si una forma de desmerecer la verdadera carne de estas
aves de corral, las de aquellos tiempos, ¡aquello si que era comer aves de
pico!, los de hoy son de plástico
Durante todo el
año andaba las calles el barquillero,
con él podías jugar a la ruleta que llevaban encima de su tambor almacén, donde
guardaba su golosina, era redondo, pero con mucho culo, lo ponía vertical,
encima estaba la ruleta protegida por una especie de borde metálico, una especie
de barandilla calada con bonitos dibujos hechos en el metal, relucientes como
el oro, la ruleta siempre se paraba en un premio, una sola pieza y alguna vez
doble. Estaban los que vendían los pirulines
o quiquis, dulces caseros de forma cónica que llevaba el vendedor pinchados
en un cono de madera de diferentes colores. El de las tortas de aceite
pregonadas con voz fuerte para que fuese oída por los niños, voces a las que
más de las veces las madres hacían oídos sordos por carecer de unos céntimos
para comprarles a sus chiquillos las golosinas. En las tardes de invierno
pasaba otro vendiendo hojaldres calientes, solían comprarlos las amas de casa
cuando esperaban visita, aquellas visitas relajadas en las que las matronas
hablaban de la nada y de sus hijas casaderas. Antes se cultivaba la amistad
mediante los visiteos, se hablaba de todo y nada al amor del calor de los
braseros. Lastima de costumbres idas, hoy día nadie tiene tiempo para practicar
estas formas de comunicarse en tardes frías de invierno.
Cuando las
calles olían a tierra mojada con la caída en las primeras lluvias de otoño y
empezaban a volar las aludas, aparecían en las esquinas y en algunos portales
las castañeras con sus grandes anafres donde las castañas se asaban a fuego
lento, también las bellotas. Al cruzar por delante de alguna de estas
industrias el olor a cosas calientes te hacían sentir cómo más confortable,
como si el calorcillo que tostaba las castañas con su aroma característico
abrigara tu cuerpo. También las vendían sin tostar por las calles, como los
espárragos, las vinagreras, collejas y el tomillo, orégano y los hinojos para
aliñar las aceitunas Estos productos los cría nuestra sierra con abundancia y
generosidad. Los parados se echaban al campo a traer lo que la madre naturaleza
cría para venderlo. Los había que deambulaban por las calles, otros o sus
mujeres se ponían en algún lugar debajo de los Portales con sus mercancías,
simplemente las exhibían, no las pregonaban por pudor debido a su pobreza
vergonzante, los interesados en las mercancías se acercaban, pedían el precio y
les compraban.
A la bajada de
la Espartería, se ponían en tiempo dos afeminados, los pobres parecían gemelos,
posiblemente por mimetismo, que ofrecían por cinco céntimos tres limones,
andaban siempre a la greña, eran ya, mariquitas viejos, o al menos a mí me lo
parecía. Ofrecían la mercancía en la palma de la mano, que alargaban al pasar
las comadres cuando iban a la compra.
Los puestos de
jeringos estaban en las calles o plazas, al aire libre bajo un gran parasol, en
las madrugadas su olor de aceite de oliva frito y harina amasada habría el
apetito de los madrugadores, en la cola que se hacia para comprarlos las
mujeres daban las primeras noticias del día anterior y se comentaba el buen o
mal tiempo, estos puestos estaban todo el año desde la madrugada hasta media
mañana.
El verano era
más prolifero en vendedores, ya que el campo cría muchos más productos. Los
meloneros andaban tras un burro cansino y resignado con los serones llenos de
ricas y jugosas frutas, los primeros en madurar y por lo tanto en vender, eran
las cocas de olor sabroso, después venían los escritos, como les llamaban los
vendedores y las jugosas sandias de rojo corazón. El de los higos chumbos que
los llevaba en una cubeta de latón, los pregonaba constantemente de esta guisa “el higo redondo a quien se lo pelo, a quien se
lo mondo”. Cuando empezaba la ruta llevaban un trozo de hielo para
conservarlos fresquitos, a la hora estaba el hielo derretido, solo había agua
en el cubo. Los pelaba y te los daba con la piel abierta para evitar te
llenaras de las pequeñas y lacerantes púas.
Estaban los que
venían las almezas, también llevaban el producto en una cubeta y por cinco
céntimos te daban una medida, que era un cubilete de madera, la llenaban y entregaban
por el mismo precio, un canuto hecho de caña con el cual los nenes, una vez
comida la parte carnosas, que bien poca chicha tenia, lo usábamos introduciendo
el hueso redondo y disparándolo con la fuerza del soplido que impulsaba los
pequeños balines, con ellos solían hacerse moratones. Las niñas al vernos con
el canuto en la boca huían despavoridas pues que nuestros disparos iban
directos a sus desnudas piernas.
Cuando el estío
apretaba se veían por las calles con sus mulos repletos los de La Rambla,
pueblo con industria botijera, tenían fama sus artículos de hacer el agua más
fresca, también vendían cántaros, platos de maceta y cantimploras grandes que
usaban los arrieros que andaban tras su reata por los caminos transportando
mercancías.
. Los lucenses
ofrecían sus artículos de bronce dorado, candelabros, pesados morteros con su
mano y demás artículos de adorno, para llamar la atención de la clientela
solían hacer sonar dos piezas que hacían un ruido característico que los
identificaba.
Las gentes de
Puente Genil vendían la Carne de Membrillo, bien en trozos que cortaban de un
gran bloque o en cajitas de madera con letreros y dibujos alusivos al
contenido.
Por las
terrazas de los bares, de los que había pocos, Córdoba tenia más tabernas que
bares en aquel tiempo, por estos establecimientos paseaban con sus grandes
cestos de mimbre los vendedores de altramuces “chochos”, Camarones, cangrejos y
piñones, que te vendían dándote con ellos aun clavo machacado por la punta que
hacia de espátula para abrirlos por la pequeña ranura que se les hacia al
tostarlos.
Al caer la
tarde, cuando el sofocante calor del día amainaba aparecían las mujeres, y
hombres, con sus ramos de jazmines y nardos, los jazmines en ramilletes hechos
con un simple alambre en el que ensartaban las florecillas y los nardos
pinchados con su alfiler en un pepino que, ofrecían a las parejas que pelaban
la pava en los portales ante la mirada critica de la madre que, hacia encaje de
bolillos, pero que no apartaba la vista de los novios. Estos productos también
se vendían en el cine que montaban en la Plaza de Toros de Los Tejares y en los
demás de verano. Más de una guapa cordobesa vi en mi juventud con un ramillete
de jazmines colocado con gracia sobre su moño redondo de endrino pelo.
Había una
vendedora muy popular en la plaza de toros que con un gran canasto andaba por
los graderíos vendiendo altramuces, ésta para andar por los tendidos llevaba
unas faldas de enormes vuelos y varias enaguas, limpias como los chorros del
oro y unos calzones largos cogidos con rizos en los tobillos para evitar las
miradas curiosas de los fisgones de turno. Tenía un gran moño en lo alto de su
cabeza, era agradable, desenfadada y dicharachera.
Muchas de estas
pequeñas industrias solían montarlas familias menesterosas para sacarse algunas
perras con que ayudar al mísero salario del padre de familia, eso cuando
trabajaba, que las más de las veces andaba parado en busca de lo que saliera o
se tiraba al campo a por los productos naturales que antes he relatado, otros eran
cazadores furtivos que andaban con el hurón por los montes o ponían lazos y
cepos pues que carecían de escopeta para matarlos a tiros, lo hacían con
artimañas. O ponían perchas en los olivos para coger zorzales y trampas de
alambre a los pajarillos, todo esto lo vendían en el mercado o por las calles.
Vendedores por
doquier, unos con paloduz, (orozuz) otra caña de azúcar, los que ofrecían
hojaldres o tortas de aceite y mil menudencias más. De vez en cuando aparecían
los manchegos con sus quesos, curados y semi, vestidos con su amplio blusón
negro y un pañuelo de pequeños cuadros blancos y negros anudado al cuello.
Portaban en una bolsa de lona sus quesos y una romana pequeña con la que hacían
sus transacciones.
Todos los vendedores usaban pequeñas romanas,
tanto los del pescado como los paveros, no existían los precios fijos, se podía
regatear en todas las mercancías, solían venderse muchas cosas por piezas, como
los gallos y pavos a ojo de buen cubero. Los recoveros vendían además de las
aves huevos que portaban en unas canastas de alambre para que la mercancía no
se le cascara. Los meloneros que no andaban con bestia por las calles solían
poner grandes montones de cucurbitáceas en alguna acera o sitio en que no
molestasen al viandante, por dos reales podías escoger dos piezas. Estos
puestos en las noches de verano para alumbrarse usaban un carburo colgado de un
palo alto que les servía para sostener la lona que los resguardaba del sol y en
las noches de la humedad. Los avispados nenes que iban en pandillas, yo lo hice
alguna vez, mientras dos escogían un par de melones otros con los pies hacían
rodar otras dos o tres piezas y fuera ya de la vista del melonero los cogían
sin ser vistos. Estos pequeños hurtos eran frecuentes en los puestos de frutas
que ponían al aire libre.
Antes de la
guerra civil andaba por las calles un hombre cambiando pan duro por
revolandetas, con ellas los nenes corríamos cara al viento haciendo girar
aquellas estrellas hechas con papel de colorines, he dicho antes de la guerra porque
posteriormente y en muchos años, el pan faltaba y no creo hubiera casa alguna
que tuviese mendrugos. Había otro que
cuando terminaba el verano pasaba por las casas cambiando los garbanzos del año
anterior por otros tostados, dos medidas por una de torrados, también ocurría
antes de la contienda. Estas pequeñas transacciones solían hacerse casi a ojo,
pues no se pesaban las cosas, simplemente se median con un jarro de lata o cualesquiera
otros recipientes. El arrope también lo vendían por la calle, toda clase de frutas,
aceitunas y los artículos más inverosímiles que te puedas imaginar. Si la mujer
no quería salir de casa, todo, casi todo, se lo ofrecían en la misma puerta de
casa.
Las empedradas
calles sabían de ver pasar las calles las vendedoras de encajes de Lagartera,
con sus trajes típicos de amplias faldas de colores vistosos y los de las
mantas, así como los gitanos vendiendo por diez pesetas dos cortes de pantalón,
eran telas que se abrían al coserlas, pero eso si, resultaban muy baratas.
De vez en
cuando pasaba por la calle un hombre, con un saco a la espalda voceando ·
“compro botellas vacías” La figura de este comprador de vidrio era usada por
las madres para asustar a los pequeños diciéndoles “si eres malo viene el tío
del saco y te va a llevar” siempre aprovechaban la ocasión para amenazarlos
cuando lo oía pasar por su calle. Otro compraba la lana de los colchones vieja.
También compraban el papel o cartón, en fin, había mil cosas que vender y
comprar, todo era aprovechado. Otro cambiaba pellejos de conejo por tomillo
para aliñar las aceitunas.
Había, no se si
aun existen, las mujerucas que llevaban de una casa a otra, como si llevaran un
niño en brazos, unas urnas pequeñas de madera, con un cristal para preservar
las imágenes, vírgenes o santos de diferentes confecciones, las entregaban en
la casa, al parecer abonada a ella y la volvían a recoger al día siguiente para
llevarla a otra vivienda. Estas vírgenes tenían sus devotas que les encendían
velas o mariposas en un tazón con agua y aceite. Antes de devolverlas echaban
unas perras en el cepillo, que tenía su llave correspondiente por si alguien
tenia la tentación de afanar, la iglesia decía que era pecado robar a los
santos, esta hucha bastante amplia, estaba hecha para tal fin bajo los pies de
la imagen. Ignoro este dinero a quien iba a parar, aunque me malicio que como
siempre a la iglesia de turno, mejor dicho, al cura párroco.
Los impuestos
municipales supongo que eran pocos, poquísimos, el Ayuntamiento para sacar
algunas perras de todas estas gentes que traían cosas para vender usaba los
Fielatos, estos eran edificios modestos construidos a la entrada de las vías
pecuarias y carreteras, en los que día y noche un par de empleados hurgaban en
los serones de los carros y bestias cargados que arribaban a Córdoba con toda
clase de mercancías, bien verduras, carnes, pollo huevos y todo lo comestible y bebible del tiempo.
Estos fielatos no hacían una vigilancia estricta, era fácil burlarlos, cosa que,
hacia la mayoría, pues por el miserable salario que les pagaba el Ayuntamiento
no se esforzaban por controlar todo lo que pasaba por sus narices debido a la
cantidad de entradas que tenia Córdoba y a los pocos Fielatos que había.
No quiero dejar
en el tintero a los artistas callejeros, los había nacionales, húngaros,
rumanos y también gitanos, unos llevaban una cabra y una escalera de tijera
pequeña por la que solían hacer subir al rumiante, pobre animal siempre
hambriento, si té descuidadas te pegaba un bocado en la ropa o lo que más a
mano tenías y si estabas merendado pan con chocolate te quedabas sin
merienda. Uno de los gitanos llevaba una
trompeta con la que tocaba los ritmos de moda, casi siempre con mala fortuna,
otro con tambor. Mientras la cabra evolucionaba subiendo y bajando la escalera,
una gitana o húngara de grandes ojos negros, guapa a rabiar, de pelo largo
suelto, pasaba una pandereta boca arriba para que le echasen las perillas
aquellas de cobre negruzcas y desgastadas sus imágenes por el trasiego de mano
en mano. Otros grupos eran de saltimbanquis, en plena calle hacían piruetas
acrobáticas embelesando con ellas a niños y mayores. Hace unos meses me
sorprendió oír en el centro de Alicante una trompeta tocando un pasodoble
torero y uno de esos grupos con cabra incorporada que me hicieron volver a
aquella niñez inocente de los niños que en plena calle jugábamos sin temor a
ser atropellados por algo, ¡Pero si en Córdoba solo había cuarenta coches!
La vida en
nuestra provinciana Córdoba en los años treinta a los cincuenta era, salvando
los tres de fratricida guerra, relajada, bucólica, llena de carencias pero de
una felicidad simple, sencilla y reconfortante, las gentes no andaban
ajetreadas, nos sobraba el tiempo para recrearnos; en Primavera viendo las
acacias y los álamos negros florecer, unas con sus floreces comestibles de
dulzón sabor y otros con el pan y panizo que comíamos con fruición los niños y
algunos mayores, en Verano disfrutar del
calor y los baños en el río o albercas de las huertas que circundaban la
ciudad. En las noches los cines al aire libre tenían su encanto, muchas mujeres
iban con el botijo y un puñado de pipas de girasol. Los otoños con el
reencuentro del abrigo y el brasero y los largos inviernos viendo caer la
lluvia Las calles en la primavera se perfumaban en las tranquilas noches con el
aroma penetrante del azahar de los naranjos en flor y en las mañanas, cuando el
sol calentaba, los chillidos de las mil golondrinas con aquellos vuelos rápidos
y complicados acercándose a los relieves de los tejados de las casas para
reparar el nido del año anterior o hacer uno nuevo.
Además de las
gentes que menciono antes, las calles estaban, las del centro, llenas de
ofertas y gentes de diferentes procedencias. Había los fotógrafos callejeros
que te invitaban a sacar tu imagen por un módico precio, si ibas con la novia
te insistían más, veías curas y monjas por doquier, los unos a sus quehaceres,
que creo serian pocos y las otras a pedir en las casas adineraras para sus
conventos. Limpiabotas las tenias en casi todos los bares, a la puerta de los
casinos y en las calles más céntricas pegados a la pared. Era corriente ver a
los hombres con las espaldas adosadas a una pared y el pie puesto sobre la
arquilla y al betunero dándoles trapo con una fuerza inusitada que hacia
brillar la piel negra del zapato o bota. Los desocupados o parados que
abundaban en algunas fechas del año, los vendedores de tabaco en las Tendillas
y los puestos de arropías en las puertas de los colegios. Pedigüeños con
guitarra y ciegos pidiendo con perritos amaestrados, Bajo los Portales los
trileros con su mesa de cartón y sus ganchos para hacer picar a los incautos y
en las noches oías la voz de sereno que anunciaba su llegada al reclamo de las
palmas del vecino ajumado que había olvidado la llave de casa.
Los domingos y
festivos veías a los soldaditos con sus trajes a desmedida, pues que a ninguno
le caía bien, paseando junto a las niñeras en el Paseo e la Victoria, sus
trajes de gala, le decían los jefes, consistían en ponerse unos guantes blancos
muy sucios, las botas lustradas con saliva y la borla roja del gorro moviéndose
constantemente. Era todo un poema verlos ligar a las criaditas con cofia y
delantal blanco bordado con encajes. En el paseo se ponía un hombre,
posiblemente un maestro de escuela de los que pasaban hambre por el salario
miserable que la daba el Estado, a escribirle cartas de amor a las novias de
los soldaditos o a las familias.
Los años posteriores a la guerra fueron los
del estraperlo, había calles enteras dedicadas a tal menester, te vendían de
todo lo que carecía el mercado, desde aceite pasando por alubias, lentejas,
jabón y todo lo necesario para la vida., hasta el hilo para coser era escaso.
Se estraperleaba todo lo imaginable, pero esto merecería capitulo aparte.
Quizás, estoy
seguro, que dejaré atrás muchas mas cosas, costumbres y gentes que paseaban
nuestras calles en el silencio de las mañanas, cuando las mujeres acababan de
poner en el fogón el cocido, hacían su colada, sacaban agua del pozo para
llenar sus pilas, o tendían sus ropas a solear. Cuando éste silencio era roto
por alguno de estos vendedores ambulantes o recomponedores de rotos con sus
reclamos, se le rompía la monotonía de la mañana a más de una ama de casa,
seguro que sus caras se alegraban al oír un sonido que, aunque conocido le
mejoraría el día.
Quizás otro día
me por contar los personajes atípicos que paseaban nuestras calles con sus
rarezas y formas ser. Mientras tanto rememoro para mi mismo aquel tiempo ido y
disfruto visionando en mi mente todas estas cosas vividas con placer…
Alicante Otoño 2.00l
A. Fimia Moyano
08/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
GUADALEST
Atrás queda la blanca Altea mirándose en
la mar oteada desde la cúpula azul por una blanca gaviota, que, cara al viento
hace equilibrios en la veleta. Mientras
el coche sube por sinuoso camino dejando
atrás Callosa, alfombra de nísperos y verdes naranjos salpicados de color. A su
derecha sierra de Bérnia con sus bastiones de piedras rojas en despeñaderos que
bajan al pueblo dormido en la mañana.
A Demetrio sus padres lo llevaron con
siete años para ver el castillo, recuerda como en sueños que montado en un
burro perezoso y con un sombrero de paja lo subieron hasta la entrada abierta
bajo las rocas, una especie de cueva en la que sobre sus goznes había una vieja
puerta.
Ahora va por el
camino de nuevo en un bus con los amigos y por la ventanilla goza mirando el
paisaje, ve la fértil, pero pequeña, vega
del Guadalest sembrada de árboles domésticos y enhiestos pinos. Hace cuarenta
años el camino se hacia duro de andar, ha mejorado mucho pero sigue sinuoso, en
las ultimas curvas asoma Guadalest, balcón que mira el mundo, fortaleza
henchida de historia, centinela del mar que al fondo espejea por los rayos de
sol.
Desde
abajo, casas con sus huecos llenos de
baratijas y recuerdos inútiles afean el entorno del castillo. El mercantilismo
ofrece una vista desoladora, más parece un zoco árabe que pueblo noble
defendido por altas torres y almenas; aun queda sabor a tiempos lejanos cuando
en principio fueron macizos volcados, volúmenes de piedra encarnada, morada,
plateante, abiertos por los terremotos. Así quedó Guadalest esculpido en
peñones fundamentales de un rango de paisaje y linaje cuando la fundaron los
árabes.
Se perdió el
encanto del camino polvoriento, de piedras sueltas y mal andar, que moría en la
carcomida puerta cargada de siglos, a la que llegaron encaramados en cansinos
asnos los primeros turistas curiosos de paisaje, historia y emociones. Porque,
otear desde la terraza de la plaza el panorama, es placer de dioses. El
castillo, en la cima de un cerro aislado del valle se defiende de los vientos
con las sierras de Aitana, Bérnia y
Serrella.
Asomado en la
plaza de armas, Demetrio recrea la vista y ve, cómo bajan las onduladas laderas
salpicadas de pinos, algarrobos y olivos que, con sus pequeñas hojas plateadas
en su reverso, que al moverlas el aire simula ser bancos de pequeños peces
huidizos. Sobre los diferentes tonos de verde, destaca el mate de los nísperos
que llegan a las mismas tapias de Callosa y de allí a morir en la Olla donde
empieza el Mare Nostrum, enigmático y viejo como el tiempo.
Encima de las
crestas, a la izquierda, trozos blancos de Tárbena, pueblo encumbrado en la
sierra, cerca Coll de Rates, empinado camino festoneado por riscales.
Como espejo de la ciudadela, bajando por
rampas, las mansas aguas esmeralda del
pantano, donde, también la solana baja a beber y en solitaria piedra la garita
del centinela, reminiscencia de habitantes temerosos de razias de piratas y salteadores moriscos.
En la cumbre un
cementerio para poetas y soñadores, apacible, sosegado, donde el viento transparente
trae aromas de romeros en flor y resina de pinares perfumando la paz de los
muertos. Cuando soplan fuertes, ábrego, lebeche o levante, se percibe el olor
salobre de la siempre cambiante Mar Mediterránea, vieja como el tiempo, cuna de
nuestra cultura.
Desde arriba en
las noches que la luna baña sus legendarias piedras, se puede soñar en las
alturas de Guadalest con sus historias y gentes que durante siglos la poblaron.
A, Fimia
2.002
02/02/2016.- Nuestro compañero Juan Padilla nos envía el siguiente relato:
IMPRESIONES DE UN
VIAJE
Adentrarse por los
caminos que conducen a la Nucia y Polop es como iniciar el reencuentro con el
paisaje de Gabriel Miró. Caminos que serpentean entre frutales, tierras cuajadas
de sembrados, verdor que oculta el don preciado del agua. Es la ruta mironiana
encuadrada por palmeras, almendros y pinares que baten sus copas en el
aire.
Y el prodigio de la luz
rutilante, esplendorosa, que trasciende cuanto nos rodea, exaltando la belleza
que contemplamos; encendiendo las rocas doradas, abruptas, que muestran enormes
tajos por donde colarse hasta las profundas oquedades en resignada oscuridad;
consoladas, acaso, por el lejano rumor de aguas
invisibles…
Y ese cielo, nimbado por
el penacho de una rara nubecilla fugitiva, de un intenso color azul, que parece
romperse cuando se perfila sobre las cumbres de las montañas. abrasadas por un
sol regocijado.
Y el reencuentro con
Castells de Guadalest, nido de águilas, pura poesía pétrea, que se alza como una
imponente barrera y telón de fondo de un portentoso paisaje donde se adivina el
lecho de un riachuelo olvidado.
Curiosamente, de este
viaje no se conserva ningún perfil humano. Es como si la naturaleza, en su
expresión total, conmovedora, los hubiera borrado de este escenario grandioso en
el que ella sola se erige como única y decisiva protagonista de ese drama
eterno que es la
lucha contra el tiempo inexorable.
JUAN PADILLA
COLOMA (26/01/2016)
01/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente poesía:
SUEÑOS
En la errática vida de mis sueños
En las cerradas puertas de
mis sueños
En la orilla sobre arena mi sueño
En las cloacas negras de mi
sueño
Suelo chocar con demonios
vivos
Y me aprieto a muslos y
manantiales
Mi sueño es una hoguera
crepitante
Y en mis sueños arde una
parte de mí.
Af.
13/01/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
Algunas noticias de Córdoba a mediados del
siglo XX
“Córdoba
A
Carlos Castilla
«A quién pediremos noticias de Córdoba?»
(1)
Porque las piedras que amabas a la
tarde han sido derribadas,
talados los cipreses y su claustro de
salmos silencioso,
destruidos los arcos,
el capitel rodó sobre la ortiga
y los artesonados aplastaron blasones,
soberbia, yelmos, gules...
Corrió la lagartija sobre lises
y las manos falaces arrasaron vergeles,
enmudeció la esquila en la espadaña,
abatieron dinteles, picaron tracerías,
hundieron hornacinas
y a la venta pusieron atauriques,
teselas, surtidores, plata ilustre de
ofrendas
y cobraron monedas de la traición tus
hijos,
subastaron tus lágrimas, oh madre,
patria mía.
No había más belleza en este mundo.
Por las calles de cal, cuando furtiva
ajena sombra iba enamorada,
incansable de sol a sol,
tejiendo el embeleso luna a luna,
telones de murallas, celosías
de altas clausuras,
palmas de sombra sobre tapias blancas,
era ya sólo amor el escenario,
la letanía armoniosa de los nombres:
Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo,
Plaza de los Aguayos, Piedra Escrita,
Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo.
¿Qué ramos de tristeza los naranjos al
cielo levantaban?
¿Qué soledad y sus arpas de relente
enfriaban heridas como joyas?
Fuentes cegadas, oigo vuestros caños
por la memoria,
vivas gargantas sollozantes.
Palpo el mármol, los fustes, las
verdinas
sobre bronces ecuestres. Aromas como
anillos
ciñen nupcias, suben por galerías
desvaídas:
jazmín morisco, lilas, ajedrea.
Edén siempre perdido,
concédeme el recuerdo y su llave de
niebla.
Don Luis se alejó por la calleja,
el Duque miró el ángel dorado del
ocaso,
volvió al baño Lucano y tus hijos
de la campiña fueron a trabajar a
Düsseldorf.
Amarillas banderas
como présagas aves codiciosas
enlutaron terrazas. Usura y avaricia
las heredades repartieron
destruyéndola,
dividieron tu duelo,
echaron suertes
sobre el solar patricio,
fonsque sophiae,
mientras te disfrazaban percalinas
para un siniestro carnaval turístico,
oh inmortal, eterna, augusta siempre,
oh flor pisoteada de España.”
(1) PABLO GARCIA BAENA
De la “Elegía a las ruinas de Córdoba
Omeya” del poeta cordobés Ben Suhayd.
Releyendo este poema, tristeza y pena de
un poeta enamorado de su ciudad, releyendo estos versos escritos quizás en el
tiempo que se atropellan los recuerdos…
Pienso en mí y sueño calles paseadas en
tardes de siesta o en noches cálidas de primavera o de bochornoso estío. Releo
“A Córdoba” de Góngora, esculpido en piedra como muestra muda de su sentir,
pero que los siglos no acallaron. Y mi tristeza es gemela a las suyas, no por
la lejanía física sino porque el tiempo se acaba.
Plazas, calles y callejuelas
de silenciosas moradas, con ese interrogante que tu alma siente al pasar por
una puerta con cancela forjada en hierro tras el soportal, antesala del umbrío
patio, en el que más que ver percibes un rumor de agua chapaleando en la
fuente, imaginas el verde oscuro y brillante de las aspidistras, porque casi
todos estos silenciosos patios tienen macetas de esta planta, quizás porque son
de poco cuido y serias en sus formas. No es que sean lúgubres o simples,
representan la paz y tranquilidad de la casa, con una belleza sobria y quieta.
Mucho paseé por las plazas y
callejas cordobesas, por sus recovecos y recodos, unas veces por el trabajo de
ir a tal o cual sitio, otras por volver de ver la novia y, las más, por andar
de taberna en taberna en noches de vino dorado que alimenta el alma y te hace
vivir aventuras con amigos. Unos ya idos, otros quizás, como yo, viviendo en
los recuerdos de algún día lejano en que ante un mostrador con rodales de copas
de vino desgranábamos nuestros secretos a voces y alentábamos nuestras
ambiciones de juventud.
En las noches oíamos nuestra
charla constante y nuestras risas de vinacho, y, en medio de las palabras, el
resonar de tacones en las empedradas calles silenciosas. Plaza de La Magdalena,
Mayor de Santa Marina, cuando aún las piedras estaban vacías del monumento al
que segó la muerte una tarde aciaga llenando la arena de sangre valiente.
Calleja Munda, Ambrosio de Morales y Plaza del Potro, Piedra Escrita y Siete
Revueltas…Plazas, calles y callejones en donde más de una noche haciendo un
alto en el deambular con amigos, en esas paradas que haces cuando hablas y
hablas de cosas y el vino te alegra las ideas, entre el humo de los cigarros,
me llegaba el aroma de un jazmín en flor o el penetrante de la Dama de noche.
Entre mis palabras y las de
los amigos me preguntaba in mente que moza cuidaría esas plantas de aromas
fuertes y con qué mimo las regaría. ¿Sería morena de ojos grandes o quizás
rubia exótica?, a quién su secreto en sueños revelaría y con quién compartiría
lecho, eran visiones rápidas de prendamientos momentáneos que no dejaban
huella, pero que la curiosidad me hacía traer a la cabeza. Se pasaban pronto y
volvía al parloteo de amigos en que hablábamos de lo divino y de lo humano, de
amigos y mujeres, de ideas de futuro aún incierto.
Atrás quedan ya cincuenta años
de vida, de luchas, trabajos, viajes y vivencias con gentes de muchas
latitudes, aprendes a vivir, aprendes cosas que te son útiles y otras amenas
pero que no sirven para nada…
Siempre tengo el recuerdo
amable de ratos perdidos en mi ciudad, tranquila en aquellos años, hogareña,
casi pueblerina, donde casi todos nos conocíamos más o menos y donde sentías
las primeras aspiraciones de salir del pozo de la ignorancia leyendo y viendo
cine que embobaba tu mente con sueños imposibles de realizar.
Nuestra juventud estuvo invadida por el
papanatismo hacia lo norteamericano, ese sueño que aún tienen ellos. Creíamos
que una ciudad con rascacielos era más importante que la nuestra, con sus casas
apenas sin alturas, sus calles desiertas sin coches y con árboles en las
aceras. Imitábamos la manera de atar nuestras gabardinas, copiando artistas
famosos, la forma de ponernos el cigarrillo en la boca, algunos hasta se
esforzaban en aprender claqué, la fiebre del pobre es lo que teníamos. El cine
estadounidense sólo nos enseñaba la vida alegre de conquistas y fácil de hacer
dinero, pero ocultaba la realidad amarga de las gentes sin techo y las miserias
humanas de los inmigrantes.
Cuando salíamos de la oscura
sala de proyecciones con el espíritu henchido de sueños, viviendo aun la
historia dulce de un pobre que alcanza fama y riqueza en la pantalla, veíamos
nuestra realidad: la gabardina vieja, los zapatos con medias suelas y algún
remiendo en la chaqueta disimulado con artesanía. A nuestro alrededor no había
luces brillantes ni coches grandes y lujosos con mujeres llevando al cuello un
boa de piel noble, sólo charcos que humedecían los calcetines zurcidos, hojas
caídas de árboles agitados por el viento y el cuerpo frío, con el bolsillo
vacío de dineros, pero lleno de esperanza.
Mirábamos la altura de
nuestros nobles edificios, minimizados con nuestras comparaciones, y no veíamos
su arte ni el encanto de las calles familiares, menospreciábamos lo propio, lo
nuestro. En todo: comidas, diversiones, formas de hablar, ver y vivir, nuestra
peculiar manera de ser y sentir de gentes sencillas y humildes, pero no por
ello menos colmada de encanto y deseos de progreso.
Nosotros también tuvimos
nuestro sueño dorado y algunos que se afanaron en los años 50 y 60 recibieron
su recompensa, fueron los años que empezó España a despegar, a salir de las
hambrunas y que se empezó a producir, a trabajar, las gentes ganaron dineros y
vivieron, vivieron el primer “arradio” como solían decir, la primer nevera y
lavadora y por fin el primer coche, aquel seitas 600 muy diferente a los coches
norteamericanos del cine, pero que ilusionó a casi toda España. Se empezó a
respirar un cierto bienestar, a costa de trabajo, mucho trabajo a deshoras,
pero había ganas de ser y llegar, muchos llegaron.
Hoy día muchas de las
fortunas que existen se forjaron en la España dura y cutre del franquismo, no
todos llegaron, pero sí muchos. Se acabó lo de vivir en cien metros cuadrados
cuatro familias, como solía ocurrir en los barrios de Córdoba, casas de planta
baja y una alta con varios patios, donde se hacinaban las gentes y si te descuidabas
se te comían el cocido que el hambre de algún vecino hacia desaparecer de
aquellas cocinas compartidas en medio del patio, sin más abrigo que un
tejadillo corto y a veces con goteras.
Habitaciones pequeñas con
una sola bombilla, algunas familias sólo disponían de una donde dormían y
comían, un par de retretes para “obrar” a pulso sin papel con que limpiarse,
más de cincuenta personas que compartían la misma pila de lavar ropa, el mismo
cubo de sacar agua del pozo y la misma cocina sin agua corriente. En invierno
se aterían de frío y el verano los asaba hasta el extremo de dormir en el patio
encima de un “follaorcillo” como se le decía a una manta pequeña.
Afortunadamente de
aquellas viviendas sólo quedan los patios como recuerdo de una forma de vivir,
pero que están ahí y fueron la morada de varias generaciones que nacían y
morían en la misma cama, nadie iba a parir a un sanatorio, salvo los señoritos,
y nadie podía morirse en un Hospital, con suerte venías al mundo asistido por
una matrona que carecía de los rudimentarios conocimientos de medicina así que
la mortalidad infantil era enorme.
La convivencia era difícil por las peleas
de los niños, las más de las veces las madres se ensalzaban en incruentas
guerras dialécticas en las que el vocabulario era magnífico ejemplo de
castellano insultante, más la sangre no llegaba nunca al río. Vecinas que
habían tenido una gran bronca por la mañana porque su niño se había quedado sin
desayuno, el vecinito más ágil, quizás con más hambre, le quitó el pedazo de
pan untado, que no lleno, de aceite. Pues bien, a la tarde sentadas en el patio
bajo un paupérrimo árbol ajado por las palizas de los niños hablaban
amigablemente de la escasez de pan o de aceite y de que no tenían mañana que
llevarse a la boca.
Las gentes como eran iguales en todas sus
carencias no se presumían unas a otras como ocurre hoy en nuestra sociedad
media. Compartían sus necesidades y su hambre, eran solidarias en su pobreza.
En una casa de vecinos se conocía la vida y milagros de todos y cada uno de sus
convecinos, hoy día vives en un edificio de ocho plantas y treinta viviendas,
por las mañanas en el ascensor la mayoría no te dan ni los buenos días En
humanidad hemos perdido lo que ganamos en bienestar y es una pena porque
aquello era bello y placentero.
Hoy la caja tonta te
machaca día y noche asegurándote que precisas esto o lo otro y que si no lo
tienes eres un infeliz, un don nadie. Antes la gran mayoría tenía casi de nada
y se era feliz, ahora las gentes tienen casi de todo y no son felices ni están
satisfechos. Y si no mirar la cara de las personas estresadas por las mañanas
en los coches y sus atascos o en los medios de transporte urbano y veréis que
casi todos están apenados o abstraídos y pensando en las letras que aún le
quedan del coche o la casa y por mor de ellas no podrán ir a ver a la Blanca
Paloma ni a veranear en una playa de moda este verano por estar el presupuesto
sobrecargado.
Con todas las necesidades
que se padecían, lo que el cine nos enseñaba era ficción pura, la realidad se
imponía tras soñar con los ojos abiertos en la oscuridad de la sala: volver a
casa y sentir las incomodidades nos hacía sentir cenicientos después de las
doce. Aun así, la vida era bonita y alegre, las pocas diversiones de que se
disponían se disfrutaban con intensidad, hoy día el hastío hace a las personas
aburridas y que se diviertan poco. La abundancia agobia el gusto y atrofia los
sentidos, una comida escasa se saborea mejor que un atracón de los más diversos
platos.
Pocos dineros había y menos
teníamos, también pocos sitios donde gastarlo y pocas cosas que comprar. Sólo
existía la fijeza de comer, el tema preferido y acuciante para las amas de
casa, se hablaba de comer y se inventaban comidas: que si los cardillos a la
plancha, que si en el cocido o sancochados; que si la cáscara de las habas
estaba muy ricas hervidas y pasadas por la sartén con poco aceite, que si el
trigo guisado como arroz sabía a paella valenciana. La harina amasada y frita
era un manjar y las collejas, vinagreras y cardillos excelentes, las habas
secas guisadas con una hojita de yerbabuena sabían a gloria y los nabos fritos
como papas sabrosísimos. Nadie se quejaba de gota (ácido úrico lo tengo a
torrentes), de colesterol, de azúcar (ya la quisieran algunos para el café de
cebada tostada o bellotas también tostadas, que algunos decían les recordaba el
caracolillo) ...
En cuanto a la ropa a
tortazos por coger un saco de importación que venían de Cuba llenos de Azúcar
para hacerse una chaqueta de moda, blanca, yo tuve una y me quedaba preciosa y
era de los elegantes de Córdoba en mi juventud.
Estoy seguro que los
barrios han perdiendo su sello propio, sus formas de ser. Casi todos los
barrios eran pobres, pero diferentes entre sí, los nenes criados en las Margaritas
eran más incisivos, más peleones y duros que los de Puerta Nueva, en cambio sí
se peleaban a pedreas los del El Alcázar Viejo (Casa el Viejo) con los de Santa
Marina, ganaban los primeros, estaban
más entrenados por tener el campo a las puertas de sus casas y poderse dedicar
a dar pedradas a todo lo que se movía, también los nenes de estos barrios
sabían más de la naturaleza, en cambio los señoritos del centro o los de
barrios interiores eran blandengues y conocían poco los alrededores de Córdoba.
Una Córdoba periférica de huertas donde proliferaban los árboles frutales y
cuando era época de recolecta sus dueños iban armados de buenas hondas con las
que se defendían de los pequeños hurtadores.
Los de mi edad que lean
esto me sabrán comprender y dirán conmigo que los tiempos pasados, aunque sean
con carencias, siempre son mejores, pero es porque la edad tiene pujanza, te
hace valiente y disfrutas la vida en todo su esplendor. Han cambiado
las formas de vivir hasta en los noviazgos, antes decían las madres
“tengo mucha suerte, mi niña, con lo guapa que es, ha encontrado un joven que
es meritorio en una oficina de unos almacenes y tiene un buen porvenir”, Ahora
oigo algunas que dicen: “Pues mi hijo que terminó una ingeniería está en el
paro pero tiene una suerte loca, se ha echado una novia de las de casarse,
bonita, es de muy buena familia, sus padres tienen un apartamento y ella está colocada en unas Oficinas del Estado y ya
sabes, los empleos en la Administración
son para toda la vida, así que mi niño ya la tiene resuelta”.
En cuanto a la mujer, las
de mi época de juventud, eran sustancialmente diferentes a las actuales, tanto
en sus comportamientos, en las relaciones con los varones como en sus formas.
Pero este tema lo abordaré en otro texto.
Me sale la vena de Córdoba y la de mis años
mozos, me lleno de recuerdos de niñez, de juventud, mis primeros años de lucha,
y los añoro, ahora en la distancia y de lejos la veo más bonita, más serena y
tranquila. Pero siempre en el contexto de aquel tiempo pasado. Posiblemente
ahora ha ganado en modernidad, en lugares para el ocio, en más jardines, más
gentes y nuevas fachadas de modernos y confortables edificios.
A mi modo de ver y sentir, como
son las cosas hoy: las calles llenas de coches, las prisas inútiles, la falta
de tiempo que al parecer siempre se tiene, las comidas adulteradas con
productos artificiales, la comida basura importada, la polución que nos está
matando, los ruidos excesivos que tienen las ciudades y la pérdida de
humanidad...
Es por lo que recuerdo
mis años jóvenes y mis andanzas en la Córdoba provinciana y amable de los años
que mediaron el siglo XX.
En
Alicante, otoño de 1998.
10/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente reflexión:
UNA
REFLEXIÓN EN LA SOLEDAD
Sé
que me iré pronto y me queda mucho por leer, oír y ver en el mundo, pues ando
entre amigos que suelen hablar con rápido lenguaje y modo, aunque a veces desestructurando los temas. A mi modesto entender creo que a las personas nos hace falta antes
de ejercer un acto intencional, referirnos a una realidad…Creo que no es la
vida la que nos fuerza a pensar, sino la inteligencia la que nos fuerza a vivir pensando. Aristóteles
dijo: que la verdad consiste en que lo
que se dice estar unido y separado, lo esté efectivamente.
Fimiosky
10/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente poesía:
COSAS DE
ANTAÑO
I
No levanta
la espuma del agua,
el que ya
levantó sobre el papel
bulos con
espuma, para que otro
no presuma
de conocer la verdad
sin base
alguna.
II
Las cejas
deben al panteón,
los cabellos
que cubren ojos
graves
porque las niñas son viejas.
Una aojada
fue a ver a un ciego,
hoy dicen
que va a morir.
¡Mucho me voy a reír!
III
Con las galas el indignado
ha descubierto que no le doy
perro muerto sin estar ella
En Leganés:
Cuanta verdad era Madrid
grande, lo dice bien una amiga
que es mayor gala pagar.
Para ello mucho tengo que llorar.
IV
Aunque tengo médico lego
a la menor calentura me cura,
y no siendo cura me da el olio
y me entierra luego: lo que
yo
licencia le niego, se lo conceden
de grado, un pergamino enrollado
y un engastado zafiro.
¡Mucho tengo que reír!
V
Ella trajo de dote un serafín
con casa y jardín bello, con dos
balcones al rio y un
postigo
al Valsaín: mientras pisan
el jardín las visitas y marindón
el balcón se hace espejo
y sus canas ve pardearse.
¡Mucho tengo que llorar!
El próximo es
de otro poeta y seguro que los lectores adivinaran.
Casado el
otro de halla
Con el cuerpo bellido,
De quien
perdonado ha sido,
Por ser don
Sancho que calla
Los ojos en la muralla,
Su real ve
acrecentado
de uno y
otro que entra armado
y sale sin
alborozado
Por aquel postigo mozo
Que nuca
fuera cerrado.
2015
finalizando ya.
10/12/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía la siguiente poesía:
SE PERDIÓ UNA POESÍA,
te fuiste pensamiento
a otros lugares
y me dejaste sola,
vacía…
en el desierto de
todos mis pesares.
¡No te vayas, no te
vayas!
¡No te alejes, no me
dejes sola!
Sin ti, pensamiento,
no soy nada
en esta triste
vereda, en la que,
solo tú, me alegras
cuando me muestras
las cosas buenas, las
cosas bellas,
que yo, por ti,
muestro a otros,
aquellos que, por tu
gracia,
no sienten su
soledad,
su hastío como cosa
perenne…
Alejas con tu mano,
lo malo del día
y les muestras la
esperanza.
Se perdió una poesía
¡Vuelve, vuelve
pensamiento!
Muéstrame las cosas
buenas.
Muéstrame las cosas
bellas.
¡Vuelve, vuelve
pensamientoooooo!
TORREVIEJA
9/12/015
Mª
Jesús Ortega Torres
10/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía una primera versión del articulo siguiente:
AIRE-1ª
Aire,
tú viste nacer el mundo, eres más viejo que el tiempo, moviste la primera hoja
del primer árbol, peinaste las crines de los dinosaurios. Te calentó el primer sol
en el vacío mundo, agitaste las revueltas melenas de nuestros ancestros. Fuiste
viento fuerte, viento huracanado en los mares formando terribles galernas en
las costas y por tus limpios espacios navegaron tsunamis terribles; has besado
millones de olas encrespadas en la mar y barrido la hojarasca de los bosques.
Has visto crecer la humanidad. Cuando el hombre se hizo mayor empezó a cavilar
sobre lo que lo rodeaba y tú siempre estabas ahí, envolviendo con tus brisas
los días apacibles y despeinando su vida con vendavales.
Has
transportado en rachas cortas, miles de beneficiosas semillas y polen para
fecundar campos y bosques: has oxigenado las aguas de los arroyos, ríos y
manantiales del mundo, y has dejado que entre las nubes vuelen las aves.
Cuando
te enfadas eres ventarrón, huracán terrible que asola las tierras que visitas,
dejando tras de ti muertes y desolaciones. No conoces a las gentes, tratas por
igual a ricos y pobres en tu desenfreno. Formas ventiscas con la suave nieve
que dejan las blancas nubes. Volteas arriba en los arboles, sacudes sus copas
echando al suelo hojas secas, quiebras ramas y arrancas matorrales y arbustos,
y dejas árboles heridos; no tienes piedad con nada ni nadie en tus furias.
Arrastras por los cielos nubes oscuras cargadas de agua o blandas como el
algodón y en los desiertos cambias las arenas de lugar.
Entraste
por los intersticios en las altas torres de los castillos, y en sus salones de
armas fuiste testigo de millones de palabras, de preparativos de guerras, y
alentaste con su liviandad palabras de amor. Fuiste testigo de amores secretos,
de celos terribles y de muertes horrendas; por tu vacío cuerpo pasaron millones
de balas, obuses y mortíferos misiles en las cruentas guerras de los hombres, y
vistes a los asesinos de niños y gentes buenas.
Pero
también fuiste brisa cálida en primavera, transportaste el perfume de las
flores y de la yerba recién cortada: por los vacíos espacios enviaste los
sonidos alegres de canciones, los lamentos de las viudas y el doblar de
campanas; en noches de luna llagaste en volandas con el canto del cárabo y
aullido del lobo y sobre todo supiste de palabras de amor susurradas en las
noches de luna...
Usas
nombres sonoros, tramontana, solano, levante, lebeche, norte, sur, poniente,
terral, solano, alisios, colado…y hay personas que con tu nombre presumen,” se
dan aires de importancia y no son nadie…”
Sin
ti la vida acabaría y si pudieran leerte podrías contar la historia del mundo
desde sus albores a nuestros días.
Af.
2002
5/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía los siguientes poemas:
El tiempo se irá
Cuando mi tiempo se
acabe,
¿dónde estarán mis
cenizas?
alguna pavesa se posará
sobre una flor,
o tal vez sobre una
roca, y
cuando asome el día por
las
lomas, una corneja
dejará
de cantar a la noche
ida.
Los papeles pergeñados
con
anhelos fallidos, serán
lecturas,
banales, perdidas en el
recuerdo
de amores
incomprendidos
quizá un curioso de
letras, mirará
poemas manidos en el
olvido
escritos con fiebre de
amores.
El tiempo enterrará mis
sueños,
quebrará aquellas
ilusiones vanas,
yendo a morir mis penas
en el
destierro de la vida,
ni siquiera
un cipote señalará el
camino por
el que anduve tras la
pasión loca
de las quimeras
trasoñadas…
af.
EL SOTO
En la madrugada se oye la fuerte voz
de la alondra gritándole al viento.
Con el alba desnuda, la filomena vuela
hasta posarse en la desnuda rama,
semejante al de la paloma anacreóntica,
su eco recorre en murmullos el soto.
Entonces yo me remonto al azul celeste,
y desde arriba escucho las melodías
que llegan con el céfiro
aromado por los matorrales.
En la claridad matutina,
los trinos embriagan el bosque.
Arriba en el placido cielo
el vuelo reposado del águila vigila su
universo;
los arbustos generosos, brindan su
aroma
agitando su incensario, mientras,
laboriosas abejas se mueven en el aire,
bailando danzas que enseñan caminos.
Mi canto en la alborada
es para ti, musa, náyade virgen,
y aunque estés vacía de amores
¡Yo te amo!
Af.
CUENTOS = HISTORIAS MÁS
VERDADERAS
(Aproximación a la
historia del cuento)
Al
cuento se le ha definido siempre como una narración breve y ficticia, que tiene
siempre un final que nos ha de asombrar a quienes lo leemos. Cuanto menos
espacio haya entre el principio y el final, más cuento nos parecerá porque
antes se producirá nuestro asombro. Sin embargo, esta definición no es en toda
su esencia cierta. No es verdadera porque la palabra “ficticia”, que en
el cuento guarda su peculiar forma, encubre, mediante metáforas unas verdades
que no se habrían permitido publicar sin esta figura retórica y así
enmascaradas, denuncian, sobre todo, el abuso del poder hacia el más débil. Los
débiles podían ser jovencitos o jovencitas, a los que se les dotaba en el cuento de una inteligencia y agudeza superior
a la del agresor, también de una gran
belleza y para ellos-as, o bien era la suerte o el “hada madrina”, quienes
siempre se colocaban a su lado, permitiéndoles salir airosos y librándose de su
depredador, que encarnado en la figura de un “ogro”, o de cualquier otro
animal, representaban al poder más abyecto, siendo este en realidad, el señor
feudal, el padre, la madrastra, el hermano mayor o el tío de los jóvenes. Sus
depredadores eran además de tiranos y obsesos, susceptibles a la belleza.
Los
eternos tiempos de censura, obligaban y aún hoy obligan, a enmascarar estos
hechos al contarlos, y también y, sobre todo, las irregularidades en las
diversas religiones, que dirigidas por seres de “carne y hueso”, tenían
y tienen unas debilidades, que eran y son ocultadas, resaltando lo que debía
ser natural y no asombroso: las virtudes. Afortunadamente ha habido y hay,
también, personas muy buenas y exentas de cualquier “irregularidad”.
El
poder, en todas partes y en todos sus estamentos, para prevalecer, tenía que
castigar a quienes denunciaran sus desmanes y esa osadía, se pagaba y se sigue
pagando con destierros y desposesión de bienes, con la privación de libertad, y
hasta con la propia vida.
Los
censores, eran personas muy “mal pensadas”, pero generalmente, no doctas
y tampoco solían ser muy inteligentes, por lo que el “jeroglífico” de
las metáforas, quedaba para ellos, sin un atisbo de existencia y no notaban el
fondo de los temas, presuponiendo al autor una fantasía desbordante.
Todos
los cuentos que hemos elegido en la Tertulia de Literatura de la Sede, son
documentos históricos de sus diferentes tiempos y lugares, y reflejando los
hechos, los ponen en evidencia. Nuestro ejercicio al leerlos, hace que no se ahoguen
en un pozo, antes, al contrario, nos colamos y colocamos en sus épocas,
comparamos…, y comprobamos como la historia se repite. ¿Es esto una condena?
A
veces se repite para bien, pero nos parece que somos depredadores, no solo de
otras especies, también de la nuestra. Creo que cuando nos atrevamos todos a
pensar, cambiará el mundo, porque entre todos siempre habrá más de uno que
acierte…
Nos
ha asombrado el monólogo de Baricco (TURÍN 1958), en el que un empleado de
máquinas de un trasatlántico, encuentra a un bebé, encima del piano del salón y
dentro de una caja de zapatos. En la obra teatral “Novecento”, vemos fantasía y
realidad tan magníficamente mezcladas, que queremos creer que es posible. Creo
que el rostro de “ángel bueno” que tiene el autor, Alessandro Baricco,
se lo ha transmitido a su personaje, en todo su ser, y vemos su desarrollo como
niño en la cubierta de un barco y posteriormente, su desarrollo como hombre y
gran pianista. Su duelo con el inventor de la música de Jazz, fue mítico, siendo
esta una historia basada en un hecho real.
Kelly
Roll Norton, en la vida real inventó el Jazz, como nos cuenta Alessandro
Baricco, y nos da a entender muy bien, la dura vida que le tocó llevar desde que,
en el burdel, propiedad de una persona de su familia, tocaba el piano para
sobrevivir. Por el despecho y bastante grosería que alberga su personalidad, no
es representativo ni prototipo—en este monólogo, ni en ningún otro lugar— de la
de un pianista de su talla. El ambiente del burdel, le ha quitado gran parte de
su sensibilidad como persona. Su “ego” solo se desarrolla para hacer ver
a los demás que es el mejor y creerse él insuperable. Tratará de aplastar a
quienes se les interpongan en su misión…
Por
el contrario, su contrincante y principal protagonista de esta pequeña obra teatral
Danny Boodman T.D. Lemon “NOVECENTO”, es humilde y aunque, desde la muerte de
su padre adoptivo, cuando tenía solo ocho años, se ha hecho a sí mismo, necesita
un “empujón”, necesita una mano y una palabra amiga, que le anime, no
puede saber lo grande que es, por sí solo. Se lo tienen que decir muchas veces.
Desde
que existimos en la faz de la tierra, ha habido injusticias y también, hechos
reales buenos que nos han llenado de asombro y en este breve texto vemos, desde
los problemas de la emigración y la esperanza al llegar a la “tierra
prometida” que representaba América, como el grito de su nombre: ¡América…!,
en todo el personal de cubierta se adivina la ilusión y la alegría, pues era lo
que más habían deseado y allí estaban con sus nuevas perspectivas.
Vemos
la ternura de un hombre rudo Danny Boodmann, que, al encontrar al bebé, lo
adopta y le da algo, que ni siquiera él sabía que guardaba: Amor.
Ese cariño
solo va a durar ocho años, hasta la muerte por accidente de Danny Boodmann,
pero va a ser suficiente para forjar un carácter de hombre y más aún: de
artista, ya que se convirtió en el mejor pianista de su época.
¿No es, realmente, extraordinario que ese niño
viva feliz y que tras una momentánea separación y como impulsado por una
energía superior, reaparezca tocando el piano, que es un instrumento difícil de
dominar y que no quiera nunca salir de su barco? Esto último parece
incoherente, pero no lo es. Es muy coherente, aunque esa coherencia en todos,
no habría servido para que el mundo no siguiera su curso.
En
esta obra de Baricco hay metáforas para todos los gustos…: El bien y el mal, la
vida y la muerte, la lucha por la supervivencia, la armonía, la paz, la guerra,
la impotencia ante lo establecido. La fuerza de la amistad y las palabras de
ánimo que cambian la personalidad de los hombres y sus destinos… En fin, es una
obra maravillosa.
A
esta obra le han antecedido otros cuentos, con los que hemos disfrutado mucho
también en su lectura y deduciendo sus enseñanzas, nos hemos ido enriqueciendo
un poco más, pero solo quiero comentar y hacer una reseña, para no hacerme muy
pesada, la obra de nuestro compañero de tertulia, el cordobés, ANTONIO FIMIA
MOYANO: “La borrasca”.
Antonio,
siempre animado por todos nosotros a seguir escribiendo y también por su nieta
Ángela, que le atribuye el premio “Nobel de Literatura”, suele amenizar el blog
de nuestra tertulia con frecuentes relatos, poemas y cuentos, que, dado su
excelente humor, siempre nos arrancan una sonrisa.
Su
relato “La borrasca” es un relato con sorpresa final, en donde con su peculiar
estilo, nos narra la historia de Andalucía (s. XIX y XX) y el andaluz medio,
describiendo costumbres, servidumbres, paisajes, flora y fauna, en donde el
protagonista, Juan, tiene muy claro lo qué hay que hacer para seguir
sobreviviendo y sobre todo para que, con su actitud todo vuelva a parecer
normal y, advertidos, no parecer culpables.
En
este relato se ve el desgarro. Se ve el amor también, cuando caminamos, por
esos campos y montañas testigos y protagonistas a la vez de esta narración, que
nos muestra con maestría el autor, también nos muestra como el protagonista ve
el mundo desde las alturas, siendo esas alturas y por su vigilancia por las que
podrá defenderse y defender a los suyos. El amor de Juan por Leandra y después
la protección hacia su hija Verónica, hacen que esta narración sea una tragedia
porque se puede aguantar casi todo. Todo no.
Fimia
nos demuestra que un poder pervertido no puede tener vida eterna. El tiempo de
los “señoritos” que todo lo pueden, debe acabar, aunque,
desafortunadamente, sea solo de modo personal y por su entereza y determinación
de no ser pisado, en lo más profundo de sí mismo: en el respeto que se le debe
a él y en el respeto a su hija, que es lo que más quiere. Juan piensa que ¡ya
está bien!, están malviviendo y nadie tiene derecho a tomar por la fuerza lo
que no le pertenece. Andrés, el hijo del señorito ha ido demasiado lejos, y
para Juan y Verónica, representa la gota que colma el vaso.
La
narración de nuestro tertuliano, es muy realista y no escapa a su pluma y
criterio, nada que haya sucedido. Costumbres, necesidades, amor, impotencia,
rabia… todos los sentimientos, todo, se
ve reflejado en este relato que mereció un premio provincial al mejor cuento y
con el que hizo un “suma y sigue” pues ha tenido diversos premios y
nominaciones, no solo en relatos y cuentos, sino también en poesía.
El
lenguaje de Antonio Fimia, es rico y expresivo. Nos demuestra que su amplia
biblioteca, no solo enriquece su salón y su hogar, sino que lo ha ido
enriqueciendo a él y comprobamos como su magnífico relato, no desmerece, en
nada, estar junto a los de Joyce, García Márquez, Poe… y todos los autores que
hasta aquí hemos leído.
Me
gustaría apuntar que, en esta tertulia, estoy segura, hay buenos escritores
que, están cobijados en sí mismos, y como si soplara siempre un feroz viento,
no se atreven a salir. Recordando las palabras de García Márquez, teminó esta
pequeña crónica sobre cuentos, no la hago más larga para que tengáis más tiempo
para leer, ir al cine, al teatro o a bailar… En fin, para lo que queráis.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ nos
dijo:
“Nadie te recordará por
tus pensamientos secretos.
Pido al Señor la fuerza y
sabiduría para expresarlos”.
ALICANTE 2/12/2015
Mª
Jesús Ortega Torres
23/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente relato:
AIRE
Cuando
era pequeño mi madre solía decir “Antoñito, quítate del aire, hace frío y
puedes constiparte”, otras, “no te pongas ahí hace mucho aire”. Oía siempre
alusiones al aire y yo miraba para verlo, no lo encontraba y no quería
preguntar dónde estaba el aire, de dónde venía y quién lo fabricaba y qué era,
aprendí a sentirlo cuando en verano caliente acariciaba mi cara, parecía que se
había templado en las campiñas de resecos rastrojos, en los otoños con olor a
tierras mojadas y en las primaveras llegaban aromadas brisas. Crecí yendo al
campo con mi padre, una pasión que nunca cesó.
La
Naturaleza es la madre de las madres, en ella está la vida, la fauna y la flora
te enseñan el constante movimiento de la creación, el equilibrio que existe
entre el crecimiento de las plantas, los árboles y animales. La organización
que tienen los campos para reproducirse de semillas, que el viento, —aire
fuerte— las hizo viajar a sus nuevos asentamientos, son misterios que los
biólogos tienen muy analizados, y que cada descubrimiento los deja perplejos,
de la exactitud cronológica de la vida de los seres vivos y los inanimados.
Conforme
fui siendo mayor y asimilando las enseñanzas que mi padre, en cada jornada de
caza impartía sobre el terreno, aprendí los nombres de algunos aires. De
madrugada, siempre comentaba camino de la sierra, algo sobre la orilla que
habría aquel día y si correría mucho el aire y de qué parte vendría. Para un
cazador la meteorología es importante, pues venar en malas condiciones no es
bueno. Lo ideal, mientras vas tras las piezas, bien cazando a palo mata, en
mano o dejando trabajar los perros, no es lo mismo con un tiempo estable, de
temperatura media, sin grandes vientos, que, con lluvia, tormenta o aires
fuertes, bien sean de levante, tramontana o del norte.
La
primera vez que fui a Menorca, una isla tranquila, idílica en los años sesenta,
me admiró ver en las lomas, los acebuches, lentiscos y pinos, inclinado sobre
un lado, le pregunté a un labriego que guardaba unas buenas suizas, y me dijo
que estaban dobladas todas las matas y arbustos por la fuerza de la tramontana,
un viento fuerte del norte que cuando trabaja días seguidos consigue doblegar
todo lo que está tieso.
15/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía la siguiente poesía:
“CHISPA”
Tengo la chispa encendida
me la quieren apagar…
Si me quitan mi chispita,
¿cómo me voy a alumbrar?
Esa luz de la chispita
que de vez en cuando viene,
ayuda a marcharse al tedio,
da nueva vida a mi mente.
Mi chispa a mí, me la alaba
un fontanero, un marqués,
un perito, un ingeniero,
y un funcionario de a pié.
Hace que diga unos versos
que sin ella no podría,
ya que, en la inspiración,
protagonista es la chispa.
Tengo la chispa encendida,
no dejaré que la apaguen
y al no ser un fuerte fuego,
¡dejad que viva y que baile…!
Alicante
08/11/08
Mª
Jesús Ortega Torres
09/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía el siguiente trabajo de apoyo a los cuentos leídos
“Solo vine a hablar
por teléfono”
GABRIEL GARCÍA
MÁRQUEZ
El deseo es deseo hasta
que se cumple.
Cuando
era una niña, creía que los cuentos eran algo ficticio, que nos contaba el
abuelo o la abuela más paciente y cercano, para entretenernos y tenernos
calladas y quietas un rato, a mi hermana y a mí. Más tarde supe que no. Los
cuentos, hasta el que nos puede parecer más difuso, son unos relatos breves que
nos acercan a las verdades cotidianas, diciéndonoslas, pero dándoles un final punzante
que nos lleva a un asombro inusitado. No se narra un cuento para dejarnos “tan
campantes”, como estábamos antes de leerlo o escucharlo. Se nos narra para
señalarnos algo que está dentro de lo posible, aunque no nos lo podamos
imaginar o llegar a creer.
En
“Solo vine a hablar por teléfono”, se nos cuenta lo inaudito de varios hechos,
todos sucedidos a la protagonista, María de la Luz Cervantes a la que su coche
de alquiler, al romperse, le juega una mala pasada.
Para
salir del apuro y del remojón de la lluvia primaveral, que al parecer se ha
cebado en ella como hubiera hecho con cualquiera que se hubiese puesto debajo, sube
a un autobús con destino incierto. Está viajando por el desierto de Los
Monegros, su marido la espera en Barcelona. Su marido se debe sentar…
A
María la van a confundir — personas al parecer normales—, con una demente más,
porque ese autobús transporta a las internas de un sanatorio para personas con
trastornos mentales porque a la protagonista, en el autobús, le han dado una
manta y una toalla, para que se seque, ella está empapada y tiene frío. En esta
ocasión, su, quizás, excesivo frenesí en solicitar un teléfono en el momento de
llegar al destino del autobús, para avisar a su marido, y su manta, igual a la
de las demás, a la vista del personal que las coloca en fila y posteriormente,
en opinión del mismo psiquiatra, la han condenado y la transforman en “enferma
mental”.
María
de la Luz, no hace honor a su nombre: está muy aturdida. Incapaz de comprender
y juzgar por qué le pasa lo que le pasa. No puede reprimir su deseo de llamar
por teléfono, pero las “guardianas” tienen mucha fuerza…, no puede decir ni
palabra, no puede hacer ningún gesto: la emprenden contra ella. Pasan días y
días, no sale de su asombro, pero no consigue llamar a su marido. No sabe cómo
salir de allí.
A
María nos la presenta el autor, como una “mexicana de veintisiete años, bonita
y seria”. Esas cualidades parecen gustarle a una de las feroces guardianas, que
se enamora de ella. María se defiende como puede y cuando la vigilante, trata
de violarla, María la manda, gritando y de un puñetazo, a la cama de enfrente.
La vigilante nocturna la amenaza y ella queda con una angustia más, añadida a
la de haber sido confundida por quién no es. No es una demente. Solo quiere un
teléfono… Debe pensar: “¿quiénes son las locas, mis compañeras de prisión o
quienes las cuidan? ¿no se han dado cuenta de que yo soy normal? ¿cómo tiene un
trabajo de vigilante una mastodonte violadora? Incompresible. Todo le parece
incomprensible.
A
su marido, Saturno, no le pasa ni por la imaginación, todo lo que le está
ocurriendo a su esposa. Él evoca su promiscuidad, que ha sido más que
suficiente en su vida marital, como para pensar, como la abajo firmante piensa,
que: “el deseo es deseo hasta que se cumple”. Imagino que debió de pensar eso
de María de la Luz en las escapadas de ella con sus recurrentes amantes y sobre
todo en sus retornos al “dulce hogar”. Sí…, hubo más de un perdón. Hubo más de
un deseo cumplido y después estaba él que la quería, la necesitaba. Cuando no
estaba, el gato le daba compañía, pero no consuelo. Tampoco otras cosas.
Saturno
la perdona siempre, pero lleva esas traiciones en su recuerdo subconsciente.
Cuando María, al fin logra alcanzar un teléfono y decirle, como en la intimidad:
“¡conejo, vida mía!”, él, Saturno, le cuelga el teléfono, pero después de que
ese “subconsciente”, estalle. La llama: “puta”. Han sido demasiadas sus
escapadas. Demasiadas las humillaciones hacia él. De todos modos, Saturno, no
sabe el martirio que ella está sufriendo. No se lo imagina.
Mª
de la Luz se vende a la guardiana lesbiana, a cambio de un recado a su marido.
Esto le debe de producir espanto, náuseas. Sensación de muerte esa ida “contra
natura…” Debe de pensar: “mi marido se lo merece. Se lo debo”.
Saturno
trabaja como mago, tiene, de momento solo a su gato que el autor de este
cuento, García Márquez, rememora en tres ocasiones durante la narración.
Un gato —por otra parte—, despide hasta la
puerta, al periodista que hace la entrevista a la escritora Rosa Regás en su
domicilio, cuando recibe el premio “Planeta”. A Rosa la nombra dos veces en
esta narración, yo creo que muy a propósito, porque quizá le contara Rosa una
historia parecida y cierta, similar o inspiradora de esta, o le ayudara
indicándole dónde quedaba un desierto cerca como el de los “Monegros”. Él ha
universalizado ese lugar como escenario primero, al citarlo en este cuento. Su
experiencia se alimentó aún más durante sus años en Barcelona, ya que, en sus
reuniones, no solo congenió con Rosa Regás por sus afinidades comunes, también frecuentó
y le frecuentaron, otros escritores y artistas, durante su estancia en nuestro
país. Aquí tuvo grandes amigos. Él decía que: “En realidad, el único momento de
la vida en que me siento ser yo mismo es cuando estoy con mis amigos”.
García
Márquez nos muestra que la cordura y la locura, como la vida y la muerte, están
separados por un tenue hilo, que se puede romper en cualquier momento.
Nos muestra que aún pareciendo nosotros personas
“normales”, podemos confundir a otros con quienes no son y también nos pueden
confundir a nosotros con quienes no somos.
Nos
muestra que el desencanto hacia los demás, nos afecta tanto que nos humilla y
nos puede llegar a dar todo igual. Le pasa a María de la Luz cuando presiente
que su marido duda. Llega hasta ella, pero, pese a ser mago, no posee las
capacidades necesarias para sacarla de su encierro. Nada dura eternamente. Él
le pagará sus útiles cigarrillos durante una temporada, lo único que al parecer
le sirve de apoyo. Se marchará del país con otra mujer y le enviará al gato
famélico. Los gatos son muy promiscuos. Tanto como la propia María.
García
Márquez nos muestra la importancia, en todos los seres, de nuestras mentes. Si
la mente no funciona, ¿para qué sirve que funcione lo demás?
Solo
para estar ahí cuando se vaya reparando la mente y, afortunadamente, con las
técnicas actuales y diagnósticos en ocasiones acertados y con una pertinente
medicación, se logran éxitos, que, aunque no son seguros totalmente, al menos
dan un grado importante de esperanza.
Gabriel García Márquez (1927-2014), este colombiano que supo desde niño
que nació para escribir, se empeñó en hacerlo muy bien y lo logró consiguiendo
en su vida el máximo galardón: el “Premio Nobel de Literatura” y nos ha dejado
no solo sus escritos, sino todos sus sentimientos y su actitud ante la vida,
plasmados en ellos.
Nos dijo entre otras muchas cosas que
apreciamos, que:
“El escritor escribe
su libro para
explicarse a sí mismo
lo que
no se puede explicar”
ALICANTE 6/11/2015
Mª Jesús Ortega Torres
09/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía el siguiente trabajo de apoyo a los cuentos leídos:
“El corazón delator”
EDGAR ALLAN POE
“Sustituir
el amor propio por el amor
a
los demás es cambiar un tirano
insufrible
por un buen amigo”
CONCEPCIÓN ARENAL
A Edgar Allan Poe (1809- 1849) se le ha
tomado siempre por un clásico, se ha comentado que su obra lo era. Yo creo que
no lo es, al menos en su literal acepción y en ese sentido, porque los clásicos
en todas las formas, ya sean literarias, formas musicales, o en las otras diferentes
variedades de arte, se atienen a unos moldes, que, siendo iguales para todos,
solo le queda al artista o escritor para poder hacerlas suyas, la propia
impresión personal: su “NUMEN” es decir, su inspiración.
Los cuentos de terror de Allan Poe
imprimen carácter, también el resto de su obra. Es así como él los ha hecho
clásicos, siendo un romántico, pues ha “patentado” un estilo, que tuvo mucha
trascendencia posterior. Él impuso su molde, y sabe cómo hacer para que
masquemos el terror. Quienes le leemos nos acurrucamos encogiéndonos como un
ovillo y no quitamos la vista del libro, revista o folleto en los que tengamos
algo escrito por él. Le seguimos y seguimos, mordiéndonos las uñas, aunque nos
quedemos sin ellas.
En este cuento nos narra con detalle un
crimen llevado a cabo por un psicópata, contándonos su delirio. Nos cuenta cómo
lo hace y sus sensaciones, trasmitiéndonoslas de un modo muy directo. Quedan en
nuestro pensamiento como ejecutadas por un loco, ya que no cabe en ninguna
mente normal, que alguien en su pleno juicio, pueda cometer lo narrado.
Los psicópatas existen y han existido
en todas las épocas. Actualmente los medios de comunicación, mal informados,
suelen meter en el mismo “saco” toda clase de trastornos mentales, confundiendo
con ello a televidentes, lectores y oyentes. En España, la policía, encierra en
la cárcel a vagabundos y personas que alteran el orden, sin clasificarlos siquiera,
y dichas personas deberían ser atendidas por profesionales cualificados y
además tratados con una medicación que les haga mejorar que se conseguiría con
un adecuado diagnóstico. A cada anamnesis realizada, correspondería un
tratamiento con su seguimiento. El enfermo mental en general y el psicópata
igualmente, necesitan que se les identifique, no que se les encierre en una
cárcel y su curación se debe delegar en psicólogos y psiquiatras, pues su
“ego”, bien por una falta de amor, cariño, decepciones, injusticias…, sobre
todo a los últimos, les ha quitado la conciencia de lo que es el mal,
haciéndolo de modo indiscriminado.
Para reponer esa conciencia, se tiene
que hurgar en las causas de esa pérdida y quizás esas personas se podrían
recuperar, aunque siempre bajo diagnóstico y tratamiento. El psicópata no tiene
conciencia del mal, pero esas personas pueden tener una enfermedad
diagnosticada y también puede pasar que no estén diagnosticadas y tan solo lo
que tengan diagnosticado sea un trastorno de riñón, hígado o un dedo
entablillado por algún traumatismo... El ser humano es impredecible, y no
sabemos a quién tenemos al lado como tampoco nos terminamos de conocer a nosotros
mismos porque cambiamos con mucha frecuencia de pensamiento o actitud y la vida
en general no es igual de fácil y placentera para todos.
He elegido la cita de Concepción Arenal
(1820-1893) en el encabezamiento de estas reflexiones, porque creo que me dan
pié para indicar el carácter firme y fuerte del autor que nos ocupa y que no
duda en describir con detalle unos hechos, insólitos en aquél tiempo para la
mayoría, haciéndole poner en evidencia sus conocimientos reales sobre los
trastornos mentales. Él tuvo algún trastorno de este tipo en su vida. Sus
sufrimientos en el terreno personal, se agravaron por su alcoholismo y sus
penurias económicas. En este cuento nos presenta a un psicópata con un delirio,
mostrándonos la resolución que toma dicho protagonista con los hechos
sangrientos que narra. Es evidente que Poe conoce que hay una mayor actividad
sensorial en las fases agudas:
“La enfermedad había agudizado mis
sentidos en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de
todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí
en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco entonces?”
En la vida ordinaria, todo puede parecer
lógico y normal, pero la punta que asoma en el iceberg, nos hace pensar en lo
que hay debajo. El enfermo mental es: “el corazón delator” y además esa punta
de iceberg, del funcionamiento de su entorno, de la sociedad y del mundo en
general y que actualmente, además, tiene unos dispares moradores que se rehúyen
entre sí comunicándose, desconfiados, por medio de la electrónica o la
informática y algunos se unen para una lucha contra un enemigo que han creado ellos
mismos. No podemos dejar de recordar cómo se siente eso, que no es otra cosa
que el precio del progreso, y somos conscientes de que van en aumento esas
actitudes.
Con mayor formación, empatía, amistad,
cariño, amor…, lo creamos o no, todo lo que estas palabras simbolizan y otras
muchas que conocemos afortunadamente y tratamos de poner en práctica, harían posible
que se cambiase para bien.
ALICANTE
8/11/015
Mª
Jesús Ortega Torres
09/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente trabajo:
UNA CASA EN EL CAMINO
Poco a poco van
desapareciendo estrellas en el cielo; se apagan por zonas, las primeras por
levante donde una tenue luz empieza a romper la noche. La casa, en la orilla
derecha del camino de una sola planta, tejado a dos aguas, del que sobresale
una chimenea con su pequeño tejadillo, ennegrecida arriba por donde han salido
los humos de muchos años. La casa, más bien podría decirse casilla, está
enjalbegada y en la semioscuridad reluce su blancura como un copo de nieve
caído sobre el carbón. En la parte de atrás, un pequeño corral tapiado esconde
en un rincón una caseta, cubierta con un trozo de uralita acanalada, que sirve
de escusado: las tablas están renegridas por el sol de los veranos y los fríos
del invierno.
La construyeron a la
vera del camino, camino en medio del páramo que no se sabía de dónde venía ni
adónde iba, un camino lleno de soledad. Sólo la voluta de humo da señales de
vida en su interior; afuera la desolación, hojas extensas de rastrojos sin un
solo árbol que dé sombra, trozos de erial donde la grama verdea algo en los acirates y al final, allá
a lo lejos, unos cerros altos que la bruma no deja ver su silueta con claridad,
imprecisa por el gris oscuro del cielo. Son nubes bajas de las que sobresalen
los canchales más altos que emergen del manto gris como estalagmitas.
Desde que se quedó
viuda, Isabel está sola, completamente sola; tuvo un gato que murió de viejo.
Una mañana se levantó, fue al retrete del corral y allí, en un rincón estaba
tieso; murió como vivió, sin hacer ruido alguno. Tal vez por los silencios de
su ama y el vacío del exterior se quedó mudo, ni siquiera maulló cuando tuvo
hambre.
Isabel está mayor, ha
rebasado la edad en que las mujeres pasan del aseo personal y la coquetería;
además, la única persona que la ve con regularidad es el arriero que cruza el
páramo dos veces cada diez días cuando va al pueblo a reponer víveres. Llegó
allí recién casada con Pedro, su marido, al que su señorito colocó dándole
vivienda y un pequeño jornal para que vigilara la entrada a las manchas del
coto y no pasaran furtivos camino de la sierra, donde se criaban buenos venados
y jabalíes.
Hacía tiempo que no
soñaba despierta, ni evocaba el tiempo ido de su juventud. Antes, a veces,
recordaba como en sueños los dos primeros años que pasó en aquella extensa
pradera que barrían todos los vientos. Recién casada encontraba la vida bella,
agradable, hasta le gustó el primer amanecer de primavera cuando la despertaron
las alondras con sus trinos; curiosa, quiso escuchar mejor los cantos y al
abrir la puerta una brisa suave besó su rostro, impregnada de olor a yerba
mojada por el sereno de la noche; muchos años después, aun traía a las mientes
aquella primera vez que olió el campo de madrugada. También antaño, cuando
quedó viuda, solía rememorar con cariño los primeros besos de Pedro, sus
caricias en la soledad de la planicie, aquellas dos primaveras cuando se
revolcaban jugando en los sembrados de cebada o trigo, y esa felicidad cuando
vives aislado del mundo con tu pasión junto al hombre que tienes cerca de ti.
Después vinieron los
días largos, monótonos, llenos de vacíos, en los que ni las palabras salen de
dentro y sólo se usan los vocablos imprescindibles para la convivencia. El
tedio mata la mente, atrofia los sentidos y llega el momento en el que la vida
es solo supervivencia, se come cuando hay hambre, se duerme cuando vence el
sueño y se camina, pero el seso se seca de no pensar, traer recuerdos a la
mente, de no usarlo para cavilar.
Durante la berrea, Pedro
salía a media noche para la sierra dejándola sola en mitad de la nada. Esos
días se le hacían eternos; pensaba en la juventud que perdía cada día por no
poder compartir con nadie sus pensamientos, sus deseos y sueños. El segundo mes
que no menstruó supo que estaba embarazada. Quizás el hijo iluminaría las
negruras que pasaba cuando quedaba sola. Pero el destino y la mala suerte hizo
que la niña, porque era una niña, naciera a los siete meses muerta; la madre
estuvo a las puertas, tuvo una fuerte hemorragia, un manantial de sangre por
donde la vida se le escapaba; no murió su cuerpo, pero sí su juventud y se
quebró para siempre su espíritu.
La recuperación fue
lenta, había cogido una anemia perniciosa de la que tardó más de un año en
salir. Su estado psíquico también estaba dañado, siempre estaba desganada, no
hacía por comer, ni pasear o mirar los prados llenos de amapolas en primavera,
como antes, sobre todo a la lejanía, de donde esperaba soñando que algún día le
llegaría algo de felicidad, cosa que le duró poco, sólo los dos primeros años
de casada; después todo fueron visiones de tragedia y desgana de vivir: andaba
por la casilla y los alrededores como sonámbula. El único contacto físico lo
tenía con el gato que restregaba su cuerpo contra sus piernas.
Pedro sufría los silencios
y suspiros de su mujer en las noches con paciencia, era joven y la quería, pero
a su lado dormía un cuerpo sin vida, carecía de esa sensibilidad que poseen las
hembras junto al varón; su celo se había terminado para siempre y él necesitaba
una mujer.
Pedro salió una noche
para la sierra y no lo volvió a ver vivo; se había encaramado en un riscal muy
empinado para otear desde allí parte de la finca, resbaló y cayó al hondo desde
una altura de más de cincuenta metros. Como estaba acostumbrada a que se quedara
algunas veces un par de días en los cerros, no se preocupó, aunque estaba más
ensimismada que pendiente de su regreso. Cuando lo encontraron dos días después
estaba medio comido por los lobos. No la dejaron verlo porque estaba
irreconocible; lo enterraron ante su fría impasibilidad; no echó una lágrima,
sus lágrimas se acabaron el día que perdió a su hija.
El señorito dejó que
siguiera viviendo allí, en el vacío de aquella extensa sabana de tierra, le
enviaba cada diez o doce días con el arriero comida suficiente y una pequeña
paga. La mitad de los meses no le enviaba dinero ¿para qué?, si nunca iba al
pueblo, ni gastaba nada; lo metía, cuando le pagaban algo, en una orza, y allí
los ratones se encargaron de roer los billetes.
No encendía el fogón ni en
las frías noches de invierno, no cocinaba, comía poco y mal, así que andaba
siempre estreñida; cuando sentía hambre comía cualquier cosa sin fijarse, le
daba igual un mendrugo que una cebolla. Si sentía la necesidad de evacuar se
metía en la caseta retrete de tablas y, sentada en el poyo sobre el agujero del
excusado, miraba por el hueco que había dejado un nudo que tuvo la madera; allí
sin ideas o pensamientos miraba fijamente los hierbajos del corral donde antaño
picotearon unas gallinas.
A los dos años de vivir
una vida en el vacío, en medio de la soledad sonora del campo, un día llegó el
arriero a llevarle provisiones, entró en la casilla y no la vio. La llamó a
voces sin recibir contestación; pensó que andaría por los alrededores mirando a
la sierra, como solía hacer en sus buenos tiempos, siempre esperando el regreso
de su Pedro al que, con alegría, veía desde muy lejos aparecer por la llanura,
escopeta al hombro con un par de conejos colgados al cinto. El arriero vio que
tampoco estaba afuera; volvió a entrar en la casa, salió por la puerta que daba
al corral y allí estaba, sentada en el retrete de tablas; la puerta abierta
mostraba una mujer con la negra falda remangada que dejaba ver unas piernas
raquíticas, blancas, con los ojos abiertos, fijos, sin vida y la boca abierta,
sin sientes enseñando el cielo raso, sin palabras ya-
Fimiosky
VISIONARIO
09/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente trabajo:
NATURALEZA
El
sol reverberaba sobre reseco pasto
de
la dehesa, las chicharras aserraban
con
sus alas el chirriante silencio de
medio
día.
Arriba
en el azul límpido del cielo, un
águila
perdiguera, planea majestuosa
sostenida
por las brisas recalentadas
por
el astro rey
Bajo
el quejigo rumia con parsimonia
el
semental, de vez en cuando aspavienta
con
su rabo los moscardones y tábanos
que
aguijonean su dura piel.
Al
fondo del chaparral, en la base de la
solana
empieza la sierra levantada al cielo;
en
la cumbre se recortan sobre el azul
tres
pinos enclenques
Y
sobre el canchal un águila imperial
se
enseñorea oteando en busca de
preseas.
Hay una guerra sorda en la
Naturaleza
que late en los campos.
a.
03/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente trabajo:
LA LLEVO DENTRO
¡Oh excelsas torres…!
No hay madrugada que al abrir el ordenador, antes
de operar en él lea un poema de Federico, de la impronta que se grabó en su
corazón cuando paseó por Córdoba acompañado de Manolo Carreño, culto y educado
personaje, amante del mostrador con círculos húmedos sobre madera añeja y
encima el medio de peseta, y releo a Lorca, abro el libro y leo Tópico nocturno
En la casa se defienden
de las estrellas.
La noche se derrumba…
…y me
parece oir en la oscura noche, cuando solo las estrellas se asoman a los patios
y aquel sonido serio de campanas en la Mezquita.
Recuerdo
aquellas noches, cuando cerradas ya las
tabernas en las desiertas plazoletas y en las callejuelas comentábamos algo con amigos
idos ya a la memoria; caminábamos siempre haciendo pequeñas paradas por el
comentario de alguno sobre el que no estábamos todos de acuerdo, discusiones
para usar tiempo, bien si un libro era bueno, o como dijo una señora hace días
a la pregunta del periodista “Qué le parecen los Best-eller? Y la señora, muy
elegante y discreta sin ánimos de molestar contestó: “son libros que se venden
mucho”. Si, en aquellos años la juventud pasada ya la edad de la novelilla de
aventuras leíamos clásicos, Cervantes el genio y sus aparentes y sanas envidias
de admiración reciproca con Quevedo, la pobreza de Góngora paseando por
nuestros cerros y cañadas y todos los sueños de juventud del romántico Bécquer
y el gran Lorca del pueblo, con el que aprendimos a respetar la raza calé.
Personalmente llegué a tener amistad con el hijo más joven de Celedonio, el rey
de los gitanos, que cada año, en mayo, bajaba a la feria con toda su troupe de hijos y sus buenos caballos de raza.
Añoro los paseos por las huertas que nos cercaban
con sus fértiles tierras laboradas con el esfuerzo diario de los hortelanos que
encorvados sobre los surcos conseguían
hermosas hortalizas con gustosos sabores y sus bien cuidados frutales a los que
los chiquillos acudíamos furtivamente a
coger sus frutos, gloria para el paladar.
Sueño
los silencios del convento junto al Cristo de los Faroles y el regalo de su
música sacra aquella madrugada, para acompañar como fondo a una saeta candada
por la compañera del grupo de la UPUA, a los que pasee por nuestros barrios
tan diferentes pero con encanto, muchos
han vuelto a visitarla. Al regreso una comentó “Córdoba es para volver”
Muchos
no lo creerán, pero Córdoba ya no es mi casa y quizás por ello la disfruto y
gozo más que los que cada día pasan por sus calles sin fijare en las losas que
pisan, en el rojo de una flor de geranio que asoma por la reja de una ventana,
el ruido sordo de pausados pasos sobre el suelo, el vuelo rápido del gorrión
desprevenido y al cruzarse con una moza de grandes ojos que agacha su cabeza
mientras sus labios insinúan la sonrisa recatada, bella.
Hoy día la juventud pierde vida y los placeres que
te regala cuando andas por la ciudad, ves sus edificios clásicos, sus iglesias
y el vuelo rápido del vencejo, creo que algunos son incapaces de inhalar el penetrante aroma del naranjo. Sí
porque acá en Levante he paseado por muchas hectáreas pobladas de naranjos y
limoneros y su aroma difiere muchísimo con el de nuestros jardines y calles,
nuestros naranjos son únicos, solo Córdoba regala al visitante y al vecino, junto
al jazmín y la dama de noche sus perfumes cada primavera.
CÓRDOBA
No tiene que adornarse
es así, la heredamos del
tiempo donde una cultura se
instaló, hoy persisten sus
encantos que desde el
cielo luna y estrellas ven.
Me alimentan algunos libros que detallan, a veces,
lugares y sitios que en mis recuerdos están, al parecer deformados por el tiempo,
tengo noticias de familia, pero hay callejuelas, casas o iglesias en mi mente
que siguen incólumes y sin embargo he leído en algunos libros que han omitido o
deformado barrios, plazas y calles. No es lo mismo haber pasado por los barrios
en los años 40/50 con diez o doce años, cuando sus calles solo las transitaban
burros, carros tirados por mulos o carrillos de dos varales arrastrados por una
persona, o los vendedores callejeros, incluso escuchar el parloteo de las
vecinas…No, no es lo mismo el recuerdo que me dejó en el corazón mi Córdoba, la
que ahora pintan con diferentes palabras.
Antonio Fimia Moyano
Sepbre 2014
03/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesus nos envía el siguiente trabajo sobre el Quijote:
CÁPITULO XX DE LA 1ª PARTE
DE DON QUIJOTE
MIGUEL DE CERVANTES
“De
la jamás vista y oída aventura
que
con más poco peligro fue acabada
de
famoso caballero en el mundo, como
la
que acabó el valeroso caballero
Don QUIJOTE DE LA MANCHA”
La
fantasía es la realidad de quien la posee. Si no se discierne qué es fantasía y
se vive imbuido en ella, no se pisa firme. No se pisa sobre la tierra, porque
los sueños, la fantasía derivada de ellos, te hacen vivir una ilusión, que
anula tu realidad y la realidad de tu entorno.
Cervantes
ha predeterminado al héroe de su novela a sentir que es el salvador de todo.
Ese “todo” es lo todo anómalo que Alonso Quijano, Don Quijote, encuentra a cada
paso—natural y normal para él—, y que su escudero Sancho, trata de evitar, o bien
atando las patas de Rocinante, su caballo, para que no pueda transportar a su
amo, o bien contándole cuentos o consejas…
Miguel
de Cervantes hace nacer a un héroe sabio, con una fantasía desbordante,
empeñado en luchar y morir por conseguir sus sueños.
La realidad la deja en manos del escudero Sancho,
que siempre y temiendo por la vida de su amo y señor, D. Quijote, va a tratar
de orientarle, aunque en estas misiones no pueda a veces disimular o su risa o
su temor.
Ese dualismo de cordura-locura, de los dos
personajes, se presentan también en muchos momentos de modo individual, ya que
uno, D. Quijote, une a su fantasía o realidad visionaria unos conocimientos tan
precisos y documentados por su saber, segura voz y palabra, que nos parecen que,
estas, sus fantasías no son tales y que avaladas de su mucha experiencia en el
conocimiento humano, nos muestra una realidad a su modo. No se deja dominar por
los demás. Al seguir y guiarse por sus impulsos ¿no es eso ya, por sí solo una
señal de locura?
Sancho,
sin embargo, aunque pueda representar la ignorancia del pueblo, una ignorancia que
se rige por la experiencia, por lo que ve, sin un acceso a lo académico o
científico, tiene tal afán de supervivencia, que, aguzando todos sus sentidos,
no solo se trata de salvar él, sino a su amo y señor al que sirve o trata de
servir con esmero. Para él, hay algo primordial: llenar su “panza”. Hay que
comer y vivir bien, no importa que se dejen los sentimientos de lado.
Aunque Alonso Quijano le reprenda y esto no le siente
bien, con una sonrisa o unos movimientos de cabeza, disculpa a su exaltado
señor, al que trata de aminorar en “sus vuelos”.
En
estos dualismos, tanto individuales, como “a dos”, creo ver al mundo reflejado
y también su evolución. Nos parece que le falta un Sancho, para atar las patas
a Rocinante, el cual, representaría al poder que sería capaz de hacer desatinos
si no tuviese un control. Sin la razón, el poder puede gobernar o relajarse,
con una fantasía que solo lo alimentaría a él, pero siempre poniendo en peligro
a los demás. Por otra parte, sin la fantasía o sueños, no se puede vivir y, de
ahí deriva la dualidad, que nos ha hecho, a toda la humanidad, evolucionar de
esta forma, también predeterminada por nuestra condición.
Cervantes
y su “Don Quijote de la Mancha” siguen vigentes, porque el primero ha sabido
transmitir la dualidad de la naturaleza humana proyectada en sus dos héroes, y
no solo está vigente en nuestra sociedad, también en todo el mundo. Debería ser
el libro de cabecera de todos los gobernantes, creo que así estos, se tomarían
la vida con mejor humor, y sobre todo podrían aplicar unas buenas dosis de
Filosofía tanto a sus vidas, como a las de sus gobernados, pues sin el recto y
bien pensar…, vemos como nos vamos continuamente tambaleando.
La
historia inacabada, de la conseja que empieza Sancho a contar a su amo y no
sabe o no puede terminar, con ese amor inexplicable de los pastores Lope Ruiz y
Torralba que no se ponen de acuerdo en sus tiempos de amor, hace pensar en el
famoso dicho de que: “del amor al odio hay solo un paso” y parece que el mismo
trecho hay: “del odio al amor”. También pensamos que hay muchas historias, de
amor o no de amor, que podrían haber empezado y terminado bien, y ni siquiera
han comenzado.
ALICANTE 31/10/2015
Mª Jesús Ortega Torres
31/10/2015.- Ahí va un relato de un compañero de tertulia:
UNA CASA EN EL CAMINO
Poco a poco van desapareciendo
estrellas en el cielo; se apagan por zonas, las primeras por levante donde una
tenue luz empieza a romper la noche. La casa, en la orilla derecha del camino
de una sola planta, tejado a dos aguas, del que sobresale una chimenea con su
pequeño tejadillo, ennegrecida arriba por donde han salido los humos de muchos
años. La casa, más bien podría decirse casilla, está enjalbegada y en la
semioscuridad reluce su blancura como un copo de nieve caído sobre el carbón.
En la parte de atrás, un pequeño corral tapiado esconde en un rincón una
caseta, cubierta con un trozo de uralita acanalada, que sirve de escusado: las
tablas están renegridas por el sol de los veranos y los fríos del invierno.
La construyeron a la vera del camino,
camino en medio del páramo que no se sabía de dónde venía ni adónde iba, un
camino lleno de soledad. Sólo la voluta de humo da señales de vida en su
interior; afuera la desolación, hojas extensas de rastrojos sin un solo árbol
que dé sombra, trozos de erial donde la grama verdea algo en los acirates y al
final, allá a lo lejos, unos cerros altos que la bruma no deja ver su silueta
con claridad, imprecisa por el gris oscuro del cielo. Son nubes bajas de las
que sobresalen los canchales más altos que emergen del manto gris como
estalagmitas.
Desde que se quedó viuda, Isabel está
sola, completamente sola; tuvo un gato que murió de viejo. Una mañana se
levantó, fue al retrete del corral y allí, en un rincón estaba tieso; murió
como vivió, sin hacer ruido alguno. Tal vez por los silencios de su ama y el
vacío del exterior se quedó mudo, ni siquiera maulló cuando tuvo hambre.
Isabel está mayor, ha rebasado la edad
en que las mujeres pasan del aseo personal y la coquetería; además, la única
persona que la ve con regularidad es el arriero que cruza el páramo dos veces
cada diez días cuando va al pueblo a reponer víveres. Llegó allí recién casada
con Pedro, su marido, al que su señorito colocó dándole vivienda y un pequeño
jornal para que vigilara la entrada a las manchas del coto y no pasaran
furtivos camino de la sierra, donde se criaban buenos venados y jabalíes.
Hacía tiempo que no soñaba despierta,
ni evocaba el tiempo ido de su juventud. Antes, a veces, recordaba como en
sueños los dos primeros años que pasó en aquella extensa pradera que barrían
todos los vientos. Recién casada encontraba la vida bella, agradable, hasta le
gustó el primer amanecer de primavera cuando la despertaron las alondras con
sus trinos; curiosa, quiso escuchar mejor los cantos y al abrir la puerta una
brisa suave besó su rostro, impregnada de olor a yerba mojada por el sereno de
la noche; muchos años después, aun traía a las mientes aquella primera vez que
olió el campo de madrugada. También antaño, cuando quedó viuda, solía rememorar
con cariño los primeros besos de Pedro, sus caricias en la soledad de la
planicie, aquellas dos primaveras cuando se revolcaban jugando en los sembrados
de cebada o trigo, y esa felicidad cuando vives aislado del mundo con tu pasión
junto al hombre que tienes cerca de ti.
Después vinieron los días largos,
monótonos, llenos de vacíos, en los que ni las palabras salen de dentro y sólo
se usan los vocablos imprescindibles para la convivencia. El tedio mata la
mente, atrofia los sentidos y llega el momento en el que la vida es solo
supervivencia, se come cuando hay hambre, se duerme cuando vence el sueño y se
camina, pero el seso se seca de no pensar, traer recuerdos a la mente, de no
usarlo para cavilar.
Durante la berrea, Pedro salía a media noche
para la sierra dejándola sola en mitad de la nada. Esos días se le hacían
eternos; pensaba en la juventud que perdía cada día por no poder compartir con
nadie sus pensamientos, sus deseos y sueños. El segundo mes que no menstruó
supo que estaba embarazada. Quizás el hijo iluminaría las negruras que pasaba
cuando quedaba sola. Pero el destino y la mala suerte hizo que la niña, porque
era una niña, naciera a los siete meses muerta; la madre estuvo a las puertas,
tuvo una fuerte hemorragia, un manantial de sangre por donde la vida se le
escapaba; no murió su cuerpo, pero sí su juventud y se quebró para siempre su
espíritu.
La recuperación fue lenta, había cogido
una anemia perniciosa de la que tardó más de un año en salir. Su estado
psíquico también estaba dañado, siempre estaba desganada, no hacía por comer,
ni pasear o mirar los prados llenos de amapolas en primavera, como antes, sobre
todo a la lejanía, de donde esperaba soñando que algún día le llegaría algo de
felicidad, cosa que le duró poco, sólo los dos primeros años de casada; después
todo fueron visiones de tragedia y desgana de vivir: andaba por la casilla y
los alrededores como sonámbula. El único contacto físico lo tenía con el gato
que restregaba su cuerpo contra sus piernas.
Pedro sufría los silencios y suspiros
de su mujer en las noches con paciencia, era joven y la quería, pero a su lado
dormía un cuerpo sin vida, carecía de esa sensibilidad que poseen las hembras
junto al varón; su celo se había terminado para siempre y él necesitaba una mujer.
Pedro salió una noche para la sierra y
no lo volvió a ver vivo; se había encaramado en un riscal muy empinado para
otear desde allí parte de la finca, resbaló y cayó al hondo desde una altura de
más de cincuenta metros. Como estaba acostumbrada a que se quedara algunas
veces un par de días en los cerros, no se preocupó, aunque estaba más
ensimismada que pendiente de su regreso. Cuando lo encontraron dos días después
estaba medio comido por los lobos. No la dejaron verlo porque estaba
irreconocible; lo enterraron ante su fría impasibilidad; no echó una lágrima,
sus lágrimas se acabaron el día que perdió a su hija.
El señorito dejó que siguiera viviendo
allí, en el vacío de aquella extensa sabana de tierra, le enviaba cada diez o
doce días con el arriero comida suficiente y una pequeña paga. La mitad de los
meses no le enviaba dinero ¿para qué?, si nunca iba al pueblo, ni gastaba nada;
lo metía, cuando le pagaban algo, en una orza, y allí los ratones se encargaron
de roer los billetes.
No encendía el fogón ni en las frías
noches de invierno, no cocinaba, comía poco y mal, así que andaba siempre
estreñida; cuando sentía hambre comía cualquier cosa sin fijarse, le daba igual
un mendrugo que una cebolla. Si sentía la necesidad de evacuar se metía en la
caseta retrete de tablas y, sentada en el poyo sobre el agujero del excusado,
miraba por el hueco que había dejado un nudo que tuvo la madera; allí sin ideas
o pensamientos miraba fijamente los hierbajos del corral donde antaño
picotearon unas gallinas.
A los dos años de vivir una vida en el
vacío, en medio de la soledad sonora del campo, un día llegó el arriero a
llevarle provisiones, entró en la casilla y no la vio. La llamó a voces sin
recibir contestación; pensó que andaría por los alrededores mirando a la sierra,
como solía hacer en sus buenos tiempos, siempre esperando el regreso de su
Pedro al que, con alegría, veía desde muy lejos aparecer por la llanura,
escopeta al hombro con un par de conejos colgados al cinto. El arriero vio que
tampoco estaba afuera; volvió a entrar en la casa, salió por la puerta que daba
al corral y allí estaba, sentada en el retrete de tablas; la puerta abierta
mostraba una mujer con la negra falda remangada que dejaba ver unas piernas
raquíticas, blancas, con los ojos abiertos, fijos, sin vida y la boca abierta,
sin sientes enseñando el cielo raso, sin palabras ya-
VISIONARIO
26/10/2015.- Nuestro compañero Juan Padilla nos envía este trabajo ,referente a "La mujer rota", que publicamos:
DESDE EL
OLIMPO
(TRAS LA PISTA DE LA
MUJER ROTA)
“Las golondrinas que
parece que vuelven/
no son las
mismas”.
M.
Benedetti
¿Soy todo lo sincera
que debo cuando vuelco mis pensamientos en este diario? La sinceridad siempre es
dolorosa, me hace revivir cosas que quiero olvidar. Que necesito olvidar. Me doy
cuenta que no puedo mentir, que la realidad dolorosa me arrolla, derribando las
barreras que pretendo erigir para engañarme inútilmente. Nos creemos protegidos
tras la puerta construida por nuestro egoísmo, pero siempre hay un resquicio
para
las dudas. Entran en tromba, minando mi
tranquilidad.
¡La sinceridad¡ Es
difícil cuando nos enfrentamos a algo que viene a destruir todo aquello en lo
que
creíamos. Todo parece derrumbarse a mí alrededor, todos esos falsos
ídolos de barro que erigimos para convencernos que hay otras instancias a las
que acudir, deidades inútiles que se resuelven en vulgar polvo cuando las
dejamos caer del pedestal en el que las hemos colocado.
Pero, me aterra
aceptar que todo esto haya podido suceder de esta
manera.
Durante estos últimos
años, me sentía segura porque mis sentimientos continuaban siendo los mismos,
porque los gestos se repetían una y otra vez como acompañamiento de lo que yo
creía eran los signos de mi dicha. Había todo un ritual que bastaba para llenar
mi espera: el ruido de tu llavín antes de abrirse la puerta tras la ilusionada
espera diaria; tu sonrisa amplia, generosa, envolvente; y el calor de tus labios
sobre los míos, nunca ahítos de los tuyos. Luego la charla, larga, emotiva,
sintiéndome partícipe de tu entusiasmo por un nuevo proyecto o cuando me leías
una nueva tesis. “Qué amables son los principios del amor cuando a él le gusta
enseñar y a ella le gusta escuchar”.
Y luego la exaltación
de los cuerpos, la explosión carnal, la calidez de nuestras pieles, buscando
anhelantes al otro, sensaciones de nuestros primeros encuentros que yo revivía
tan intensamente, como en mi primera entrega. Me parecía que se repetía el
momento mágico en que hasta la Naturaleza parecía detenerse, convertida en
silencioso cómplice, mientras los latidos de mi corazón marcaban el ritmo de una
danza desenfrenada y yo creía aprenderte a través de mi cuerpo.
No hubiera
cambiado nada por esos instantes de felicidad.
¿Qué te ha sucedido?
Cada día, cuando te alejabas de mí, sabía que tú desandarías el camino para
volver, que tus pasos te conducirían de nuevo a ese
rincón en el que guardábamos como un tesoro los recuerdos de unos sentimientos
compartidos. Un sueño que deseaba recomenzar cada día solo para saber cómo
continuaba.
¿Qué te ha sucedido?
El tiempo ha pasado y ahora eres como un extraño. Primero fueron los silencios
prolongados, las miradas hurtadas, como vergonzantes, que me dejaban helada,
temerosa por no querer ni siquiera imaginar que te habías cansado de mí. Tuve
que ser yo, ¡imagínate¡ quien hubo de indagar, con el corazón desgarrado por la
duda, las causas de tu actitud. Los espíritus ingenuos siempre creen esperar
respuestas que les tranquilice:
-¿Es que ya no me
quieres?...
¿Hay otra mujer?
Tuviste la
franqueza cruel de los espíritus débiles para confesarlo… Porque, ¡escúchame
bien¡ eres un espíritu débil que precisa del apoyo de otros, esperando que te
quieran, que te admiren; el intelectual solitario temeroso de que nadie le
escuche, vencido por el silencio desdeñoso de los críticos o por la
incomprensión de los colegas cercanos. Yo creí, ingenua de mí, en mi modestia,
ofrecerte todo mi apoyo y toda la comprensión que precisabas. Pero no te ha
bastado. Luego he sabido que tu vanidad, además, se había sentido colmada por la
admiración de una de esas jovencitas, alumnas tuyas, que te han encumbrado al
Olimpo de los dioses, allí donde tú reinas, rodeado de sus sonrisas
beatificas.
Siento ahora que la
vida ha sido injusta conmigo. Me entregué ingenuamente al juego peligroso del
amor; ahora lo sé, pensando que los sentimientos compartidos son duraderos, que
fraguan entre sí dando consistencia a ese altar sagrado donde los colocamos, sin
imaginar que también pueden ser arrastrados por las ráfagas de la infidelidad;
desdeñando saber que los sueños pueden convertirse en
pesadilla.
Me he convertido en
una especie de fantasma que habita sus propias ensoñaciones, caminando insomne
por el inmenso edificio de mi melancolía, olvidando que mi gran pecado era el de
creer firmemente que la felicidad se consigue sin precio que pagar. Porque el
dolor está en el otro platillo de la balanza.
Has tomado un sendero
en donde tus huellas no quedan marcadas para señalar el camino de regreso. En mi
desconsuelo, me he sentado a la puerta de nuestra casa. El campo me envuelve en
ese eterno mensaje gozoso que arrastra tras de sí la Primavera. Una tenue
llama, alumbrando un resto de esperanza, pretende iluminar el difícil camino de
vuelta. Y temo al olvido, ese olvido que siempre
estará lleno de tu recuerdo.
Jpc-ABRIL-2015
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26/10/2015.-Nuestro compañero Antonio Fimia nos envía para su publicación el siguiente trabajo.
LO QUE VA DE AYER A HOY
Sentado en clase, antes de que empiece el profesor, en la soledad con mis recuerdos escribo:
“Acostumbramientos”
Acabo de hablar con ella, me siento feliz, muy feliz, su voz es alimento de mí desesperado amor; sin empezar la clase hago la reflexión siguiente: Si ella es liberal ¿Por qué no me da un trozo de vida para alimentar algo la poca que me queda?
Cumpliría dos funciones, primera: apagar el hambre de un enamorado que cada día está más desesperado, y segunda: gozar una forma nueva de amar en la antesala de la muerte.
Mi amor sería como una fuente que mana silenciosa y al caer sus aguas en el despeñadero de la cascada encontraría un grito de libertad.
De ése encuentro no quedaría huella en ella, pues ése tipo de relación no las deja, a él sí, le serviría para gozar rememorando en las noches el amor gozado aquel día hoy guardado en la memoria, para usar en el tiempo el resto de mi vida.
Ella quizás con el goce nuevo de aquella noche, experimentado por primera vez con un hombre sabio en formas de amar y acariciar el cuerpo, le serviría en adelante cuando llegara su hombre enamorado y al que amar eternamente con las enseñanzas recibidas, sabría la mejor forma con que haría disfrutar de los placeres que podría regalar cuando se conectaran llegando al clímax del placer en el sexo.
Así se movían cada día mis pensamientos que fueron creciendo constantemente cada vez que notaba la presencia de su hermoso y bello cuerpo:
¿A qué cielo miro que no la vea?
¿A que espacio dirijo la vista que no esté?
¿A qué mar veo embravecido que ella
no cabalgue sobre sus olas?
¡Si oigo su voz, creeré en los dioses que pueblan los cielos!
La noche
Una aciaga noche rompió mi encanto, laceró mi amor propio machacando mis sueños de enamorado.
Quizá ella no fue consciente del dolor que produjo.
Yo, siendo amable quiero pensar que quiso quebrantar mi amor propio, pero no ofenderme.
Esa noche no subí a las nubes a mirar estrellas
Fue tan grande mi pesar que no coordinaba mi mente, solo sombras se paseaban por mis pensamientos. Quisiera, de una vez para siempre, dejar el amor que tengo por quien no le merezco.
Esta amargura me llevará a la tumba el resto de vida que me quede. Hasta entonces medraré en el tiempo con mis sueños rotos y, cuando mis cenizas se fundan con el murmullo del arroyuelo y el canto del ruiseñor, espero que en su vida rememore un día al que la amó para todo el tiempo.
Solo pido a los dioses que entre las cenizas del tiempo le queden ascuas ardiendo en la eternidad de su vida y que un día se levanten llamaradas de amar y ser amada, pero que la obvien tal cual ella hace conmigo. ¡Hay poco trecho del amor apasionado al dolor!
Comprendo, ella no tiene la culpa de mi irresponsable y loco enamoramiento, es mi corazón, quisiera, en esta hora amarga dejar de amarla, es imposible, pero ella podía haber sido más blanda y comprensiva con mis desvaríos, máxime cuando tuvo momentos dulces conmigo…
…en los que creí se entregaría a mi apasionado deseo de tenerla, aunque solo fuera acaronado en sus brazos mientras el perfume de su cuerpo alimentaba mi hambre.
Compré una gardenia repleta de flores blancas, impolutas pero sin aroma, creí que su cuerpo las llenaría de sutil perfume, iluso yo que dejó apagada la luz que fue mi vida.
Algún día alguien leerá mis sueños, pero ya bajo el matorral las cenizas habrán alimentado, quizá la mata de romero que en las primaveras expandirá su perfume por el valle abierto a los soles…
6-11-2006
Fimiosky
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23/10/2013: Esta es la primera publicación correspondiente a "obra propia" de tertulianos en este curso 2015-2016. Se trata de un poema de nuestro compañero Antonio Fimia. Animamos a todos a la creación y publicación de trabajos literarios.--------------------------------------------------------------------
PALABRAS
Una
palabra me lleva a otra.
Me suelen llamar a veces
desde el vacío de la memoria.
Hay palabras que a nubes vuelan,
algunas con la clara del día,
otras con lo oscuro abierto
en millones de estrellas,
que me guiñan unas,
que otras encienden mis ojos
con sus centellas.
Palabras hay que no me entienden.
¿Qué
son los verbos?, ¿obras o apariencias ?.
¿Qué
palabras, si acortas la oración?,
¿las
oraciones son católicas o semíticas?
¿Qué son sinónimos?, me preguntan.
Y los lleno de adjetivos.
Despierto en la noche
y busco palabras perdidas,
de aquella niñez feliz mojado
en los otoños por la llovizna.
Mas si una cara bonita,
en sus gestos,
me mira...
me hace un poema en verso,
me puede henchir el corazón de latidos
con solo abrir un poco sus labios.
Las miradas escasean de términos,
abre la puerta del amor un simple
pestañeo.
Palabras hay breves, virginales,
o calenturientas con signos ebrios
o con impolutos labios rebosantes
de melodías y, cuando llegan los estíos,
aceleran
materias liquidas
ávidas de entendimiento
en el secreto de los suspiros…
Hay palabras que de dolor horadan
con punzadas rojas el corazón ,
las hay de seducción ligera y urgente,
otras ocultan los amargos del amor.
Hay palabras que en el discernimiento
de los silencios llevan mensaje.
Para el amor hay miles de palabras,
las banales, las incitantes sumergidas
en el deseo, las hay furtivas,
escondidas
dentro del ansia de ser amado,
algunas solo vanagloria de ególatras
que en los corazones no profundizan .
Las hay que cuando lucen en el papel
muerden, otras llegan a la tumba
sin comentar la verdad, las hay enviadas
por los demonios del pensamiento humano.
Palabras, palabras, palabras, qué grandes.
Para decir verdades, inventar
sensaciones,
para sacar dioses de los cielos puros de
azul sin bruma
y atosigar a los pobres sin ideas
propias.
Palabras hoy que se rompen en
cristaleras,
traducciones inanes,de sabor yerro,
y... poco a poco volverá el tiempo
de los signos sobre piedras…
Fimiosky 2013
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23/10/2015: Nuestra compañera Mª Jesús Ortega envió este poema para su publicación:
Se ha caído el Sol, también mi suerte.
Lo del Sol se ve, lo de mi suerte no.
Si se cae el Sol, es para todos,
la suerte es solo nuestra,
y lo es y será…, sin remisión.
Yo veo la oscuridad miles de veces,
mas si veo una luz, hacia ella voy…
y asida, con mis manos, vengo y la robo:
¡Es difícil vivir sin esa luz!
Si a alguien veo a oscuras:
¡Voy y le alumbro!
La luz ha de valer para alguien más,
aunque, a veces, en las noches muy oscuras
el intenso deseo, alumbrará.
Quién quiera que lo pruebe y que repita…!
No olvide que a maestro llegará.
Es mejor practicar, y poco a poco,
saliendo, dejará la oscuridad.
ALICANTE 21 DE DICIEMBRE DE 2014
Mª Jesús Ortega Torres
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23/10/2015: Nuestro compañero Rafaél Torres envió este poema para su publicación:
“Me he escondido en mi flor,
llevándola en tu pecho,
sin sospecharlo, me llevarás a mí “
Emily Dickinson
LA ASOCIACIÓN
Jugábamos al escondite.
La puesta de sol doraba los bordes de la sierra.
Me preguntaste que haría para encontrarte,
no respondí, cerré los ojos, conté hasta veinte,
abrí los ojos y la luz me cegó; tú ya no estabas,
te desvaneciste en el silencio de diez mil atardeceres.
Yo crecí,
crecí de tanto dibujarte
sobre el cielo azul con tinta de nubes rojas.
De pronto, apareces igual que estabas entonces:
la interrogación constante de tu mirada,
tu tristeza inconsciente,
la ropa incolora de tus días azules,
las sandalias heredadas…..
y esa rosa que nunca se marchita en tus manos.
Te deslizas por los abismos horizontales del tiempo
para rebelarte contra el olvido
y lo único que puedo ofrecerte es un sitio en nuestra
Asociación de Inventores de Epílogos Utópicos,(AIEU).
En la AIEU siempre decimos que estamos bien,
nos peinamos sin peine y sin espejos
para mantenernos jóvenes.
Unimos fuerzas para sacar
las piedras de nuestras maletas,
las llenamos con la luz de los días y
navegamos por un río que nunca lleva agua.
Para las noches tenemos una orquesta con
trompeta,saxo,violín y acordeón;
la música nos distrae mientras
caminamos sobre las brasas del miedo.
Somos ricos sin dinero blanco y sin dinero negro,
los compañeros revolucionarios aseguran que
cuando el mundo cambie nos darán el Nobel de Economía;
seríamos el orgullo de nuestras madres,
si levantaran la cabeza.
Ven.
En la AIEU nos espera el final
de la historia que nunca escribimos.
Cuando lleguemos al mar
seremos compañeros de naufragio,
alcanzaremos nuestra isla desierta
y nos convertiremos en amantes.
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23/10/2015: Nuestra compañera Mª Jesús Ortega envió este poema para su publicación:
Se ha caído el Sol, también mi suerte.
Lo del Sol se ve, lo de mi suerte no.
Si se cae el Sol, es para todos,
la suerte es solo nuestra,
y lo es y será…, sin remisión.
Yo veo la oscuridad miles de veces,
mas si veo una luz, hacia ella voy…
y asida, con mis manos, vengo y la robo:
¡Es difícil vivir sin esa luz!
Si a alguien veo a oscuras:
¡Voy y le alumbro!
La luz ha de valer para alguien más,
aunque, a veces, en las noches muy oscuras
el intenso deseo, alumbrará.
Quién quiera que lo pruebe y que repita…!
No olvide que a maestro llegará.
Es mejor practicar, y poco a poco,
saliendo, dejará la oscuridad.
ALICANTE 21 DE DICIEMBRE DE 2014
Mª Jesús Ortega Torres
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23/10/2015: Nuestro compañero Rafaél Torres envió este poema para su publicación:
“Me he escondido en mi flor,
llevándola en tu pecho,
sin sospecharlo, me llevarás a mí “
Emily Dickinson
LA ASOCIACIÓN
Jugábamos al escondite.
La puesta de sol doraba los bordes de la sierra.
Me preguntaste que haría para encontrarte,
no respondí, cerré los ojos, conté hasta veinte,
abrí los ojos y la luz me cegó; tú ya no estabas,
te desvaneciste en el silencio de diez mil atardeceres.
Yo crecí,
crecí de tanto dibujarte
sobre el cielo azul con tinta de nubes rojas.
De pronto, apareces igual que estabas entonces:
la interrogación constante de tu mirada,
tu tristeza inconsciente,
la ropa incolora de tus días azules,
las sandalias heredadas…..
y esa rosa que nunca se marchita en tus manos.
Te deslizas por los abismos horizontales del tiempo
para rebelarte contra el olvido
y lo único que puedo ofrecerte es un sitio en nuestra
Asociación de Inventores de Epílogos Utópicos,(AIEU).
En la AIEU siempre decimos que estamos bien,
nos peinamos sin peine y sin espejos
para mantenernos jóvenes.
Unimos fuerzas para sacar
las piedras de nuestras maletas,
las llenamos con la luz de los días y
navegamos por un río que nunca lleva agua.
Para las noches tenemos una orquesta con
trompeta,saxo,violín y acordeón;
la música nos distrae mientras
caminamos sobre las brasas del miedo.
Somos ricos sin dinero blanco y sin dinero negro,
los compañeros revolucionarios aseguran que
cuando el mundo cambie nos darán el Nobel de Economía;
seríamos el orgullo de nuestras madres,
si levantaran la cabeza.
Ven.
En la AIEU nos espera el final
de la historia que nunca escribimos.
Cuando lleguemos al mar
seremos compañeros de naufragio,
alcanzaremos nuestra isla desierta
y nos convertiremos en amantes.
Mª Jesús andas siempre en alcanzar lo que puedes vivir en tus sueños, me gusta tu forma de buscar luz en las tinieblass.
ResponderEliminarCreo que los sueños se posan y están en nosotros para ser alcanzados. No todo es alcanzable, pero a todos nos tiene que mantener VIVOS, la ilusión.
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