OBRA PROPIA

29/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:

OTOÑO

Alicante, ciudad donde asoma el sol antes que en el resto de la península, sigue en un
verano tardío; solo cuatro gotas caídas presagian la llegada de la estación más romántica
del año, Otoño. Digo romántica porque fue la preferida de Gustavo Adolfo Bécquer.
Sus odas, sonetos y cartas hablan más del otoño que de la primavera, quizás por su
delicado estado de salud, esa romántica enfermedad, la tisis, que en el siglo XIX
padecían los místicos y los llenos de hambres sin aplacar. Para mí es la estación más
melancólica del año.

Aquí persisten las calores, eso sí, con mucha humedad, seguro que se mantendrán las
temperaturas hasta el final del otoño y sin aviso alguno, ni entremedias, nos llegará el
invierno, tan generoso y poco frío en estas latitudes.

Los primeros días de septiembre, paseando la mañana por la arena, al borde mismo de
las olas, que, espumosas rompen sobre la orilla y, mientras andamos, veo en la lejanía
un fondo azulado, el horizonte recorta el contorno de las montañas que llegan hasta la
mar, siempre o casi, hay una neblina que no deja ver no nitidez la sierra que baja hasta
la isleta de Benidorm, noto el agua tibia que lame mis pies que van dejando huellas de
efímera vida, y la siguiente ola borrará la figura impresa en la arena.

Hago esta reflexión porque, cada año cuando ya huele a membrillo la huerta, las
jacarandáes echan sus últimos racimos de bellas flores y el rojo de las granadas deja
sitio a los ásperos membrillos en los puestos de fruta; mi memoria olfativa rememora
ese olor tenue que perfumaba mi niñez, el del membrillo maduro. Las ropas guardadas
en la cómoda por mi madre, ropas impolutas que, al cambiar las sábanas de las camas,
expandían su olor en toda la habitación, era como entrañable y familiar. Imagino que las
casas entonces, casi todas, olerían igual que la mía, no se habían inventado aún esos
aparatos que difunden olores diversos en las casas. Usábamos lo que la naturaleza ponía
a nuestro alcance, el de las yerbas aromáticas quemadas en los braseros y pebeteros y el
del membrillo, con sus dos aprovechamientos, el de perfumar en el oscuro cajón de los
armarios y cómodas las ropas y posteriormente degustarlo hervido con azúcar para
postre.

Hay gentes que dicen se debe de mirar para adelante, al porvenir o a lo por venir, pero
yo creo que, sin la memoria de las cosas y las vivencias, todo lo que está por llegar, no
servirá de nada, sin el recuerdo de lo que marcó tu vida en la niñez. Lo actual, la
modernidad de las cosas y formas de vivir, no deben de ocultar, ni tapar a las
generaciones venideras, como fue la vida de entonces.

Cuando entonces, quizás, vivíamos sin comodidades, éramos cutres y sencillos a la vez,
pero gozábamos de pleno la vida con todas sus carencias de: comida, vestidos, vivienda
y esas mil pequeñas cosas que hacen que hoy día fácil la vida de las amas de casa, como
son: lavadora, cocina de gas, los aparatos eléctricos que hacen a las labores de la casa y
la amplitud de la vivienda, muchas ya con aire acondicionado.

Solo los mayores de sesenta y cinco años, me comprenderán cuando lean esto, si es que
lo lee alguien. Viajar al tiempo pasado es volver a la niñez. El recuerdo en mi memoria
olfativa de los olores, de entonces, en las cocinas corrientes, sencillas, bien aderezadas


con los condimentos clásicos, azafrán, comino, pimentón, ajo y cebolla; los simples
estofados de patatas sin carne, “viudas” le decía mi padre, pero gozosas al paladar, o el
gazpacho de jeringuilla inventado por mi madre, solo agua y aliños, aceite, echado con
cuenta gotas, vinagre y sal. El lebrillo lleno hasta arriba del líquido elemento y unos
trozos de cebolla, tomate y pepino nadando a sus anchas en las casi claras aguas
punteadas de ojos de aceite virgen.

En su contra, digo bien, están las comidas rápidas de hoy día, un telefonazo y le llevan,
al alma joven de la casa, una pizza o unos bocatas de plástico, o han comprado en el
supermercado comidas para calentar, insípidas, supongo, ya que yo no he comido nunca
nada de eso, afortunadamente. Si comemos fruta está recolectada antes de madurar, su
sabor es a madera. Un melocotón de hace cincuenta años perfumaba la mesa, hoy día, ni
los que llaman de secano huelen. Eso sí, comes todo el año lechugas, cogollos, tomates
y demás verduras, pero, todas, de invernadero, de diseño, sin sabores naturales.
Recuerdo aquellas lechugas criadas en nuestras huertas, eran enormes, de hojas
aceitosas y grato sabor a diferencia del cogollo, más concentrado, o la escarola de fuerte
contextura. Hoy todas las verduras tienen el mismo sabor: no tienen.

Recuerdo aquellos cardos, pencas, que aporcaban los hortelanos y tras veinte días
enterrados los recolectaban blancos y apetitosos para guisar en esparragado, o en el
estofado de judías, sabían a gloria, o aquellos pepinos olorosos de fuerte sabor y los
pimientos que perfumaban los huevos fritos hechos en el mismo aceite, gustosos de
comer. El único producto de huerta que se mantiene hoy día son las patatas, que las
puedes encontrar en el mercado de calidad. Las legumbres, alubias, lentejas, y
garbanzos de procedencia con denominación de origen, así como algunos arroces son
buenos y los aceites de Cooperativas comprados en ellas, porque los comercializados
por las grandes empresas, están todos manipulados, y aunque son medianamente
buenos, carecen de sabor amargo que tienen los de primera prensa.

Todos estos olores se mezclan en mi memoria. Antes en los patios de casas de vecinos,
al pasar por una u otra puerta podías oler, y sabías, que comería aquel día cada familia.
Hoy pasas por la puerta del vecino y huelen, todas, o casi todas, igual, al
recalentamiento de comidas descongeladas, algo así como humedad secándose. Y no
digamos de la comida basura que le meten las madres a sus hijos, bollería hecha con
grasas animales, hamburguesas, que sabe Dios que llevan dentro, salchichas hechas
posiblemente con los despojos y pitracos de las carnes y mil porquerías mas que han
llegado a saturar colesterol a niños hasta de cinco años. Una vergüenza que debiera
corregir la administración y evitar se fabriquen tantas porquerías, aunque, la verdad, los
responsables son los padres, que dedican su tiempo a trabajar los dos, para tener más
cosas, “vivir mejor” dicen ellos, pero que dejan la educación en todas sus facetas a as
guarderías y colegios. Es una verdadera aberración llevar a un bebé de cinco meses a
una guardería, el niño se criará sin ese cariño que da el calor de la madre a tenerlo en su
regazo mientras le da el pecho y al amor que se le debe tener a la criatura, fruto de sus
entrañas, hoy no, hoy los dejan en manos de las cuidadoras, a veces ineptas y
malintencionadas, así que el amor filial que debe incubar el niño hacia sus padres nunca
será profundo y duradero. Perdonar mis referencias a otros temas, pero es que por


asociación e ideas me salen, comparándolas con las de antaño, las costumbres malas de
ahora.

El otoño aquí no se nota, ni cuando entra, ni cuando sale; en la tierra que me vio nacer,
cuando tenía uso de razón, o algo parecido a conocer cosas y valorarlas, con las
primeras lluvias, los chiquillos que vivíamos en los barrios periféricos de Córdoba,
como estábamos pegados al campo, lo teníamos casi en la puerta; olíamos la tierra
mojada después del reseco verano, magnífico, agradable. La tierra es generosa cuando
la lluvia la humedece; en su seno, las semillas que han dormido durante meses germinan
es, como su las fecundaran esa simbiosis hace que nazca la nueva vida vegetal; en pocos
día empezarán los tiernos tallos de yerba a colorear los campos de un verde fuerte, vivo,
y en las mañanas frescas, cuando el sol asoma hace cintilar las gotas del rocío caído en
la noche dando bellos destellos.

Las raíces de matorral y arboleda empiezan a nutrirse del líquido elemento que irá
enriqueciendo, durante todo el otoño y posteriormente invierno, la savia, sangre de
todas las plantas. Desde el otoño hasta la primavera, las plantas y los árboles de hoja
perecedera viven como los plantígrados: en su cueva invernan, mientras, sus raíces se
alimentan del agua generosa hojas nuevas y flores que darán en su día, semillas, que
perpetuaran su especie.

En Andalucía, con los primeros chaparrones y tan pronto como salía el sol, aparecían las
aludas. Esas hormigas aladas que recogíamos en frascos de cristal para usarlas como
cebo en las trampas para cazar pajaritos, (aquí no las he visto nunca). Por cierto que los
ecologistas modernos, de pacotilla muchos, ya que conocen el campo porque lo han
visto dos veces, me dirían que cazábamos despiadadamente a los pobres pajarillos
indefensos para comérnoslos.

Pues sí, lo hacíamos para comer, mi madre los echaba al arroz, a las patatas o
simplemente fritos, pero con tantos pajaritos como se cazaban, los campos estaban
repletos, ni las águilas zorzaleras, ni todas las aves depredadoras conseguían
descastarlos, había, y se criaban, para todos los depredadores, empezando por los
hombres. En cambio hoy día con los pesticidas que echan a los sembrados junto a los
abonos prefabricados, han conseguido que la fauna volátil vaya desapareciendo poco a
poco, hasta el extremo de que, pronto a los gorriones, pichorrubios o zorzales habrá que
declararlos especies protegidas en vías de desaparición.

En mi niñez, y aún juventud madura, vi en los otoños pasar al caer la tarde bandadas
enormes de estorninos. Estos aparecían cuando los fríos apretaban en el norte de
Europa, inundaban los olivares de la provincia de Jaén y Córdoba y Sevilla. Los había
por millones, durante un día iban de olivo en olivo comiendo aceitunas y al caer la tarde
buscaban donde dormir, la mayoría lo hacía en los cañaverales que circundan las
lagunas y embalses de la Subbética, volaban cada día más de doscientos kilómetros de
frente por cincuenta o cien metros de profundidad. Los zorzales, estorninos y charlas
entraban al mismo tiempo pero no se agrupaban como los estorninos, además solían
dormir en los mismos olivares sin desplazarse a otros lugares. Se afincaban en las
provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla, por la gran cantidad de olivares que hay, acudían
tantos pájaros a dormir a las lagunas que los dueños subastaban cada año dichos
cañaverales para recoger la aceituna. El estornino cuando regresa al lugar escogido para


dormir, coge una aceituna en cada pata y otra en el pico, al ir a posarse en la caña que
pasará la noche, suelta necesariamente para agarrarse las que porta en las patas: por la
mañana, mujeres contratadas por el que había adquirido, en subasta, el terreno, recogían
las aceitunas caídas la noche anterior, eran toneladas y toneladas de aceituna que
llevaban a la almazara, productores sin olivar y, por favor no es exageración de andaluz,
podréis encontrar cazadores de mi edad que recuerden perfectamente estos
desplazamientos de millones de estorninos.

Con estas grandes bandadas de aves migratorias venidas del Norte, así como las tórtolas
y palomas en la primavera, han acabado los productos para fumigar y abonar las tierras,
echados indiscriminadamente a los campos de España. Lo que más arriba cuento, creo
que lo ignoran los ecologistas modernos, más políticos que ecologistas, no vivieron los
años de escasez en que los hombres, en los pueblos y ciudades cercanas a la sierra se
tiraban al campo para cazar pájaros de todas las clases, bien para alimentarse o para
sacarse un jornal, y aún siendo castigados con las artimañas más diversas para
conseguirlos, como eran: las perchas, trampas, redes, la liria, garlitos, mochuelos y
alcaudones. En aquellos años nunca se vio descender el número de aves, ni autóctonas y
las migratorias, pues que su capacidad de reproducción es enorme, en cambio la vida
moderna, con las barreras que están poniendo, que son las autopistas, autovías y esa
gran barrera que es la vía del Ave. Junto a las alambradas que llenan los campos, han
conseguido borrar el dicho de “quien pone puertas al campo” ahora las tiene, además de
diezmar las especies. En mi juventud andábamos cazando todo el día sin encontrar una
simple alambrada, se conocían las lindes por algún árbol marcado, un mojón o
simplemente una cañada partía el terreno de dos heredades. Hoy es imposible pasar de
una finca a otra, sin tener que saltar una cerca o alambrada peligrosa, algunas incluso
electrificadas, donde van a morir muchas especies de nuestras sierras.

Me he salido un poco del otoño en Córdoba, al día siguiente del primer chaparrón, como
decía, salíamos con un escardillo o espicha, a escarbar los hormigueros para coger las
aludas, o a coger los gusanos que se crían en las cañas de los cardos borriqueros, cada
una cría un gusanito que también usábamos como cebo en las costillas.

Las primeras aguas las celebrábamos con alegría. Para los chiquillos entraba una nueva
etapa de juegos, los largos veranos nos hacían impacientes por ver llegar la lluvia, así
que, con las primeras gotas, una vez escampaba, salíamos a los cercanos campos a
pasear, al pisar el pasto reseco todo el estío nos llegaba un olor grato que mezclado con
el de la tierra húmeda nos recordaba otoños pasados.

Arriba, en lo alto, todos los árboles de hija perecedera empezaban a desnudarse, como si
quisieran quedarse rapados para recibir las aguas sobre sus ramas y quedar limpios del
polvo acumulado en el verano.

En otoño, por las polvorientas carreteras que van a morir en Córdoba, en los años
cuarenta- cincuenta, se veían, al caer la tarde, los piconeros con su carga, la mayoría de
los profesionales traían tres sacos de cisco recién hecho aquel día, bajaban por el
Brillantes o par la de Trassierras son su paso cansino junto al burro de andares lentos, al
que de vez en cuando arreaban con la voz, seguida de un picotazo con la vara de olivo
en los ijares. Otros, los modestos o no profesionales, los necesitados, también iban a
hacer picón, bajaban, las carreteras, con el saco cargado a la espalda, sujeto con un par


de cuerdas que salían de los dos picos de abajo del saco y que terminaban con una
especie de pala ancha de trapo o cuero sobre la frente, mientras que con las dos manos
ayudaban al equilibrio de la carga y, encima de ésta, el hocino de cortar el monte, y la
cubera para el agua que les ayudó a apagar el fuego. Estos, por su economía, no podían
comprarlo, así que para calentarse en invierno, ya a las puertas, subían a la sierra,
ahorrando un dinero que no tenían.

Las primeras lluvias limpiaban la atmósfera; el cielo se hacía como más transparente, el
sol brillaba sobre las hojas que empezaban a colorear perdiendo el verdor, mantenido,
durante todo el estío. En la España de entonces no había prácticamente continuación, ya
que el parque móvil era pequeño, incidiendo poco en ella, aparte de que, las fábricas,
muchas, calentaban sus caldearas con carbón vegetal menos pernicioso que el petróleo y
aun existían fábricas de harina que usaban la fuerza motriz del agua y los cielos eran
cruzados por pocos aviones. Hoy día, una ciudad como Madrid, contamina en diez
horas más que antes, todas las industrias y vehículos de España en un año.

El otoño era el final de los puestos de melones en las calles; los higos, tomates y demás
frutas, por la lluvia, empezaban a agrietarse. Los chiquillos cambiábamos nuestros
juegos. Las noches alargaban, los días quedaban pequeños, los más avispados subían a
la sierra a por las primeras bellotas, aún pintonas, sin madurar del todo y a por castañas,
los erizos abiertos dejaban ver los frutos marrones, sin madurar del todo, pero brillantes
y tensas sus cáscaras relucientes al sol.

Si las lluvias habían sido generosas, el campo se otoñaba, los olivos estaban ya
dispuestos a dar sus primeros frutos para el verdeo, las madroñeras tenían sus frutos
verdes, algunos empezando a amarillear y veías las cigüeñas preparar su partida a su
tierra cálida, las últimas tórtolas volaban a África. Aparecían los primeros zorzales y la
chiquillería cercana a los campos preparaba sus trampas de alambre para la caza de
pajarillos.

En las calles aparecían los primeros vendedores de alhucema y romero para perfumar
casas y aromar ropas, enseguida los esparragueros hacían su acopio de amargueros que
vendían por las calles o en el mercado y las calles con arboleda se cuajaban de hojas
marchitas, maldición de barrenderos, ya que parecía que nunca se caerían todas, se
desprendían poco a poco, si barrían por la mañana, a la tarde estaba el suelo otra vez
lleno. Los olmos dejaban ver sus troncos de recia corteza y ramas oscuras, las acacias
enseñaban sus púas y los plátanos, esos árboles tan familiares en las ciudades,
enseñaban sus manchas blancas y grises en sus troncos. Los de hoja perennes, con la
lluvia, lucían su verde oscuro, sobre todo el naranjo de ciudad, tan sucias sus hojas en
verano por la acumulación de polvo.

El otoño cambia la vida de las plantas y las costumbres. En las tardes los nenes nos
recogíamos temprano, ya no jugábamos hasta tarde en la calle, el aire fresco o la lluvia
nos quitaba de en medio. Un fastidio para las madres, que tenían que aguantar a la
patulea de hijos, todos metidos en pocos metros cuadrados sin espacio para jugar y sin
juegos aparentes, generando, por un quítame las pajas, peleas incruentas; las tensiones
de la madre, salían a reducir con algún sopapo a los más revoltosos.

Aquí, donde nace el sol, las gentes, muchas, desconocen las bellotas, el romero y la
alhucema para perfumar y hasta hace pocos años ni siquiera la mesa-camilla. Muy


pocos el brasero de cisco y las enjugaderas, usadas en aquel tiempo, para secar ropas en
los meses lluviosos y fríos cuando el sol se ve poco y hay que disponer de ropa interior
limpia para mudarse. Ya ni en mi tierra, supongo, se usan estos artefactos, y si los hay,
como en casa, son eléctricos, más prácticos, pero menos románticos y afables, pues
menar el picón, removiendo con la paleta o badila, las ascuas, tenía su encanto de
novela tipo Regenta.

Antes la familia estaba apiñada alrededor del brasero, con las faldas encima de las
piernas, compartiendo las cosas sencillas de la vida: las escaseces de todo, las
necesidades más urgentes en la casa, el dinero para la compra de mañana o viendo la
manera de ahorrar un duro para, adquirir lo más urgente, un vestido para la mayor o
unos zapatos para el niño, que va que da pena con los dedos al aire en las alpargatas de
goma y en invierno, ya se sabe, no se puede ir por ahí mojándose los pies. Curar una
gripe en casa de un pobre en aquellos años, salía más caro que unos zapatos.

Pasear una tarde de otoño con viento fuerte del norte azotándote la cara y alguna hoja
que da en tu rostro, ver como barre el aire los campos arrastrando algún jaramago seco,
ver volar las semillas de las biznagas, que son como pompones de seda. Pisar el suelo
ya húmedo por las lluvias y arriba las nubes corriendo una tras otra que van, Dios sabe
donde, a descargar sus aguas, todo esto por una carretera orlada de álamos y acacias, era
una delicia.

En las pequeñas capitales de provincia cercanas a la sierra, cuando andabas diez
minutos, te encontrabas en pleno campo, y donde empezaba éste, solo veías campos,
unos labrados, otros yermos, llenos de yerbas secas y sobre éstas sobresaliendo las
bastones de las biznagas y de los cardos, y árboles, árboles por todas partes, cunetas
llevas de charcos y barro en las suelas de los zapatos. Hoy día sales de cualquier ciudad,
y siempre estás saliendo, nunca estás en el campo propiamente dicho, pues las cercanías
de todas las ciudades están llenas de urbanizaciones horrorosas por su fealdad, de
adosados que las gentes llaman chalets. Nunca terminas de salir, pues a treinta
kilómetros de todas las capitales, aún hay barriadas, más o menos modestas y casitas de
campo con pretensiones, así que para estar en plena naturaleza debes andar muchos
kilómetros y saber dónde buscar, porque el campo lo han llenado de todo, menos de
campo, que es lo que teníamos en los años cincuenta para atrás. Afortunadamente aún
quedan pueblos en las sierras de España, son pequeños, de pocos habitantes, inmersos
en plena naturaleza. Durante muchos años he ido a cazar a varios de esos pueblos
deliciosos, tranquilos, en los Montes de Toledo, Los Navalmorales, Navahermosa,
Polan y Las Ventas con Peña Aguilera, están en medio del campo.Cuando yo voy de
caza, suelo ver conejos en las mismas paredes y cercados del pueblo comiendo
tranquilamente, sin que les moleste el ruido de los coches que andan la carretera.
Aunque sus gentes, sobre todo los jóvenes, están al loro de la vida moderna, sus formas
de vida son las mismas que las de un chaval que viva en Madrid o cualquier otra gran
ciudad, pero en sus comportamientos, en cuanto a la naturaleza, están concienciados del
medio en el que viven.En 1941, cuando edificaban la Barriada, “Patronato de San
Rafael”, o “Casas Baratas”, Córdoba, a cincuenta metros de donde vivía, vi más de una
vez pasarse la liebres de una haza a otra, cruzando por los huecos donde pondrían las
puertas de las cuatro hileras de viviendas que se construían. Hoy día es impensable que


eso pueda suceder, nos hemos comido la naturaleza y eso nos pasará factura algún día,
yo lo siento por mi nieta y todos los niños que hoy día juegan con ordenadores, porque
se están perdiendo lo mejor de la niñez, jugar y estar en los campos de España, ver su
flora y árboles de los que tenemos un buen catálogo, el olivo milenario que nos sustenta
con su líquido, la encina, noble fagácea, los magníficos olmos negros y blancos y las
mil especies que pueblan nuestras sierras, se los cuida poco, las talas poco selectivas y
los incendios, dentro de poco no habrá donde mirar en los campos para sentarse a la
sombra de un noble árbol. En mis tiempos daba igual cualquier estación del año para
pasearse por ellos. Si alguna vez lee esto la generación que acaba de nacer, creerán que
es ciencia- ficción, y resulta que estamos a menos de cien años de los que cuento y que
lo viví plenamente en mi niñez, no tan lejana.No se porqué otoño es cuando las gentes
se acuerdan, nos acordamos, de los familiares y amigos idos y, también por qué, a los
mayores se nos dice que entramos en el otoño de la vida. O sea, que nos falta poco para
hacer el último viaje además, por qué nos embalan vestidos cuando la ropa no nos hace
falta ya, con tanto indigeste que va casi desnudo por ahí. He pedido que me incineren
porque así podré contribuir a la generación de la tierra con el poco aporte de mis
cenizas. Con estos tópicos, porque es un tópico recordar a nuestros finados solo en
otoño, cuando, si fueron seres queridos habría que recordarlos siempre, recordar es
memoria viva del cariño o afecto que se tuvo en la convivencia con ellos.Los otoños ,
con el cambio climático, cada vez serán menos románticos, terminará la humanidad por
no saber cuando sale una estación ni cuando entra la otra, pues el tiempo tenderá a
desequilibrios constantes y lo mismo hará calor en diciembre que frío en agosto. El
siglo XXI ha entrado con desórdenes climáticos y esto solo es el principio.Como les
decía antes, aquí no huele a tierra mojada ni a membrillos maduros; de estos olores
guardo el recuerdo de mi tierra cuando las hojas son arrastradas por el viento.







02/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:
LORCA EN LA MEMORIA

Mi amigo Federico, perdón por lo de amigo, cuando un productor de letras y pensamientos profundos hablo o escribo de él, siempre digo mi amigo, que ojalá hubiera vivido aquel tiempo sosegado y lleno de peripecias en su segunda visita a Córdoba Lorca escribió:

San Rafael Arcángel,
muchachito de azafrán,
migo de los que navegan,
por la tierra y por el mar.

Él fue poeta de nacimiento, dentro llevaba el corazón del pueblo, le gustaba garbear por calles, callejuelas y pueblos de pobreza y sol. Hoy  18 de agosto hace 80 años que canallescamente fue asesinado, una persona que ni siquiera pisó un insecto, sí de verdad existe el infierno, algo mucho que dudar, en las llamas estarían quemándose sus asesinos toda la eternidad.
Aunque muy joven empecé a leer, cundo cogí el trabajo de viajante el año 57, en la soledad de las pensiones y hoteles leía, leía muchos autores que me ayudaban a gastar los tiempos muertos con sus historias de pueblos, una forma de conocer el mundo, sus gentes y costumbres y sobre todo la poesía con la que aprendes a soñar.
El tema de escribir me gusta, sé que lo hago medianamente mal y con faltas ortográficas y a veces desconectadas con la rima  por el seseo que uso por mi cerrado hablar, herencia de una tierra sin par. También que una cuartilla la relleno en diez minutos y por mi minusvalía y rapidez tardo en corregir medianamente bien más de una hora.
Por suerte poseo de Lorca un libro  “García Lorca en Córdoba” del que hablo poco, pero si leo; su autor fue Antonio Ramos Espejo, un granadino nacido en Alhama de Granada  en 1943, fue director del Diario Córdoba de 1986 hasta 1998 y recogió la visita de Federico a mi Ciudad, en dicho libro menciona en su página 122/23 a buena gente que conocí, uno fue mi amigo Carreño, empleado del Servicio Nacional del Trigo, era eventual y solo trabajaba en los veranos, él fue el que me enseñó a leer algo diferente a tebeos y novelillas. Me contó que acompañó en dos visitas todos los días a Lorca por las calles de Córdoba y sus tabernas que tanto le gustaban, otro de sus amigos fue Paco Valverde y tuvo la deferencia de hablar acompañado de Albariño en el quiosco de Antonio Gracia, era cojo de nacimiento y vendía los periódicos en un portal de la céntrica calle Gondomar, con el que a pesar de la distancia en edad, hice bástate amistad,  ya que cada día compraba la prensa para la oficina y mis tebeos o novelillas del oeste;  aunque al final no me cobraba nada, me los prestaba y se los devolvía una vez leídos sin estropearlos. Antonio Gracia persona humana donde las haya lo apreciaba mucho, fue el que me inició y después de Carreño en lecturas mejores, me regaló un librito de Poemas de Petrarca; y Gracia cuando apareció La Escalera una abra, la primera que leí de teatro, me dijo la comprara, así empecé a leer algo mejor que las novelillas de aventuras.
Lorca al quiosco de Gracia iba cada día a por la prensa La Voz, en la que trabajaba Albariño, íntimo amigo de Lorca, releyendo hoy trozos de este libro rememoro, lo que su autor dijo un día de Federico “Córdoba traza el camino de Góngora lo reafirma Lorca en un “ensueño de lejanía” lo que el poeta convirtió en un legado literario y amoroso. Escribió “Córdoba es la gozosa quietud. Pero antes de poseerla, hay que recorrer el itinerario del jinete desesperado, convertirse en ángel e incluso traspasar las fronteras de la muerte. Más allá está la Córdoba de los dioses que Federico logró habitar. “Pero él soñó a Córdoba, Guadalquivirillo arriba, bajo la sombra de los muchachos en flor”, lo escribió en el libro que tengo en mi poder Vicente Núñez cuando presentó dicho libro.
La primera vez que lo leí me emocionó lo que el autor pone en la página antes mencionada escribió “Recuerdo que bromee con Alvariño oír       que llevaba puesta una corbata roja. Y Antonio Gracia es también otro testigo excepcional de aquella amistad poderosa que nació entre ambos poetas. El quiosco ya dije dónde estaba y Albariño trabajaba en los talleres de la Voz en la calle Fray Luías de Granada.” Federico lo esperaba ojeando  revistas en mi quiosco hasta que llegaba Alvariño. Una noche me dibujó un banderillero con las manos en alto dispuesto a colocar un par….Tenga para pared me dijo, recordaba a Antonio Gracia que Pasó con aquel dibujo? Antonio Gracia guarda un breve silencio cuando le formulamos la pregunta, luego manifiesta ¨Lo hicimos desaparecer teníamos miedo”. En una conversación reciente con Antonio Gracia, que mantiene una sorprendente lucidez a sus 83 años (julio 1998), seguía recordando aquella escena…y sigue…”todo lo que pongo en negrilla es copia de dichas páginas  del libro: lo que sigue es lo que le quedó dentro de nuestra Córdoba:                                                

Jaca negra, luna grande
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
Yo nunca llegaré a Córdoba

Sé que sus años idos ya a las colinas del cementerio compartido por personas anónimas asesinadas cruelmente sin motivos para ello, no sea recordado dicho día ni por la RAE, ni los muchos eruditos (que dicen ellos lo son) que habitan y usan las letras del idioma Español.

Fimia al recuerdo de un gran poeta que no se fue, sino que lo asesinaron.


02/09/2016- Nuestra compañera M. J. Ortega nos envía el siguiente trabajo:


ALGO POR DECIR… (QUIZÁS YA DICHO)

¿Qué es una novela de ficción? Creo que es una composición o forma literaria, en la que la realidad es transformada con  elementos que la hacen diferente, nueva e insólita, ya que, dotada de su parte ficticia, deja de ser  la “bomba de relojería” que se nos mostraría, como novela real. El escritor de novela de ficción enmascara realidades ­-o suyas o ajenas-.
      Es una verdad con tules la novela de ficción. Una verdad difícil de deducir porque hay que  observar por debajo de esos tules y cuesta esfuerzo y mucha sagacidad, descubrir las fantasías y las realidades de quien nos la quiere transmitir en el libro que tenemos en nuestras manos.
      Me gustan las novelas “testimoniales”, en las que se ven los adentros de la sociedad en que vivimos, con lo que aporta de bueno y de malo, y, teniendo en cuenta en que todos somos un mundo diferente para los demás. Las sensaciones, los afectos, discrepancias, con, para, por…, los otros, nos hacen madurar día a día y van buscando una cosa, algo… que se llama: LIBERTAD.
      Llegar a ser libres, cuesta mucho. Creo que casi nunca se consigue, ser del todo libre. Hay muchos condicionantes alrededor, que nos dan una batalla constante para que no lo consigamos: Los prejuicios de los demás. También nosotros mismos no nos ayudamos a veces y pasamos por la vida, sin enterarnos demasiado debido a nuestros propios prejuicios y nuestra superficialidad personal.
      En las novelas de ficción, si sacamos el trigo de la paja, tendremos una realidad –aunque la realidad no sea siempre: verdad-. En nuestra vida personal sucede igual.
       A veces, para nosotros al leerles, hacemos un análisis comparativo de nuestra propia vida, con el que se nos presenta, en algún personaje de ficción… Analizamos sus conclusiones. Las conclusiones del autor.
      ¿Se repite, como si le hubiésemos contado al autor, algún evento de nuestra vida?
      ¿Cómo sabe este o aquél novelista lo qué nos pasó o les ocurrió a personas que conocemos?
      ¿Es la vida del protagonista más interesante o activa que  la nuestra, sencilla y anodina, en la que nunca pasa nada especial?
      ¿Necesitamos a un psicólogo especialista que nos saque del aturdimiento que nos producen las diferencias de los otros con nosotros y de nosotros con los demás?
      ¿Necesitamos de parábolas o cuentecillos, breves pero elocuentes, que nos hagan ver una realidad oculta?
      A veces encontramos en alguna secuencia de una novela de ficción, nuestra historia. Quizás solo en una frase.
El protagonista o la protagonista, tiene otro nombre, otro ámbito, otro tiempo…, pero, es la nuestra, nuestra historia. No es ficción. Es una realidad personal hecha ficción, que puede sorprendernos, ayudarnos y nos hace pensar que no somos ni representamos un mundo extraño, sino que a pesar de la evocación ficticia, somos y estamos en un mundo real.

SANTURDE DE RIOJA 24/08/2016


Mª Jesús Ortega Torres

01/09/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:


Queridos Contertulios:

Beethoven dijo:

“Lo que tengo en mi corazón debe salir fuera. Es la razón por la que compongo”.

Servidor es una de las razones por las que escribo, sí, amigas y amigos no soy Séneca y mucho menos Góngora, ya quisiera yo haberles podido limpiar las botas de piel de cabra. El pasado día 18 del presente mes, hoy aún es agosto; se cumplieron 80 años del vil y asqueroso asesinato de Federico García Lorca, leí algo en dos periódicos, los demás y las revistas esas que llaman del corazón y que escriben encubriendo la verdad de las ocultas vidas de sexo y droga de artistas y actores importantes o memas y memos de las telebasura, creo que algunas ni saben quién era. Ya veis,  hasta mi admirado Vargas Llosa anda liado a sus años con la ex mujer de señores conocidos y adinerados. La verdad es que ignoro que ha visto un escritor tan Nobel en esa mujer, en fin es su problema, yo si pudiera me liaría con una verdadera musa  de menos de cuarenta.
A lo que voy, creo es la falta de memoria de las personas de letras o quizás que Lorca consiguió más que un escribidor actual de los que escriben cada mes un libro gordo y nunca llegará a ser rememorado en muchos años. En una revista de Córdoba, suelo escribir, precisamente empecé el mismo día dieciocho sobre Lorca, ya que en mi poder hay un libro “GARCIA LORCA EN CÓRDOBA”, lo escribió un granaino, Antonio Ramos que fue director de Diario Córdoba y lo publicó dicho diario, se lo dedicó a Pablo García Baena, el último  poeta vivo del grupo Cántico.  En él se nombran a varias personas que conocí en mi pubertad y con algunas tuve bastante amistad como el tal  Carreño y Antonio Gracia.
En nuestra Andalucía, al poeta amante de nuestra  tierra y sus cosas, siempre se le recuerda tal como lo hace María Fimia, hija de un primo hermano mío, que en el Casino de Cádiz actúa de secretaria de la Pepa, la  Constitución  de 1812.   Cuando murió mi primo el 28 de octubre de 2014 en el recordatorio escribió lo siguiente:

Córdoba
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba


Espero que cuando volvamos a la tertulia, alguna o alguno de nuestros rapsodas nos declamen uno de sus versos para que nunca nos olvidemos del sentimiento que llevaba en su corazón y nos regaló con sus letras.

01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:


   ASÍ LA DESEO

Cuando el sol empieza y
 ya no quedan  estrellas
tu recuerdo aviva mis
adentros, los rescoldos
arden, pero si miro tus
brillantes ojos, son llamaradas
que abrazan mi cuerpo al tuyo…

…y si al caer la tarde, arriba
aletea en la rama la filomena
despierta el lucero de la tarde
con su ultimo canto mi corazón
bailará con ritmo de amante,
Entonces veré tu cara lúbrica
y pura con los senos de duro
estaño…
Fimiosky

                 II

La última luz del día trae el lucero que
anuncia la noche, la luna preciosa
viene camino del azul cuajado; por
el sendero con  el silencio caminan
mis ansias de tenerla, para que
su terso cuerpo alimente mi fuego
y al amanecer sea el relax del día.

               III

En los más altos picos de mi sierra
le haría una estatua donde en
la soledad adoraría su cuerpo y
por tálamo usaría la generosa
tierra sembrada de caídas hojas
del árbol de la vida, la suya amada
por la mía hasta que el tiempo
se acabe y las cenizas juntas las
paseen los vientos levantinos…

01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:


AL RIO GRANDE

 Mi rio Guadalquivir, baja al mar
entre laderas de olivos y naranjos,
sus aguas riegan adelfas y juncos.
en las riberas.

¡Ay musa mía
te fuiste sin decir adiós!

Corren sus aguas fertilizando
hermosas huertas y jardines
donde florece la vida amor.

¡Ay mi amor desapareciste
 entre nubes!
                 
En tiempos romanos navegaron
hasta la risada mar, antes fue
engrosada por el Genil granadino,
donde se miran castillos y lomas.

¡Ay diosa del amor,
que solo me dejaste!

¡Quien  me va a decir
que el agua lleva fuego,
y gritos lastimeros!

¡Ay que triste dejaste
mi vida, corta ya!

Tus aguas  las perfuman
el azahar  y jazmín cordobés,
mientras de noche florece
la dama y el clavel

¡Ay amor te fuiste
por los aires-
af.!
Af.

Fimiosky

01/08/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:


A LAS  MUSAS DIOSAS  DE MIS SUEÑOS

Las noches se deshacen en la madrugada cuando el subconsciente me tira del sueño a la        oscuridad, entonces empieza mi calvario, pensar en ella, en la Musa, la que al final de mis años encontré cruzada en mitad de mis caminos.
Desde muy joven leí poesía, el primero fue Petrarca, de lo oscuro de los tiempos pasé al romántico Bécquer y de ahí a la poesía de la mujer la que inspira cuando las veía en las calles, paseos y jardines fueron las inalcanzables para mis sueños, pues siempre creí que la mujer es la Musa, lo más importante en la vida y que a ella le debe el mundo la vida, el amor, los cariños, los gozos sin sombras y la pasión de amar y ser amado y también el desencanto, el dolor y los recuerdos amargos.
Pasaron los tiempos de mujeres sencillas de hablar, crudas de lenguaje y dominadoras con su belleza, otras, al parecer sin aspavientos de actitudes sumisas y recatadas, pero en el fondo dominador y engreído pero dentro llevan el crisol donde nacen las vidas, base de la humanidad, pozo de sentimientos, cariño y amor.
Por mi trabajo de viajante recorrí sendas, veredas, anchos caminos, carreteras y a veces autopistas, en todas partes encontré mujeres afables, de miradas penetrantes y gestos corporales insinuantes, otras recatadas, tímidas por fuera y fogosas por dentro. Conocí durante tiempo amigas de corazón con las que se engendra un amor fraternal, compañeras de ideas y a veces sueños imposibles. Alguna vez tuve que apaciguar un deseo, un placer efímero, el que no deja huella, escogí con ellas la amistad íntima por su inteligencia, para mi muy valorada, pues que el sexo es efímero, en cambio preferí sus conocimientos de la vida y sobre todo su sincera amistad.
A las que lean esto deseo que sus días estén llenos de  logros y sus no ches de sueños. La persona que no ha amado apasionadamente ignora lo más bello de su vida.
af.


2005

29/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:

UN DÍA EN LA JARALA

Desde que hube de dejar la escopeta, siempre suelo recordar las fincas, cotos y sierras en las que cacé,  hay madrugadas que antes apunte el sol por la mar suelo acordarme de los amaneceres en la finca, ya que bastante antes que la luz que vendrá empezara a clarear el Este por encima del coto vecino,  era hora de escuchar los cantos de las aves madrugadoras, entraba a la casilla, solía coger la escopeta que no usaba por no tener necesidad de carne para comer, así que pisando las yerbas humedecidas por el relente bajaba  hacía el pozo de los peces, una laguna pequeña rodeada de adelfas, le duraba todo el año el agua, aunque la lluvias hubieran sido pobres. A mi paso  en los claros solía ver correr a los conejillos que aun sin  hacer ruido, al pisar intuían mi presencia.
No dejaré, mientras viva, de recordar los buenos momentos que estuve, con y sin amigos en la finca y los silencios con la compañía de Jesús el Uvero, así que en casa, algunas noches solía soñar despierto con los ruidos y sonidos de la noche, aunque los no adaptados a La Naturaleza suelen no entender ni saber  quién o quienes los producen. Una noche pensé Ver las mujeres jóvenes que anduvieron en tiempos por los campos: escribí

 Sal ya del chozo, mi pastorcilla;
déjalo, regalo y gloria mía;
ven conmigo que en levante
alumbra el día, pronto el sol
con sus rayos dorará los montes.

Vente a mi vera  y abraza
este pecho que te adora, tráeme
con tu persona la alegría.
¿Por qué tardas y desconfías?
¡Ven y consuela mi pesar amor!

Tengo un ramo de flor de jara            
para dártelo cuando  llegues,
te esperaré cantando con
mil amores, mí bien;
Y tú amorosa me darás un beso
blando y cariñoso…


Así se va enamorando el zagal, cazador y cabrerillo de la mujer que pastorea ganado bajo el sol, en mitad de los montes con la soledad de su corazón  que arde aun en las frías noches de invierno y cuando la nieve blanca pone su manto sobre las cimas en las  que los pajarillos callan sus cantos y no volverán a trinar hasta que las brisas sean suaves en la primavera: Otra vez llegará mayo puerta del ferviente estío que robará las flores, pero  ¡ah! un día volverán a lucir  esas flores que como tú  otra vez hermosa zagala y el amor acrecentará tus deseos de gozar la vida...
 Fimiosky.

Un día volveré a mi retiro;
A las solanas  abierta al sol,
al valle silencioso donde
hallé mis deseos venturosos,
y pude gozar la quietud  bajo
la sombra del verde lentisco,
y en la desmayada tarde huye
la luz del  cárdeno  occidente
con pasos sosegados…
                         
Jamás el tiempo borrará el placer de la vida tranquila, donde no hay pantallas que mirar, ni ruidos molestos mientras pienso en la plenitud que regala nuestra madre Naturaleza mirando a los cielos por los que navegan espumosas nubes.

 fimiosky


29/7/2016- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía el siguiente poema: 


“…Va de gatitos”

Carita de “Luna” tiene mi gato.
Carita de “Luna”   tiene mi gata,
y se llevan muy bien. 
Si no se arañan…: Se lamen y se aman.
Maúllan y luchan por la sardina,
también, por la ratita sabia
…, pero luego se frotan
y su electricidad va a unirlos
y por ella, porque la sienten, se aman.

Carita, caritas de Luna…,
patitas almohadilladas
para correr sigilosos,
sin que se oigan sus pisadas.
Verdes ojos. Tan brillantes
que hacen día de la noche.
Miran fijo, te hipnotizan
y con ellos magnetizan.
¡No podemos resistir!
Nos conquista su mirada
que domina y siempre gana

Siete vidas tienen todos,
se salvan sin medicinas.
Hemos de imitar su magia: 
¡Cerraremos las boticas!
Caras, caritas de Luna,
tienen “Sesé” y “Sesina”.

Alicante 26/07/2016
Mª Jesús Ortega Torres





20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

CUANDO LLEGUE LA PARCA

¿Me recordarás alguna madrugada?
 Lo sabré  cuando esté en el camino
de la nada  con silencio, y al llegar:
me preguntaré: ¿ cómo  es el infierno?
Mi voz callada  por la muerte estará
murmurando palabras sin sentido.
Mi corazón seguirá hablando sdentro.
Mi memoria verá los brillos de tus ojos,
El inicio de una sonrisa,  labios por besar,
pómulos rosados y marfil blanco…
el cimbreo corporal y los clisos negros
como endrina al viento levantino.
Allá, cerca del tormento será
lo imposible de volver a amar, pero
mi corazón seguirá hablándote…

af.


20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:


 Queridos compañeros/as:

  Sé que andáis todos dispersos por esos mundos, aunque algunas y otros andamos ya usados  por el tiempo y las gabelas que llegan con las calores, yo os pediría por favor que cada uno haga un pequeño relato de sus vacaciones, es una forma de compartir conocimientos dentro  de la amistad y los sentimientos, sé que a pesar de la distancia y el despego provisional seguimos apreciándonos con nuestras virtudes y defectos:

Yo me  duelo de vuestra fe
y corazón noble amigos míos,
este cordobés  andaluz, troyano,
griego y árabe que ahora
por cosas de la  vida
dejó de la que gozó
cuando niño y jugó sin
aspirar los silencios de
la noche ni el azahar
en primavera. Siempre
vuelve a su mente  aquella
Córdoba y está dentro,
pues ni allí podrá nunca
Leteo borrarla, ahora espero
convertirme en ceniza que
reposará en mis sierras;
mientras sioñaré con ella pero
nunca llegaré al sepulcro,
vagaré por los bosques
junto a Tapio mi dios…
Fimiosky
             

Espero que los pequeños desazones no perturben vuestra tranquilidad, unas letras de mi amigo Cervantes os calmará el tedio.  Saludos y buen verano.

 Fimiosky 

20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:

CAE LA TARDE

 El sol se pasea por el ramaje del alcornocal, arriba, los riscos son besados por perezosas nubes cargadas de intenciones, más que de agua. La primavera dejó los prados llenos de fresca yerba, que en las solanas empieza a amarillear.
La riqueza del agua brincando sobre las piedras a medio asomar, hace que  en los remansos la verdina brille  como esmeraldas.
El sendero que pisa el caminante es silente, se pierde por los entresijos del matorral, ¿A dónde irá?, se pregunta el caminante mientras va  soñando en la luz del día motivado por la honda belleza del entorno; bajo sus pies siente el humus esponjado del suelo  regado por las primeras lluvias del Otoño. Sus ojos maravíllense viendo las últimas florecillas de la primavera.
Arriba, sobre el collado un pino solitario desafía los aires que al pasar sus agujas llevan al valle su olor resinoso, desparramándolo sobre el monte bajo.  Las límpidas aguas, en las que se miran las adelfas, sonríen al ver sus ramas doblarse sobre ellas. Con gusto las besarían como a enamoradas impacientes.
 La madre Naturaleza, en su día creó túrgidas lomas y enhiestos cerros, los que al caer la tarde si los miras resaltan sobre el horizonte cuando el astro rey empieza a desaparecer lento y perezoso, hay unos segundos en los que la enorme bola del sol parece no querer irse, iluminando con sus últimos rayos llenos de fulgurante brillo el canchal.
A nuestro  amigo, sentado sobre la hierba en la orilla del arroyo, le asoman ramalazos de un tiempo que se fue, una vez más rememora el  brillo de sus ojos, la bella sonrisa y el perfume de la cálida mujer de enhiestos pechos que el goce estéril endurece: sus desnudos   hombros y espalda que fueron besados por los soles dejando su piel sonrosada. Añora su presencia, su voz suave, melodiosa, sus rizados y negros cabellos flotando al viento de la noche, de aquella noche lejana ya, cuando el oscuro manto misterioso arropó su primer amor, ahora perdido…
Él sabe, que cuando la noche sea oscura, el otillo cante y las brisas se enfríen, las estrellas enviarán sus rayos vivos de luz a las remansadas aguas del arroyo, en las que cabrillearan saltando de onda en onda, y entonces sus dolorosos recuerdos serán  apaciguados con los sueños…
Un día, los vientos del tiempo rugirán sobre las cumbres nevadas, enterrando bajo la fría capa helada la impaciencia del apasionado enamorado, enamorado de su Sierra, de sus recuerdos con aquella mujer. Ahora, lejos de sus cañadas, regajos y veneros los recrea en su mente y hasta percibe el fino olor del torvisco en flor. Son memoria de andares por fincas y lagares desde El Maromo hasta el  Cerro del  Trigo, testigo del primer rayo de sol. Sus laderas abajo se humedecen en el río más serio y hermoso de Sierra Morena, el Guadiato, que defendido por zarzales y perfumado por las adelfas  lo festonean y engalanan sus orillas aromando sus aguas antes de engrosar las del río Grande.

Af. 

20/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

        SONETOS

               I
Para que calle el murmullo
de mis lágrimas, esperanza
de amor vivo y de silencio:
me frena sin con ella hablo,
pienso  o creo que sueño,
menos si escribo la pasión.

Sé que solo me escucha
el viento en la noche, cada
vez que el amor me lleva
solo  confió en mi llanto
y describo mis cuitas.
Aquí va el verso de mi pena.
                II
Cuento como sus  grandes y risueños
ojos que encendieron con inmoral rayo
mi corazón, como  su coralina boca
y  sus relucientes cabellos perfumados,
con la paz de sus divinos miembros me
enseñaron  al fin a soñar con amor.

               III

¡Así  días enteros en un largo e incierto
sueño gimo! Pero luego, cuando la oscura
noche llama al cielo, a la luna y los astros
y el frío viento se cubre de mudas sombras;


donde el llano es selvático y más desierto
entonces vago lento, y una a una palpo
las llagas de mí mala suerte Amor y el mundo
ha abierto mi dolido corazón.

Cansado me apoyo sobre un tronco,
o postrado donde rompen con fragor  olas,
y con esperanza hablo solo y delirio, más
por ti las iras del destino a menudo olvido,
y a ti, mujer, susurro; luz de mis ojos.
¿Quién de mi te esconde?

                      IV

Aunque podría olvídate dignamente,
ahora grito a los agitados vientos
que baten mis sierras y llanos rociando
los sordos campos  verdeando.

Esperaré porque los dioses me traerán
 a mi soledad recuerdos de  la ciudad
donde pasas tus días suspirando los
días floridos.

Seguiré esperando que el tiempo
y los peligros de los duros suelos
que anhelante cruzo y los bosques
lóbregos dónde como animal duermo.

 Espero curen mi sangriento corazón;
¡vana esperanza! Ya que entre sombras
Infernales Amor será inmortal, omnipotente.

                          V

Tú en los poemas tendrás vida eterna
en la orilla de la mar que te saluda
con sus olas, que en las noches brillan
con luz de estrellas a la sombra que huye.

Desde el cerro ves la ola asustada,
done la gaviota sumerge su cabeza
sin mirar al poeta altivo pero dolido
mesclando amor con deseos…

Mi querida musa en feliz ilustre orilla
dónde camina con graciosos pies,  la
que con verdadero porte de diosa miro.

Me volverá sus bellos ojos, mientras
yo  siento que de su agitada cabellera
de oro, aspira la ambrosia de sus
auras enamoradas.

Fimiosky
6/7/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:


 LO QUE CADA UNO ES

Hay veces que me cuesta plasmar palabras comprensibles a los sentimientos, una vez leí a una poetisa que dijo “adoptar una idea te sientes fuerte”  pensó que ¡si los calamares supieran escribir! Madre mía, cuantos poetas habría en el mundo, hay miles de versos y poemas que llevan dentro sentimiento y amor, en cambio, millones que son inanes, expresan pensamientos erráticos sin base ni cultivo, la palabra amor está llena de palabras y sinónimos  de memeces y necedades cotidianas…
Sí, pero solo algunos y algunas suelen sacar a los aires el secreto de su vida, me refiero al verdadero, ése que un día en la soledad de las noche y con los silencios del corazón su cuerpo se enerva con el recuerdo  de una noche con algún amante, un beso robado o quizás un deseo incontenible, los humanos deberíamos comportarnos como los animales en su tiempo de celo. Hay millones de seres humanos que se refugian en sus religiones los respeto porque es un calmante para los deseos de ser y vivir al final una vida placida, llena de amor espiritual ¿…? Siempre me pregunto si existen los dioses desde los que adoraban al dios Ra  o a las fugaces estrellas, es una forma de conformar la vida por dura que sea, pero el cielo y el infierno siempre se ha dicho, está aquí donde pisamos tierra o pavimentos, unos viven en la gloria de tener todos los caprichos, otros,  o se mueren de hambre o no tienen lo preciso para existir.
Algún día, quizás dentro de mil años, la humanidad será toda como el mundo feliz, inane y sin sueños ni esperanzas, pero eso sí, sin dar un golpe al agua como los
jefes sindicalistas que solo defienden su buena vida y paga que no merecen.

Fimiosky



20/6/2016- Nuestro compañero J. Padilla nos envía el siguiente relato:

CARTA DE LIDIA A IRENE

Tú no me conoces, pero durante mucho tiempo sabía de ti,  de tus movimientos, algo de tu vida y de las tribulaciones que, por mi causa,  adivinaba que debías haber pasado.
Mi nombre es Lidia y he sido la compañera sentimental de tu padre. Te pido comprender el sentido de este escrito que deseaba dirigirte desde hace ya meses, desde que también tu madre falleció.
Tal vez pienses que este puede ser un escrito exculpatorio por el hecho de que fui la causante de la ruptura entre tus padres; una tentativa de aplacar un sentimiento de culpa que nunca he creído experimentar, aunque, para serte sincera, sí sufría un cierto sobresalto cuando en, alguna ocasión, podía contemplarte desde lejos, preguntándome cuáles podrían ser tus sentimientos hacia mí, qué me hubieras dicho si nos hubiéramos encontrado.
Intento, para comenzar, explicarte cómo ocurrieron mis encuentros con tu padre. Ya sé que cuando una decisión se toma y daña a otro, el causante es el culpable de esa situación. No quisiera hurtar ante ti la idea de mi responsabilidad, solo quisiera poder explicarte, y tal vez explicarme a mí misma, por qué tomamos un camino, y no otro, que nos conduce a un final que no teníamos previsto.   
No puedo evitar la imagen de la mariposa que atraída por la llama acaba por consumirse entre el fulgor que le atrae. Yo era alumna de tu padre, acudía a la facultad a escuchar sus lecciones. Para todos sus alumnos era como una bendición haber encontrado un comunicador como él, primero con la Historia y luego con sus tesis sobre la evolución del pensamiento político. A nuestro deseo juvenil de aprender se unía ahora el afán de acumular cada vez más conocimientos sobre aquellas materias, abriendo nuestras mentes a un mundo cuyos límites inacabables nos ayudaba a traspasar. Nuestro profesor había convertido en un verdadero pugilato nuestra participación en los debates que él fomentaba y que nos arrastraba a dedicar muchas horas de nuestro tiempo al estudio. Incluso acudíamos en grupo a su despacho. Sabíamos que pasaba allí muchas horas y aprovechábamos esta circunstancia para aclarar nuestras dudas. Éramos los pequeños satélites que giraban alrededor del astro rey, que no sabían vivir sin el calor que irradiaba.
Un año después de finalizar mis clases, hube de acudir a él para pedirle su ayuda. Mi tesis de fin de carrera demandaba un tutor; accedió gustoso y establecimos un plan de trabajo. Era metódico y afable, y entre nosotros se estableció pronto la complicidad que une a los que comparten un tarea. El camino de los humanos está lleno de atajos, lugares donde, según los moralistas religiosos, se ocultan los diablos que nos tientan. Todo parecía tan sencillo, tan “a la mano”. El final de la ruta se mostraba como mi oportunidad, porque no era sólo el hombre el que allí me encontraba, era el ideal del héroe que mi exaltada juventud había creado. Luego estaba mi inexperiencia y mi fragilidad.
 Cuando pienso en aquel tiempo, me digo que en lugar de culpables fuimos víctimas  de nuestras debilidades, de ese egoísmo que  nos impulsa a buscar la felicidad, pagando un precio elevado, aunque, en realidad, sean los otros quienes deben soportar el costo nuestros yerros.
Y no te lo digo en vano. Tu padre no fue nunca enteramente feliz, salvo en los comienzos de nuestra relación, en los que la pasión le cegaba, olvidándose de todo lo demás. Yo comencé a navegar por ese mar incierto de una relación que no era la que yo había imaginado. Alguien dijo que no tenemos derecho a estar tristes cuando no se ha hecho todo lo necesario para ser feliz. Te aseguro que luché con todas mis fuerzas para conseguirlo, pero ante mí se elevaba la montaña de una voluntad férrea, difícil de modificar. En una relación como la nuestra todas la barreras deben caer, porque la intimidad lo impone, pero ni siquiera en este terreno él estaba dispuesto a sincerarse, reservando parcelas de su alma a mi observación.  Los caracteres no se pueden cambiar, con un  poco de suerte aceptan un  retoque.
Debo decirte que tú fuiste la herida abierta desde el comienzo. Prácticamente, no volvió a verte ya que pagaste la consecuencia de la ruptura entre tus padres. Tu madre, dolida comprensiblemente, se negó en permitir que te viera; sabía que sería doloroso, muy doloroso para  él, y así pensaba resarcirse del dolor y de la humillación femenina ante un abandono de este tipo. Solamente, pienso, no estimó debidamente  tus sentimientos, obligándote a renunciar al amor y al apoyo de tu padre.
Debiste pensar que él valoraba en poco tu cariño. Las mujeres no acabamos de entender que en los hombres los sentimientos están condicionados por su actividad. Tu padre no era una excepción, mantenía una actividad docente e intelectual muy intensa y estaba absorto en mil detalles, porque, tú debes saberlo sin duda, como ideólogo, además, mantenía una actividad constante. Te cuento esto para que no creas que te había olvidado, y sufría por este distanciamiento. Yo sentía su afecto hacia ti en los pequeños detalles que surgían en nuestras conversaciones. Solo que tu imagen se había congelado, quedando en su retina la niña que no había crecido con el paso del tiempo, continuando siendo su “pequeña”, una expresión que él utilizaba lleno de ternura.
Tú eres ya una mujer y te costará comprender que en tanto tiempo no hubiera encontrado un hueco para hacerte participe de sus sentimientos. Pero, para ello es preciso conocer la clase de persona que era tu padre. Había en él tanta pasión, tanta ansia por aprender y de abarcar todo el universo del saber que el tiempo era un valor muy relativo, que se le escapaba a su pesar. En este sentido, su voluntad  permaneció intacta hasta su final prematuro.
 Cuando alrededor de él se concentró un grupo de discípulos, pretendiendo crear una escuela de pensamiento político, todavía se implicó más en el proyecto, se  hizo más hermético. Más escéptico. Y en las pocas ocasiones en que bromeaba, aseguraba que creía en muy pocas cosas, que, por no creer, ya no creía ni en los Reyes Magos. Estaba en un  momento en que se mostraba contradictorio, alardeando  de estar acumulando un cierto cinismo, alejándolo de algunas convicciones.
 Lo sentía cada vez más lejano. Fue entonces cuando por su comportamiento y por sus últimos escritos me di cuenta de que pretendía “construir” su propia biografía, proyectando el interior de un yo desconocido para mí, con la pretensión de diseñar un perfil acomodaticio. Era la vanidad que  arrollaba a la inteligencia… Si siempre fue activo, de repente se desató en él como una necesidad imperiosa de estar en todas partes, como si presintiera que el tiempo se le acababa; aceptaba todas las invitaciones que se le hacía, acudiendo a los lugares más dispares y dictando hasta tres conferencias diarias.
Corrí a su lado cuando una llamada me alertó del percance que había sufrido durante una de sus charlas. Ni siquiera pudimos despedirnos, cuando llegué estaba muerto y de su rostro había desaparecido todo rastro de vida.   
He creído que debías conocer estos detalles y que te gustaría conservar esta fotografía tuya y de tu madre, que siempre llevó encima.
Creo que la vida nos jugó una mala pasada, y que a ambas nos tocó representar dos papeles antagónicos en esa absurda representación en la que intervinimos. Sin duda fue un error mayúsculo del autor de este drama, aunque no me cueste admitir mis equivocaciones. Tal vez mi aceptación logre redimir algunas de mis culpas.
Me sentiría muy feliz si tú también lo aceptaras.

JUAN PADILLA COLOMA



 16/6/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

PASANDO

En los rincones de mi cabeza,
quietos y silenciosos duermen
desnudos,  muchos hijos de mis fantasías
esperando ver asomar caras y cuerpos
nacidos en sueños o quizá reales.
¿Dónde estuve, por qué veredas y estrechas
 sangraron mis pies?
¿Fue dolor de mi alma rota, o por andar
por extensos secarrales?
Aprendí de sabios consejos sobre papel,
y los vientos con sus cantos llenaron
mis sueños de futuro…
Crucé por lomas y ascendí a las cumbres,
pero solo  vi el infinito del cielo azul, y
 en la noche el parpadeo de las estrellas…
Dejé atrás la tierra que me vio asomar,
recuerdo  siempre sus silencios mientras piso
arenas llegando por campos sin hojarasca…
¡Muchas caras conocí sin guardar en la memoria!
Tal vez algunas fueron sueños,  otras sinceras
 que engatusaron mi ser…
Seré tenaz en mi empeño antes de
que llegue el día de coger el camino
sin regreso por las lomas donde el sol
besa las flores…


Af.



27/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:


  NACIO…

…Coya en la laguna con voces
mudas de sueños con dulce voz.
Sus pies pisando cristal azul celeste,
cual limpio cielo al amanecer.
Su diosa le enseñó en la laguna
del agua palabras de ruda escuela,
de vida resplandeciente de Coya
para amar a quien en las tierras
engarzadas de bellas perlas, que
como lágrimas de lujo relucientes
 son los cristales de un venero,
ésa fue su cuna…

Fimiosky    


27/5/2016- Nuestro compañero Juan Padilla nos envía el siguiente trabajo:


EL ARTISTA Y LA MORAL SOCIAL
Jean- François Millet 
Al final del día se produce un instante mágico: el atardecer, ese momento en que todo se impregna de serenidad y el reflejo del sol parece dorar los rastrojos tras la recogida de la mies. El momento de los contraluces en el que los últimos rayos traspasan los chorros de agua, convirtiéndolo en un prodigioso haz de estrellas, mientras los ojos pretenden apoderarse de esos minutos de eternidad.
Jean-François Millet plasmó ese momento en “La hora del Angelus”. Hay recogimiento y devoción en los dos personajes del primer plano, concentrados en la oración, tras un trabajo agotador. Al fondo, en el horizonte lejano, la pequeña torre de una iglesia  -- añadida con posterioridad, cuando cambia el título inicial “Oración por la cosecha de patata”--,  y pretende elevarse como testimonio de la idea suprema de la existencia de Dios. Se ha escrito que la escena sugiere algo de sagrado.
En la obra de Millet está presente siempre el campo, la naturaleza y, lo que parece inevitable, la sumisión de las gentes al rudo trabajo, una verdadera lucha por la supervivencia. El pintor afirma “sentir en la naturaleza más de lo que los sentidos le daban”. Su obra parece monotemática,  es realista y conlleva una clara denuncia de la pobreza de las gentes del medio rural. La burguesía no pareció mostrar gran entusiasmo por sus cuadros. Cuando presenta en una exposición  “Las espigadoras”, un tema que venía trabajando durante años, el del “espigueo, el derecho secular de las mujeres pobres y de los niños de llevarse el grano abandonado en los campos, después de la cosecha”, el “Salón “lo acoge con hostilidad.
Curiosamente, con ocasión de la venta de “El Ángelus” se produce un hecho que marcará el destino de muchos artistas: es la norma recogida por el derecho francés denominada “droit de suite” que pretendía compensar a los artistas o a sus herederos cuando una obra se revendía.
Esta obra fue vendida varias veces, pasando de mano en mano a precios muy módicos. Diez años después de la muerte de Millet, se produjo un aumento del interés por el cuadro, inusitado. Compradores de Francia y Estados Unidos pujaron por  la obra, alcanzando por fin los 800.000 francos oro. El hecho de que el último vendedor hubiera percibido un beneficio desmesurado hizo que por este “droit de  suite” los herederos de Millet, que vivían en la miseria, percibieran un porcentaje sobre la suma percibida.
Se sentaban las bases  del derecho de autor, siendo recogido posteriormente por la Convención de Berna.                    
La conciencia social adormecida parecía despertar. 

Juan Padilla Coloma


 27/5/2016- Nuestra compañera Mª Jesús noe envía el siguiente relato:

“OF” “ON”

        El viaje se hizo en un soplo. En un “plis-plas”, en un “abrir y cerrar de ojos”. Sin saber cómo, por qué y cuándo, pues solo había leído tres páginas de mi libro de turno, ya nos habíamos plantado en Santa Pola con esa “carraca” de autobús habitual, que marcha a trompicones, pero…, sin darme ni cuenta.
        De Alicante a Santa Pola hay veinte minutos de tiempo que cubren la etapa. Habíamos hecho el camino muy veloz, insospechadamente rápido… Era un viaje extraño, insólito, sorpresivo. ¿Sideral acaso?
        Vencido el tiempo de la Tierra, nuestro planeta se había acogido a otra de sus formas, porque yo sabía que sus fracciones y cómo van pasando, lo hacen ser otro, diferente y con otra denominación. ¿Sería este, un nano-tiempo?
        A veces mi tiempo me había parecido “pesado” si escuchaba música dodecafónica —que apenas me gusta—, música aleatoria o a un orador con un discurso sin sentido; era también pesado, el tiempo del dolor.
        Liviano era el tiempo de la diversión, del amor, de la amistad grata… De la alegría, y, además, siempre queriéndolo prolongar para que siga.
        Yo era consciente de que, en mi viaje a Santa Pola, había habido otra clase de tiempo. Nuestro planeta lo había adaptado a mi estado anímico en ese momento. A mi estado personal y particular, pues era mío ese tiempo. Estaba segura que era mío ese tiempo, de nuevas sensaciones, que parecía distinto; parecía así porque yo estaba abstraída. Solo había dormido la noche anterior cuatro horas. Me faltaba una hora para mi colmo de sueño habitual. Me había quedado como ausente. Me había quedado en “of”. No dormida, solo congelada en el tiempo y en esa circunstancia me había creído encontrar en otra fase distinta de tiempo y espacio habituales.
        Desde mi ventanilla vi el cielo. En él había, como dibujadas, una hilera de nubes que flotando parecían desafiar a la gravedad. Al pegarse, unidas, formaban una cadena. Ahora las miraba…, pero las había sentido.
        Yo había subido hasta allí. De hecho, estaba en mi asiento de autobús, recién bajada y colocada, desde una de esas nubes. De una nube ¿de sueño? ¿Una nube de abstracción, de ausencia, de cristalización, de aislamiento…?
        El “on” fue mi choque con la realidad.

GUARDAMAR DEL SEGURA 8/05/2016

Mª Jesús Ortega Torres

20/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

AMOR Y RIQUEZA

El amor es como el dinero,
dura más el tiempo.

Ambicionar caudales
daña el alma.

Amar  toda la vida
rompe esquemas.

La avaricia estriñe.
es dura de digerir.

Amar toda la vida
cría  telarañas.

El exceso de riqueza
limita la ambición.

Si el amor dura mucho
empalaga.

Vivir rico sin vivir,
es mejor ser pobre.

Hay que amar con
pequeñas dosis.

El dinero no se come,
el amor se degusta.

El rico nació en cueros
y murió lo mismo.

El amor es un tesoro,
no hay que usarlo mucho

No merece la pena vivir pobre
para ser el rico del cementerio

A veces  las veo, no son mujeres
son  rosas rojas…


AF.


20/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

MI SIERRA

Mi memoria es ahora el matorral,
aquel campo de prados de yerbas
sombreados por recios mestos,
donde en sombrías noches, alumbrado
por millones de rayos soñaba, sí
soñaba con los frutos de sus senos
y del cuerpo tronco, prieto como roca
de campesina tras piara de cabras
en solanas laderas triscando olivos.
Y los días de mil colores de oro
llegado de oriente aljófar, quitando
su cenefa que en sáxea fuente
se baña el jilguero con gula  carnal.
Yo áspero como aulagas sin flor
aguardo la primavera llena de aromas
que  de amor me llena…
Ahora ya el recuerdo no acuna
mis deseos de ver cañadas, lomas
y valles donde saltarinas aguas bajan
alimentando adelfas rojas y blancas
Solo eso, recuerdos de tiempos idos
ya a la memoria del olvido…


Fimiosky

20/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:


PIENSO EN SUEÑOS…

Que me gustaría ser como Ulises quedar cautivo en el tiempo junto a Calipso y en los silencios dorados de la noche gozar del perfume que emanaría su terso y bello cuerpo junto a mí, tendido en el alfaque relajados tras la noche bajo las rutilantes estrellas.
Ella, mi admirada Venus de la que me enamoré un día de primavera al caer la tarde; quedé ensimismado cuando vi sus relucientes ojos brillantes como las yerbas de un prado al amanecer despidiendo los rayos que el sol acaricia el llanto de la noche: aquel instante quedó dentro, muy dentro de mi alma anhelando que un día me cautivé con hechizos para el resto de mi tiempo, tal cual hizo Calipso…
…cuando se aleja la primavera cavilando en el tálamo, arropado en defensa del frío ambiente, desearía tenerla para aplacar los escalofríos de mi cuerpo, sé que será imposible alcanzarla, no es presa para un ajado cazador de ilusiones y sueños por conseguir, arrugado por los años idos en venturas gozosas que se quedaron en la memoria. No ignoro que ando ya cerca de mi acabamiento y que solo las aventuras vividas en la primera juventud y posterior madures podrían llenar miles de páginas en miles de libros llenos de horas apacibles, llenas de belleza en las sierras que patee, a veces oteando paisaje desde la altura de una loma o ladera de verde valle, otras veces sentado bajo un recio alcornoque o encina aspirando el pernicioso humo del cigarro…
…ahora los sueños que Venus me regala cuando ante mis ojos aparece la luz de unos ojos que me acarician con sus rayos, pienso que la vida me dio satisfacciones, golosinas de amor, arrebatos acelerados de momentos cálidos y que un me quedan sus bellas imágenes cuando ente mi pasea una mujer de garbosos andares y estirado cuerpo, cual diosa…


Fimiosky

12/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:



UNO

RETAZOS
(crudos)

Aquel hombre mordía las madrugadas soñando con amores imposibles, vivió para morir dejando rosas rojas que se marcharon con él.


Un día vio salir el sol, amagaba con requemar las tierras donde algunos años se criaron amapolas, solo la grama seca las sobrevivió.

El desaliento, como el leve viendo no mata, la dureza del contrario sí. Rompe los esquemas del corazón.

Un día caminaba por los campos floridos, el hombre pensaba y pensaba en sus cosas, mientras, los trinos del jilguero acompañaban su andar, su cabeza fue blanqueándose sin haber nevado. Aquel día murió su ilusión.

El globo del mundo se paró, dejó de andar por espacios vacíos, las estrellas lo abandonaron. Solo quedaron las ilusiones que flotaban como nubes vacías de lluvia.

Caminado por estrechas calles, mordisqueaba una raíz, se había equivocado, le dolía el pensamiento, pero sintió un sabor, era agridulce.

Ya de mayor andaba con la sinrazón de la vida, la banalidad de las gentes le marcaba el ritmo. Nunca recibió, al final de sus días recompensa alguna.

De su alma brotaban semillas, pero caían en yerma tierra, él las aventaba para criar flores rojas, nunca llegaron a florecer.

Ella se contoneaba con sus andares firmes, a veces titubeantes como sus pensamientos, solo dejaron un rastro de perfume.

El hombre camina por la vida. Unos, siempre a lo que salta, otros buscando la sustancia de la misma, pero... el corazón manda sobre la testa.

Cavilando siempre en las sinrazones del azar miraba a lo lejos, donde ya no había distancias, solo la cercanía de la meta. No suspiraba, porque los suspiros son síntomas de debilidad. Él quería las cosas limpias, aseadas en las formas, porque ella, había calado hondo en su ser, era un amor irrealizable.

Las engañosas situaciones equivocan, la verdadera realidad está soterrada en los comportamientos de ella. Aparenta amar lo que no ama, engaña al iluso enamorado. La realidad es que ama en secreto (y no es amada), a otro por el que bebe vientos y tempestades. Así el destino castiga los engaños del amor. Cuando siembras sentimientos falsos eres maltratado por la vida. La verdad sale siempre a flote.


Andares en vida, caminos trillados y cimas conquistadas, vientos bonancibles cruzan por su singladura. Él sabe que cuando esté cercano el puerto del Estigia, su corazón descubrirá la luz, una luz que entrará en su alma, la apaciguará y amansará, pero al no encontrar amarre en el puerto se vuelve perdiéndose en el proceloso océano del amor.

Un día, mirando a la montaña soñó, soñó que allá en todo lo alto, encima de los roquedales, se criaban pequeñas flores de sutil perfume, anduvo escogiendo la más bella y, cuando iba a cortarla sintió dolor en el alma. No la cortó, dejó que viviera en la soledad de las alturas donde los vientos peinarían sus pétalos...

En su testamento Abderramán III Al Nasir, en uno de los mejores párrafos escritos con el sentimiento por el hombre, dijo” ... “Fui rey durante cincuenta años de la ciudad más hermosa del mundo, y, por si algún esplendor le faltaba, junto a ella construí otra aún más hermosa: la fulgurante joya de Medina Azahara. Amé a la mujer más bella de la Tierra (la divina Azahara), y ella me amó. A mi corte se acogieron los filósofos más profundos, los poetas más sutiles, los más alados músicos...” Y solo fui feliz catorce días... ¡No seguidos!".
Siempre, en mis desesperanzas y angustias pienso en aquel testamento: ¿cuánto se es feliz unos segundos, cuanto se enaltece el corazón con una mirada, un suspiro o una sonrisa? Y, si tus pensamientos están cerca, y percibes el perfume de su cuerpo... ¡La gloria!
Quizá, de vuelta ya de las veredas y trochas aprovechadas en la vida, solo queda el consuelo de amar a una flor pequeña, no dúctil, porque está rodeada de espinas que hieren, no la piel, sino las entretelas del alma. Y, quizás fue el caminante, feliz unos segundos en su dilatada y azarosa vida.

Días diáfanos anteceden a mis oscuros pensamientos, hoy miré arriba, al cielo azul, estaba raso, completamente limpio de nubes. Allá, en el fondo, pegado al cerro alto, una gaviota planeaba sobre las doradas piedras del castillo. Miré su reposado vuelo con la envidia de mi desazonado espíritu y pensé todo lo difícil que es la vida en la soledad de los pensamientos.

De mayores, todos, o casi, rememoramos la infancia y juventud perdida, y aquel tiempo pasado en las fincas, sobre todo en la preferida. Pensó que antes de que se fuera con él su último suspiro, quería ver, una vez más la salida del día desde lo alto del riscal en el que tantas y tantas veces en soledad compartida por la naturaleza, pensaba en amores y desamores de mujeres ya perdidas en el tiempo y, de las que solo le quedaban algunos ramalazos de historia.
Con los luceros alumbrando aun los campos, subió lentamente por las laderas del cerro, se lo sabía de memoria, tampoco precisaba la luz del día para llegar a la cima. Antes que vislumbrara la primera claridad quedó quieto, tranquilo en lo más alto del peñascal. Desde allí apenas veía la umbría y la silueta de la larga loma de la que descendía la tierra hasta abajo, al abierto valle. Ni siquiera le llegaba el ruido cantarín de la corriente por los meandros del arroyo, creados en su día por el correr turbulento de las aguas.
Una brisa suave lamía su cara, a lo lejos sonó el cencerro del semental pastoreando con la manada.
Por el Este vio un atisbo de luz, y poco a poco las estrellas fueron apagándose quedando solo el lucero, vivo, reluciente aun, con la claridad que venía diseñando los cerros, las lomas y sobre todo el valle. Miró al pico más alto a su derecha y vio como un rayo, el primero de sol que rebotó en el poste de teléfonos. A su izquierda la umbría metida en oscuridad solo enseñaba su tupida maleza y los alcornoques que sobresalían sobre la espesura.
Una tórtola arrulló la mañana, fue la señal para que los miles de pajarillos se desataran en pleno celo y empezaran sus cantos de amor y acercamiento a las parejas. Otro rayo le dio en los ojos, casi le cegó su fuerza. Con detenimiento fue bajando la vista recorriendo la ladera a sus pies, en el matorral había rodales de piedras sueltas, parecían calvas en una cabeza, abajo la ladera se suavizaba hasta llegar a los chopos que festonean el arroyo. A continuación, el prado verde rezumaba lagrimas del rocío caído en la noche, done las vacas pastaban, o rumiaban la comida del día anterior.
Estaba sereno, alegre de ver una vez más, quizás la última, su valle querido y todo el entorno de la finca que tantas satisfacciones le dio. El campo no traiciona nunca, está ahí para que lo disfrutes. No te pide nada, ni te reprime las sensaciones.
Iba creciendo el día en la mañana de primavera..., de pronto percibió que el aire se espesaba, miró arriba, en el cielo una nube oscura, deforme, amenazó la paz de la sierra, oscureció los cerros cercanos, el viento arreció. Mientras observaba este cambio en la atmósfera, pensó que su alma estaba al principio como el alborear del día, pero que sus pensamientos se oscurecieron con el amor perdido, el amor, su amor era, al principio como un amanecer bello y alegre, pero que con el paso de las horas se hacía cada vez más penoso, más duro de aguantar y, no podía, no podía llorar porque tampoco el campo lloraba por haber pedido en minutos el benéfico sol que vivifica las plantas y alegra a los animales salvajes que pueblan la sierras.
 Así recordaría en el tiempo a su valle, y a la única mujer que después de más de treinta años sin amor, había amado de verdad, en los retales de su ya cercano fin.
Aquel día la vio, era la luz…



Y en esa luz me estoy quemando;
pero no sé porque arde,
tampoco quien la alimenta.

Así son mis noches, como la yerba que ensucia las eras de una huerta. En la quietud del amanecer, la conciencia descansa del dolor. Ratos de duermevela hacen pasar las horas en él reloj de mi vida.

En el intelecto encuentro la sinrazón, no es posible desligar el amor / pasión de lo sensato.  ¿Dice que no es posible? ése/si, nunca estuvo enamorado. El amor nunca es sensato.

En el dial suena una música “... esperaré a que sientas lo mismo que yo...”, él se identifica con ella, en sueños se forjan las ilusiones. Al despertar la flor roja se ha roto...

 Dentro hay una hoguera que alimenta la esperanza. Arde continuamente y seguirá quemándose en el crematorio.


Un día, por las rejas de su corazón se coló un cuchillo de sol, era primavera, en su rosal una mañana apareció un capullo, llegó la rosa, roja como la sangre. Su cuido no evitó la muerte dolorosa, imprevista.

Aquel hombre era oloroso en años, sus olores se confundían... amores diferentes, livianos, insensatos y de doloridos al final del tiempo.


Con traje completamente negro, estaba en la noche junto a mi dormitorio, cantaba y cantaba su canción de amor– ¿No se cansa ése señor de cantar? –No, es pertinaz en su canto porque está enamorado, y se llama grillo–

Una fogarada prendió en los adentros. Su llama siguió ardiendo dejando dentellado su vientre, consumido ya por el decurso del tiempo.

¿Seré infortunado? ¿Nadie anda por ahí que piense en mí?
Al final creeré que soy una gota pegado a una idea, y por mi poca densidad nadie me ve. Ni siquiera mi sombra sobre el asfalto destaca. La pisotean.

El domingo anduvo por la playa buscando el cuerpo. Pensó: que, si algún día se bañó, en sus aguas quedará algo de su perfume ¡Qué iluso!

Anduvo buscando abrazos en las gentes ¿Dónde hay un amigo?
La soledad llena los amplios espacios que solo el viento pasea.
Quisiera parar el tiempo y crecer la esperanza ¿Dónde estás esperanza?

Sus silencios rompen el día, al tiempo que acortan mi mente... También son urentes, me duelen, hacen mucho daño.

Habla consigo mismo, mientras el aire que lo envuelve hace bailar las amapolas. Sus noches, en los sueños endulzan su atrofiado pensamiento y las mañanas le traen telarañas enmarañadas de sensatez.

La soledad amarilla
un color solo me ofrece.
Solo. Un color
                       O la muerte

¿La soledad no es mi vida?
¡Lo amarillo fue mi fuerte!
¿Solo? ¿Un color?
                       ¿O la muerte?

Que lo amarillo me diga:
“Tu soledad... Bien la entiendes.
Solo. Un color.
                       O la muerte

Que la soledad me diga:
“¿Tu color?... ¡Aquí lo tienes!
Un color. Solo.
                        O la muerte.

Solo con la siempre mía,
Solo con el mío siempre
(Que están solitos los dos)
Solo. Un color
                      Yo. Y la, muerte-
J.R.J.

Volvió a la cima, al roquedal donde vio la florecilla que no quiso cortar. Su corazón saltó en pedazos, estaba calcinada por los soles. La belleza no es eterna el amor sí.



Mis angustias se están consumiendo, día a día arde la hoguera de un amor tardío. Lo últimos coletazos de la vida se irán en suspiros y anhelos, así como deseos no conseguidos. Si llevó una vida alegre, la cercana muerte será triste y dolorosa, así dijo aquél hombre en el atardecer de su existencia.


Sus angustias lo retrotraen a las letras de las canciones melodiosas, dulces, de su juventud, como aquella de Machín que decía...
“... No ve vayas a engañar ni en la verdad ni él lo justo, a lo mejor...”


Más que el silencio la incertidumbre de no saber ¿qué pasa, se lo merece?, Me refiero a la mudez de su voz y escrito. Creo que es desmesurado comportamiento, no hay derecho a ser tan cruel. La vida debe ser muelle, relajada. Nunca existió tanto castigo por un indeseado querer.

¡Quizá se lo merezca y es castigo de dioses!


Cuando la vida llega al lubrican, es hora de hacer el petate para el viaje eterno. En el zurrón no se lleva nada, está lleno de desolación y miserias que lo acompañarán, quizá, al templo de los dioses paganos.

El hombre tenía una rosa roja creía que era inmarcesible. Se equivocó, murió sin llegar a perfumarlo.

Un amigo, hace años que me dice ¡la vida es un timo!

Pienso que talvez tenga razón y uno anda rompiéndose las entrañas en amores imposibles y sin esperanzas.  AF: 2.006 1ª Parte




DOS

RETAZOS
(Reflexión)


Caminando por la arena, al fondo, la calima velaba el cerro campana, a ésa hora poca gente hace ejercicio andando, más tarde es imposible. Pensaba, el hombre siempre les da vueltas a los pensamientos, creía que el verano podría aplacar sus ansias, solo debería vivir de los recuerdos, pequeños momentos que le dieron placer; una mirada de soslayo, una sonrisa o una palabra amable.
Se dio un baño corto y, al salir, de espaldas vio un cuerpo, se sobresaltó, creyó era el de ella, porque siempre ha pensado que deberá tenerlo aproximadamente como aquella mujer.
 Al haberla observado siempre que pudo, ha imaginado que lo tiene, el cuerpo, bien dibujado, proporcionado, de vientre plano con ombligo perfecto, los senos de regular tamaño, quizás algo flojos, las caderas pronunciadas, algo redondeadas y los glúteos sobresalientes con el gracioso pliegue que se hace donde terminan y empiezan las piernas. Siempre imaginó que estaba hecha con cuatro pinceladas bien dadas, como sus dibujos parvos, delicados.

Cavilaba, su imaginación no se daba descanso, querría saber dónde se bañaría, en qué lugar de la playa, para, desde una distancia discreta observarla, verla andar en bañador, o, ¿quizás usa bikini o top-lees? Lo ignora.

Sentado bajo la sombrilla veía pasar las gentes que van y vienen como en una noria, observa los cuerpos de las mujeres, los hay de mil formas y maneras, pero perfectos, lo que se dice perfectos, pocos, a las que le sobran cartucheras, les falta pecho, a las que sus glándulas mamarias les rebosan, están escurridas de caderas. Se admiraba de las que van sin parte alta. Había, cuando fue andando, una mujer, sentada en una silla baja, junto al marido o compañero que, tenía los pechos pequeños con los pezones amoratados, tiesos como el rabillo de una pera, y con una orla, morada muy grande. Él, pensó; si yo fiera mujer y tuviera esos pechos, no me los dejaría al aire. Es mejor que uno se las imagine tersos y duros a verlos como las tetas de una oveja recién ordeñada.
Otra, había dos, una los tenía perfectos casi, aunque el resto del cuerpo no le acompañase, la compañera poseía unos melones, más bien sandias flácidas, caídas como las tetas de una vaca recién ordeñada. Todo esto le divierte al hombre, que solo piensa en cosas pequeñas y bien construidas. Ello, le hace sentirse feliz y alegre, por haberse enamorado de algo sutil, pequeño y bien proporcionado o ¿si algún día lo ve, ése cuerpo que cree glorioso, lo decepcionará?
¡Quién sabe!

El domingo repite la playa con el deseo de buscarla para verla, anda media playa arriba y abajo. Se desoja mirando, pero conociéndola algo sabe que debe de estar en Top-les y con tanga, así que solo se fija en las mujeres tendidas o en hamacas de cuerpos estilizados y pelo negro largo que están con el pecho al aire Hay mujeres a montones de cuerpos deformados, observa una muy obesa, los senos sobresalen del pequeño sujetador y se mueven al andar como flanes, son enormes y flácidos, otra casi no tiene, son puros botones al aire, negros como la noche.
Mira y remira pero no la ve, a la altura de las Torres Blancas hay una mujer más o menos como podrá ser ella  con la que siempre sueña, en tanga y sin sujetador, el corazón le da un vuelco, esta tendida sobre la arena, con la cara vuelta, el pelo similar al suyo pero mojado: sentada en una silla una joven, piensa que puede ser su hija, así que apresura le paso hasta llegar al recodo donde acaba la playa, y vuelve enseguida, cuando está a su altura se atreve a entrar por entre las sombrillas, le mira la cara, una decepción, no es ella.
 Piensa constantemente en ella en las noches con desvelos, siempre con su cuerpo y la imagina cómo será exactamente. Regresa a su sombrilla se baña y, cuando marcha para la ciudad, lo hace, para coger la prensa, por la zona donde cree vive ella. Él creía que la mañana lo había apaciguado, pero al pasar por donde cree que vive el corazón se le acelera.

En la comida, con bastante vino va serenándose, la siesta lo aplaca y al despertar piensa en la música que tiene el dial y no siente nada más. Pero... Al regreso que se siente relajado por el denso tráfico y la caravana en la cuesta del río Seco, empieza, sin saber cómo a notar un pellizco fuerte con su recuerdo. Por la tarde paseando por el puerto solo ve yates y gentes, su mente anda revoloteando por los espacios del cielo.
Después, en la madrugada recuerda aquel dolor y malestar en su cuerpo, piensa que lo sensato sería buscar una aventura pasajera, para serenarse y ver si poco a poco, que solo quedase la amistad. Sabe que debe de apaciguarse. Ella tendrá otros amores, y los habrá tenido fugaces y esporádicos, ella es así, pero con él nunca llegará a nada. Así que tendría que irse haciendo a la idea de no pensar en una gloria por llegar. También puede soñar, eso no cuenta nada, en que un día, en un arrebato ella lo haga feliz una hora, que le puede durar el resto de su vida ¿...?
Analiza el amor, ese amor tan creciente a su edad, no se lo explica, por más que lo piensa, no tiene idea de cómo quitárselo de encima.
 Quisiera tener una persona intima, como él mismo, para confesarle sus desazones y amarguras por un amor que no es deseado, que le roe las entrañas cada día y mucho más con sus silencios, seguro los hace adrede. Quizá alguien la ha aconsejado, cree que mal, podrá ir a quitándoselo de la cabeza con sus conversaciones y su raciocinio, el amor imposible, pero con las ausencias y desdenes, lo que está haciendo, es mucho peor. Debería hablar más con él, razonándole cara a cara la verdad del imposible enamoramiento que, si lo mira y analiza, sabe que es una cosa de locos de atar.
Solo hablando ella con él y haciéndole razonar, con su amistad y apoyo, podrá desasirse de la insensata pasión. No tiene con quien desahogarse contándole sus cuitas, solo ella puede comprenderlo y a ella solo se confesará y hará caso, pues no tiene a nadie con quien compartir Es consciente de su edad y de que no pude llegar a nada, pero ¿cómo ha sido posible enamorase así, y más de una mujer joven que tendrá varios amantes o habrá tenido y que, aunque es liberal, no le gusta andar en amores con un hombre, aun activo, pero mayor?


Piensa, en la madrugada, serenamente que no se ha hecho la miel para su boca y que deberá empezar a buscar soluciones, bien con otra mujer, que le anule el enamoramiento o con una solución rápida, aunque sabe positivamente que este amor tardío le durará hasta la muerte, que no tardará en alcanzarle. Mientras, no debería de pensar más en ella ¿Pero, ¿cómo se hace eso? Si es incapaz de borrar los pensamientos cuando le afloran y siempre, siempre siente el pellizco en él estomago al recordarla, bien por su aptitud de desdén y silencios o por la dejadez de la amistad ¿qué raro, ¿no? Antes hablaba alguna vez por teléfono y en mensajes y ahora ni contesta siquiera, sino un revés en las parcas y duras palabras.
 El hombre, de andar por esos mundos es desahogado, habla abiertamente, pero cree, que no lo hace para dañar a las gentes y hasta se imagina que les cae bien, pues hasta la fecha, nadie le paró los pies, dado que siempre que habla, aunque sea con doble intención, no quiso dañar nunca, ni molestar, lo hace dentro de la caballerosidad que se debe de tener con una mujer o con cualquier persona. Pues como Don Juan, ha subido a los palacios y bajado a los chozos.  
Estos rollos que anda poniendo en los archivos, o se los lee ella, o se quedaran dentro del disco duro y, quien sabe, si un día alguien abre los archivos y se divierte leyendo, cómo un abuelo se enamora de una mujer con tanta pasión, tan locamente, que ni los más grandes poetas del romanticismo imaginaron pudiera ser real. También él cree que es una manera de ir desgranando sus penas y dolores sobre la pantalla, es una terapia buena. No quiere sentirse más herido, pues ella lo hiere por el simple hecho de no ponerle un correo o unas palabras en mensaje.
Él está siempre pensando en una oferta que le hizo, ¿la cumplirá? Ella es mujer de palabra, al parecer, aunque haya cambiado los chips, por motivos que vaya Ud. a saber y el narrador de esta historia espera ver, no el final, que solo se acabará con la muerte del enamorado, sino antes, cuando el tiempo cumpla sumisión. Porque el tiempo socava la inteligencia, arruga el entendimiento y deja las rosas secas y sin aroma...

Pasaron dos días de angustias un poco más mitigadas, pero siempre con el sentimiento de la dejadez en que esta y que, solo los pequeños detalles que tuvo ella, algún momento, un día, lo mantienen alerta. Ha llegado el día, el momento en que, después de casi un mes, una carta que le escribió y que no envió en su día, contestado a su amable, de junio, por fin se ha decidido a enviársela por correo ordinario, no tiene Internet y lo hace en papel, antes le avisa que se la enviará, pero ella no contesta, sus silencios le duelen más que los reproches.
Él, se va acostumbrado a no recibir noticias, lo mantienen los recuerdos y le gustaría tener algo de ella, un regalo que le hiciera patente, que una vez hubo una amistad cariñosa entre los dos, no amor, al menos afecto por su parte, sería algo así como un recuerdo que aplacase sus sentimientos y que, engañándose, asimismo, se creyera que un día se lo regaló en prueba de cariño, ya que no de amor. Algo le consolaría en sus momentos de soledad.

Sus amores se están ensarmentando bajo tierra, no para olvidarlos, sino para sacarlos de sus raíces algunas veces. Y recordar que, un día pudo ser feliz en las últimas esquinas de su vida con aquella mujer que lo hizo sentirse joven a tan avanzada edad.

Cree, en su constante cavilar y pensar en aquella mujer que, es un florecer de huesos de una primavera tardía en la que, se enamoró de una rosa roja, la cuidó, mimó cada día y vio crecer desde el apretado botón, hasta cuando sus pétalos empezaron a ser arrugas del tiempo.


Antes, hacía más de seis días que envió un correo, no tuvo contestación alguna y le extrañó, porque ella le habló de ética y buenas maneras y resulta que, no es ético dejar sin contestar preguntas... En fin, tiene la potestad de hacerlo, así es y así hay que admitirla. Han pasado los días y ya más sosegado, no como dice San Juan de la Cruz “... su casa quedó sosegada...” Es otro sosiego el del amor de la mujer que idealiza San Juan al de él, que es más carnal que espiritual. Y está más tranquilo, aunque si algo inquieto por saber el final de la historia ¿qué pasará? ¿Dónde están sus promesas? ¿De amistad de cotidianidad en sus trabajos de escritura?


Él ha dejado mucho tiempo atrás, las vivencias de ahora, aunque cortas, que le dejaran un aroma, que podrá aspirar dentro de dos o tres años, no cree que le queden más y que cuando piense en ése aroma de recuerdos con ella, se diré a sí mismo, fui un incauto, pero fue bonito y sobre todo el recuerdo, los recuerdos le dejaron aromas del tardío amor. Tendrá que darle gracias en la cercanía de su final, por los días, de angustias, desazones y anhelos que le hicieron vivir una nueva y ultima juventud. Así cree que la rememorará en sus recuerdos, pequeña, sutil y.… bueno es un pensamiento que se reserva para el mismo.


Él esta coleccionando recortes de prensa, horóscopos dispares en sus mensajes, pero que quizás, alguno de ellos acierte con el problema de cada uno. Lleva tiempo observado en las predicciones, las de ella, que anda con problemas de dineros, por exceso de gastos y apreturas, lo que le extraña, ya que precisamente sus problemas no son monetarios. Si, quizá la enfermedad o enfermedades que, cuando se hacen largas, son pesadas y fastidian a la persona más templada haciendo que esta salte y rompa sus esquemas. Lo malo de ello es que suelen pagar con otros sus cuitas y dolores.


Le dijo en un correo un día, que le enviaría una carta, después estuvo dos días si echarla, esperaba una señal, un asomo de mensaje, al final la echó al buzón. No sabe cómo le sentará, él le escribe cosas que no inventa, fueron expresadas en un escrito tiempo atrás por ella decía... hago lo que quiero, me acuesto con quien quiero y no doy cuentas a nadie...” así que espera no sienten mal las palabras (suyas) sobre el tema.

Suele sosegarse leyendo poetas, J.R.J., Machado, Lorca y San Juan de la Cruz, ése siempre le recuerda amores secretos en la, madrugada y cuerpos sosegados por el cansancio de haber amado... Él, ya no sueña ni espera nada de la vida, solo rememora pequeños detalles, una mirada de soslayo, una sonrisa, a veces forzada, no sincera y el perfume sutil de su cuerpo.

 Anda, a ratos, nervioso y pensativo ¿por qué los silencios? ¿Por qué su desdén? Piensa si ha pisado una mala yerba que lo tiene aojado en la maldad del amor. Lo gracioso es que el horóscopo, salvo algunos negativos, le da parabienes en el amor ¿Qué amor? Si solo en su soledad sabe, que existe uno solo que ha reverdecido a su edad y en el que la pasión lo consume.
A veces hay días que se ilusiona esperando ver al abrir el correo que habrá una nota suya, él iluso se entretiene en oír “Memorias de África” porque es una melodía que a ella le gusta y a releer algún correo amable, cariñoso incluso rayando en una amistad firme, duradera y sentida. ¡Pobre hombre, con qué poco se conforma!

Ahora espera, espera a que den las doce y entre un nuevo día, recuerda que hace varios días que recibió el ultimo correo, doloroso e hiriente. Ahora escribirá un mensaje recordándole su estado ya más calmado pero ansioso de saber, saber porque sus silencios ¿es que la amistad era falsa? Lee, el hombre poemas de sus preferidos y, en algunos encuentra el consuelo de amores desvalidos, dolorosos, pero que la muerte física no llega, solo el dolor del corazón agobia.

Y tendrá que pensar y repensar lo que le dirá, piensa ser parco en palabras y que estas sean legibles para su pensamiento. Ella es inteligente, pero dura de abrirse a la amistad. No tiene, el hombre, temor a que no le conteste, quizás el tiempo lacerará su corazón y entonces quizás comprenda al que sufre de amores desdeñados.


Un día más fue de la playa con dolor en sus ojos, se había tirado dos horas mirando por entre las sombrillas y bañistas para ver, si estaba por allí su cuerpo. Se preguntaba ¿dónde y que aguas humedecerán su epidermis? Se va calmando pues ella no corresponde, y a primeras horas de la madrugada escribió, después de varios días de pensamientos oscuros, un mensaje, que no fue respondido.

El hombre, en su conocimiento de la vida, no se imagina como una persona puede ser tal cruel, hasta el extremo de que, si él, fuera de otra pasta, terminase odiando las rosas, las nubes blandas de algodón y las mansas aguas del mar con su historia. Ese día pensaba, mirando las pequeñas olas que sus esperanzas como ella, son cada una, diferentes a la otra, pero que todas van a morir al mismo sitio.

Leyendo poemas, sigue con sus favoritos, imagina que la poesía lo sacará del pozo del dolor, pero solo lo consuelan sus ampulosas palabras bien ordenadas. En las que la solución es siempre feliz y siempre triunfa el amor, el de verdad el que se sacrifica cada día y sufre con los silencios de la amada.

Y, sigue recortando horóscopos, es tonto, tanto pensar y cavilar para nada. Ya no espera amor, solo desea mantener un contacto de amistad, que ella sé de cuenta de su presencia y aliento, lo pueden llevar a terminar sus días sabiéndose comprendido en ese amor tardío, es mas de leyenda que de realidades, como un cuento que revive en su memoria. Y sabe que, todos los cuentos son fantasías de la mente que hacen feliz a los niños y a aquellos que tienen su alma cándida y viven de la esperanza.

El hombre aquel, era refranero y, a la noche descubrió que suelen ser verdaderos, pues hay uno que dice “Dios aprieta, pero no ahoga”, efectivamente ya cerca de la media noche, abrió el correo y le dio un vuelco el corazón, allí estaba ella, como siempre con sus cortos mensajes. Se ve que el remordimiento le había hecho recapacitar, ahora empezaría, otra vez...


TRES
(Éxtasis)

Había, ¡¡¡SÍ!!! Una cita para el siguiente día, durmió deprisa, apretó el sueño en su corazón y antes de que los gallos allá en los cortijos cantaran, andaba ya despierto, pensando en la felicidad que sentirá al volverla a ver, después de tanto tiempo, aunque delante de ella simulará algo de indiferencia para que no se sienta acosada por su amor. Había cedido, no se había portado con crueldad, sino que quería escarmentarlo, darle un castigo, con toda la razón, pues él, se había hecho pegadizo, era como un tábano siempre ronroneando por los aires de sus fantasías y ella, naturalmente se agobiaba.

Se siente feliz porque, en adelante la verá y de vez en cuando le enviaría un correo, será el alimento de sus sueños, vivirá con el pensamiento aventuras y situaciones amorosas, pero solo él las percibirá, ella ni siquiera se enterará.
Los sueños son eso, sueños y podrá vivirlos sin trauma porque ella no dejará de hablarle y el fuego se le aplacará con presencias y comentarios. Mientras, él y sus pensamientos serán siempre para ella, pero las palabras se las escribirá a otras mujeres, a dos que conoce y que son merecedoras de halagos y piropos, pero que ellas ignoraran que están supliendo a una que para él es imprescindible, pero que, no podrá recibir esos pensamientos hechos palabras en una pantalla.

Llegó el tiempo de la bonanza, sus nervios y pellizcos se aplacarán, echando toda su imaginación en dos bellezas, que son merecedoras de ser amadas, pero que él no ama, solo que desviará sus pensamientos poéticos hechos palabras a ellas, cuando lo son todos y le pertenecen a ella. El corazón latirá acelerado cuando la vea, pero se guardará el dolor de no ser amado, solo para él, para sus tripas que se retorcerán en su presencia y su rostro solo reflejará amistad y cariño, afecto de amigo.

Ahora, cada vez que lea una oda o un poema, pensará en un amor que en su juventud hubiera sido sublime, en el hipotético caso de que ella le hubiera correspondido, hoy antes de la cita piensa en aquella Oda de Bécquer que dice:

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
   en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
   Poesía... ¡eres tú!

Estos retazos, escritos en tres tiempos de angustias primero, de serenidad después y de alegría al final, están dedicados, solo a una persona que espero comprenderá y sepa que el dolor, cuando es por un sueño, merece la pena.



REFLEXIONES


El final de mes le trajo una satisfacción, anduvo parloteando con su Musa, aunque la inspiración solo la dedica, por el momento, a sus pensamientos, esos íntimos que tienen los enamorados si elucubran sobre sus palabras. Las dichas por ella “... había tenido varios amantes...” (Según la forma de comentarlo, muchos. ¿...?)  Él piensa, si ha tenido varios amantes ¿cómo fueron sus relaciones sexuales?, Sin amor, por necesidad fisiología, por qué; ella no tiene furor uterino, bueno aparentemente ¿entonces, si ha hecho el amor con varios hombres, porque no conmigo?
O es que no quiere una experiencia con un veterano de vuelta de las guerras.

Al siguiente día anduvo el hombre pensando en lo mismo ¿por qué, aunque no lo ame, no le da un festival? ¿Será que no le gusta? Él sabe que no es guapo, ni buen mozo y mucho menos un galán de cine, pero tiene la experiencia de los años... ¿eso no cuenta para ella, o es que valora otras cosas?

Sigue serenándose, aunque su amor no se ha ido, ni se irá nunca, le durará hasta el fin de sus días. Ahora sabe que no debe de agobiarla con correos ni cartas, dejará, aunque sufra mucho, de llamarla o escribirle varios días a ver si ella se le abre el alma y le pone un correo. Así pasaran días y días hasta que ella le escriba.

Ahora está pensando ¿qué le habrá parecido su carta y sus Retazos? Con su liberalidad, seguro comprenderá al escritor compulsivo que solo pone sobre el papel sus desventuras de amor. Si ella supiera que, hasta los tuétanos se le están quemando del dolor que siente, por un amor que no responde, solo con cariño ¿Qué ve en él, para no darle un beneficio? Sería el último amor correspondido. Podría concederle una hora, que le duraría hasta el final. Es más cuando sus cenizas vaguen por las encinas de la sierra, estas estarán impregnadas del ultimo revolcón y, si este hubiera sido sobre la hierba en mitad del campo verde, cuando la primavera explosiona de colores y aromas ¡Sería estar en el Parnaso del amor!
A la mente acude un pensamiento nuevo ¿Le dará asco? Pero. Si él cuando sabe que va a verla se ducha varias veces y se perfuma, aunque al parecer no le fusta su perfume ¿Será por eso? La próxima vez que la encuentre, abiertamente le hará estas preguntas. En la cara, hay confianza y ella se la da.

A la misma hora del día anterior, recordó cómo, sentados en un velador él aspiraba, con sus cinco sentidos su presencia. No se lo dijo, pero a encontró muy estropeada por los dos meses largos de ajetreo. Él la encontró bonita, guapa en sus maneras, pero como siempre, ausente, reservada, solo abierta a ciertas cosas. Los íntimos no los devela nunca. Son suyos, el hombre los respeta, en cambio él se abre en canal. Recordaba a la tarde siguiente que, se hubiera bebido su aliento, su sonrisa y sus ojos...

Ahora su consuelo es componer poemas, él sabe que es malo, peor, mucho peor que con la prosa, al menos la escribe con vivencias veladas, pero en los poemas es fatal. Bueno como son privados y están escritos para ella, no le importa, Seguro que cuando los lea, encontrará, como siempre, faltas ortográficas y un desastre en la sintaxis. Bueno, él espera que comprenda que ahí es donde desahoga sus deseos y angustias.

No sabe qué hacer si escribirlos todos seguidos o irlos encajando en sucesivas reflexiones, ahí va uno:

En este final de vida,
¿Dónde estará mi gloria?

Por caminos abiertos
busqué mi nuevo amor

y por senderos oscuros
mi alma se marchitó

¿Cómo es ella?

Su recuerdo me aprieta hondo,
su sonrisa ¿será sincera?, abre mi alna

Sus pensamientos, ¿cómo son?
Su color, el de su vida ¿cómo es?
Sus miradas... ¿encierran verdad?
Y su cuerpo, su cuerpo ¿de quién será?


La tarde se hizo corta, él miraba el reloj, ocupaciones inoportunas malograron lo que pudo ser una velada más extensa, llena de matices, aunque la hora, una tarde calurosa, no es propicia para muchas confidencias, mucho menos a la luz del día, solo sus ojos animaban algo la tarde. Y después en su casa se dedicó, una vez más, a componer (ella cuando lo lea dirá, ¡basura!)

Saca el hombre de sus adentros poemas o relatos que, quizá no encajen en sus deseos o enamoramientos, pero que le salen de dentro, dijo en uno:

Con viento de levante,
mi corazón miraba al amar

Con mis sueños empeñados,
siempre la quiero alcanzar

Oh, rosa huidiza, como la ola del mar
retorna a la orilla, a doné te vine a buscar.

Cada día mi corazón,
se rompe al soñar
con quimeras imposibles
como las olas del mar,
vuelve otra vez a la orilla,
mi sirena por la mar.

Él siempre vuelve al campo, a sus soledades en mitad de las sierras en las que paseó muchos años por sus cotos que bien conocía, cada cañada cada risco cada alcornoque, y donde poder sestear bajo la encina, junto a la alberca, ahora su corazón quisiera disfrutar, solo con el pensamiento del amor pegajoso, el que lo llevará hasta el final. Es bonito el amor, aunque no te hagan caso, así pensaba él y escribió:

El lubrican me acerca la noche
forjadora de sueños,

las estrellas iluminan mis ilusiones,
todas fantasías inalcanzables.

En la oscuridad recuerdo,
cómo un día me miró
encadenando mi alma,
dentro del corazón.

Ven amor en el moche
aunque solo sea ficción.
 Y piensa que ya ve a los lejos:

LA LUZ
Y en esa luz estás tú;
pero no sé dónde estás,
no sé dónde está la luz.
J.R.J.

¿Es que no tiene sensibilidad?, o es que su mente, en aquel momento ella, solo veía letras, no estaba en su esencia, ¿recordaría a otro o a otros? Así es ella y él aun la adora.


Al siguiente día, recuerda, aquel hombre enfrascado en sus cosas y recuerdos que había otro poema copiado de J.R.J., pero ella, al parecer leyó, él cree que no, porque, primero que la letra es garabatosa y ni el mismo la entiende y segundo, porque sus pensamientos, quizás volaban altos cercanos a las nubes blancas que navegaban en el azul.


Él se conformará con las migajas de otros, un beso, una sonrisa y quizá un abrazo fuerte, de esos, que cuando ella quiere es muy expresiva, así que este hombre, paciente en sus pretensiones, no sabe cómo actuar ante ella. La desea, la quiere, la ama ¿o qué?
Anda tras buscar otra Musa, otra mujer que le inspire amor, sabe que no hay ninguna más en el resto de vida que le queda pueda suplantarla.

El poema que no leyó, no entendió o estaba en otra cosa es:

Mi vida es esta ola.
Una vez, otra y otra,
rompe en la extraña costa.
Deja su espuma sola,
Y una vez, otra y otra
vuelve por donde ahonda.

(Por si lo lee ella, extrañará si es de él: lo escribió así J.R.J.)


Impaciente espera a la aurora del día de la cita, para dejar pasar las horas y contestarle, con el deseo de verla con su imaginación, pero ya relajado, sabe que solo si algún día suena la flauta, como la del asno, sonará una melodía maravillosa. ¡Qué le va hacer!


Amaneció día venturoso, él podrá contestar a su amable correo, se encuentra relajado, aunque se siente regomeyo, aparentemente sereno hace sus tareas, lee, escribe, come, pero..., siempre, siempre sueña. Nadie le puede quitar los sueños a una persona, ni los mismos dioses pueden hacerlo. Son del libre albedrío de las personas, una vez leyó...” un hombre, puede tratar a una mujer de tal forma que ella se olvide de todo lo demás”.
Ése día dejó de echarse un rato la siesta. Costumbre arraigada en sus comportamientos, es algo hedonista, le gusta disfrutar de las pocas cosas buenas que tiene la vida. Porque lo demás es todo sufrimiento y lucha contra las gentes que no comprenden que hay una vida que vivir, gozarla, incluso con pequeñas cosas, con naderías que llenan segundos.
Ahora, siente esa forma de vivir y gozar la vida, el buen vino, la comida las mujeres... bueno eso lo está reservando para una y quizás se muera con ese deseo, pero al menos mientras llega o no llega, sueña, y soñar es gratificante.


Abrió el portátil, fiel a su compromiso, no enviará un mensaje hasta que hayan pasado exactamente las 72 horas que ella lo envió. Le había prometido no ser cargante, pesado, aunque le cuesta, las palabras se dan para cumplirlas, incluso en el amor. Donde tanta trama rara existe. Se entretiene escribiendo sus reflexiones, quiere que, si algún día ella las lea y comprenda que pasar sus inquietudes y sueños a las palabras, es una forma de descargar su desaliento por no conseguir una migaja de amor. Aunque haya cariño y amistad, él se conformará, pero sus sueños vuelan más alto, mucho más alto. En sus fantasías la ve idealizada en forma de Ninfa.


En la madrugada siguiente a las cinco abre el correo y ve una cosa bonita, se la había enviado una amiga con ese cariño y afecto de las que lo aprecian. Eran unas pinturas preciosas acompañadas de una suave música y unos textos sabios, escritos tal vez en la paz y tranquilidad de la edad. Una reflexión sobre la vida y sus formas, él, estaba conforme con todo, se lo envió rompiendo la palabra de no mandarle ninguno de esos correos que circulan, algunos molestos e incómodos. Pero..., en esas pinturas, música y textos, estaba la vida misma, un reflejo de la suya que le brindaba con el corazón a su Ninfa.

No sabe qué hacer, es demasiado la constante presencia en su mente de sus maneras y formas de ser; en la ducha siempre se acuerda de ella ¿cómo será su cuerpo desnudo, cómo se comportará y si por cualidad, alguna vez ella, en ese estado de desnudez se acordó de él ¿...?
 Cuándo lea esto, quizás no, ella pensará que es un  obsesivo, pero para él, su constante recuerdo, su sonrisa y cuerpo, es como para el alcohólico el vino, que precisa por la mañana al levantarse para aplacar los temblores, producidos por la abstinencia de la noche, necesita del alcohol para serenar sus nervios, Así funcionaba su mente,  por las mañanas el recuerdo, su recuerdo para serenar su espíritu y saber poco a poco conforme va entrado el día la luz de sol lo hace sensato y sabe que como no toque  un ángel su cabeza, ella nunca le dará la ambrosia de su boca. Es triste, pero es la verdad, precisa como los drogadictos, alcohólicos y ludópatas, de la presencia de su recuerdo para apaciguar su corazón.
Hizo un mal poema, empezó en la madrugada a escribirlo, será malo, pero son sus sentimientos, él que transcribe sus pensamientos, no quiere corregirlo, además, que no sabe.

En la madrugada, siempre sueño despierto.
Antes que el día despunte, sueño con ella, es
alimento para mi alma.
Cuando la luz del sol abre el día
se van borrando los sueños
y solo marañas enredadas quedan.
El encanto de la noche refuerza el ánimo
del día, pero la realidad se impone,
los sueños siempre son eso, sueños.

Hay conformismo dentro del dolor y las ausencias, él quisiera salirse del amor ¿cómo se hace eso? Que vengan los sabios y le cuenten, él no puede.

Cuando habían pasado siete días recibió un chorreo, después nada, silencio, es malo tanto silencio para él, que cuando descubrió su amor, no era una simple candela en mitad del páramo, era un incendio forestal de grandes dimensiones en un gran bosque. Ella lo ignora, o quiere ignorarlo y desviar sus pensamientos ¡Eso es imposible! Es una muestra de que nunca estuvo enamorada con detenimiento, solo fueron escarceos de alcoba y apretones a media noche en alguna esquina solitaria.

Él sabe que, si aprende a canalizar sus sentimientos, paliaran sus desazones y aplacará sus nervios, tiene, lo sabe, poca vida por delante, quisiera no perder el ultimo tranvía, pero al paso que va, cuando se le acabe la vida, la activa, solo el recuerdo lo alimentará. Ella ignora que la vida de él es como un arroyo que serpentea en la sierra por valles y cañadas en el que existen verdaderas, aunque pequeñas, cataratas en las que el agua al caer en las pozas hace remolinos, que corre por meandros sinuosos por entre matorrales de ribera y que llega a tener remansos de paz, donde el berro crece apacible y las ranas cantan en sus orillas. Algo así es su vida, que fluye por caminos no trillados, con escabrosos pavimentos y en los que de vez en cuando encuentra una sombra en la que descansar.

En sus cavilares la lleva por parajes inéditos, sus ríos los desbordará llegando a los mares de la felicidad. No la llevó a lo alto, al cielo, porque le hizo uno para ella sola, por eso su fuego no fue simple hoguera, sino volcán bravío. En las noches los sueños reviven los amores, su amor por la cosita pequeña, pero el amanecer le trae lutos. La luz del día le enseña la realidad cruda y dura, se duele de sus ausencias, pero ¿Qué puede hacer, si los dioses lo han dejado fuera del Olimpo?

Él quisiera besarla, con un beso que fuera todo él y quisiera que su cuerpo se encelara de ella y que se diera a él, en lugar de darse ella a quien sea. - Sigue pensando en pequeños adarmes de su vida, en sus quehaceres, de la casa y en que divide sus tiempos, ¿Es vaga? ¿Activa?, no lo sabe, hay muchas cosas que quisiera conocer, pero que no conoce. También sabe que sus reflexiones deben de ser el olvido, que la aparte de su mente- Él está intentado buscar una mujer, o mujeres que le alegren la vida. Ha encontrado dos, pero, aunque como hembras son magníficas de cuerpo, presencia y simpatía, el amor no casa con ellas, Las quiere las aprecia. Nunca habrá una chica que le haga soñar en las madrugadas y dolores en los amaneceres, solo ella podría sacarlo del marasmo en que vive.

Todas las madrugadas, al despertar sabe que ha soñado imposibles. Sin embargo, los sueños de la noche son como alimento para su espíritu, conforme entra el día y va abriendo constantemente el correo y no encuentra nada, sufre el desencanto y siente las tripas, el estómago y el hígado dolidos, Hay momentos, que ni el corazón late.
Siempre hay una luz que brilla en sus ojos Esa luz ¡¡¡Es ella!!! No se cansará de escribirlo. Ella pensará, ya es viejo. Él dirá, no soy viejo, soy mayor, pero conmigo va el amor. No es sabio, pero si conoce el amor.

Juan Ramón dijo “Por la mañana barro las hojarascas de mis sueños, como el jardinero las hojas secas” Eso es mentira, él intenta barrar sus sueños y solo le quedan amarguras, no lo consigue, Juan Ramón debió de tener el amor más apaciguado que él. También dijo: “El hombre debe considerarse dichoso de haber sido contemporáneo de la rosa” Es verdad, la rosa es ella para él, además, roja como su sangre.

Un día, el hombre al parecer dio alegría a su admirada y él recibió recompensa, el solo hecho de estar junto a ella lo enamoró de la vida, lo amable que es y lo encantadora que se encontraba, al parecer estaba a gusto con él, pero en el buen sentido de la palabra no en que estuviera enamorada. Hablaron y hablaron, él llevaba muchas preguntas y al final hizo muy pocas.
A su vera siempre siente nervios, desazón y deseos, deseos a veces de abrazarla y besarla, pero no loase por el respeto a su persona y al qué le dirá. Probaría un día a pasarse de rosca, besarla sin que lo espere o algo así, pero tiene miedo a perderla por esos arrebatos que, él desea apaciguarlos.

 ! ¡Porque habrá descubierto el amor tardío de su vida con ella!

Es el primer regalo que le ha hecho, además del de su presencia en contadas ocasiones. Ahora él quiere que lea sus reflexiones, no sabe si lo hará, es dura de pelar o “Árida” como ella se dice. Él cree más bien que se hace la dura, aunque él va asimilando su desinterés por él de ella. Lo que sigue intrigándole es porque, hacia el amor o ha hecho con varios ¿...? ¿Con dos, tres, veinte? Lo ignora y con él no quiere hacerlo. Es una incógnita que no entiende.


El hombre se pregunta, si no será que él le repele, que lo encuentra sucio, mal ataviado o que es ya mayor. No lo entiende, en la edad esta la sabiduría, él sabe que la haría muy feliz varias veces casi sin... bueno eso se lo dirá en persona. Sueña cada día de la semana y del mes, lo que le haría, hacerla gozar, muy feliz, quizás como la copla que cantaba la Jurado...” ámame otra vez, ámame otra vez...como la primeara vez...” una vez que él la amase en profundidad. 
Lo que sí la encontró y vio en ella es, que una mujer que tiene una vida monótona, muy adocenada y falta de estímulos, salidas a bares, restaurantes paseos, en fin, una vida social entre amigos y amigas y sobre todo sentirse halagada cada momento del día.  Eso él, cree que no lo tiene y lo echa en falta, así que un día, se sintió feliz por estar junto a una cotorra (cotorro) que habla y se va de un tema a otro.

No sabe lo “árida” que es, él más bien cree que es arisca reservada, indócil, hosca, brusca. Cuando no quiere ser afectuosa, benévola, cordial, amistosa, tierna y sobre todo mimosa. Ella sabe hacer las cosas bien, pero se ve que tiene miedo a dar esa afectuosidad a la persona, y se muestra en sentido contrario para no hacer creer al amigo que lo quiere. Al hombre lo usa como un escudo contra su debilidad. Él piensa, ¿a lo mejor está enamorada y tiene miedo? ¡¡¡NO!!!, Que va, ella es dura de amar a quien la ama. 


Él, hombre sentimental que es, y romántico, le hace versos, son malísimos, pero los hace con el corazón en la mano, pues se los envió un día y ella ni siquiera los leyó. Que desagradecida, yo le diría a mi amigo, que lo que debe hacer son desaires y obviarla, a ver qué pasa. En fin, él nunca hará eso por la delicadeza que usa con ella, le dijo un día, “qué él la insultaba con cosas que le dice o escribe” ¿...? Él, si le dice cosas y se las recuerda, son siempre porque ella en la intimidad se las contó, nunca le diría que se ha acostado con varios o cientos, sin que ella se lo haya dicho.

La mujer, porque es una mujer, le ha dicho ya varias veces (cuando hablan de amor y enamoramientos) “¡si tú supieras...!” ¿Qué quiso decir con eso, que está enamorada de dos, de tres, de uno solo? o... de él ¡NO! No lo cree, ni mucho menos, Entonces, él que elucubra mucho ha pensado ya dos veces que a lo mejor es bisexual y ahora anda en amores con una mujer ¿Quién será? Se pregunta, mientras piensa en varias: con algunas de su entorno, él no las cree merecedoras de sus caricias y con otras ni pensarlo y con varias más tampoco, sabiendo y conociéndola algo es imposible que haya ligado. Aunque todo es posible en Granada, como decía la copla. También pudiera ser que con alguna chica que él no conoce.

El hombre ha estado dos días sin acudir a sus reflexiones, ha tenido una esperanza, pero se ha quedado en eso, en esperanza; le escribió, después de estar días y días sin saber nada de ella, y ahora al tercer día no le había contestado aún. Creía que estaba ocupada con su hermana, pero él sabe que ella cuando quiere madruga o trasnocha para ver el correo y cumplir, lo que ocurre es que no quiere y no tiene ni puta idea de lo que hace sufrir al enamorado. Lo de estar días y días sin noticias es terrible. Él piensa que ojalá algún día ella sufra esas desazones y angustias de la espera.


Tiene, dos días ya música de los años cincuenta, en ella está todo el amor, el dolor y la desesperación del enamorador. Él, enamorado de los goces que el recuerdo con la música le trae, y es que nunca, nunca lo hizo feliz, solo una mirada, un beso al aire de esos banales que dan los amigos y amigas, que más valía no darlos, son como tener hambre y oler los manjares, no alimentan ni llegan al paladar.

Ya lo dijo antes, hacía veinte días que la vio, pero correos no ha recibido ninguno, parece que el hombre es un apestado ella lo obvia, seguro con sus amores urgentes, que no su marido, anda olvidando a un desesperado. Ayer, sin ir más lejos, por la tarde le entró un desasosiego y un dolor físico en él estomago que creyó seria la ulcera reverdeciendo, y era su recuerdo constante y en el olvido que lo tiene. En fin, ella cree que su terapia de ocultarse es buena, pues ¡No, es malísima! La invitó el otro día a la reunión de las chicas del club de la Esperanza y siquiera por educación dijo que iría, sino un ¡ya veremos! Sin excusa alguna ni deseo, al parecer de verlo.

Romperá sus dolores y un lunes le enviará un correo a ver que contesta, si es que lo hace, pues leyó su horóscopo de ayer decía que está necesitada de hacer el amor y no tiene lo que precisa y quiere, así que lo andaría buscando tras el que ella ama con locura y él la complace, seguro que, a regañadientes, así es el amor, unos sufren por una que no lo ama y ella al que ama, él la menosprecia, solo se da el filete, pero sin amarla en profundidad.

Miércoles doloroso, no llega respuesta, el hombre anda nervioso, desquiciado a punto de reventar ¿qué ocurre? ¿Qué mala yerba ha pisado? No sabe qué hacer. Si la   llama, ella se molesta, si le escribe no contesta, es la desesperación. El aún cree en la amistad al menos eso podría quedarle, pero nada ocurre sin que su pulse deje de acelerar.


Ella, sin él quererlo, irrumpió en su vida, dando su alegría innata y sus aficiones a la escritura, ahora solo sabe escribir quejas de amor, desdeños de mujer y ¿quién sabe dónde andará, y con quién? Él está seguro de que anda enamorada de quien no la merece, lo ha pensado ya varias veces y cree estar en lo cierto, El trauma de ella será cuando el que ella ama con desenfreno, no la ame, la abandone por otra cosa, diferente, pero que le cuadrará mejor.

Con más setenta años de penas, alegrías y sólida vida ¿qué otro sino es de él? Tiene arrendada la vida que le queda, a la parca por ¿unos años, meses, días...? Su cuerpo está lleno de cosas, el zurrón lo tiene repleto de palabras, palabras de amor, de odio a la verdad. Sabe que sus silencios se quedaran rotos dentro de su alma.

Las noches sin luna le cuesta mirar al cielo, cuando la luna luce llena ilumina sus pensamientos, los hace amables, sinceros y anhelantes de conocer su amor. Morirá sin haber probado el dulzor de sus besos, estaba escrito o estará en las estrellas. Pero... hasta el final nunca debe de rendirse ¡Pero, si estar con él un par de horas es como beber un vino añejo! Cuantas cosas se perderá por no libar en sus labios el sabor de la vida plena.

Fimiosky







                                                             


 4/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente poesía:

COSAS DE ANTAÑO
                    I
No levanta la espuma del agua,
el que ya levantó sobre el papel
bulos con espuma, para que otro
no presuma de conocer la verdad
sin base alguna.
                 II
Las cejas deben al panteón,
los cabellos que cubren ojos
graves porque las niñas son viejas.
Una aojada fue a ver a un ciego,
hoy dicen que va a morir.
¡Mucho me voy a reír!  
               III
Con las galas el indignado
ha descubierto que no le doy
perro muerto sin estar ella
En Leganés:
Cuanta verdad era Madrid
grande, lo dice bien una amiga
que es mayor gala pagar.
Para ello mucho tengo que llorar.
                   IV
Aunque tengo médico lego
a la menor calentura me cura,
y no siendo cura me da el olio
 y me entierra luego: lo que yo
licencia le niego, se lo conceden
de grado, un pergamino enrollado
y un engastado zafiro.
¡Mucho tengo que reír!
                V
Ella trajo de dote un serafín
con casa y jardín bello, con dos
 balcones al rio y un postigo
al Valsaín: mientras pisan
el jardín las visitas y marindón
el balcón se hace espejo
y sus canas ve pardearse.
¡Mucho tengo que llorar!

El próximo es de otro poeta
 y seguro que los lectores adivinaran.


Casado el otro de halla
Con el cuerpo bellido,
De quien perdonado ha sido,
Por ser don Sancho que calla
los ojos en la muralla,
su real ve acrecentado
de uno y otro que entra armado
y sale sin alborozado
por aquel postigo mozo
que nuca fuera cerrado.


2015 finalizando ya.



4/5/2016- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:


MIS COSAS

Suele haber gentes que a veces, leen libros, no suelen comentarlos según hayan digerido lo escrito. A veces no releen un párrafo o averiguan el significado y procedencia de una palabra. La lectura suele ser como los cimientos de un edificio, hay quien los hace con poca base para sostener las ideas que van creciendo gracias a la opinión en los escritores.
Sé que el tiempo se me agota ando ya en el reflujo de mi vida usando la sinrazón, a veces para andar nuevos caminos. Afortunadamente desde niño aprendí a ver la vida, sobre todo en los años de las hambrunas, la incivil guerra, la posguerra y la cruel dictadura, pero con la suerte de ser niño y no sentir las penas de los mayores con sus estrecheces y falta de lo más necesario para vivir; los juegos te aíslan del trajín en la vida de los adultos.
Anduve por los suelos, subí a los cielos de la abundancia, pero casi siempre me sentí un gandaya, patee campos de sierras agrestes con duras temperaturas, a los que iba a cazar pajaritos con trampas, a recoger aceitunas, algarrobas, bellotas, castañas y yerbas alimenticias: después anduve por veredas entre grandes matorrales, fui gateando espacios y los caminos de sierra me los aprendí en noches oscuras sin luna, en las que andaba camino de los lagares conocidos ya, siempre con la mortecina luz de las estrellas.
Conforme fui creciendo, no en años, sino en conocimiento de gentes y cosas en sus diferentes formas de vida y pensamientos: cuando dejé las veredas y trochas y empecé a pisar carreteras sobre cuatro ruedas y con la modernidad, por autopistas, sin embargo, de niño solo monté algunas veces en bicicleta prestada por un amiguito hijo de pudiente. Después de tantos años sigo añorando aquel patín---único juguete--- que me hicieron con una tabla, un palo y tres cojinetes desechados de ruedas de viejos coches, con el gocé, seguro que mucho más que los niños de hoy día que andan mirando las pantallitas y no saben cómo hacen las golondrinas cuando llegaban en primavera, sus nidos o usan el que los vio salir del huevo.
Sí, los libros te enseñan, los estudios también, pero la movida de mi vida   constante en busca del negocio y la charla con personas de diferentes pensamientos y religiones, así como formas de vida y economía, ésa vida me enseñó mucho más que los libros de texto y las enciclopedias por muy buenas que sean. He aprendido hablando con personas de campo, de pequeños pueblos o aldeas y de viajeros, más que en las clases de gramática, incluso a veces me he enterado de cosas que en ningún libro está escrito, al menos de los que he leído.
He conocido personas con ropas de excelente calidad, carísima, oliendo a dinero y comodidad, pero sin historias que contar por sus vidas monótonas sin haber sufrido avatares con los que vas aprendiendo, gozando de pequeñas glorias y, a veces desastres.
Eso ha sido para mí hasta estos últimos restos de vida, pero gracias a escarbar en los recuerdos suelo gozar constantemente de mi niñez, pubertad y juventud, cimientos que me han hecho ver       que el amor hay que practicarlo, la convivencia en el mundo con sus gentes y, sobre todo que te salga de los adentros, no lo que te digan los medios manipulados por políticos y angurriosos personajes que por dinero están deshaciendo el mundo feliz con el que soñó Huxley.
Sé que no puedo enseñar nada a nadie, y menos a los sapientes que se lo creen, porque nadie es más que nadie como ser humano y ninguno lo sabe, ni conoce todo lo que hay sobre la tierra que pisamos.

2014 Fimiosky



04/05/2016 Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:


MI  MUSA AFRODITA

Sueño con ver una desorejada,
ver su risa despertar en alegrías,
ver sus dientes nevados,
ver llamaradas en los rescoldos,
ver que   aparezca con un escote
vertiginoso, entre destellos, lleno
de sabiduría adolescente y versos.
Miré en mi sueño y vi a la diosa Afrodita.
Dije: Oh tú mi  amor de elevados senos
 con puntas de rubíes levantados,
los más tersos, subidos y deseados
 llenos de luz y sombras, hermosos,
dulces, mágicos, serenos y en la batalla
ardiente erguidos, agitados y en juego ya
de puro amor besados…

…como gráciles corzas  de dormir
morenos: Ella estaba llena de gracia,
de inteligencia malherida, y vi
el fulgor de sus caderas en agraz,
su piel manantial, chorro de
sangre joven, apareció en la noche,
era mi Musa, despierto digo, es
su cerrada caverna de coral en
la que, cabeceando ciego, perseguido,
le digo  ábrete a mi llamada,
métete en el mismo sueño
que en tu gruta sueñas, en
la que tus furias rojas sueltas
me han mordido y tú:
¿Me escuchas en la oscuridad?
Hambriento he bajado por
las colinas y llegado al valle
donde empieza el camino más duro,
ya que todo, aunque cabellos son
espinas, montes allí rizados
llenos de maleza, te pregunto
 ¿duermes aun? ¿no sientes como
 flor brillante y ruborosa tu piel
extensa y alta, te desnudas con
labios calientes?, de coral los tuyos
 los míos rosa, así me besan tus labios.
¿por qué estas siempre muda?
Fimiosky
A su Afrodita, Musa del amor que nuca muere.




2/05/2016.- Nuestro compañero Rafael Torres nos envía el siguiente poema:


APUNTES DE LA PERPLEJIDAD                                           Rafael  Torres       

I
¡Hola a todos!
Soy el verdadero creyente.
 Me falta sabiduría porque estuve mucho tiempo sin nacer.
 Vivo en un lugar donde sólo abren llaves anónimas.
En estos momentos no estoy en casa;
he salido a reencarnarme en un creyente de mentira.
Si llamáis fingiré que os escucho.

II
Mi avergonzada lujuria ha descubierto pesares
 hospitalizados en tu frágil sonrisa.
Amada,nunca te abandonaré.

III
Los lirios en la soledad de los zapatos rotos,
las estoicas raíces del cañaveral,
la tentadora destrucción del hormiguero
 en el fondo del cauce.
¿Quién recuerda el paso del agua?

IV
El polvo cubre al polvo.
Hay moscas muertas en una naranja aplastada.
El pañuelo está mugriento de tantos adioses.
Oh amaneceres rosados, ¿como puedo fiarme de vosotros?
Salvemos a la poesía de ahogarse en la poesía.

V
En el cubo de las goteras cantaba la lluvia:
 metálica, acuosa, preocupante…
En el tejado caían  rocas por el bien de todos.
Los clavos sobrevivieron.
Quedó el secador de papeles mojados,
 papeles  repletos de ADN.
¿Como guardar lo que se fue para siempre?

VI
¿Me acusáis a mí,vuestro glorioso héroe?
¡Claro que soy un violador! Un violador de espacios aéreos.
Todo lo hice por vosotros y en vuestro nombre.
 La traición se esconde en vuestros aplausos.
¿Que precio tienen mis horas perdidas?

VII
Compañeros de celda:
la paloma de la paz deja muchos excrementos.

VIII
El filo de los vidrios está desgastado y el sol estruja latas vacías,
la hierba no brota porque ignoramos su nombre.
Es inútil el clamor de  los viejos pinos.
El perro del ingeniero ladra a  los espectros.
Todos se han ido a trazar fronteras.
¿Quién arreglará los hoyos del camino?

IX
Amada, huyamos de este absurdo lugar.

Podemos cobijarnos en  la arquitectura del viento.

20/04/2016.- Nuestra compañera M.J. Ortega nos envía el siguiente trabajo:


MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA  

WILLIAM SHAKESPEARE       

        Estos dos genios siguen estando con nosotros gracias a la literatura. Hace ya cuatrocientos años que no nos pueden escribir nada nuevo, ocurrente y genial como solían hacer cada uno de ellos en su ámbito y con sus motivaciones diversas y acordes con el tiempo que les tocó vivir, pero su huella, muy profunda y humana, nos hace recordarles en sus efemérides, y propagando sus enseñanzas volvemos a constatar que siguen estando vigentes.
        El ser, en esencia, no ha cambiado. Se ha llegado a la Luna y a otros planetas, pero el hombre sigue necesitando, como antaño, de afectos que lo fortalezcan y le hagan sentir bien, y, además de los alimentos que fisiológicamente necesita,  asumimos la importancia en el mismo, por tanto en todos nosotros, del conocimiento, no solo el  que nos brinda nuestra cultura, también el conocimiento de las demás culturas que nos enriquece y nos hace prosperar como personas. Todos necesitamos de todos. Cambia el tiempo de cada cual y somos diferentes por él.
       

        Miguel de Cervantes
        William Shakespeare
¿Soñarían con la inmortalidad cuando escribieron sus primeras líneas y se imprimieron para que las pudiesen leer más de una persona?
        Creo que no. Ellos, tanto William como Miguel, lo hicieron porque en ellos habitaba...
        ¿En el corazón?
        ¿En la mente?
        ¿En el alma?
…A veces la alegría cuando se enamoraban; otras la tristeza, otras la rabia. También habitaban en ellos deseos de alabanza a sentimientos, proezas, enseñanzas. Otras deseo de cambiar algo que no les gustaba. Pasión por la equidad.
        Escribiendo no se olvida el deseo. Si lo plasmamos en una hoja en blanco: Se convierte en algo que puede ser útil. A veces en el momento. A veces en un futuro más o menos cercano.
Ellos, escribiendo lo  que pensaban, además de identificarse, identificaban, personajes, acciones—buenas o malas—, aunque caricaturizándolas, nos las han hecho sentir fuera de lo común y nos han asombrado. Lo cotidiano nos es familiar, no nos suele asombrar.
        Cervantes y Shakespeare pasaron muchas calamidades. Coincidieron en el tiempo, no en el lugar, pero cada uno de ellos sufrió en su persona desafectos, odios, hambre, calumnias, soledades, envidias y toda suerte de injusticias e infortunios, que solo pueden sobrellevar quienes ya han nacido grandes.
        Estos cuatro versos, son la primera estrofa del primer soneto de William Shakespeare, de los que se conservan ciento cuarenta y uno, pues de los ciento cuarenta y cinco que había en principio, se descartaron cuatro que no guardaban lo establecido en la  forma “Soneto”. Está tomada del trabajo del traductor Ramón García González, cuyo estudio sobre la musicalidad y acercamiento de las dos lenguas, ha sido el fin conseguido, a través de diversas interpretaciones, para los sonetos del autor.
Queremos que propaguen, las más bellas criaturas,
su especie, porque nunca, pueda morir la rosa
y cuando el ser maduro, decaiga por el tiempo
perpetúe su memoria, su joven heredero.

         La primera composición poética de Don Miguel de Cervantes, de su puño y letra, dedicada a Isabel de Valois, pone punto final a este pequeño homenaje, que rendimos cada año a la memoria de estos dos geniales escritores y por ellos también, a este día especial de los libros.

(Ms. 373 del Fondo español de la Biblioteca Nacional de París.)


ALICANTE 23/04/2016

Mª Jesús Ortega Torres


18/04/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

HERRAMIENTA

Nadie trueque este simple poema
este canto hecho lamento;
que de él nadie se burle
pues no es vano el sufrimiento
de un corazón escindido
por la ausencia; así el tormento
desgarra en tristes compases
las armonías de un verso.

Si comprendes el amor
ése es el verdadero
entenderás que mi esencia
dividida no halle el medio
de emprender otro camino
que no sea el de los sueños
en el que ella.  mi ella, está viva;
en el que ella, mi élla, no ha muerto.

Aquélla que me convirtió
en más de un mero instrumnto
dándole  cuerda a mi voz
con la pasión de su aliento,
con acordes que vibraban
de puro estremecimiento
en manos de una artesana
traductora  de sentimientos.

Así me dio nueva vida
descorriendo el frío velo
que a mi ser todo cubria
dejándolo mudo y  ciego.
Más la arrancaron de mí,
De mi sangre y de mi  cuerpo
dejándome yerto, esteríl;
lo que fue fértil desierto.

Aún así no he de borrar
ese inaudito deseo
ni la fiebre abrazadora
que me corría por dentro
al sentirme, entre sus brazos,
cadencia, compás y acento;
más que una sencilla nota,
mucho más que un simple arpegio.

Quizá  encuentre nuevos sones
Con que paliar su destierro,
Nuevos timbres con que hablar
De un cariño viejo y nuevo.
Y tal vez a ser instrumento
En manos de otra artista
Como ella. Más esto es cierto:
---Nadie arrancará mis notas
     Como lo hacía su aliento---.

Fimiosky

0-1-04


14/04/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente "poemilla":



DEJARME DIOSES

Consentirme dioses tener lujuria
en mis pasos por la vida.
Consentir que el beso de sus labios
 sea ardiente como los soles.
Consentir que lo oscuro de sus pupilas
se pierdan en los espacios de la noche
Consentir que mi mano de osado enamorado
acaricie su epidermis palpitante.
Dejar dioses que los varones lleguen
a las entrañas de los cuerpos desnudos.
Consentir a los labios de la juventud
nadar en el seno de los tersos cuerpos.
Tolerar dioses que las doncellas que
guardan en su seno el fuego del deseo,
que
sus piernas de verdes tallos se mesclen
con las llamaradas de sus sueños.
Consentir que el matorral espeso
 cual selva sea peinado por las brisas.
Consentir que no asome el rubor
a la escultura de su cuerpo, ni por los
 contactos materiales y que los manantiales
de procelosas corrientes se expandan
Consentir que de sus secretas fuentes
y de sus labios manen placeres infinitos
 como caudalosos torrentes.


28/02/2016.- Nuestro compañero R. Torres nos envía el siguiente poema:


A  TIENTAS                                              Rafael Torres
              
Llegaste a tientas.
Los recodos de la vereda,
hinchados de oscuridad, te impedían  ver
la plaga de tradiciones que pesa sobre tu piel.

Algo te impulsa a pensar y sentir:
el corazón y la cabeza por fin juntos.
Sabes que dejas preguntas sin respuesta,
que estás muy lejos de donde querías estar.
El horizonte tranquilo, la casa,
estrellas sobre el humo de la chimenea,
tesoros hallados en abrazos:
todo ha desaparecido. O acaso nunca ha existido.
Plantaste árboles engreídos
por temor a que la tierra trence sus redes
y el juez no encuentre huellas de tus pasos;
cien soles se esconden en el eclipse de tu espalda,
bandadas de pájaros huyen de cristales en llamas,
doce nubes piden compasión al sexo de la lluvia.

Un dios rebelde te regaló las entrañas de la tierra
y olvidaste a esa luna débil
que sólo alumbraba tus fantasmas infantiles.
¿Que hiciste con tanta luz?
A tientas,tropezaste con un vendaval de violines locos
que apagaron las antorchas de los relevos:
el tiovivo gira devorándose a si mismo
como una serpiente Ouróboros
mientras la risa de los monumentos
asfixia los gritos del plancton.

Volviste tus ojos al mar
y descubriste la verdad del paisaje:
criaturas sobrevivientes a la noche
esperan a que los principios de tu linaje
se cansen de estar de pie.

Sabes que ya no estás en los programas del azar,
has arrancado tus viejas páginas,
has balbuceado un adiós en medio de un desierto sordo
mientras se desvanece el rumor de las palabras
que pusieron nombres a tus trofeos.
A cuestas con las soledades del dios rebelde,
has llegado al interior pétreo de tu homenaje. 

Sembradores audaces pasan junto a ti.
Empiezan el viaje a tientas en busca del lugar

donde el viento deposita semillas nuevas.

23/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía los siguientes poemas:


SENSACIONES                                                                                    


 Al alba respiré un perfume de mujer,
con el oro del sol su belleza recordé
Con la imaginación, llegué muy alto, a la luz,
pero allí no estaba, solo vi una nube azul.


BÚSCAME

Si me buscas estaré en el sol,
porque en la tibia luz de la madrugada
se habrán perdido los trinos del ruiseñor.
En la fría luz de la luna, mis ojos se perdieron
buscando quimeras que no encontré.


PONIENTE

En noche oscura por entre pinos
llegó soplando el poniente, y
antes de que llegara la luz,
mi corazón latió sereno,
su sonrisa allanó el recuerdo.


SOLO

La noche está llena de vacíos,
alrededor solo pasa el viento.
Perpleja la luna mira la soledad,
sus espejos reflejan mis despojos,
todo esta dentro de mí,
lo que antes estuvo fuera.


CALLEJÓN                                                                          

De entrada, está florido.
A los aleros llegan aromas
de nardos, clavellinas y jazmines
que acompañan la esperanza.
Al fondo dos paredes y una mujer
en la reja, brillan sus ojos endrinos
mientras un rayo de luna
rompe los silencios.


SOLITARIA

Una sola flor tiene su jardín,
está mirando al cielo,
erigiéndose orgullosa
sin mirar al suelo.

VIDA

En el devenir del tiempo,
mi vida quedó muda.
Sin su palabra, al aire
van mis desvelos.
¿Qué extraña vida me queda?
si su alma esta comprada.

TRATANTA

Su alma transparente,
enajenó su cuerpo por
un pincel, la desnudó
su ambición y dejó de ser
pura como la luz.

LA NOCHE

Hay en la oscuridad
un latir acelerado
que me tira dentelladas.
En el camino de mi vida,
hay lagos profundos en
los que se hundieron sueños.

ROSA

Un rayo de luna rompe
la nube y baja a besar la rosa.
Otro día, él lo sabe, la luz
alumbra otro asimiento.

  
SENDEROS

Por los caminos del mundo
anduve errante pero feliz.
Por los senderos perdidos la soñaba,
y siempre en sus laberintos
de la noche, la esperaba.

PELO Y MANOS

Recuerdo sus alamares,
negros como un tizón
cayendo sobre su cara,
enredaron mi pasión.
Un día sus manos toqué
encastrándose en mi alma
cuando con pasión besé.
¡Allí me enamoré!

Es sutil y fina, delicada
como rosa de pitiminí.
De amplio espíritu y fuerte
saber. Tal vez, ella
que el mundo corrió,
ignora que soñar no cuesta,                                       
y que la mente vuela libre
por los espacios abiertos.

EL ILUSO

Creyó que sus sonrisas
eran aganadoras y
oyó voces del cielo
que alumbraban amores.
Ella rompió su alegría,
cambiando se ser y estar.

 FELIZ

Y lo fue, su encanto
lo cautivó, ella,
como sus flores, cinco,
fueron sublimes esperanzas,
¿Es su forma de amar?

 DUDAS

¿cuidará sus blancas rosas?
¿son mensajes al corazón?
Ahora sus sueños, serán…
¡más reales ¡quizás!
¿O son nuevas quimeras,
que quebrarán la ilusión?

 FUEGO

Los labios de mi rosa roja,
quemaron en un suspiro
los míos sedientos.
Fue dicha pasajera,
no volvieron a unirse más, ni                                      
hoyados, no volvió a besarlos

Su fuego perdura, y quema
su alma que arde en la noche,
cuando sueña quimeras.

AGUA

Sueña el agua en la fuente,
su chapaleo es música celestial.
Mientras el jardín se reposa,
se abre a la luz la rosa.

 PALABRA
 La palabra quebrada y temblorosa
duerme en mis viejos amores.
Hoy la palabra estéril, en mitad
de la tormenta se va al umbroso
valle del dolor.
  
 RECUERDO

Algún día, quizás recuerdes
arrepentida, lo que fui para ti
y no llegases a serlo para mí


    OTOÑO

    ¡Cuando llegue el otoño,
    cuantas hojas caerán del árbol
    de mi jardín y cuanta ceniza
    dejaron las que ardieron
    dentro de mí!

     ALEJADA

Soy para ella como un iride,
 se aparta en mi presencia,
 para que no la contamine.

LA BEGONIA

 Llegó abierta y aromática,
sus flores sonreían.
Hoy verde, pero sin flor.
Así anda mi alma.

 LARGA ES LA NOCHE

 Hasta que apunta el alba,
mi mente está llena de dolor.
Hay dolores que no matan,
pero rompen la ilusión.

Despierto sueño la sinrazón,
¿cómo un amor puro degeneró?
Andar por equívocos senderos,
serán su perdición.

Mientras, se esta rompiendo,
un casto corazón que,
en las noches se desvela,
sin comprender su razón.

Copiad flores de mí,
de hace un tiempo aquí.
Antes hubo auroras,
hoy miserias por venir,
que mis sueños los rompieron,
y en las noches fui infeliz.

Tuve noches de primavera,
donde la luna brilló,
Hoy con las flemas del verano,
mi corazón se agostó.

Tengo una herida sorda
que taladra el corazón
De día hay esperanzas,
de noche desolación.

Duele mucho confesar,
que se muere por amor,
Pero más duele si ella,
te ha dejado de mirar.


Alguien dijo: “No habrá lluvia porque los dos os cobijareis, el uno en el otro” Hay muchas máximas del amor, de los amores, que son ilusas, máxime cuando la mujer, las mujeres, son impredecibles, suelen amar a quien no las ama y desdeñan un. amor sincero
Pero, el que ama, siempre estará ahí.
Primavera/verano 2.006                      

 20/02/2016.- Nuestra compañera nos envía el siguiente trabajo de Liliana:



Decálogo de la escritura Liliana Hecker
 1) Las ganas de escribir vienen escribiendo. Es inútil esperar el instante perfecto en que todos  los problemas han desaparecido y solo existe el deseo compulsivo de escribir: ese instante no existe. En general, uno se sienta a escribir venciendo cierta resistencia —salir del estado de ocio no es natural—, uno oficia ciertos ritos dilatorios, uno por fin, con cierta cautela, escribe. Y en algún momento uno tal vez descubre que está sumergido hasta los pelos, que todos  los problemas han desaparecido, y que no existe otra cosa que el deseo compulsivo de escribir.
 2) La primera versión de un texto es sólo un mal necesario. Suele estar bien lejos de aquello completo e intenso que uno difusamente ha concebido. Corregir no es otra cosa que ir encontrando a Moisés dentro del bloque de mármol.
 3) En literatura no existen sinónimos ni equivalencias: no es lo mismo un rostro, que una cara, que una jeta, “Dijo que estaba harto” no equivale a “—Estoy harto — dijo”. Aferrarse a una frase o una palabra simplemente porque ha salido así del alma, es por lo menos un riesgo: el alma, a veces, dicta obviedades. En Filosofía de la composición, Poe cuenta que, durante la escritura de su poema El cuervo, decidió que necesitaba un animal parlante para que repitiera un leit motiv al final de cada estrofa. Y naturalmente el primer animal que se le cruzó fue el loro. A veces conviene sacrificar al loro.
 4) Ni la espontaneidad ni la velocidad son valores en literatura. Tantear, tachar, descubrir nuevas posibilidades, equivocarse tantas veces como haga falta, ir acercándose paso a paso al texto buscado: ese es el verdadero acto creador. Lo otro es como estornudar.
 5) Cuando se escribe, no hay que tenerles miedo a los sentimientos, pero tampoco hay que tenerle miedo a la lucidez. Uno tiene tan pocas cualidades que no veo razón para que se despoje de alguna de ellas para hacer literatura.
 6) La realidad proporciona buenas situaciones pero no construye obras artísticas. Tajear un hecho, distorsionarlo, cambiarle o anularle alguna pieza, son atribuciones que un autor de ficciones puede tomarse sin ninguna culpa. No es al acontecimiento real al que debe serle fiel sino a la luz secreta que él descubrió en ese acontecimiento y lo tentó a escribir.
 7) No hay que empezar un cuento si no se sabe cómo va a terminar. Se corre el riesgo de ir de acá para allá, sin ton ni son, esperando que el final caiga del cielo. Los buenos finales no suelen tener origen celestial: aunque no se lo note, vienen mandados desde la primera frase.
 8) Una novela requiere una escritura y una estructura rigurosas como las de un cuento. Si tiene páginas grises, esos grises deben estar tan cargados de tensión como lo están en el Guernica, de Picasso. Si no, son meramente un plomo.
 9) La inspiración no existe; en eso se parece a las brujas. Entonces, cuando las palabras parecen cantarle a uno  en la oreja, y siente que todo lo que está escribiendo tiene la música justa, el ritmo exacto, la tensión precisa que debe tener, uno puede llamar a ese estado de privilegio como más le guste, pero lo mejor es que suelte el freno y deje rodar la locura. Es hermoso, solo que no hay que creer que es el único estado en que se hace literatura. Porque se corre el riesgo de no escribir más que una página en toda la vida.
 10) Hay que nutrirse de los credos y hay que aprender a dudar de ellos. No existen reglas universales para el oficio de escribir. Es uno mismo que a la larga, con verdades y mentiras propias y ajenas,  va estableciendo sus propios ritos, va permitiéndose sus propias manías, va construyendo su propio credo. 

14/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:


¿Deseos?

Anhela robarle besos
 para aplacar su fuego,
conocer su cuerpo lleno
de apetitosa piel.
Ignora de dónde sacar lágrimas,
solo en primavera ve el sol,
el que reflejan sus ojos.
Sabe que el paso del tiempo
dejará  huella en sus cenizas
y en la orilla del  mar solo arena
húmeda quedará.
Ella vivirá primaveras y amaneceres
pero él quedará como el musgo,
pegado al tronco de la encina…


Fimiosky

14/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:
  TU VOZ ES MI DESEO

Canción, si estas a mi lado
desde que amanece serás
como soy yo, nunca querrás
mostrarte en lugar abierto y,
de la alabanza ajena tampoco.
Ya que amarás bastante
tendrás como el sol que va
 de loma en loma en las que
el fuego me mal cuidaron
de la viva piedra donde me apoyo.
Cuando tu voz enmudece llega
al centro de mi alma el deseo
apasionado de tomar tu cuerpo,
alimento básico de mi pasión…

Fimiosky
Enero016


14/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente poema:

SUBIENDO

Hay sueños que levantan deseos
 llenando los vacíos del corazón,
o regalan ratos felices de memoria.
Su cuerpo quedó grabado dentro,
en el manantial del amor puro, su
sonrisa subía a las flotantes nubes,
y desde arriba veían su andar parco,
su contoneo incitante y mirar bello
enamorando  a la misma Venus…

f. 

08/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:


OFICICIOS Y TRAJINATES DE ANTAÑO EN CÓRDOBA

En el ir y venir de mi mente suelo despertar cosas de mi niñez, recuerdos ya viejos de vivencias que fueron desapareciendo de nuestras vidas, entre otras me parece ver las tranquilas calles de mi Córdoba con sus empedrados en el centro y aceras de anchas losas de piedras lisas, planas. Eran pisadas por gentes de la tierra y venidos de afuera. Estas calles y callejuelas en las que se criaban yerbas entre los intersticios de las piedras, debido al escaso paso de gentes, eran transitadas desde la mañana al final del día por un pintoresco y variado grupo de personajes típicos, artesanos y vendedores a domicilio de mil artículos.
Pasaban los latoneros portando una arquilla metálica llevándola pendida de una ancha cinta que aguantaban sus hombros, llena de herramientas y un hornillo en la mano izquierda siempre encendido en el que las ascuas del carbón de encina se avivaban cuando tenia que calentar el rudimentario soldador. Lo mismo echaba un culo nuevo a la cafetera que lañaban el lebrillo de solear la ropa o le ponían con dos remaches de hierro un asa nueva al perol o a la olla. Las pocas herramientas que usaban eran sencillas, sobre ellas primaba su destreza manual. Estas solían componerse de un taladro de mano, compuesto por un eje central el cual casi abajo tenia un contrapeso redondo de bronce dorado y al final la broca que giraba gracias a dos guitas que hacían dar vuelta a la barra que, lo mismo taladraba el vidriado que cubría el barro cocido de un lebrillo o el hierro de un perol para ponerle un asa rota. Un soldador de hierro que calentaban en el pequeño hornillo, una barra de estaño, un par de alicates y un martillo le bastaban para reparar los imposibles, su habilidad rebasaba los límites de las ciencias.
Otros eran expertos en echar asientos nuevos a las sillas de anea. Como la anea es un material dúctil pero endeble, con el uso las sillas se desfondaban mucho y solía romperse con facilidad. Con una destreza y rapidez insólita tejían con arte un nuevo asiento por un par de pesetas.
Los había que pasaban en el otoño a varear la lana de oveja de los colchones, los que tenia lana, pues las familias más humildes usaban borra, esta se hacía grumos; los que dormían en ella solían clavarse los duros nudos en sus costillas. Si tenías un patio donde hacer tal menester pues lo ejecutaban allí, pero si carecías de local apropiado solían hacerlo en la misma calle, en la acera.
Con las primeras lluvias andaba las calles “El paragüero” se anunciaba con una voz peculiar pregonando sus habilidades, lo mismo arreglaba una varilla que ponía tela nueva a un maltratado paraguas, como todos los artesanos callejeros usaba un estribillo final diciendo... el paragüerooooooo.....
También en otoño pasaban, casi siempre eran gitanos, vendiendo enjugadoras hechas de varetas de olivo peladas y moldeadas en el fuego. Si por unas casuales tenías un brasero de una medida diferente a las normales allí mismo hacía unas a tu medida. Las enjugadoras eran esqueletos de varetas verticales cruzadas por otras transversales en las que se ponían, en invierno, encima del brasero a secar las ropas más precisas los días de lluvia ya que no se podían secar al aire libre con sol. Las mesas de camilla solían tener un cajón bajo el tablero en el cual, al menos mi madre, guardaba las tortillas o algún plato para que no estuviera demasiado frío si llegaba tarde a cenar.
Las mujeres tenían sus peluqueras a domicilio, andaban las profesionales por las calles con un peine y un palito redondo para moldear, normalmente iban a horas fijadas por la clienta, esperándolas éstas con su mañanita puesta sobre los hombros y un espejito de mano para ver el trabajo que le hacían en los deslucidos pelos. También iban a las casas costureras para hacer unos pantalones o una bata y las planchadoras, éstas últimas solo iban a casas pudientes y a señoras que no sabían plisar una falda.
Los más clásicos, se podría decir así, eran los afiladores, todos o casi todos gallegos de nacencia, pero universales en su andar por la España profunda. Empujaban un artefacto mitad bicicleta y mitad complicado aparato lleno de poleas y correas para mover las diferentes ruedas de amolar, una era grande de madera, la motriz, movida por un pedal que hacía y siguen haciendo algunos, girar la piedra de amolar sobre la que ponían los filos de navajas, tijeras y hachas para hacerlas más cortantes. Su reclamo al cliente lo hacían y siguen aun, con unos pitos parecidos a los que usan para hacer música en el altiplano en América del Sur, pero más pequeños, a los que le sacaban una escala de sonidos muy peculiares: Las amas de casa al oírlos sabían quien estaba en la calle, mientras no trabajaban lo hacían sonar constantemente, sobre las prendas de vestir llevaban un mandil de lona, algunos de cuero, para preservar sus camisas de las chispas que a los nenes nos ilusionaba ver mientras hacían su trabajo.
Por los pueblos, mayormente, solían pasar gitanos especialistas en trasquilar caballos, mulos y asnos. En Córdoba también visitaban las cuadras de los almacenes que poseían semovientes para sus carros de repartir mercancías o los señoritos que tenían cuadras con tiros de caballos para sus calesas o coches de lujo para pasear. Estos gitanos portaban un par de tijeras de diferentes dimensiones y alguna cuchilla, con ellas hacían pelados primorosos a las caballerías y verdaderas obras de arte en las crines y colas de los animales que lucían con garbo en el paseo del real de la feria y algunos domingos soleados.
En las ferias de ganado era muy frecuente verlos trasquilar las pelambreras a algún burro lleno de mataduras de cara cansina, intentando darle buen aspecto para la vista de los posibles compradores. En mi niñez me llevaba mi padre a la feria del ganado, presencie más de un trato. Ésta costumbre, mientras viví en Córdoba y ponían la feria en el llano de Vista Alegre la seguí manteniendo, pues ver en las mañanas de primavera el trajín de gentes del ganado hacer tratos era una gozada. El gitano dueño de la  acémila tenia por lo regular un ayudante que era el encargado de hacer trotar al rucio, mulo o caballo, para ello usaba una vara corta que metían por los ijares de la vestía y esta ante el dolor andaba con paso de joven pollino o esbelto alazán al tiempo que le decía “pero mire usted, si es una rosa y anda con mas garbo que la Piqué “
Rememoro aquellas mañanas en las que el olor de la bosta mezclado con el heno y el polvo que levantaban las caballerías trotando, unido al penetrante del aceite de oliva refrito con que hacían los jeringos y aguardiente peleón que expendían en los chiringuitos hechos con cuatro tablas, ante los que se agolpaban tratantes corredores y gentes curiosas a tomar unas copichúelas de aguardiente de garrafa, se  hacían  tratos con más palabras que valía  el ganado motivo del mismo, estas transacciones en las que no había papeles ni firmas  se cerraban con un fuerte apretón de manos y unas copas de lo que fuera según la hora del día, unas veces con intervención del corredor de turno y otras directamente entre comprador y vendedor. Aun me parece percibir aquellos olores en los registros de mi memoria. Si pedías un café te lo daban de maquinilla que, como decía mi padre, tenía siete sabores y el mejor era a paja. Todas estas gentes del chalaneo y compra venta de animales que andaban de feria en feria, solían vivir en carretas destartaladas o bajo lonas puestas sobre la pared del cementerio de La Salud.
Es lastima que las ferias de ganado se estén perdiendo, ya quedan pocas en la España agrícola, pues somos un país agrícola y pecuario, la mecanización de campo ha hecho desaparecer lo verdaderamente rural, hoy día los cortijos funcionan como una fabrica de hacer algo, todos tienen maquinaria para todo, para sembrar, labrar cosechar y se riega con goteo porque ningún labrador se fía ya de lo que vaya a caer del cielo. Nada se deja a la improvisación, aquello fueron unas formas de vida que se fueron perdiendo por el empuje de la modernidad, se ha dejado de vivir y estar como eran la costumbre de las gentes del agro. Ahora entre las subvenciones, las ayudas europeas y la mala conciencia de los labradores, el campo se ha quedado en algo que se vende y se compra en bolsa.
Los apañacosas que circulaban por las estrechas calles usaban sus voces ofreciendo trabajos, algunos tenían sus estribillos que con más o menos gracejo pregonaban las excelencias de sus artes. Pero lo que más abundaba en nuestras plazuelas y calles eran los vendedores. Estaban los habituales o fijos que durante todo el año pasaban por los barrios ofreciendo su mercancía con coplas y sonsonetes, los que terminábamos por aprender y los de temporada que venían de afuera periódicamente. Posiblemente el más conocido en las calles de nuestros barrios era el de la arena. Un hombre de mediana edad, bajito, de cetrina cara y un gran lunar o antojo rosado que le cubría toda la mejilla izquierda, andaba como barco escorado, se cubría con una gorra ajada y al hombro portaba un saco de fina arena para limpiar peroles, sartenes y ollas. Fue el precursor en Córdoba del estropajo de aluminio y el detergente tan manoseado por la tele. Tenia largas estrofas que cantaba con su música ofreciendo la fina arena. el estribillo era “niña la arena, que la llevo fina y buena, buena, buena pá limpiar.....”
El de las yerbas medicinales que de un tirón relataba más de cuarenta especies y si le preguntabas de cada una te decía que clase de enfermedad curaba, empezaba siempre diciendo “La yerba nieta, el podador el culantrillo, el orégano, la jara, el hinojo, el tomillo, la tila pá los nerviosos, la cascara de nuez...” Y muchas más hierbas todas ellas medicinales, la vecina con algún familiar enfermo solía pedirle consejo diciéndole los síntomas de la enfermedad que le aquejaba a ella o para el enfermo. Con la seriedad de un galeno le recomendaba la apropiada para el mal y como administrarla.  Andaba por las calles un hombre, muy tieso, el tío de los pestiños, lo recuerdo bien andando con pausados pasos señoriales, era alto, enjuto, vestido con sobriedad, se cubría con sombrero cordobés, él autentico, no el escuchimizado que se ponen hoy día los flamencos modernos en las ferias, lo usaba de alta copa terminada en cono y ancha ala, tal y como debe ser el sombrero cordobés. Llevaba al brazo un gran canasto de mimbre lleno de pestiños que cubría con un trapo blanco como la nieve y limpio como una patena, con una voz recia de tenor pregonaba su mercancía “Pestiños niña, no quiés más, anda que están mú ricos de comer...” y seguía con sus titulillos.
Las calles eran paseadas por cansinos rucios con grandes serones repletos de orzas, cazuelas y ollas vidriadas. Había uno que vendía soplillos de pleita, este lo usaban mucho las amas de casa ya que el carbón a veces muy húmedo ardía mal y costaba trabajo encenderlo. Cuando empezó a modernizarse la España cañí se usaban unos aparatos para guisar que ardían con petroleo y ahí empezó la decadencia de nuestra cocina clásica, todas las ollas olían y sabían a petroleo, un asco.
Había vendedores de menaje de cocina, paletillas, cazos, jarros de lata cacerolas, sartenes y todos los utensilios propios para él guisoteo, estos artículos eran de latón, de poca consistencia, hechos por manos artesanas, no estaban fabricados en grandes talleres, pero daban el avío a las gentes humildes.
De todos los vendedores a domicilio, los que desaparecieron antes en la vida que empezó a ser moderna, fueron los cabreros, estos careaban una pequeña piara de cabras ofreciendo su leche, cuando alguna vecina lo requería, el dueño con una voz o silbido hacia parar el rebaño, la mujer sacaba un jarro, casi siempre de latón o porcelana, solían comprar  pequeñas cantidades dado las economías débiles de las familias, compraban cuartillo o cuartillo y medio; el cabrero tenía una sola medida, un jarrillo de lata de medio cuartillo  con el que despachaba la cantidad solicitada, ordeñaba la cabra más cercana y cuando a ésta se le iban quedando enjutas las ubres, cogía otra que las llevara repletas. La leche salía caliente de los pezones de las cabras en chorros rápidos y fuertes que sonaban, los primeros, al caer en la cubeta el líquido, hacían un ruido agradable. Yo los conocí careando sus cabras por los barrios extremos, ignoro si mis abuelos los vieron andado por el centro de la ciudad.
Cuando se desprendían de los plátanos del Gran Capitán las primeras hojas amarillentas, aparecían por las calles los vendedores de alhucema, un sahumerio natural para aromar las casas, esta semilla del espliego quemada en el brasero nos anunciaba el invierno, su olor me sabía a sierra a campo, despierta en mí recuerdos de familia, de hogar cuando niño entre los míos. Desde siempre el espliego ha sido la base de muchas colonias de las que venden hoy día a precios astronómicos. En todas las casas, o en casi todas, al menos en la mía, la madre el día primero de noviembre, día de todos los santos, vestía la mesa camilla, colocaba la tarima y el brasero, se echaba, según el argot de antaño, con picón de jaras y encima y debajo el de orujo, hecho con los huesos de las aceitunas triturados y quemados someramente, se le echaba un puñado de alhucema, el humo que hacía impregnaba las ropas y paredes de la vivienda. También se sacaban las ropas de invierno que olían a membrillo maduro, esta fruta se ponía entre las ropas en la cómoda para que al sacarlas no olieran a cosas encerradas. Hoy día hay mil productos para perfumar las viviendas, los cuartos de baño, las ropas, los muebles, en fin, todo y con mil diferentes aromas, lo de antes eran más sencillo, quizás más cutre, pero mucho más agradable y natural, se puede decir que todas las viviendas olían igual, la cocina a cocido, el comedor a espliego, las ropas a membrillo y el retrete a eso, a retrete. Los más finolis le decían escusado
Cuando aparecían los primeros fríos andaban por las calles con un par de borriquillos diminutos que soportaban cargas de gran volumen, los piconeros, vendían la mercancía hecha por ellos mismos, no había intermediarios, iban a la sierra, hacían el picón y lo vendían directamente al consumidor, costaba barato adquirir un saco de unos treinta quilos el de las carbonerías salía más caro.
En Diciembre y hasta que pasaban las fiestas de Navidad, labriegos venidos de los pueblos pasaban por calles y plazas arreando con una larga caña un grupo de pavos y pavas que con su cloqueo soso y monótono alegraban a las gentes, pues que anunciaban las fiestas navideñas, dicen los melancólicos que más entrañable, fechas únicas en la que los pobres solían disfrutar de la carne de  pavo o gallo ya que durante el resto del año no podían comprarla y en Navidades, si lo hacían,  con grandes esfuerzos. Hoy día comer pollo o pavo no es un lujo, pero si una forma de desmerecer la verdadera carne de estas aves de corral, las de aquellos tiempos, ¡aquello si que era comer aves de pico!, los de hoy son de plástico
Durante todo el año andaba las calles el barquillero, con él podías jugar a la ruleta que llevaban encima de su tambor almacén, donde guardaba su golosina, era redondo, pero con mucho culo, lo ponía vertical, encima estaba la ruleta protegida por una especie de borde metálico, una especie de barandilla calada con bonitos dibujos hechos en el metal, relucientes como el oro, la ruleta siempre se paraba en un premio, una sola pieza y alguna vez doble. Estaban los que vendían los pirulines o quiquis, dulces caseros de forma cónica que llevaba el vendedor pinchados en un cono de madera de diferentes colores. El de las tortas de aceite pregonadas con voz fuerte para que fuese oída por los niños, voces a las que más de las veces las madres hacían oídos sordos por carecer de unos céntimos para comprarles a sus chiquillos las golosinas. En las tardes de invierno pasaba otro vendiendo hojaldres calientes, solían comprarlos las amas de casa cuando esperaban visita, aquellas visitas relajadas en las que las matronas hablaban de la nada y de sus hijas casaderas. Antes se cultivaba la amistad mediante los visiteos, se hablaba de todo y nada al amor del calor de los braseros. Lastima de costumbres idas, hoy día nadie tiene tiempo para practicar estas formas de comunicarse en tardes frías de invierno.
Cuando las calles olían a tierra mojada con la caída en las primeras lluvias de otoño y empezaban a volar las aludas, aparecían en las esquinas y en algunos portales las castañeras con sus grandes anafres donde las castañas se asaban a fuego lento, también las bellotas. Al cruzar por delante de alguna de estas industrias el olor a cosas calientes te hacían sentir cómo más confortable, como si el calorcillo que tostaba las castañas con su aroma característico abrigara tu cuerpo. También las vendían sin tostar por las calles, como los espárragos, las vinagreras, collejas y el tomillo, orégano y los hinojos para aliñar las aceitunas Estos productos los cría nuestra sierra con abundancia y generosidad. Los parados se echaban al campo a traer lo que la madre naturaleza cría para venderlo. Los había que deambulaban por las calles, otros o sus mujeres se ponían en algún lugar debajo de los Portales con sus mercancías, simplemente las exhibían, no las pregonaban por pudor debido a su pobreza vergonzante, los interesados en las mercancías se acercaban, pedían el precio y les compraban.
A la bajada de la Espartería, se ponían en tiempo dos afeminados, los pobres parecían gemelos, posiblemente por mimetismo, que ofrecían por cinco céntimos tres limones, andaban siempre a la greña, eran ya, mariquitas viejos, o al menos a mí me lo parecía. Ofrecían la mercancía en la palma de la mano, que alargaban al pasar las comadres cuando iban a la compra.
Los puestos de jeringos estaban en las calles o plazas, al aire libre bajo un gran parasol, en las madrugadas su olor de aceite de oliva frito y harina amasada habría el apetito de los madrugadores, en la cola que se hacia para comprarlos las mujeres daban las primeras noticias del día anterior y se comentaba el buen o mal tiempo, estos puestos estaban todo el año desde la madrugada hasta media mañana.
El verano era más prolifero en vendedores, ya que el campo cría muchos más productos. Los meloneros andaban tras un burro cansino y resignado con los serones llenos de ricas y jugosas frutas, los primeros en madurar y por lo tanto en vender, eran las cocas de olor sabroso, después venían los escritos, como les llamaban los vendedores y las jugosas sandias de rojo corazón. El de los higos chumbos que los llevaba en una cubeta de latón, los pregonaba constantemente de esta guisa “el higo redondo a quien se lo pelo, a quien se lo mondo”. Cuando empezaba la ruta llevaban un trozo de hielo para conservarlos fresquitos, a la hora estaba el hielo derretido, solo había agua en el cubo. Los pelaba y te los daba con la piel abierta para evitar te llenaras de las pequeñas y lacerantes púas.
Estaban los que venían las almezas, también llevaban el producto en una cubeta y por cinco céntimos te daban una medida, que era un cubilete de madera, la llenaban y entregaban por el mismo precio, un canuto hecho de caña con el cual los nenes, una vez comida la parte carnosas, que bien poca chicha tenia, lo usábamos introduciendo el hueso redondo y disparándolo con la fuerza del soplido que impulsaba los pequeños balines, con ellos solían hacerse moratones. Las niñas al vernos con el canuto en la boca huían despavoridas pues que nuestros disparos iban directos a sus desnudas piernas.
Cuando el estío apretaba se veían por las calles con sus mulos repletos los de La Rambla, pueblo con industria botijera, tenían fama sus artículos de hacer el agua más fresca, también vendían cántaros, platos de maceta y cantimploras grandes que usaban los arrieros que andaban tras su reata por los caminos transportando mercancías.
. Los lucenses ofrecían sus artículos de bronce dorado, candelabros, pesados morteros con su mano y demás artículos de adorno, para llamar la atención de la clientela solían hacer sonar dos piezas que hacían un ruido característico que los identificaba.
Las gentes de Puente Genil vendían la Carne de Membrillo, bien en trozos que cortaban de un gran bloque o en cajitas de madera con letreros y dibujos alusivos al contenido.
Por las terrazas de los bares, de los que había pocos, Córdoba tenia más tabernas que bares en aquel tiempo, por estos establecimientos paseaban con sus grandes cestos de mimbre los vendedores de altramuces “chochos”, Camarones, cangrejos y piñones, que te vendían dándote con ellos aun clavo machacado por la punta que hacia de espátula para abrirlos por la pequeña ranura que se les hacia al tostarlos.
Al caer la tarde, cuando el sofocante calor del día amainaba aparecían las mujeres, y hombres, con sus ramos de jazmines y nardos, los jazmines en ramilletes hechos con un simple alambre en el que ensartaban las florecillas y los nardos pinchados con su alfiler en un pepino que, ofrecían a las parejas que pelaban la pava en los portales ante la mirada critica de la madre que, hacia encaje de bolillos, pero que no apartaba la vista de los novios. Estos productos también se vendían en el cine que montaban en la Plaza de Toros de Los Tejares y en los demás de verano. Más de una guapa cordobesa vi en mi juventud con un ramillete de jazmines colocado con gracia sobre su moño redondo de endrino pelo.
Había una vendedora muy popular en la plaza de toros que con un gran canasto andaba por los graderíos vendiendo altramuces, ésta para andar por los tendidos llevaba unas faldas de enormes vuelos y varias enaguas, limpias como los chorros del oro y unos calzones largos cogidos con rizos en los tobillos para evitar las miradas curiosas de los fisgones de turno. Tenía un gran moño en lo alto de su cabeza, era agradable, desenfadada y dicharachera.
Muchas de estas pequeñas industrias solían montarlas familias menesterosas para sacarse algunas perras con que ayudar al mísero salario del padre de familia, eso cuando trabajaba, que las más de las veces andaba parado en busca de lo que saliera o se tiraba al campo a por los productos naturales que antes he relatado, otros eran cazadores furtivos que andaban con el hurón por los montes o ponían lazos y cepos pues que carecían de escopeta para matarlos a tiros, lo hacían con artimañas. O ponían perchas en los olivos para coger zorzales y trampas de alambre a los pajarillos, todo esto lo vendían en el mercado o por las calles.
Vendedores por doquier, unos con paloduz, (orozuz) otra caña de azúcar, los que ofrecían hojaldres o tortas de aceite y mil menudencias más. De vez en cuando aparecían los manchegos con sus quesos, curados y semi, vestidos con su amplio blusón negro y un pañuelo de pequeños cuadros blancos y negros anudado al cuello. Portaban en una bolsa de lona sus quesos y una romana pequeña con la que hacían sus transacciones.
 Todos los vendedores usaban pequeñas romanas, tanto los del pescado como los paveros, no existían los precios fijos, se podía regatear en todas las mercancías, solían venderse muchas cosas por piezas, como los gallos y pavos a ojo de buen cubero. Los recoveros vendían además de las aves huevos que portaban en unas canastas de alambre para que la mercancía no se le cascara. Los meloneros que no andaban con bestia por las calles solían poner grandes montones de cucurbitáceas en alguna acera o sitio en que no molestasen al viandante, por dos reales podías escoger dos piezas. Estos puestos en las noches de verano para alumbrarse usaban un carburo colgado de un palo alto que les servía para sostener la lona que los resguardaba del sol y en las noches de la humedad. Los avispados nenes que iban en pandillas, yo lo hice alguna vez, mientras dos escogían un par de melones otros con los pies hacían rodar otras dos o tres piezas y fuera ya de la vista del melonero los cogían sin ser vistos. Estos pequeños hurtos eran frecuentes en los puestos de frutas que ponían al aire libre.
Antes de la guerra civil andaba por las calles un hombre cambiando pan duro por revolandetas, con ellas los nenes corríamos cara al viento haciendo girar aquellas estrellas hechas con papel de colorines, he dicho antes de la guerra porque posteriormente y en muchos años, el pan faltaba y no creo hubiera casa alguna que tuviese mendrugos.  Había otro que cuando terminaba el verano pasaba por las casas cambiando los garbanzos del año anterior por otros tostados, dos medidas por una de torrados, también ocurría antes de la contienda. Estas pequeñas transacciones solían hacerse casi a ojo, pues no se pesaban las cosas, simplemente se median con un jarro de lata o cualesquiera otros recipientes. El arrope también lo vendían por la calle, toda clase de frutas, aceitunas y los artículos más inverosímiles que te puedas imaginar. Si la mujer no quería salir de casa, todo, casi todo, se lo ofrecían en la misma puerta de casa.
Las empedradas calles sabían de ver pasar las calles las vendedoras de encajes de Lagartera, con sus trajes típicos de amplias faldas de colores vistosos y los de las mantas, así como los gitanos vendiendo por diez pesetas dos cortes de pantalón, eran telas que se abrían al coserlas, pero eso si, resultaban muy baratas.
De vez en cuando pasaba por la calle un hombre, con un saco a la espalda voceando · “compro botellas vacías” La figura de este comprador de vidrio era usada por las madres para asustar a los pequeños diciéndoles “si eres malo viene el tío del saco y te va a llevar” siempre aprovechaban la ocasión para amenazarlos cuando lo oía pasar por su calle. Otro compraba la lana de los colchones vieja. También compraban el papel o cartón, en fin, había mil cosas que vender y comprar, todo era aprovechado. Otro cambiaba pellejos de conejo por tomillo para aliñar las aceitunas.
Había, no se si aun existen, las mujerucas que llevaban de una casa a otra, como si llevaran un niño en brazos, unas urnas pequeñas de madera, con un cristal para preservar las imágenes, vírgenes o santos de diferentes confecciones, las entregaban en la casa, al parecer abonada a ella y la volvían a recoger al día siguiente para llevarla a otra vivienda. Estas vírgenes tenían sus devotas que les encendían velas o mariposas en un tazón con agua y aceite. Antes de devolverlas echaban unas perras en el cepillo, que tenía su llave correspondiente por si alguien tenia la tentación de afanar, la iglesia decía que era pecado robar a los santos, esta hucha bastante amplia, estaba hecha para tal fin bajo los pies de la imagen. Ignoro este dinero a quien iba a parar, aunque me malicio que como siempre a la iglesia de turno, mejor dicho, al cura párroco.
Los impuestos municipales supongo que eran pocos, poquísimos, el Ayuntamiento para sacar algunas perras de todas estas gentes que traían cosas para vender usaba los Fielatos, estos eran edificios modestos construidos a la entrada de las vías pecuarias y carreteras, en los que día y noche un par de empleados hurgaban en los serones de los carros y bestias cargados que arribaban a Córdoba con toda clase de mercancías, bien verduras, carnes, pollo huevos  y todo lo comestible y bebible del tiempo. Estos fielatos no hacían una vigilancia estricta, era fácil burlarlos, cosa que, hacia la mayoría, pues por el miserable salario que les pagaba el Ayuntamiento no se esforzaban por controlar todo lo que pasaba por sus narices debido a la cantidad de entradas que tenia Córdoba y a los pocos Fielatos que había.
No quiero dejar en el tintero a los artistas callejeros, los había nacionales, húngaros, rumanos y también gitanos, unos llevaban una cabra y una escalera de tijera pequeña por la que solían hacer subir al rumiante, pobre animal siempre hambriento, si té descuidadas te pegaba un bocado en la ropa o lo que más a mano tenías y si estabas merendado pan con chocolate te quedabas sin merienda.  Uno de los gitanos llevaba una trompeta con la que tocaba los ritmos de moda, casi siempre con mala fortuna, otro con tambor. Mientras la cabra evolucionaba subiendo y bajando la escalera, una gitana o húngara de grandes ojos negros, guapa a rabiar, de pelo largo suelto, pasaba una pandereta boca arriba para que le echasen las perillas aquellas de cobre negruzcas y desgastadas sus imágenes por el trasiego de mano en mano. Otros grupos eran de saltimbanquis, en plena calle hacían piruetas acrobáticas embelesando con ellas a niños y mayores. Hace unos meses me sorprendió oír en el centro de Alicante una trompeta tocando un pasodoble torero y uno de esos grupos con cabra incorporada que me hicieron volver a aquella niñez inocente de los niños que en plena calle jugábamos sin temor a ser atropellados por algo, ¡Pero si en Córdoba solo había cuarenta coches!
La vida en nuestra provinciana Córdoba en los años treinta a los cincuenta era, salvando los tres de fratricida guerra, relajada, bucólica, llena de carencias pero de una felicidad simple, sencilla y reconfortante, las gentes no andaban ajetreadas, nos sobraba el tiempo para recrearnos; en Primavera viendo las acacias y los álamos negros florecer, unas con sus floreces comestibles de dulzón sabor y otros con el pan y panizo que comíamos con fruición los niños y algunos  mayores, en Verano disfrutar del calor y los baños en el río o albercas de las huertas que circundaban la ciudad. En las noches los cines al aire libre tenían su encanto, muchas mujeres iban con el botijo y un puñado de pipas de girasol. Los otoños con el reencuentro del abrigo y el brasero y los largos inviernos viendo caer la lluvia Las calles en la primavera se perfumaban en las tranquilas noches con el aroma penetrante del azahar de los naranjos en flor y en las mañanas, cuando el sol calentaba, los chillidos de las mil golondrinas con aquellos vuelos rápidos y complicados acercándose a los relieves de los tejados de las casas para reparar el nido del año anterior o hacer uno nuevo.
Además de las gentes que menciono antes, las calles estaban, las del centro, llenas de ofertas y gentes de diferentes procedencias. Había los fotógrafos callejeros que te invitaban a sacar tu imagen por un módico precio, si ibas con la novia te insistían más, veías curas y monjas por doquier, los unos a sus quehaceres, que creo serian pocos y las otras a pedir en las casas adineraras para sus conventos. Limpiabotas las tenias en casi todos los bares, a la puerta de los casinos y en las calles más céntricas pegados a la pared. Era corriente ver a los hombres con las espaldas adosadas a una pared y el pie puesto sobre la arquilla y al betunero dándoles trapo con una fuerza inusitada que hacia brillar la piel negra del zapato o bota. Los desocupados o parados que abundaban en algunas fechas del año, los vendedores de tabaco en las Tendillas y los puestos de arropías en las puertas de los colegios. Pedigüeños con guitarra y ciegos pidiendo con perritos amaestrados, Bajo los Portales los trileros con su mesa de cartón y sus ganchos para hacer picar a los incautos y en las noches oías la voz de sereno que anunciaba su llegada al reclamo de las palmas del vecino ajumado que había olvidado la llave de casa.
Los domingos y festivos veías a los soldaditos con sus trajes a desmedida, pues que a ninguno le caía bien, paseando junto a las niñeras en el Paseo e la Victoria, sus trajes de gala, le decían los jefes, consistían en ponerse unos guantes blancos muy sucios, las botas lustradas con saliva y la borla roja del gorro moviéndose constantemente. Era todo un poema verlos ligar a las criaditas con cofia y delantal blanco bordado con encajes. En el paseo se ponía un hombre, posiblemente un maestro de escuela de los que pasaban hambre por el salario miserable que la daba el Estado, a escribirle cartas de amor a las novias de los soldaditos o a las familias.
 Los años posteriores a la guerra fueron los del estraperlo, había calles enteras dedicadas a tal menester, te vendían de todo lo que carecía el mercado, desde aceite pasando por alubias, lentejas, jabón y todo lo necesario para la vida., hasta el hilo para coser era escaso. Se estraperleaba todo lo imaginable, pero esto merecería capitulo aparte.
Quizás, estoy seguro, que dejaré atrás muchas mas cosas, costumbres y gentes que paseaban nuestras calles en el silencio de las mañanas, cuando las mujeres acababan de poner en el fogón el cocido, hacían su colada, sacaban agua del pozo para llenar sus pilas, o tendían sus ropas a solear. Cuando éste silencio era roto por alguno de estos vendedores ambulantes o recomponedores de rotos con sus reclamos, se le rompía la monotonía de la mañana a más de una ama de casa, seguro que sus caras se alegraban al oír un sonido que, aunque conocido le mejoraría el día.
Quizás otro día me por contar los personajes atípicos que paseaban nuestras calles con sus rarezas y formas ser. Mientras tanto rememoro para mi mismo aquel tiempo ido y disfruto visionando en mi mente todas estas cosas vividas con placer…

Alicante Otoño 2.00l

A. Fimia Moyano




08/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente relato:
GUADALEST

Atrás queda la blanca Altea mirándose en la mar oteada desde la cúpula azul por una blanca gaviota, que, cara al viento hace equilibrios en la veleta.  Mientras el coche sube  por sinuoso camino dejando atrás Callosa, alfombra de nísperos y verdes naranjos salpicados de color. A su derecha sierra de Bérnia con sus bastiones de piedras rojas en despeñaderos que bajan al pueblo dormido en la mañana.
A Demetrio sus padres lo llevaron con siete años para ver el castillo, recuerda como en sueños que montado en un burro perezoso y con un sombrero de paja lo subieron hasta la entrada abierta bajo las rocas, una especie de cueva en la que sobre sus goznes había una vieja puerta.
Ahora va por el camino de nuevo en un bus con los amigos y por la ventanilla goza mirando el paisaje, ve  la fértil, pero pequeña, vega del Guadalest sembrada de árboles domésticos y enhiestos pinos. Hace cuarenta años el camino se hacia duro de andar, ha mejorado mucho pero sigue sinuoso, en las ultimas curvas asoma Guadalest, balcón que mira el mundo, fortaleza henchida de historia, centinela del mar que al fondo espejea por los rayos de sol.
Desde abajo,  casas con sus huecos llenos de baratijas y recuerdos inútiles afean el entorno del castillo. El mercantilismo ofrece una vista desoladora, más parece un zoco árabe que pueblo noble defendido por altas torres y almenas; aun queda sabor a tiempos lejanos cuando en principio fueron macizos volcados, volúmenes de piedra encarnada, morada, plateante, abiertos por los terremotos. Así quedó Guadalest esculpido en peñones fundamentales de un rango de paisaje y linaje cuando la fundaron los árabes.
Se perdió el encanto del camino polvoriento, de piedras sueltas y mal andar, que moría en la carcomida puerta cargada de siglos, a la que llegaron encaramados en cansinos asnos los primeros turistas curiosos de paisaje, historia y emociones. Porque, otear desde la terraza de la plaza el panorama, es placer de dioses. El castillo, en la cima de un cerro aislado del valle se defiende de los vientos con las sierras de Aitana, Bérnia y  Serrella.
Asomado en la plaza de armas, Demetrio recrea la vista y ve, cómo bajan las onduladas laderas salpicadas de pinos, algarrobos y olivos que, con sus pequeñas hojas plateadas en su reverso, que al moverlas el aire simula ser bancos de pequeños peces huidizos. Sobre los diferentes tonos de verde, destaca el mate de los nísperos que llegan a las mismas tapias de Callosa y de allí a morir en la Olla donde empieza el Mare Nostrum, enigmático y viejo como el tiempo.
Encima de las crestas, a la izquierda, trozos blancos de Tárbena, pueblo encumbrado en la sierra, cerca Coll de Rates, empinado camino festoneado por riscales.
 Como espejo de la ciudadela, bajando por rampas, las mansas aguas  esmeralda del pantano, donde, también la solana baja a beber y en solitaria piedra la garita del centinela, reminiscencia de habitantes temerosos de razias  de piratas y salteadores moriscos.
En la cumbre un cementerio para poetas y soñadores, apacible, sosegado, donde el viento transparente trae aromas de romeros en flor y resina de pinares perfumando la paz de los muertos. Cuando soplan fuertes, ábrego, lebeche o levante, se percibe el olor salobre de la siempre cambiante Mar Mediterránea, vieja como el tiempo, cuna de nuestra cultura.
Desde arriba en las noches que la luna baña sus legendarias piedras, se puede soñar en las alturas de Guadalest con sus historias y gentes que durante siglos la poblaron.

A, Fimia
2.002

02/02/2016.- Nuestro compañero Juan Padilla nos envía el siguiente relato:


IMPRESIONES DE UN VIAJE
      Adentrarse por los caminos que conducen a la Nucia y Polop es como iniciar el reencuentro con el paisaje de Gabriel Miró. Caminos que serpentean entre frutales, tierras cuajadas de sembrados, verdor que oculta el don preciado del agua. Es la ruta mironiana encuadrada por palmeras, almendros y pinares que baten sus copas en el aire.
    Y el prodigio de la luz rutilante, esplendorosa, que trasciende cuanto nos rodea, exaltando la belleza que contemplamos; encendiendo las rocas doradas, abruptas, que muestran enormes tajos por donde colarse hasta las profundas oquedades en resignada oscuridad; consoladas, acaso, por el lejano rumor de aguas invisibles…
    Y ese cielo, nimbado por el penacho de una rara nubecilla fugitiva, de un intenso color azul, que parece romperse cuando se perfila sobre las cumbres de las montañas. abrasadas por un sol regocijado.
    Y el reencuentro con Castells de Guadalest, nido de águilas, pura poesía pétrea, que se alza como una imponente barrera y telón de fondo de un portentoso paisaje donde se adivina el lecho de un riachuelo olvidado.
     Curiosamente, de este viaje no se conserva ningún perfil humano. Es como si la naturaleza, en su expresión total, conmovedora, los hubiera borrado de este escenario grandioso en el que ella sola se erige como única y decisiva protagonista de ese drama eterno  que es la lucha contra el tiempo inexorable.

JUAN PADILLA COLOMA (26/01/2016)


01/02/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente poesía:


  SUEÑOS

En la errática vida de mis sueños
En las cerradas puertas de mis sueños
En la orilla sobre arena mi sueño
En las cloacas negras de mi sueño
Suelo chocar con demonios vivos
Y me aprieto a muslos y manantiales
Mi sueño es una hoguera crepitante
Y en mis sueños arde una parte de mí.


Af.


13/01/2016.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía el siguiente trabajo:



 Algunas noticias de Córdoba a mediados del siglo XX

“Córdoba
A Carlos Castilla

«A quién pediremos noticias de Córdoba?» (1)
Porque las piedras que amabas a la tarde han sido derribadas,
talados los cipreses y su claustro de salmos silencioso,
destruidos los arcos,
el capitel rodó sobre la ortiga
y los artesonados aplastaron blasones,
soberbia, yelmos, gules...
Corrió la lagartija sobre lises
y las manos falaces arrasaron vergeles,
enmudeció la esquila en la espadaña,
abatieron dinteles, picaron tracerías, hundieron hornacinas
y a la venta pusieron atauriques,
teselas, surtidores, plata ilustre de ofrendas
y cobraron monedas de la traición tus hijos,
subastaron tus lágrimas, oh madre,
patria mía.

No había más belleza en este mundo.
Por las calles de cal, cuando furtiva
ajena sombra iba enamorada,
incansable de sol a sol,
tejiendo el embeleso luna a luna,
telones de murallas, celosías
de altas clausuras,
palmas de sombra sobre tapias blancas,
era ya sólo amor el escenario,
la letanía armoniosa de los nombres:
Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo,
Plaza de los Aguayos, Piedra Escrita,
Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo.
¿Qué ramos de tristeza los naranjos al cielo levantaban?
¿Qué soledad y sus arpas de relente
enfriaban heridas como joyas?
Fuentes cegadas, oigo vuestros caños por la memoria,
vivas gargantas sollozantes.
Palpo el mármol, los fustes, las verdinas
sobre bronces ecuestres. Aromas como anillos
ciñen nupcias, suben por galerías desvaídas:
jazmín morisco, lilas, ajedrea.
Edén siempre perdido,
concédeme el recuerdo y su llave de niebla.

Don Luis se alejó por la calleja,
el Duque miró el ángel dorado del ocaso,
volvió al baño Lucano y tus hijos
de la campiña fueron a trabajar a Düsseldorf.
Amarillas banderas
como présagas aves codiciosas
enlutaron terrazas. Usura y avaricia
las heredades repartieron destruyéndola,
dividieron tu duelo,
echaron suertes
sobre el solar patricio,
fonsque sophiae,
mientras te disfrazaban percalinas
para un siniestro carnaval turístico,
oh inmortal, eterna, augusta siempre,
oh flor pisoteada de España.”

(1)   PABLO GARCIA BAENA     De la “Elegía a las ruinas de Córdoba Omeya” del poeta cordobés Ben Suhayd.

              Releyendo este poema, tristeza y pena de un poeta enamorado de su ciudad, releyendo estos versos escritos quizás en el tiempo que se atropellan los recuerdos…
               Pienso en mí y sueño calles paseadas en tardes de siesta o en noches cálidas de primavera o de bochornoso estío. Releo “A Córdoba” de Góngora, esculpido en piedra como muestra muda de su sentir, pero que los siglos no acallaron. Y mi tristeza es gemela a las suyas, no por la lejanía física sino porque el tiempo se acaba. 
                 Plazas, calles y callejuelas de silenciosas moradas, con ese interrogante que tu alma siente al pasar por una puerta con cancela forjada en hierro tras el soportal, antesala del umbrío patio, en el que más que ver percibes un rumor de agua chapaleando en la fuente, imaginas el verde oscuro y brillante de las aspidistras, porque casi todos estos silenciosos patios tienen macetas de esta planta, quizás porque son de poco cuido y serias en sus formas. No es que sean lúgubres o simples, representan la paz y tranquilidad de la casa, con una belleza sobria y quieta.
             Mucho paseé por las plazas y callejas cordobesas, por sus recovecos y recodos, unas veces por el trabajo de ir a tal o cual sitio, otras por volver de ver la novia y, las más, por andar de taberna en taberna en noches de vino dorado que alimenta el alma y te hace vivir aventuras con amigos. Unos ya idos, otros quizás, como yo, viviendo en los recuerdos de algún día lejano en que ante un mostrador con rodales de copas de vino desgranábamos nuestros secretos a voces y alentábamos nuestras ambiciones de juventud.
                En las noches oíamos nuestra charla constante y nuestras risas de vinacho, y, en medio de las palabras, el resonar de tacones en las empedradas calles silenciosas. Plaza de La Magdalena, Mayor de Santa Marina, cuando aún las piedras estaban vacías del monumento al que segó la muerte una tarde aciaga llenando la arena de sangre valiente. Calleja Munda, Ambrosio de Morales y Plaza del Potro, Piedra Escrita y Siete Revueltas…Plazas, calles y callejones en donde más de una noche haciendo un alto en el deambular con amigos, en esas paradas que haces cuando hablas y hablas de cosas y el vino te alegra las ideas, entre el humo de los cigarros, me llegaba el aroma de un jazmín en flor o el penetrante de la Dama de noche.
                 Entre mis palabras y las de los amigos me preguntaba in mente que moza cuidaría esas plantas de aromas fuertes y con qué mimo las regaría. ¿Sería morena de ojos grandes o quizás rubia exótica?, a quién su secreto en sueños revelaría y con quién compartiría lecho, eran visiones rápidas de prendamientos momentáneos que no dejaban huella, pero que la curiosidad me hacía traer a la cabeza. Se pasaban pronto y volvía al parloteo de amigos en que hablábamos de lo divino y de lo humano, de amigos y mujeres, de ideas de futuro aún incierto.
               Atrás quedan ya cincuenta años de vida, de luchas, trabajos, viajes y vivencias con gentes de muchas latitudes, aprendes a vivir, aprendes cosas que te son útiles y otras amenas pero que no sirven para nada…
                Siempre tengo el recuerdo amable de ratos perdidos en mi ciudad, tranquila en aquellos años, hogareña, casi pueblerina, donde casi todos nos conocíamos más o menos y donde sentías las primeras aspiraciones de salir del pozo de la ignorancia leyendo y viendo cine que embobaba tu mente con sueños imposibles de realizar.
               Nuestra juventud estuvo invadida por el papanatismo hacia lo norteamericano, ese sueño que aún tienen ellos. Creíamos que una ciudad con rascacielos era más importante que la nuestra, con sus casas apenas sin alturas, sus calles desiertas sin coches y con árboles en las aceras. Imitábamos la manera de atar nuestras gabardinas, copiando artistas famosos, la forma de ponernos el cigarrillo en la boca, algunos hasta se esforzaban en aprender claqué, la fiebre del pobre es lo que teníamos. El cine estadounidense sólo nos enseñaba la vida alegre de conquistas y fácil de hacer dinero, pero ocultaba la realidad amarga de las gentes sin techo y las miserias humanas de los inmigrantes.
                Cuando salíamos de la oscura sala de proyecciones con el espíritu henchido de sueños, viviendo aun la historia dulce de un pobre que alcanza fama y riqueza en la pantalla, veíamos nuestra realidad: la gabardina vieja, los zapatos con medias suelas y algún remiendo en la chaqueta disimulado con artesanía. A nuestro alrededor no había luces brillantes ni coches grandes y lujosos con mujeres llevando al cuello un boa de piel noble, sólo charcos que humedecían los calcetines zurcidos, hojas caídas de árboles agitados por el viento y el cuerpo frío, con el bolsillo vacío de dineros, pero lleno de esperanza.
                   Mirábamos la altura de nuestros nobles edificios, minimizados con nuestras comparaciones, y no veíamos su arte ni el encanto de las calles familiares, menospreciábamos lo propio, lo nuestro. En todo: comidas, diversiones, formas de hablar, ver y vivir, nuestra peculiar manera de ser y sentir de gentes sencillas y humildes, pero no por ello menos colmada de encanto y deseos de progreso.
                    Nosotros también tuvimos nuestro sueño dorado y algunos que se afanaron en los años 50 y 60 recibieron su recompensa, fueron los años que empezó España a despegar, a salir de las hambrunas y que se empezó a producir, a trabajar, las gentes ganaron dineros y vivieron, vivieron el primer “arradio” como solían decir, la primer nevera y lavadora y por fin el primer coche, aquel seitas 600 muy diferente a los coches norteamericanos del cine, pero que ilusionó a casi toda España. Se empezó a respirar un cierto bienestar, a costa de trabajo, mucho trabajo a deshoras, pero había ganas de ser y llegar, muchos llegaron.
                    Hoy día muchas de las fortunas que existen se forjaron en la España dura y cutre del franquismo, no todos llegaron, pero sí muchos. Se acabó lo de vivir en cien metros cuadrados cuatro familias, como solía ocurrir en los barrios de Córdoba, casas de planta baja y una alta con varios patios, donde se hacinaban las gentes y si te descuidabas se te comían el cocido que el hambre de algún vecino hacia desaparecer de aquellas cocinas compartidas en medio del patio, sin más abrigo que un tejadillo corto y a veces con goteras.
                      Habitaciones pequeñas con una sola bombilla, algunas familias sólo disponían de una donde dormían y comían, un par de retretes para “obrar” a pulso sin papel con que limpiarse, más de cincuenta personas que compartían la misma pila de lavar ropa, el mismo cubo de sacar agua del pozo y la misma cocina sin agua corriente. En invierno se aterían de frío y el verano los asaba hasta el extremo de dormir en el patio encima de un “follaorcillo” como se le decía a una manta pequeña.
                      Afortunadamente de aquellas viviendas sólo quedan los patios como recuerdo de una forma de vivir, pero que están ahí y fueron la morada de varias generaciones que nacían y morían en la misma cama, nadie iba a parir a un sanatorio, salvo los señoritos, y nadie podía morirse en un Hospital, con suerte venías al mundo asistido por una matrona que carecía de los rudimentarios conocimientos de medicina así que la mortalidad infantil era enorme.
                     La convivencia era difícil por las peleas de los niños, las más de las veces las madres se ensalzaban en incruentas guerras dialécticas en las que el vocabulario era magnífico ejemplo de castellano insultante, más la sangre no llegaba nunca al río. Vecinas que habían tenido una gran bronca por la mañana porque su niño se había quedado sin desayuno, el vecinito más ágil, quizás con más hambre, le quitó el pedazo de pan untado, que no lleno, de aceite. Pues bien, a la tarde sentadas en el patio bajo un paupérrimo árbol ajado por las palizas de los niños hablaban amigablemente de la escasez de pan o de aceite y de que no tenían mañana que llevarse a la boca.
                   Las gentes como eran iguales en todas sus carencias no se presumían unas a otras como ocurre hoy en nuestra sociedad media. Compartían sus necesidades y su hambre, eran solidarias en su pobreza. En una casa de vecinos se conocía la vida y milagros de todos y cada uno de sus convecinos, hoy día vives en un edificio de ocho plantas y treinta viviendas, por las mañanas en el ascensor la mayoría no te dan ni los buenos días En humanidad hemos perdido lo que ganamos en bienestar y es una pena porque aquello era bello y placentero.
                     Hoy la caja tonta te machaca día y noche asegurándote que precisas esto o lo otro y que si no lo tienes eres un infeliz, un don nadie. Antes la gran mayoría tenía casi de nada y se era feliz, ahora las gentes tienen casi de todo y no son felices ni están satisfechos. Y si no mirar la cara de las personas estresadas por las mañanas en los coches y sus atascos o en los medios de transporte urbano y veréis que casi todos están apenados o abstraídos y pensando en las letras que aún le quedan del coche o la casa y por mor de ellas no podrán ir a ver a la Blanca Paloma ni a veranear en una playa de moda este verano por estar el presupuesto sobrecargado.
                    Con todas las necesidades que se padecían, lo que el cine nos enseñaba era ficción pura, la realidad se imponía tras soñar con los ojos abiertos en la oscuridad de la sala: volver a casa y sentir las incomodidades nos hacía sentir cenicientos después de las doce. Aun así, la vida era bonita y alegre, las pocas diversiones de que se disponían se disfrutaban con intensidad, hoy día el hastío hace a las personas aburridas y que se diviertan poco. La abundancia agobia el gusto y atrofia los sentidos, una comida escasa se saborea mejor que un atracón de los más diversos platos.
                    Pocos dineros había y menos teníamos, también pocos sitios donde gastarlo y pocas cosas que comprar. Sólo existía la fijeza de comer, el tema preferido y acuciante para las amas de casa, se hablaba de comer y se inventaban comidas: que si los cardillos a la plancha, que si en el cocido o sancochados; que si la cáscara de las habas estaba muy ricas hervidas y pasadas por la sartén con poco aceite, que si el trigo guisado como arroz sabía a paella valenciana. La harina amasada y frita era un manjar y las collejas, vinagreras y cardillos excelentes, las habas secas guisadas con una hojita de yerbabuena sabían a gloria y los nabos fritos como papas sabrosísimos. Nadie se quejaba de gota (ácido úrico lo tengo a torrentes), de colesterol, de azúcar (ya la quisieran algunos para el café de cebada tostada o bellotas también tostadas, que algunos decían les recordaba el caracolillo) ...
                   En cuanto a la ropa a tortazos por coger un saco de importación que venían de Cuba llenos de Azúcar para hacerse una chaqueta de moda, blanca, yo tuve una y me quedaba preciosa y era de los elegantes de Córdoba en mi juventud.
                    Estoy seguro que los barrios han perdiendo su sello propio, sus formas de ser. Casi todos los barrios eran pobres, pero diferentes entre sí, los nenes criados en las Margaritas eran más incisivos, más peleones y duros que los de Puerta Nueva, en cambio sí se peleaban a pedreas los del El Alcázar Viejo (Casa el Viejo) con los de Santa Marina,  ganaban los primeros, estaban más entrenados por tener el campo a las puertas de sus casas y poderse dedicar a dar pedradas a todo lo que se movía, también los nenes de estos barrios sabían más de la naturaleza, en cambio los señoritos del centro o los de barrios interiores eran blandengues y conocían poco los alrededores de Córdoba. Una Córdoba periférica de huertas donde proliferaban los árboles frutales y cuando era época de recolecta sus dueños iban armados de buenas hondas con las que se defendían de los pequeños hurtadores.
                     Los de mi edad que lean esto me sabrán comprender y dirán conmigo que los tiempos pasados, aunque sean con carencias, siempre son mejores, pero es porque la edad tiene pujanza, te hace valiente y disfrutas la vida en todo su esplendor. Han  cambiado  las formas de vivir hasta en los noviazgos, antes decían las madres “tengo mucha suerte, mi niña, con lo guapa que es, ha encontrado un joven que es meritorio en una oficina de unos almacenes y tiene un buen porvenir”, Ahora oigo algunas que dicen: “Pues mi hijo que terminó una ingeniería está en el paro pero tiene una suerte loca, se ha echado una novia de las de casarse, bonita, es de muy buena familia, sus padres tienen un apartamento y ella está  colocada en unas Oficinas del Estado y ya sabes, los empleos  en la Administración son para toda la vida, así que mi niño ya la tiene  resuelta”.
                    En cuanto a la mujer, las de mi época de juventud, eran sustancialmente diferentes a las actuales, tanto en sus comportamientos, en las relaciones con los varones como en sus formas. Pero este tema lo abordaré en otro texto.
                     Me sale la vena de Córdoba y la de mis años mozos, me lleno de recuerdos de niñez, de juventud, mis primeros años de lucha, y los añoro, ahora en la distancia y de lejos la veo más bonita, más serena y tranquila. Pero siempre en el contexto de aquel tiempo pasado. Posiblemente ahora ha ganado en modernidad, en lugares para el ocio, en más jardines, más gentes y nuevas fachadas de modernos y confortables edificios.
                   A mi modo de ver y sentir, como son las cosas hoy: las calles llenas de coches, las prisas inútiles, la falta de tiempo que al parecer siempre se tiene, las comidas adulteradas con productos artificiales, la comida basura importada, la polución que nos está matando, los ruidos excesivos que tienen las ciudades y la pérdida de humanidad...
                  Es por lo que recuerdo mis años jóvenes y mis andanzas en la Córdoba provinciana y amable de los años que mediaron el siglo XX.


En Alicante, otoño de 1998.  


10/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente reflexión:

UNA REFLEXIÓN EN LA SOLEDAD
Sé que me iré pronto y me queda mucho por leer, oír y ver en el mundo, pues ando entre amigos que suelen hablar con rápido lenguaje y modo, aunque a veces desestructurando los temas. A mi modesto entender creo que a las personas nos hace falta antes de ejercer un acto intencional, referirnos a una realidad…Creo que no es la vida la que nos fuerza a pensar, sino la inteligencia  la que nos fuerza a vivir pensando. Aristóteles dijo: que la verdad consiste en que lo que se dice estar unido y separado, lo esté efectivamente.

Fimiosky

10/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía la siguiente poesía:


COSAS DE ANTAÑO
                    I
No levanta la espuma del agua,
el que ya levantó sobre el papel
bulos con espuma, para que otro
no presuma de conocer la verdad
sin base alguna.
                 II
Las cejas deben al panteón,
los cabellos que cubren ojos
graves porque las niñas son viejas.
Una aojada fue a ver a un ciego,
hoy dicen que va a morir.
¡Mucho me voy a reír!      
               III
Con las galas el indignado
ha descubierto que no le doy
perro muerto sin estar ella
En Leganés:
Cuanta verdad era Madrid
grande, lo dice bien una amiga
que es mayor gala pagar.
Para ello mucho tengo que llorar.
                   IV
Aunque tengo médico lego
a la menor calentura me cura,
y no siendo cura me da el olio
 y me entierra luego: lo que yo
licencia le niego, se lo conceden
de grado, un pergamino enrollado
y un engastado zafiro.
¡Mucho tengo que reír!
                V
Ella trajo de dote un serafín
con casa y jardín bello, con dos
 balcones al rio y un postigo
al Valsaín: mientras pisan
el jardín las visitas y marindón
el balcón se hace espejo
y sus canas ve pardearse.
¡Mucho tengo que llorar!

El próximo es de otro poeta y seguro que los lectores adivinaran. 

Casado el otro de halla
Con el cuerpo bellido,
De quien perdonado ha sido,
Por ser don Sancho que calla
Los ojos en la muralla,
Su real ve acrecentado
de uno y otro que entra armado
y sale sin alborozado
Por aquel postigo mozo
Que nuca fuera cerrado.

2015 finalizando ya.

10/12/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía la siguiente poesía:



SE PERDIÓ UNA POESÍA,
te fuiste pensamiento a otros lugares
y me dejaste sola, vacía…
en el desierto de todos mis pesares.

¡No te vayas, no te vayas!
¡No te alejes, no me dejes sola!

Sin ti, pensamiento, no soy nada
en esta triste vereda, en la que,
solo tú, me alegras cuando me muestras
las cosas buenas, las cosas bellas,
que yo, por ti, muestro a otros,

aquellos que, por tu gracia,
no sienten su soledad,
su hastío como cosa perenne…
Alejas con tu mano, lo malo del día
y les muestras la esperanza.

Se perdió una poesía
¡Vuelve, vuelve pensamiento!
Muéstrame las cosas buenas.
Muéstrame las cosas bellas.
¡Vuelve, vuelve pensamientoooooo!

TORREVIEJA 9/12/015
Mª Jesús Ortega Torres



10/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía una primera versión del articulo siguiente:


AIRE-1ª

Aire, tú viste nacer el mundo, eres más viejo que el tiempo, moviste la primera hoja del primer árbol, peinaste las crines de los dinosaurios. Te calentó el primer sol en el vacío mundo, agitaste las revueltas melenas de nuestros ancestros. Fuiste viento fuerte, viento huracanado en los mares formando terribles galernas en las costas y por tus limpios espacios navegaron tsunamis terribles; has besado millones de olas encrespadas en la mar y barrido la hojarasca de los bosques. Has visto crecer la humanidad. Cuando el hombre se hizo mayor empezó a cavilar sobre lo que lo rodeaba y tú siempre estabas ahí, envolviendo con tus brisas los días apacibles y despeinando su vida con vendavales.
Has transportado en rachas cortas, miles de beneficiosas semillas y polen para fecundar campos y bosques: has oxigenado las aguas de los arroyos, ríos y manantiales del mundo, y has dejado que entre las nubes vuelen las aves.
Cuando te enfadas eres ventarrón, huracán terrible que asola las tierras que visitas, dejando tras de ti muertes y desolaciones. No conoces a las gentes, tratas por igual a ricos y pobres en tu desenfreno. Formas ventiscas con la suave nieve que dejan las blancas nubes. Volteas arriba en los arboles, sacudes sus copas echando al suelo hojas secas, quiebras ramas y arrancas matorrales y arbustos, y dejas árboles heridos; no tienes piedad con nada ni nadie en tus furias. Arrastras por los cielos nubes oscuras cargadas de agua o blandas como el algodón y en los desiertos cambias las arenas de lugar.
Entraste por los intersticios en las altas torres de los castillos, y en sus salones de armas fuiste testigo de millones de palabras, de preparativos de guerras, y alentaste con su liviandad palabras de amor. Fuiste testigo de amores secretos, de celos terribles y de muertes horrendas; por tu vacío cuerpo pasaron millones de balas, obuses y mortíferos misiles en las cruentas guerras de los hombres, y vistes a los asesinos de niños y gentes buenas.
Pero también fuiste brisa cálida en primavera, transportaste el perfume de las flores y de la yerba recién cortada: por los vacíos espacios enviaste los sonidos alegres de canciones, los lamentos de las viudas y el doblar de campanas; en noches de luna llagaste en volandas con el canto del cárabo y aullido del lobo y sobre todo supiste de palabras de amor susurradas en las noches de luna...
Usas nombres sonoros, tramontana, solano, levante, lebeche, norte, sur, poniente, terral, solano, alisios, colado…y hay personas que con tu nombre presumen,” se dan aires de importancia y no son nadie…”
Sin ti la vida acabaría y si pudieran leerte podrías contar la historia del mundo desde sus albores a nuestros días.
Af.

2002

5/12/2015.- Nuestro compañero A. Fimia nos envía los siguientes poemas:


El tiempo se irá

Cuando mi tiempo se acabe,
¿dónde estarán mis cenizas?
alguna pavesa se posará sobre una flor,
o tal vez sobre una roca, y
cuando asome el día por las
lomas, una corneja dejará
de cantar a la noche ida.

Los papeles pergeñados con
anhelos fallidos, serán lecturas,
banales, perdidas en el recuerdo
de amores incomprendidos
quizá un curioso de letras, mirará
poemas manidos en el olvido
escritos con fiebre de amores.

El tiempo enterrará mis sueños,
quebrará aquellas ilusiones vanas,
yendo a morir mis penas en el
destierro de la vida, ni siquiera
un cipote señalará el camino por
el que anduve tras la pasión loca
de las quimeras trasoñadas…


af. 


 EL SOTO

En la madrugada se oye la fuerte voz
de la alondra gritándole al viento.
Con el alba desnuda, la filomena vuela
hasta posarse en la desnuda rama,
semejante al de la paloma anacreóntica,
su eco recorre en murmullos el soto.
Entonces yo me remonto al azul celeste,
y desde arriba escucho las melodías
que llegan con el céfiro
aromado por los matorrales.

En la claridad matutina,
los trinos embriagan el bosque.
Arriba en el placido cielo
el vuelo reposado del águila vigila su universo;
los arbustos generosos, brindan su aroma
agitando su incensario, mientras,
laboriosas abejas se mueven en el aire,
bailando danzas que enseñan caminos.

Mi canto en la alborada
es para ti, musa, náyade virgen,
y aunque estés vacía de amores
¡Yo te amo!

 Af.
 


2/12/2015.- Nuestra compañera María Jesús nos envía el siguiente trabajo:

CUENTOS = HISTORIAS MÁS VERDADERAS
(Aproximación a la historia del cuento)


        Al cuento se le ha definido siempre como una narración breve y ficticia, que tiene siempre un final que nos ha de asombrar a quienes lo leemos. Cuanto menos espacio haya entre el principio y el final, más cuento nos parecerá porque antes se producirá nuestro asombro. Sin embargo, esta definición no es en toda su esencia cierta. No es verdadera porque la palabra “ficticia”, que en el cuento guarda su peculiar forma, encubre, mediante metáforas unas verdades que no se habrían permitido publicar sin esta figura retórica y así enmascaradas, denuncian, sobre todo, el abuso del poder hacia el más débil. Los débiles podían ser jovencitos o jovencitas, a los que se les dotaba  en el cuento de una inteligencia y agudeza superior a  la del agresor, también de una gran belleza y para ellos-as, o bien era la suerte o el “hada madrina”, quienes siempre se colocaban a su lado, permitiéndoles salir airosos y librándose de su depredador, que encarnado en la figura de un “ogro”, o de cualquier otro animal, representaban al poder más abyecto, siendo este en realidad, el señor feudal, el padre, la madrastra, el hermano mayor o el tío de los jóvenes. Sus depredadores eran además de tiranos y obsesos, susceptibles a la belleza.

        Los eternos tiempos de censura, obligaban y aún hoy obligan, a enmascarar estos hechos al contarlos, y también y, sobre todo, las irregularidades en las diversas religiones, que dirigidas por seres de “carne y hueso”, tenían y tienen unas debilidades, que eran y son ocultadas, resaltando lo que debía ser natural y no asombroso: las virtudes. Afortunadamente ha habido y hay, también, personas muy buenas y exentas de cualquier “irregularidad”.
        El poder, en todas partes y en todos sus estamentos, para prevalecer, tenía que castigar a quienes denunciaran sus desmanes y esa osadía, se pagaba y se sigue pagando con destierros y desposesión de bienes, con la privación de libertad, y hasta con la propia vida.
        Los censores, eran personas muy “mal pensadas”, pero generalmente, no doctas y tampoco solían ser muy inteligentes, por lo que el “jeroglífico” de las metáforas, quedaba para ellos, sin un atisbo de existencia y no notaban el fondo de los temas, presuponiendo al autor una fantasía desbordante.

        Todos los cuentos que hemos elegido en la Tertulia de Literatura de la Sede, son documentos históricos de sus diferentes tiempos y lugares, y reflejando los hechos, los ponen en evidencia. Nuestro ejercicio al leerlos, hace que no se ahoguen en un pozo, antes, al contrario, nos colamos y colocamos en sus épocas, comparamos…, y comprobamos como la historia se repite. ¿Es esto una condena?
        A veces se repite para bien, pero nos parece que somos depredadores, no solo de otras especies, también de la nuestra. Creo que cuando nos atrevamos todos a pensar, cambiará el mundo, porque entre todos siempre habrá más de uno que acierte…

        Nos ha asombrado el monólogo de Baricco (TURÍN 1958), en el que un empleado de máquinas de un trasatlántico, encuentra a un bebé, encima del piano del salón y dentro de una caja de zapatos. En la obra teatral “Novecento”, vemos fantasía y realidad tan magníficamente mezcladas, que queremos creer que es posible. Creo que el rostro de “ángel bueno” que tiene el autor, Alessandro Baricco, se lo ha transmitido a su personaje, en todo su ser, y vemos su desarrollo como niño en la cubierta de un barco y posteriormente, su desarrollo como hombre y gran pianista. Su duelo con el inventor de la música de Jazz, fue mítico, siendo esta una historia basada en un hecho real.
        Kelly Roll Norton, en la vida real inventó el Jazz, como nos cuenta Alessandro Baricco, y nos da a entender muy bien, la dura vida que le tocó llevar desde que, en el burdel, propiedad de una persona de su familia, tocaba el piano para sobrevivir. Por el despecho y bastante grosería que alberga su personalidad, no es representativo ni prototipo—en este monólogo, ni en ningún otro lugar— de la de un pianista de su talla. El ambiente del burdel, le ha quitado gran parte de su sensibilidad como persona. Su “ego” solo se desarrolla para hacer ver a los demás que es el mejor y creerse él insuperable. Tratará de aplastar a quienes se les interpongan en su misión…
        Por el contrario, su contrincante y principal protagonista de esta pequeña obra teatral Danny Boodman T.D. Lemon “NOVECENTO”, es humilde y aunque, desde la muerte de su padre adoptivo, cuando tenía solo ocho años, se ha hecho a sí mismo, necesita un “empujón”, necesita una mano y una palabra amiga, que le anime, no puede saber lo grande que es, por sí solo. Se lo tienen que decir muchas veces.
        Desde que existimos en la faz de la tierra, ha habido injusticias y también, hechos reales buenos que nos han llenado de asombro y en este breve texto vemos, desde los problemas de la emigración y la esperanza al llegar a la “tierra prometida” que representaba América, como el grito de su nombre: ¡América…!, en todo el personal de cubierta se adivina la ilusión y la alegría, pues era lo que más habían deseado y allí estaban con sus nuevas perspectivas.
        Vemos la ternura de un hombre rudo Danny Boodmann, que, al encontrar al bebé, lo adopta y le da algo, que ni siquiera él sabía que guardaba: Amor.
        Ese cariño solo va a durar ocho años, hasta la muerte por accidente de Danny Boodmann, pero va a ser suficiente para forjar un carácter de hombre y más aún: de artista, ya que se convirtió en el mejor pianista de su época.
¿No es, realmente, extraordinario que ese niño viva feliz y que tras una momentánea separación y como impulsado por una energía superior, reaparezca tocando el piano, que es un instrumento difícil de dominar y que no quiera nunca salir de su barco? Esto último parece incoherente, pero no lo es. Es muy coherente, aunque esa coherencia en todos, no habría servido para que el mundo no siguiera su curso.
        En esta obra de Baricco hay metáforas para todos los gustos…: El bien y el mal, la vida y la muerte, la lucha por la supervivencia, la armonía, la paz, la guerra, la impotencia ante lo establecido. La fuerza de la amistad y las palabras de ánimo que cambian la personalidad de los hombres y sus destinos… En fin, es una obra maravillosa.

        A esta obra le han antecedido otros cuentos, con los que hemos disfrutado mucho también en su lectura y deduciendo sus enseñanzas, nos hemos ido enriqueciendo un poco más, pero solo quiero comentar y hacer una reseña, para no hacerme muy pesada, la obra de nuestro compañero de tertulia, el cordobés, ANTONIO FIMIA MOYANO: “La borrasca”.
        Antonio, siempre animado por todos nosotros a seguir escribiendo y también por su nieta Ángela, que le atribuye el premio “Nobel de Literatura”, suele amenizar el blog de nuestra tertulia con frecuentes relatos, poemas y cuentos, que, dado su excelente humor, siempre nos arrancan una sonrisa.
        Su relato “La borrasca” es un relato con sorpresa final, en donde con su peculiar estilo, nos narra la historia de Andalucía (s. XIX y XX) y el andaluz medio, describiendo costumbres, servidumbres, paisajes, flora y fauna, en donde el protagonista, Juan, tiene muy claro lo qué hay que hacer para seguir sobreviviendo y sobre todo para que, con su actitud todo vuelva a parecer normal y, advertidos, no parecer culpables.
        En este relato se ve el desgarro. Se ve el amor también, cuando caminamos, por esos campos y montañas testigos y protagonistas a la vez de esta narración, que nos muestra con maestría el autor, también nos muestra como el protagonista ve el mundo desde las alturas, siendo esas alturas y por su vigilancia por las que podrá defenderse y defender a los suyos. El amor de Juan por Leandra y después la protección hacia su hija Verónica, hacen que esta narración sea una tragedia porque se puede aguantar casi todo. Todo no.
        Fimia nos demuestra que un poder pervertido no puede tener vida eterna. El tiempo de los “señoritos” que todo lo pueden, debe acabar, aunque, desafortunadamente, sea solo de modo personal y por su entereza y determinación de no ser pisado, en lo más profundo de sí mismo: en el respeto que se le debe a él y en el respeto a su hija, que es lo que más quiere. Juan piensa que ¡ya está bien!, están malviviendo y nadie tiene derecho a tomar por la fuerza lo que no le pertenece. Andrés, el hijo del señorito ha ido demasiado lejos, y para Juan y Verónica, representa la gota que colma el vaso.
        La narración de nuestro tertuliano, es muy realista y no escapa a su pluma y criterio, nada que haya sucedido. Costumbres, necesidades, amor, impotencia, rabia…  todos los sentimientos, todo, se ve reflejado en este relato que mereció un premio provincial al mejor cuento y con el que hizo un “suma y sigue” pues ha tenido diversos premios y nominaciones, no solo en relatos y cuentos, sino también en poesía.
        El lenguaje de Antonio Fimia, es rico y expresivo. Nos demuestra que su amplia biblioteca, no solo enriquece su salón y su hogar, sino que lo ha ido enriqueciendo a él y comprobamos como su magnífico relato, no desmerece, en nada, estar junto a los de Joyce, García Márquez, Poe… y todos los autores que hasta aquí hemos leído.
        Me gustaría apuntar que, en esta tertulia, estoy segura, hay buenos escritores que, están cobijados en sí mismos, y como si soplara siempre un feroz viento, no se atreven a salir. Recordando las palabras de García Márquez, teminó esta pequeña crónica sobre cuentos, no la hago más larga para que tengáis más tiempo para leer, ir al cine, al teatro o a bailar… En fin, para lo que queráis.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ nos dijo:

“Nadie te recordará por tus pensamientos secretos.
Pido al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos”.

ALICANTE  2/12/2015


Mª Jesús Ortega Torres

23/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente relato:


AIRE
Cuando era pequeño mi madre solía decir “Antoñito, quítate del aire, hace frío y puedes constiparte”, otras, “no te pongas ahí hace mucho aire”. Oía siempre alusiones al aire y yo miraba para verlo, no lo encontraba y no quería preguntar dónde estaba el aire, de dónde venía y quién lo fabricaba y qué era, aprendí a sentirlo cuando en verano caliente acariciaba mi cara, parecía que se había templado en las campiñas de resecos rastrojos, en los otoños con olor a tierras mojadas y en las primaveras llegaban aromadas brisas. Crecí yendo al campo con mi padre, una pasión que nunca cesó.
La Naturaleza es la madre de las madres, en ella está la vida, la fauna y la flora te enseñan el constante movimiento de la creación, el equilibrio que existe entre el crecimiento de las plantas, los árboles y animales. La organización que tienen los campos para reproducirse de semillas, que el viento, —aire fuerte— las hizo viajar a sus nuevos asentamientos, son misterios que los biólogos tienen muy analizados, y que cada descubrimiento los deja perplejos, de la exactitud cronológica de la vida de los seres vivos y los inanimados.
Conforme fui siendo mayor y asimilando las enseñanzas que mi padre, en cada jornada de caza impartía sobre el terreno, aprendí los nombres de algunos aires. De madrugada, siempre comentaba camino de la sierra, algo sobre la orilla que habría aquel día y si correría mucho el aire y de qué parte vendría. Para un cazador la meteorología es importante, pues venar en malas condiciones no es bueno. Lo ideal, mientras vas tras las piezas, bien cazando a palo mata, en mano o dejando trabajar los perros, no es lo mismo con un tiempo estable, de temperatura media, sin grandes vientos, que, con lluvia, tormenta o aires fuertes, bien sean de levante, tramontana o del norte.
La primera vez que fui a Menorca, una isla tranquila, idílica en los años sesenta, me admiró ver en las lomas, los acebuches, lentiscos y pinos, inclinado sobre un lado, le pregunté a un labriego que guardaba unas buenas suizas, y me dijo que estaban dobladas todas las matas y arbustos por la fuerza de la tramontana, un viento fuerte del norte que cuando trabaja días seguidos consigue doblegar todo lo que está tieso.



15/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía la siguiente poesía:


“CHISPA”

Tengo la chispa encendida
me la quieren apagar…
Si me quitan mi chispita,
¿cómo me voy a alumbrar?

Esa luz de la chispita
que de vez en cuando viene,
ayuda a marcharse al tedio,
da nueva vida a mi mente.

Mi chispa a mí, me la alaba
un fontanero, un marqués,
un perito, un ingeniero,
y un funcionario de a pié.

Hace que diga unos versos
que sin ella no podría,
ya que, en la inspiración,
protagonista es la chispa.

Tengo la chispa encendida,
no dejaré que la apaguen
y al no ser un fuerte fuego,
¡dejad que viva y que baile…! 

Alicante 08/11/08

Mª Jesús Ortega Torres

09/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía el siguiente trabajo de apoyo a los cuentos leídos 

“Solo vine a hablar por teléfono”
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ 

El deseo es deseo hasta
que se cumple. 

        Cuando era una niña, creía que los cuentos eran algo ficticio, que nos contaba el abuelo o la abuela más paciente y cercano, para entretenernos y tenernos calladas y quietas un rato, a mi hermana y a mí. Más tarde supe que no. Los cuentos, hasta el que nos puede parecer más difuso, son unos relatos breves que nos acercan a las verdades cotidianas, diciéndonoslas, pero dándoles un final punzante que nos lleva a un asombro inusitado. No se narra un cuento para dejarnos “tan campantes”, como estábamos antes de leerlo o escucharlo. Se nos narra para señalarnos algo que está dentro de lo posible, aunque no nos lo podamos imaginar o llegar a creer.
        En “Solo vine a hablar por teléfono”, se nos cuenta lo inaudito de varios hechos, todos sucedidos a la protagonista, María de la Luz Cervantes a la que su coche de alquiler, al romperse, le juega una mala pasada.
        Para salir del apuro y del remojón de la lluvia primaveral, que al parecer se ha cebado en ella como hubiera hecho con cualquiera que se hubiese puesto debajo, sube a un autobús con destino incierto. Está viajando por el desierto de Los Monegros, su marido la espera en Barcelona. Su marido se debe sentar…
        A María la van a confundir — personas al parecer normales—, con una demente más, porque ese autobús transporta a las internas de un sanatorio para personas con trastornos mentales porque a la protagonista, en el autobús, le han dado una manta y una toalla, para que se seque, ella está empapada y tiene frío. En esta ocasión, su, quizás, excesivo frenesí en solicitar un teléfono en el momento de llegar al destino del autobús, para avisar a su marido, y su manta, igual a la de las demás, a la vista del personal que las coloca en fila y posteriormente, en opinión del mismo psiquiatra, la han condenado y la transforman en “enferma mental”.
        María de la Luz, no hace honor a su nombre: está muy aturdida. Incapaz de comprender y juzgar por qué le pasa lo que le pasa. No puede reprimir su deseo de llamar por teléfono, pero las “guardianas” tienen mucha fuerza…, no puede decir ni palabra, no puede hacer ningún gesto: la emprenden contra ella. Pasan días y días, no sale de su asombro, pero no consigue llamar a su marido. No sabe cómo salir de allí.
        A María nos la presenta el autor, como una “mexicana de veintisiete años, bonita y seria”. Esas cualidades parecen gustarle a una de las feroces guardianas, que se enamora de ella. María se defiende como puede y cuando la vigilante, trata de violarla, María la manda, gritando y de un puñetazo, a la cama de enfrente. La vigilante nocturna la amenaza y ella queda con una angustia más, añadida a la de haber sido confundida por quién no es. No es una demente. Solo quiere un teléfono… Debe pensar: “¿quiénes son las locas, mis compañeras de prisión o quienes las cuidan? ¿no se han dado cuenta de que yo soy normal? ¿cómo tiene un trabajo de vigilante una mastodonte violadora? Incompresible. Todo le parece incomprensible.
        A su marido, Saturno, no le pasa ni por la imaginación, todo lo que le está ocurriendo a su esposa. Él evoca su promiscuidad, que ha sido más que suficiente en su vida marital, como para pensar, como la abajo firmante piensa, que: “el deseo es deseo hasta que se cumple”. Imagino que debió de pensar eso de María de la Luz en las escapadas de ella con sus recurrentes amantes y sobre todo en sus retornos al “dulce hogar”. Sí…, hubo más de un perdón. Hubo más de un deseo cumplido y después estaba él que la quería, la necesitaba. Cuando no estaba, el gato le daba compañía, pero no consuelo. Tampoco otras cosas.
        Saturno la perdona siempre, pero lleva esas traiciones en su recuerdo subconsciente. Cuando María, al fin logra alcanzar un teléfono y decirle, como en la intimidad: “¡conejo, vida mía!”, él, Saturno, le cuelga el teléfono, pero después de que ese “subconsciente”, estalle. La llama: “puta”. Han sido demasiadas sus escapadas. Demasiadas las humillaciones hacia él. De todos modos, Saturno, no sabe el martirio que ella está sufriendo. No se lo imagina.
        Mª de la Luz se vende a la guardiana lesbiana, a cambio de un recado a su marido. Esto le debe de producir espanto, náuseas. Sensación de muerte esa ida “contra natura…” Debe de pensar: “mi marido se lo merece. Se lo debo”.
        Saturno trabaja como mago, tiene, de momento solo a su gato que el autor de este cuento, García Márquez, rememora en tres ocasiones durante la narración.
Un gato —por otra parte—, despide hasta la puerta, al periodista que hace la entrevista a la escritora Rosa Regás en su domicilio, cuando recibe el premio “Planeta”. A Rosa la nombra dos veces en esta narración, yo creo que muy a propósito, porque quizá le contara Rosa una historia parecida y cierta, similar o inspiradora de esta, o le ayudara indicándole dónde quedaba un desierto cerca como el de los “Monegros”. Él ha universalizado ese lugar como escenario primero, al citarlo en este cuento. Su experiencia se alimentó aún más durante sus años en Barcelona, ya que, en sus reuniones, no solo congenió con Rosa Regás por sus afinidades comunes, también frecuentó y le frecuentaron, otros escritores y artistas, durante su estancia en nuestro país. Aquí tuvo grandes amigos. Él decía que: “En realidad, el único momento de la vida en que me siento ser yo mismo es cuando estoy con mis amigos”.
        García Márquez nos muestra que la cordura y la locura, como la vida y la muerte, están separados por un tenue hilo, que se puede romper en cualquier momento.
         Nos muestra que aún pareciendo nosotros personas “normales”, podemos confundir a otros con quienes no son y también nos pueden confundir a nosotros con quienes no somos.
        Nos muestra que el desencanto hacia los demás, nos afecta tanto que nos humilla y nos puede llegar a dar todo igual. Le pasa a María de la Luz cuando presiente que su marido duda. Llega hasta ella, pero, pese a ser mago, no posee las capacidades necesarias para sacarla de su encierro. Nada dura eternamente. Él le pagará sus útiles cigarrillos durante una temporada, lo único que al parecer le sirve de apoyo. Se marchará del país con otra mujer y le enviará al gato famélico. Los gatos son muy promiscuos. Tanto como la propia María.
        García Márquez nos muestra la importancia, en todos los seres, de nuestras mentes. Si la mente no funciona, ¿para qué sirve que funcione lo demás?
        Solo para estar ahí cuando se vaya reparando la mente y, afortunadamente, con las técnicas actuales y diagnósticos en ocasiones acertados y con una pertinente medicación, se logran éxitos, que, aunque no son seguros totalmente, al menos dan un grado importante de esperanza.
      Gabriel García Márquez (1927-2014), este colombiano que supo desde niño que nació para escribir, se empeñó en hacerlo muy bien y lo logró consiguiendo en su vida el máximo galardón: el “Premio Nobel de Literatura” y nos ha dejado no solo sus escritos, sino todos sus sentimientos y su actitud ante la vida, plasmados en ellos.
Nos dijo entre otras muchas cosas que apreciamos, que:

“El escritor escribe su libro para
explicarse a sí mismo lo que
no se puede explicar”

ALICANTE 6/11/2015
Mª Jesús Ortega Torres



09/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesús nos envía el siguiente trabajo de apoyo a los cuentos leídos:


“El corazón delator”
EDGAR ALLAN POE

“Sustituir el amor propio por el amor
a los demás es cambiar un tirano
insufrible por un buen amigo”
       CONCEPCIÓN ARENAL

         A Edgar Allan Poe (1809- 1849) se le ha tomado siempre por un clásico, se ha comentado que su obra lo era. Yo creo que no lo es, al menos en su literal acepción y en ese sentido, porque los clásicos en todas las formas, ya sean literarias, formas musicales, o en las otras diferentes variedades de arte, se atienen a unos moldes, que, siendo iguales para todos, solo le queda al artista o escritor para poder hacerlas suyas, la propia impresión personal: su “NUMEN” es decir, su inspiración.
         Los cuentos de terror de Allan Poe imprimen carácter, también el resto de su obra. Es así como él los ha hecho clásicos, siendo un romántico, pues ha “patentado” un estilo, que tuvo mucha trascendencia posterior. Él impuso su molde, y sabe cómo hacer para que masquemos el terror. Quienes le leemos nos acurrucamos encogiéndonos como un ovillo y no quitamos la vista del libro, revista o folleto en los que tengamos algo escrito por él. Le seguimos y seguimos, mordiéndonos las uñas, aunque nos quedemos sin ellas.
         En este cuento nos narra con detalle un crimen llevado a cabo por un psicópata, contándonos su delirio. Nos cuenta cómo lo hace y sus sensaciones, trasmitiéndonoslas de un modo muy directo. Quedan en nuestro pensamiento como ejecutadas por un loco, ya que no cabe en ninguna mente normal, que alguien en su pleno juicio, pueda cometer lo narrado.
         Los psicópatas existen y han existido en todas las épocas. Actualmente los medios de comunicación, mal informados, suelen meter en el mismo “saco” toda clase de trastornos mentales, confundiendo con ello a televidentes, lectores y oyentes. En España, la policía, encierra en la cárcel a vagabundos y personas que alteran el orden, sin clasificarlos siquiera, y dichas personas deberían ser atendidas por profesionales cualificados y además tratados con una medicación que les haga mejorar que se conseguiría con un adecuado diagnóstico. A cada anamnesis realizada, correspondería un tratamiento con su seguimiento. El enfermo mental en general y el psicópata igualmente, necesitan que se les identifique, no que se les encierre en una cárcel y su curación se debe delegar en psicólogos y psiquiatras, pues su “ego”, bien por una falta de amor, cariño, decepciones, injusticias…, sobre todo a los últimos, les ha quitado la conciencia de lo que es el mal, haciéndolo de modo indiscriminado.
         Para reponer esa conciencia, se tiene que hurgar en las causas de esa pérdida y quizás esas personas se podrían recuperar, aunque siempre bajo diagnóstico y tratamiento. El psicópata no tiene conciencia del mal, pero esas personas pueden tener una enfermedad diagnosticada y también puede pasar que no estén diagnosticadas y tan solo lo que tengan diagnosticado sea un trastorno de riñón, hígado o un dedo entablillado por algún traumatismo... El ser humano es impredecible, y no sabemos a quién tenemos al lado como tampoco nos terminamos de conocer a nosotros mismos porque cambiamos con mucha frecuencia de pensamiento o actitud y la vida en general no es igual de fácil y placentera para todos.
         He elegido la cita de Concepción Arenal (1820-1893) en el encabezamiento de estas reflexiones, porque creo que me dan pié para indicar el carácter firme y fuerte del autor que nos ocupa y que no duda en describir con detalle unos hechos, insólitos en aquél tiempo para la mayoría, haciéndole poner en evidencia sus conocimientos reales sobre los trastornos mentales. Él tuvo algún trastorno de este tipo en su vida. Sus sufrimientos en el terreno personal, se agravaron por su alcoholismo y sus penurias económicas. En este cuento nos presenta a un psicópata con un delirio, mostrándonos la resolución que toma dicho protagonista con los hechos sangrientos que narra. Es evidente que Poe conoce que hay una mayor actividad sensorial en las fases agudas:

“La enfermedad había agudizado mis sentidos en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco entonces?”
        
         En la vida ordinaria, todo puede parecer lógico y normal, pero la punta que asoma en el iceberg, nos hace pensar en lo que hay debajo. El enfermo mental es: “el corazón delator” y además esa punta de iceberg, del funcionamiento de su entorno, de la sociedad y del mundo en general y que actualmente, además, tiene unos dispares moradores que se rehúyen entre sí comunicándose, desconfiados, por medio de la electrónica o la informática y algunos se unen para una lucha contra un enemigo que han creado ellos mismos. No podemos dejar de recordar cómo se siente eso, que no es otra cosa que el precio del progreso, y somos conscientes de que van en aumento esas actitudes.
         Con mayor formación, empatía, amistad, cariño, amor…, lo creamos o no, todo lo que estas palabras simbolizan y otras muchas que conocemos afortunadamente y tratamos de poner en práctica, harían posible que se cambiase para bien.

ALICANTE 8/11/015
Mª Jesús Ortega Torres         

09/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente trabajo:


UNA CASA EN EL CAMINO 

Poco a poco van desapareciendo estrellas en el cielo; se apagan por zonas, las primeras por levante donde una tenue luz empieza a romper la noche. La casa, en la orilla derecha del camino de una sola planta, tejado a dos aguas, del que sobresale una chimenea con su pequeño tejadillo, ennegrecida arriba por donde han salido los humos de muchos años. La casa, más bien podría decirse casilla, está enjalbegada y en la semioscuridad reluce su blancura como un copo de nieve caído sobre el carbón. En la parte de atrás, un pequeño corral tapiado esconde en un rincón una caseta, cubierta con un trozo de uralita acanalada, que sirve de escusado: las tablas están renegridas por el sol de los veranos y los fríos del invierno.
La construyeron a la vera del camino, camino en medio del páramo que no se sabía de dónde venía ni adónde iba, un camino lleno de soledad. Sólo la voluta de humo da señales de vida en su interior; afuera la desolación, hojas extensas de rastrojos sin un solo árbol que dé sombra, trozos de erial donde la grama verdea algo en los acirates y al final, allá a lo lejos, unos cerros altos que la bruma no deja ver su silueta con claridad, imprecisa por el gris oscuro del cielo. Son nubes bajas de las que sobresalen los canchales más altos que emergen del manto gris como estalagmitas.
Desde que se quedó viuda, Isabel está sola, completamente sola; tuvo un gato que murió de viejo. Una mañana se levantó, fue al retrete del corral y allí, en un rincón estaba tieso; murió como vivió, sin hacer ruido alguno. Tal vez por los silencios de su ama y el vacío del exterior se quedó mudo, ni siquiera maulló cuando tuvo hambre.
Isabel está mayor, ha rebasado la edad en que las mujeres pasan del aseo personal y la coquetería; además, la única persona que la ve con regularidad es el arriero que cruza el páramo dos veces cada diez días cuando va al pueblo a reponer víveres. Llegó allí recién casada con Pedro, su marido, al que su señorito colocó dándole vivienda y un pequeño jornal para que vigilara la entrada a las manchas del coto y no pasaran furtivos camino de la sierra, donde se criaban buenos venados y jabalíes.
Hacía tiempo que no soñaba despierta, ni evocaba el tiempo ido de su juventud. Antes, a veces, recordaba como en sueños los dos primeros años que pasó en aquella extensa pradera que barrían todos los vientos. Recién casada encontraba la vida bella, agradable, hasta le gustó el primer amanecer de primavera cuando la despertaron las alondras con sus trinos; curiosa, quiso escuchar mejor los cantos y al abrir la puerta una brisa suave besó su rostro, impregnada de olor a yerba mojada por el sereno de la noche; muchos años después, aun traía a las mientes aquella primera vez que olió el campo de madrugada. También antaño, cuando quedó viuda, solía rememorar con cariño los primeros besos de Pedro, sus caricias en la soledad de la planicie, aquellas dos primaveras cuando se revolcaban jugando en los sembrados de cebada o trigo, y esa felicidad cuando vives aislado del mundo con tu pasión junto al hombre que tienes cerca de ti.
Después vinieron los días largos, monótonos, llenos de vacíos, en los que ni las palabras salen de dentro y sólo se usan los vocablos imprescindibles para la convivencia. El tedio mata la mente, atrofia los sentidos y llega el momento en el que la vida es solo supervivencia, se come cuando hay hambre, se duerme cuando vence el sueño y se camina, pero el seso se seca de no pensar, traer recuerdos a la mente, de no usarlo para cavilar.
Durante la berrea, Pedro salía a media noche para la sierra dejándola sola en mitad de la nada. Esos días se le hacían eternos; pensaba en la juventud que perdía cada día por no poder compartir con nadie sus pensamientos, sus deseos y sueños. El segundo mes que no menstruó supo que estaba embarazada. Quizás el hijo iluminaría las negruras que pasaba cuando quedaba sola. Pero el destino y la mala suerte hizo que la niña, porque era una niña, naciera a los siete meses muerta; la madre estuvo a las puertas, tuvo una fuerte hemorragia, un manantial de sangre por donde la vida se le escapaba; no murió su cuerpo, pero sí su juventud y se quebró para siempre su espíritu.
La recuperación fue lenta, había cogido una anemia perniciosa de la que tardó más de un año en salir. Su estado psíquico también estaba dañado, siempre estaba desganada, no hacía por comer, ni pasear o mirar los prados llenos de amapolas en primavera, como antes, sobre todo a la lejanía, de donde esperaba soñando que algún día le llegaría algo de felicidad, cosa que le duró poco, sólo los dos primeros años de casada; después todo fueron visiones de tragedia y desgana de vivir: andaba por la casilla y los alrededores como sonámbula. El único contacto físico lo tenía con el gato que restregaba su cuerpo contra sus piernas.
Pedro sufría los silencios y suspiros de su mujer en las noches con paciencia, era joven y la quería, pero a su lado dormía un cuerpo sin vida, carecía de esa sensibilidad que poseen las hembras junto al varón; su celo se había terminado para siempre y él necesitaba una mujer.
Pedro salió una noche para la sierra y no lo volvió a ver vivo; se había encaramado en un riscal muy empinado para otear desde allí parte de la finca, resbaló y cayó al hondo desde una altura de más de cincuenta metros. Como estaba acostumbrada a que se quedara algunas veces un par de días en los cerros, no se preocupó, aunque estaba más ensimismada que pendiente de su regreso. Cuando lo encontraron dos días después estaba medio comido por los lobos. No la dejaron verlo porque estaba irreconocible; lo enterraron ante su fría impasibilidad; no echó una lágrima, sus lágrimas se acabaron el día que perdió a su hija.
El señorito dejó que siguiera viviendo allí, en el vacío de aquella extensa sabana de tierra, le enviaba cada diez o doce días con el arriero comida suficiente y una pequeña paga. La mitad de los meses no le enviaba dinero ¿para qué?, si nunca iba al pueblo, ni gastaba nada; lo metía, cuando le pagaban algo, en una orza, y allí los ratones se encargaron de roer los billetes.
No encendía el fogón ni en las frías noches de invierno, no cocinaba, comía poco y mal, así que andaba siempre estreñida; cuando sentía hambre comía cualquier cosa sin fijarse, le daba igual un mendrugo que una cebolla. Si sentía la necesidad de evacuar se metía en la caseta retrete de tablas y, sentada en el poyo sobre el agujero del excusado, miraba por el hueco que había dejado un nudo que tuvo la madera; allí sin ideas o pensamientos miraba fijamente los hierbajos del corral donde antaño picotearon unas gallinas.
A los dos años de vivir una vida en el vacío, en medio de la soledad sonora del campo, un día llegó el arriero a llevarle provisiones, entró en la casilla y no la vio. La llamó a voces sin recibir contestación; pensó que andaría por los alrededores mirando a la sierra, como solía hacer en sus buenos tiempos, siempre esperando el regreso de su Pedro al que, con alegría, veía desde muy lejos aparecer por la llanura, escopeta al hombro con un par de conejos colgados al cinto. El arriero vio que tampoco estaba afuera; volvió a entrar en la casa, salió por la puerta que daba al corral y allí estaba, sentada en el retrete de tablas; la puerta abierta mostraba una mujer con la negra falda remangada que dejaba ver unas piernas raquíticas, blancas, con los ojos abiertos, fijos, sin vida y la boca abierta, sin sientes enseñando el cielo raso, sin palabras ya-
Fimiosky

VISIONARIO

09/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente trabajo:


NATURALEZA                                                                                        

El sol reverberaba sobre reseco pasto
de la dehesa, las chicharras aserraban
con sus alas el chirriante silencio de
medio día.

Arriba en el azul límpido del cielo, un
águila perdiguera, planea majestuosa
sostenida por las brisas recalentadas
por el astro rey

Bajo el quejigo rumia con parsimonia
el semental, de vez en cuando aspavienta
con su rabo los moscardones y tábanos
que aguijonean su dura piel.

Al fondo del chaparral, en la base de la
solana empieza la sierra levantada al cielo;
en la cumbre se recortan sobre el azul
tres pinos enclenques

Y sobre el canchal un águila imperial
se enseñorea oteando en busca de
preseas. Hay una guerra sorda en la
Naturaleza que late en los campos.


 a.

03/11/2015.- Nuestro compañero Antonio Fimía nos envía el siguiente trabajo:
  
LA LLEVO DENTRO

¡Oh excelsas torres…!

No hay madrugada que al abrir el ordenador, antes de operar en él lea un poema de Federico, de la impronta que se grabó en su corazón cuando paseó por Córdoba acompañado de Manolo Carreño, culto y educado personaje, amante del mostrador con círculos húmedos sobre madera añeja y encima el medio de peseta, y releo a Lorca, abro el libro y leo Tópico nocturno

En la casa se defienden
de las estrellas.
La noche se derrumba…

        …y me parece oir en la oscura noche, cuando solo las estrellas se asoman a los patios y aquel sonido serio de campanas en la Mezquita.
        Recuerdo aquellas  noches, cuando cerradas ya las tabernas en las desiertas plazoletas y  en las callejuelas comentábamos algo con amigos idos ya a la memoria; caminábamos siempre haciendo pequeñas paradas por el comentario de alguno sobre el que no estábamos todos de acuerdo, discusiones para usar tiempo, bien si un libro era bueno, o como dijo una señora hace días a la pregunta del periodista “Qué le parecen los Best-eller? Y la señora, muy elegante y discreta sin ánimos de molestar contestó: “son libros que se venden mucho”. Si, en aquellos años la juventud pasada ya la edad de la novelilla de aventuras leíamos clásicos, Cervantes el genio y sus aparentes y sanas envidias de admiración reciproca con Quevedo, la pobreza de Góngora paseando por nuestros cerros y cañadas y todos los sueños de juventud del romántico Bécquer y el gran Lorca del pueblo, con el que aprendimos a respetar la raza calé. Personalmente llegué a tener amistad con el hijo más joven de Celedonio, el rey de los gitanos, que cada año, en mayo, bajaba a la feria con toda su troupe de  hijos y sus buenos caballos de raza.
Añoro los paseos por las huertas que nos cercaban con sus fértiles tierras laboradas con el esfuerzo diario de los hortelanos que encorvados sobre los surcos  conseguían hermosas hortalizas con gustosos sabores y sus bien cuidados frutales a los que los chiquillos acudíamos furtivamente a  coger sus frutos, gloria para el paladar.
        Sueño los silencios del convento junto al Cristo de los Faroles y el regalo de su música sacra aquella madrugada, para acompañar como fondo a una saeta candada por la compañera del  grupo de  la UPUA, a los que pasee por nuestros barrios tan  diferentes pero con encanto, muchos han vuelto a visitarla. Al regreso una comentó “Córdoba es para volver”
        Muchos no lo creerán, pero Córdoba ya no es mi casa y quizás por ello la disfruto y gozo más que los que cada día pasan por sus calles sin fijare en las losas que pisan, en el rojo de una flor de geranio que asoma por la reja de una ventana, el ruido sordo de pausados pasos sobre el suelo, el vuelo rápido del gorrión desprevenido y al cruzarse con una moza de grandes ojos que agacha su cabeza mientras sus labios insinúan la sonrisa recatada, bella.
Hoy día la juventud pierde vida y los placeres que te regala cuando andas por la ciudad, ves sus edificios clásicos, sus iglesias y el vuelo rápido del vencejo, creo que algunos son incapaces de  inhalar el penetrante aroma del naranjo. Sí porque acá en Levante he paseado por muchas hectáreas pobladas de naranjos y limoneros y su aroma difiere muchísimo con el de nuestros jardines y calles, nuestros naranjos son únicos, solo Córdoba regala al visitante y al vecino, junto al jazmín y la dama de noche sus perfumes cada primavera. 

CÓRDOBA

No tiene que adornarse
es así, la heredamos del
tiempo donde una cultura se
instaló, hoy persisten sus
encantos que desde el
cielo luna y estrellas ven.
       

Me alimentan algunos libros que detallan, a veces, lugares y sitios que en mis recuerdos están, al parecer deformados por el tiempo, tengo noticias de familia, pero hay callejuelas, casas o iglesias en mi mente que siguen incólumes y sin embargo he leído en algunos libros que han omitido o deformado barrios, plazas y calles. No es lo mismo haber pasado por los barrios en los años 40/50 con diez o doce años, cuando sus calles solo las transitaban burros, carros tirados por mulos o carrillos de dos varales arrastrados por una persona, o los vendedores callejeros, incluso escuchar el parloteo de las vecinas…No, no es lo mismo el recuerdo que me dejó en el corazón mi Córdoba, la que ahora pintan con diferentes palabras.
Antonio Fimia Moyano
Sepbre 2014



03/11/2015.- Nuestra compañera Mª Jesus nos envía el siguiente trabajo sobre el Quijote:


CÁPITULO XX DE LA 1ª PARTE DE DON QUIJOTE

MIGUEL DE CERVANTES


“De la jamás vista y oída aventura
que con más poco peligro fue acabada
de famoso caballero en el mundo, como
la que acabó el valeroso caballero
  Don QUIJOTE DE LA MANCHA”

        La fantasía es la realidad de quien la posee. Si no se discierne qué es fantasía y se vive imbuido en ella, no se pisa firme. No se pisa sobre la tierra, porque los sueños, la fantasía derivada de ellos, te hacen vivir una ilusión, que anula tu realidad y la realidad de tu entorno.
        Cervantes ha predeterminado al héroe de su novela a sentir que es el salvador de todo. Ese “todo” es lo todo anómalo que Alonso Quijano, Don Quijote, encuentra a cada paso—natural y normal para él—, y que su escudero Sancho, trata de evitar, o bien atando las patas de Rocinante, su caballo, para que no pueda transportar a su amo, o bien contándole cuentos o consejas…
        Miguel de Cervantes hace nacer a un héroe sabio, con una fantasía desbordante, empeñado en luchar y morir por conseguir sus sueños.
La realidad la deja en manos del escudero Sancho, que siempre y temiendo por la vida de su amo y señor, D. Quijote, va a tratar de orientarle, aunque en estas misiones no pueda a veces disimular o su risa o su temor.
         Ese dualismo de cordura-locura, de los dos personajes, se presentan también en muchos momentos de modo individual, ya que uno, D. Quijote, une a su fantasía o realidad visionaria unos conocimientos tan precisos y documentados por su saber, segura voz y palabra, que nos parecen que, estas, sus fantasías no son tales y que avaladas de su mucha experiencia en el conocimiento humano, nos muestra una realidad a su modo. No se deja dominar por los demás. Al seguir y guiarse por sus impulsos ¿no es eso ya, por sí solo una señal de locura?
        Sancho, sin embargo, aunque pueda representar la ignorancia del pueblo, una ignorancia que se rige por la experiencia, por lo que ve, sin un acceso a lo académico o científico, tiene tal afán de supervivencia, que, aguzando todos sus sentidos, no solo se trata de salvar él, sino a su amo y señor al que sirve o trata de servir con esmero. Para él, hay algo primordial: llenar su “panza”. Hay que comer y vivir bien, no importa que se dejen los sentimientos de lado.
Aunque Alonso Quijano le reprenda y esto no le siente bien, con una sonrisa o unos movimientos de cabeza, disculpa a su exaltado señor, al que trata de aminorar en “sus vuelos”.
        En estos dualismos, tanto individuales, como “a dos”, creo ver al mundo reflejado y también su evolución. Nos parece que le falta un Sancho, para atar las patas a Rocinante, el cual, representaría al poder que sería capaz de hacer desatinos si no tuviese un control. Sin la razón, el poder puede gobernar o relajarse, con una fantasía que solo lo alimentaría a él, pero siempre poniendo en peligro a los demás. Por otra parte, sin la fantasía o sueños, no se puede vivir y, de ahí deriva la dualidad, que nos ha hecho, a toda la humanidad, evolucionar de esta forma, también predeterminada por nuestra condición.
        Cervantes y su “Don Quijote de la Mancha” siguen vigentes, porque el primero ha sabido transmitir la dualidad de la naturaleza humana proyectada en sus dos héroes, y no solo está vigente en nuestra sociedad, también en todo el mundo. Debería ser el libro de cabecera de todos los gobernantes, creo que así estos, se tomarían la vida con mejor humor, y sobre todo podrían aplicar unas buenas dosis de Filosofía tanto a sus vidas, como a las de sus gobernados, pues sin el recto y bien pensar…, vemos como nos vamos continuamente tambaleando.
        La historia inacabada, de la conseja que empieza Sancho a contar a su amo y no sabe o no puede terminar, con ese amor inexplicable de los pastores Lope Ruiz y Torralba que no se ponen de acuerdo en sus tiempos de amor, hace pensar en el famoso dicho de que: “del amor al odio hay solo un paso” y parece que el mismo trecho hay: “del odio al amor”. También pensamos que hay muchas historias, de amor o no de amor, que podrían haber empezado y terminado bien, y ni siquiera han comenzado.

ALICANTE 31/10/2015
Mª Jesús Ortega Torres        

31/10/2015.- Ahí va un relato de un compañero de tertulia:


UNA CASA EN EL CAMINO 

Poco a poco van desapareciendo estrellas en el cielo; se apagan por zonas, las primeras por levante donde una tenue luz empieza a romper la noche. La casa, en la orilla derecha del camino de una sola planta, tejado a dos aguas, del que sobresale una chimenea con su pequeño tejadillo, ennegrecida arriba por donde han salido los humos de muchos años. La casa, más bien podría decirse casilla, está enjalbegada y en la semioscuridad reluce su blancura como un copo de nieve caído sobre el carbón. En la parte de atrás, un pequeño corral tapiado esconde en un rincón una caseta, cubierta con un trozo de uralita acanalada, que sirve de escusado: las tablas están renegridas por el sol de los veranos y los fríos del invierno.
La construyeron a la vera del camino, camino en medio del páramo que no se sabía de dónde venía ni adónde iba, un camino lleno de soledad. Sólo la voluta de humo da señales de vida en su interior; afuera la desolación, hojas extensas de rastrojos sin un solo árbol que dé sombra, trozos de erial donde la grama verdea algo en los acirates y al final, allá a lo lejos, unos cerros altos que la bruma no deja ver su silueta con claridad, imprecisa por el gris oscuro del cielo. Son nubes bajas de las que sobresalen los canchales más altos que emergen del manto gris como estalagmitas.
Desde que se quedó viuda, Isabel está sola, completamente sola; tuvo un gato que murió de viejo. Una mañana se levantó, fue al retrete del corral y allí, en un rincón estaba tieso; murió como vivió, sin hacer ruido alguno. Tal vez por los silencios de su ama y el vacío del exterior se quedó mudo, ni siquiera maulló cuando tuvo hambre.
Isabel está mayor, ha rebasado la edad en que las mujeres pasan del aseo personal y la coquetería; además, la única persona que la ve con regularidad es el arriero que cruza el páramo dos veces cada diez días cuando va al pueblo a reponer víveres. Llegó allí recién casada con Pedro, su marido, al que su señorito colocó dándole vivienda y un pequeño jornal para que vigilara la entrada a las manchas del coto y no pasaran furtivos camino de la sierra, donde se criaban buenos venados y jabalíes.
Hacía tiempo que no soñaba despierta, ni evocaba el tiempo ido de su juventud. Antes, a veces, recordaba como en sueños los dos primeros años que pasó en aquella extensa pradera que barrían todos los vientos. Recién casada encontraba la vida bella, agradable, hasta le gustó el primer amanecer de primavera cuando la despertaron las alondras con sus trinos; curiosa, quiso escuchar mejor los cantos y al abrir la puerta una brisa suave besó su rostro, impregnada de olor a yerba mojada por el sereno de la noche; muchos años después, aun traía a las mientes aquella primera vez que olió el campo de madrugada. También antaño, cuando quedó viuda, solía rememorar con cariño los primeros besos de Pedro, sus caricias en la soledad de la planicie, aquellas dos primaveras cuando se revolcaban jugando en los sembrados de cebada o trigo, y esa felicidad cuando vives aislado del mundo con tu pasión junto al hombre que tienes cerca de ti.
Después vinieron los días largos, monótonos, llenos de vacíos, en los que ni las palabras salen de dentro y sólo se usan los vocablos imprescindibles para la convivencia. El tedio mata la mente, atrofia los sentidos y llega el momento en el que la vida es solo supervivencia, se come cuando hay hambre, se duerme cuando vence el sueño y se camina, pero el seso se seca de no pensar, traer recuerdos a la mente, de no usarlo para cavilar.
Durante la berrea, Pedro salía a media noche para la sierra dejándola sola en mitad de la nada. Esos días se le hacían eternos; pensaba en la juventud que perdía cada día por no poder compartir con nadie sus pensamientos, sus deseos y sueños. El segundo mes que no menstruó supo que estaba embarazada. Quizás el hijo iluminaría las negruras que pasaba cuando quedaba sola. Pero el destino y la mala suerte hizo que la niña, porque era una niña, naciera a los siete meses muerta; la madre estuvo a las puertas, tuvo una fuerte hemorragia, un manantial de sangre por donde la vida se le escapaba; no murió su cuerpo, pero sí su juventud y se quebró para siempre su espíritu.
La recuperación fue lenta, había cogido una anemia perniciosa de la que tardó más de un año en salir. Su estado psíquico también estaba dañado, siempre estaba desganada, no hacía por comer, ni pasear o mirar los prados llenos de amapolas en primavera, como antes, sobre todo a la lejanía, de donde esperaba soñando que algún día le llegaría algo de felicidad, cosa que le duró poco, sólo los dos primeros años de casada; después todo fueron visiones de tragedia y desgana de vivir: andaba por la casilla y los alrededores como sonámbula. El único contacto físico lo tenía con el gato que restregaba su cuerpo contra sus piernas.
Pedro sufría los silencios y suspiros de su mujer en las noches con paciencia, era joven y la quería, pero a su lado dormía un cuerpo sin vida, carecía de esa sensibilidad que poseen las hembras junto al varón; su celo se había terminado para siempre y él necesitaba una mujer.
Pedro salió una noche para la sierra y no lo volvió a ver vivo; se había encaramado en un riscal muy empinado para otear desde allí parte de la finca, resbaló y cayó al hondo desde una altura de más de cincuenta metros. Como estaba acostumbrada a que se quedara algunas veces un par de días en los cerros, no se preocupó, aunque estaba más ensimismada que pendiente de su regreso. Cuando lo encontraron dos días después estaba medio comido por los lobos. No la dejaron verlo porque estaba irreconocible; lo enterraron ante su fría impasibilidad; no echó una lágrima, sus lágrimas se acabaron el día que perdió a su hija.
El señorito dejó que siguiera viviendo allí, en el vacío de aquella extensa sabana de tierra, le enviaba cada diez o doce días con el arriero comida suficiente y una pequeña paga. La mitad de los meses no le enviaba dinero ¿para qué?, si nunca iba al pueblo, ni gastaba nada; lo metía, cuando le pagaban algo, en una orza, y allí los ratones se encargaron de roer los billetes.
No encendía el fogón ni en las frías noches de invierno, no cocinaba, comía poco y mal, así que andaba siempre estreñida; cuando sentía hambre comía cualquier cosa sin fijarse, le daba igual un mendrugo que una cebolla. Si sentía la necesidad de evacuar se metía en la caseta retrete de tablas y, sentada en el poyo sobre el agujero del excusado, miraba por el hueco que había dejado un nudo que tuvo la madera; allí sin ideas o pensamientos miraba fijamente los hierbajos del corral donde antaño picotearon unas gallinas.
A los dos años de vivir una vida en el vacío, en medio de la soledad sonora del campo, un día llegó el arriero a llevarle provisiones, entró en la casilla y no la vio. La llamó a voces sin recibir contestación; pensó que andaría por los alrededores mirando a la sierra, como solía hacer en sus buenos tiempos, siempre esperando el regreso de su Pedro al que, con alegría, veía desde muy lejos aparecer por la llanura, escopeta al hombro con un par de conejos colgados al cinto. El arriero vio que tampoco estaba afuera; volvió a entrar en la casa, salió por la puerta que daba al corral y allí estaba, sentada en el retrete de tablas; la puerta abierta mostraba una mujer con la negra falda remangada que dejaba ver unas piernas raquíticas, blancas, con los ojos abiertos, fijos, sin vida y la boca abierta, sin sientes enseñando el cielo raso, sin palabras ya-

VISIONARIO

26/10/2015.- Nuestro compañero Juan Padilla nos envía este trabajo  ,referente a "La mujer rota", que publicamos:


DESDE EL OLIMPO
(TRAS LA PISTA DE LA MUJER ROTA) 
“Las golondrinas que parece que vuelven/
no son las mismas”.
 M. Benedetti 
¿Soy todo lo sincera que debo cuando vuelco mis pensamientos en este diario? La sinceridad siempre es dolorosa, me hace revivir cosas que quiero olvidar. Que necesito olvidar. Me doy cuenta que no puedo mentir, que la realidad dolorosa me arrolla, derribando las barreras que pretendo erigir para engañarme inútilmente. Nos creemos protegidos tras la puerta construida por nuestro egoísmo, pero siempre hay un resquicio para  las dudas. Entran en tromba, minando mi tranquilidad.
¡La sinceridad¡ Es difícil cuando nos enfrentamos a algo que viene a destruir todo aquello en lo que  creíamos. Todo parece derrumbarse a mí alrededor, todos esos falsos ídolos de barro que erigimos para convencernos que hay otras instancias a las que acudir, deidades inútiles que se resuelven en vulgar polvo cuando  las dejamos caer del pedestal en el que las hemos colocado.
Pero, me aterra aceptar que todo esto haya podido suceder de esta manera.
Durante estos últimos años, me sentía segura porque mis sentimientos continuaban siendo los mismos, porque los gestos se repetían una y otra vez como acompañamiento de lo que yo creía eran los signos de mi dicha. Había todo un ritual que bastaba para llenar mi espera: el ruido de tu llavín antes de abrirse la puerta tras la ilusionada espera diaria; tu sonrisa amplia, generosa, envolvente; y el calor de tus labios sobre los míos, nunca ahítos de los tuyos. Luego la charla, larga, emotiva, sintiéndome partícipe de tu entusiasmo por un nuevo proyecto o cuando me leías una nueva tesis. “Qué amables son los principios del amor cuando a él le gusta enseñar y a ella le gusta escuchar”.
Y luego la exaltación de los cuerpos, la explosión carnal, la calidez de nuestras pieles, buscando anhelantes al otro, sensaciones de nuestros primeros encuentros que yo revivía tan intensamente, como en mi primera entrega. Me parecía que se repetía el momento mágico en que hasta la Naturaleza parecía detenerse, convertida en silencioso cómplice, mientras los latidos de mi corazón marcaban el ritmo de una danza desenfrenada y yo creía aprenderte a través de mi cuerpo.
 No hubiera cambiado nada por esos instantes de felicidad. 
¿Qué te ha sucedido? Cada día, cuando te alejabas de mí, sabía que tú desandarías el camino para volver, que tus pasos te conducirían de nuevo  a ese rincón en el que guardábamos como un tesoro los recuerdos de unos sentimientos compartidos. Un sueño que deseaba recomenzar cada día solo para saber cómo continuaba.
¿Qué te ha sucedido? El tiempo ha pasado y ahora eres como un extraño. Primero fueron los silencios prolongados, las miradas hurtadas, como vergonzantes, que me dejaban helada, temerosa por no querer ni siquiera imaginar que te habías cansado de mí. Tuve que ser yo, ¡imagínate¡ quien hubo de indagar, con el corazón desgarrado por la duda, las causas de tu actitud. Los espíritus ingenuos siempre creen esperar respuestas que les tranquilice:
-¿Es que ya no me quieres?...  ¿Hay otra mujer?
 Tuviste la franqueza cruel de los espíritus débiles para confesarlo… Porque, ¡escúchame bien¡ eres un espíritu débil que precisa del apoyo de otros, esperando que te quieran, que te admiren; el intelectual solitario temeroso de que nadie le escuche, vencido por el silencio desdeñoso de los críticos o por la incomprensión de los colegas cercanos. Yo creí, ingenua de mí, en mi modestia, ofrecerte todo mi apoyo y toda la comprensión que precisabas. Pero no te ha bastado. Luego he sabido que tu vanidad, además, se había sentido colmada por la admiración de una de esas jovencitas, alumnas tuyas, que te han encumbrado al Olimpo de los dioses, allí donde tú reinas, rodeado de sus sonrisas beatificas.
Siento ahora que la vida ha sido injusta conmigo. Me entregué ingenuamente al juego peligroso del amor; ahora lo sé, pensando que los sentimientos compartidos son duraderos, que fraguan entre sí dando consistencia a ese altar sagrado donde los colocamos, sin imaginar que también pueden ser arrastrados por las ráfagas de la infidelidad; desdeñando saber que  los sueños pueden convertirse en pesadilla.
Me he convertido en una especie de fantasma que habita sus propias ensoñaciones, caminando insomne por el inmenso edificio de mi melancolía, olvidando que mi gran pecado era el de creer firmemente que la felicidad se consigue sin precio que pagar. Porque el dolor está en el otro platillo de la balanza.
Has tomado un sendero en donde tus huellas no quedan marcadas para señalar el camino de regreso. En mi desconsuelo, me he sentado a la puerta de nuestra casa. El campo me envuelve en ese eterno mensaje gozoso que arrastra tras de sí la Primavera.  Una tenue llama, alumbrando un resto de esperanza, pretende iluminar el difícil camino de vuelta.  Y temo al olvido, ese olvido que siempre estará lleno de tu recuerdo.

Jpc-ABRIL-2015
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26/10/2015.-Nuestro compañero Antonio Fimia nos envía para su publicación el siguiente trabajo.

                                         LO QUE VA DE AYER A HOY 


Sentado en clase, antes de que empiece el profesor, en la soledad con mis recuerdos escribo:
“Acostumbramientos”
Acabo de hablar con ella, me siento feliz, muy feliz, su voz es alimento de mí desesperado amor; sin empezar la clase hago la reflexión siguiente: Si ella es liberal ¿Por qué no me da un trozo de vida para alimentar algo la poca que me queda?
Cumpliría dos funciones, primera: apagar el hambre de un enamorado que cada día está más desesperado, y segunda: gozar una forma nueva de amar en la antesala de la muerte.
Mi amor sería como una fuente que mana silenciosa y al caer sus aguas en el despeñadero de la cascada encontraría un grito de libertad.
De ése encuentro no quedaría huella en ella, pues ése tipo de relación no las deja, a él sí,  le serviría para gozar rememorando en las noches el amor gozado aquel día hoy guardado en la memoria,  para usar en el tiempo el resto de mi vida.
Ella quizás con el goce nuevo de aquella noche, experimentado por primera vez con un hombre sabio en formas de amar y acariciar el cuerpo, le serviría en adelante cuando llegara su hombre enamorado y al que amar eternamente con las enseñanzas recibidas, sabría la mejor forma con que haría disfrutar de los placeres que podría regalar cuando se  conectaran llegando al clímax del placer en el sexo.
Así se movían cada día mis pensamientos que fueron creciendo  constantemente cada vez que notaba la presencia de su hermoso y bello cuerpo:

¿A qué cielo miro que no la vea?
¿A que espacio dirijo la vista que no esté?
¿A qué mar veo embravecido que ella
 no cabalgue sobre sus olas?

¡Si  oigo su voz, creeré en los dioses que pueblan los cielos!


                            La noche

Una aciaga noche rompió mi encanto, laceró mi amor propio machacando mis sueños de enamorado.
Quizá ella no fue consciente del dolor que  produjo.
Yo, siendo amable quiero pensar que quiso quebrantar mi amor propio, pero no ofenderme.
Esa noche no subí a las nubes a mirar estrellas
Fue tan grande mi pesar que no coordinaba mi mente, solo sombras se paseaban por mis pensamientos. Quisiera, de una vez para siempre, dejar el amor que  tengo por quien no le merezco.
Esta amargura me llevará a la tumba el resto de vida que me quede. Hasta entonces medraré en el tiempo con mis sueños rotos y, cuando mis cenizas se fundan con el murmullo del arroyuelo y el canto del ruiseñor, espero que en su vida rememore un día al que la amó para todo el tiempo.
Solo pido a los dioses que entre las cenizas del tiempo le queden ascuas ardiendo en la eternidad de su vida y que un día se levanten llamaradas de amar y ser amada, pero que la obvien tal cual ella hace conmigo. ¡Hay poco trecho del amor apasionado al dolor!

Comprendo, ella no tiene la culpa de mi irresponsable y loco enamoramiento, es mi corazón, quisiera, en esta hora amarga dejar de amarla, es imposible, pero ella podía haber sido más blanda y comprensiva con mis desvaríos, máxime cuando tuvo momentos dulces conmigo…
…en los que creí se entregaría a mi apasionado deseo de tenerla, aunque solo fuera acaronado en sus brazos mientras el perfume de su cuerpo alimentaba mi hambre.
Compré una gardenia repleta de flores blancas, impolutas pero sin aroma, creí que su cuerpo las llenaría de sutil perfume, iluso yo que dejó apagada la luz que fue mi vida.

Algún día alguien leerá mis sueños, pero ya bajo el matorral las cenizas habrán alimentado, quizá la mata de romero que en las primaveras expandirá su perfume por el valle abierto a los soles…
6-11-2006
Fimiosky
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23/10/2013: Esta es la primera publicación correspondiente a "obra propia" de tertulianos en este curso 2015-2016. Se trata de un poema de nuestro compañero Antonio Fimia. Animamos a todos a la creación y publicación de trabajos literarios.

                              PALABRAS

Una  palabra me lleva a otra.
Me suelen llamar a veces
desde el vacío de la memoria.

Hay palabras que a nubes vuelan,
algunas con la clara del día,
otras con lo oscuro abierto
en millones de estrellas,
que me guiñan unas,
que otras encienden mis ojos
con sus centellas.

Palabras hay que no me entienden.
¿Qué son los verbos?, ¿obras o  apariencias ?.
¿Qué palabras, si acortas la oración?,
¿las oraciones son católicas o semíticas?
¿Qué son sinónimos?, me preguntan.
Y los lleno de adjetivos.

Despierto en la noche
y busco palabras perdidas,
de aquella niñez feliz mojado
en los otoños por la llovizna.

Mas si una cara bonita,
en sus gestos,
me mira...
me hace un poema en verso,
me puede henchir el corazón de latidos
con solo abrir un poco sus labios.
Las miradas escasean de términos,
abre la puerta del amor un simple pestañeo.

Palabras hay breves, virginales,
o calenturientas con signos ebrios
o con impolutos labios rebosantes
de melodías y, cuando llegan los estíos,
aceleran  materias liquidas
ávidas de entendimiento
en el secreto de los suspiros…

Hay palabras que de dolor horadan
con punzadas rojas el corazón ,
las hay de seducción ligera y urgente,
otras ocultan los amargos del amor.

Hay palabras que en el discernimiento
de los silencios llevan mensaje.
Para el amor hay miles de palabras,
las banales, las  incitantes sumergidas
en el deseo, las hay furtivas, escondidas
dentro del ansia de ser amado,
algunas solo vanagloria de ególatras
que en los corazones no profundizan .

Las hay que cuando lucen en el papel
muerden, otras llegan a la tumba
sin comentar la verdad, las hay enviadas
por los demonios del pensamiento humano.

Palabras, palabras, palabras, qué grandes.
Para decir verdades, inventar sensaciones,
para sacar dioses de los cielos puros de azul sin bruma
y atosigar a los pobres sin ideas propias.

Palabras hoy que se rompen en cristaleras,
traducciones inanes,de sabor yerro,
y... poco a poco volverá el tiempo
de los signos sobre piedras…

Fimiosky 2013
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23/10/2015: Nuestra compañera Mª Jesús Ortega envió este poema para su publicación:

Se ha caído el  Sol, también mi suerte.
Lo del Sol se ve, lo de mi suerte no.
Si se cae el Sol, es para todos,
la suerte es solo nuestra,
y lo es y será…, sin remisión.

Yo veo la oscuridad miles de veces,
mas si veo una luz, hacia ella voy…
y asida, con mis manos, vengo y  la robo:
¡Es difícil vivir sin esa luz!

Si a alguien veo a  oscuras:
¡Voy y le alumbro!
La luz ha de valer para alguien más,
aunque, a veces, en las noches muy oscuras
el intenso deseo, alumbrará.

Quién quiera que  lo pruebe y que repita…!
No olvide que a maestro llegará.
Es mejor practicar, y poco a poco,
saliendo, dejará  la oscuridad.

ALICANTE 21 DE DICIEMBRE DE 2014

Mª Jesús Ortega Torres

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23/10/2015: Nuestro compañero Rafaél Torres envió este poema para su publicación:

  “Me he escondido en mi flor,
 llevándola en tu pecho,
 sin sospecharlo, me llevarás a mí “
                                    Emily Dickinson                                         

 LA ASOCIACIÓN                                       

Jugábamos al escondite.
La puesta de sol doraba los bordes de la sierra. 
Me preguntaste que haría para encontrarte,
 no respondí, cerré los ojos, conté hasta veinte,
abrí los ojos y la luz me cegó; tú ya no estabas,
te desvaneciste en el silencio de diez mil atardeceres. 
Yo crecí, 
crecí  de tanto dibujarte
sobre el cielo azul con tinta de nubes rojas.

De pronto, apareces igual que estabas entonces:
la interrogación constante de tu mirada,
tu tristeza inconsciente,
la ropa incolora de tus días azules,
las sandalias heredadas…..
y esa rosa que nunca se marchita en tus manos.
Te deslizas por los abismos horizontales del tiempo
para rebelarte contra el olvido 
y lo único que puedo ofrecerte es un sitio en nuestra
Asociación de Inventores de Epílogos Utópicos,(AIEU).

En la AIEU siempre decimos que estamos bien, 
nos peinamos sin peine y sin espejos 
para mantenernos jóvenes.
Unimos fuerzas para sacar
las piedras de nuestras maletas,
las llenamos con la luz de los días y 
navegamos por un  río que nunca lleva agua.
Para las noches tenemos una orquesta con
trompeta,saxo,violín y acordeón;
la música nos distrae mientras
 caminamos sobre las brasas del miedo.
Somos ricos sin dinero blanco y sin dinero negro,
los compañeros revolucionarios aseguran que
 cuando el mundo cambie nos darán el Nobel de Economía;
seríamos el orgullo de nuestras madres,
si levantaran la cabeza.

Ven.
En la AIEU nos espera el final 
de la historia que nunca escribimos.
Cuando lleguemos al mar
seremos compañeros de naufragio,
alcanzaremos nuestra isla desierta

y nos convertiremos en amantes.

2 comentarios:

  1. Mª Jesús andas siempre en alcanzar lo que puedes vivir en tus sueños, me gusta tu forma de buscar luz en las tinieblass.

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  2. Creo que los sueños se posan y están en nosotros para ser alcanzados. No todo es alcanzable, pero a todos nos tiene que mantener VIVOS, la ilusión.

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